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[RP]¡Mamá, Papá, que me voy con las Monjas!

Brynne


Se levantó de buena mañana y tras su aseo miró su vestuario para elegir el traje del día.

Era todo un dilema, desde que Miku y Cyliam la habían adoptado, a la pelirroja le encantaba llenarle el armario con vestidos para toda ocasión. Casi podría cambiarse tres o cuatro veces al día sin repetir.

Tomó uno con cierre a la espalda ajustado al torso y con algo de vuelo desde la cintura, de tejido ligero apto para los calores castellanos. Se lo puso y subió la cremallera hasta media espalda... porque más allá no subía. Se lo quitó contrariada y escogió el siguiente, algo más suelto. ¿Suelto? al verse en el espejo vió que no quedaba parte de su figura sin marcar, de tan prieto.

Y otro, y otro.... el que no le marcaba la cadera o el pecho de forma poco decorosa le llegaba a mitad de la pantorrilla. Volvió a mirarse al espejo sin vestido alguno y vió lo evidente. Cumpliría 15 años el 23 de Julio, y la niña que hasta hace poco se miraba de refilón, con poco interés, desparecía dando paso a una joven alta y con formas pronunciadas, casi una adulta.

Se sentó en la cama pensativa. ¿Qué haría con su vida? Educada en una fé profunda y de costumbres austeras que durante aquellos meses había ido olvidando, hasta llegar a escribir un panfleto sobre la vida de sus vecinos, enamorarse platónicamente de un bandolero, o conocer las mieles del amor en una oscura taberna en los brazos de un extranjero, se sentía desorientada y sin futuro.

Volvió a levantarse y tomó del armario la túnica con la que llegó a la Casa del Caos, larga y holgada, que servía tanto de uniforme para las hospicianas más mayores como de hábito para las novicias. Se lo puso y vió que aún le servía. Quedó inmóvil de pronto. Había recibido una iluminación.

Bajó y se reunió en la cocina con sus padres, que desayunaban entre arrumacos aún medio dormidos.

- Buenos días, Mamá, Papá - su madre la saludó mirando sus ropas con cara de pocos amigos, y su padre le dió la bienvenida con una sonrisa - He recibido la gracia de la iluminación del Altísimo. Voy a volver al Convento. Quiero tomar los hábitos.

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Brynne


Sin esperar la reacción de sus padres Bryn...

A ver un momento, maticemos. Esperar si esperó, pero por alguna razón se habían quedado como inmóviles, vamos que no movían ni una pestaña. Y el hambre azuzaba asi es que.... retomamos

Sin esperar la reacción de sus padres Bryn tomó un pastel de la bandeja sobre la mesa y salió a la calle a buscar a Uri. Tendría que pensar con quién dejarlo, no creía que Sor Bungundófora le permitiera llevarlo con ella.

El Altísimo le facilitaba sin duda el camino. Vió aparecer a Marta a lo lejos y supo que allí tenía su respuesta.

- ¡Buenos días Dama Marta! ¡Un placer encontraros! ¡Justo tenía que solicitaros un pequeño favor!

Y puso al corriente a la dama de todo el asunto.

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Marta296


Y quien le iba a decir a ella que se encontraría semejante embolado aquella mañana...
Andaba a sus cosas, tareas matutinas de todos los dias, cuando se encontró a la joven Bryn a la puerta de su casa. La muchacha, de pronto y sin que le diera casi tiempo a saludar, empezó a contarle su última idea
Cuando terminó su relato, la cara de Marta ya estaba desencajada.

Vamos a ver si me aclaro. Ven aquí, a la sombra. Y se la llevó a un banquillo de piedra, bajo un árbol.
¿Me estas diciendo que has tenido una revelación y quieres ingresar en un convento?

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Cyliam


Cuando la niña cruzo la puerta, la cara desencajada de la pelirroja seguia estando desencajada y si hubiera habido moscas en aquel salon seguramente se habrian metido todas en la boca de la pelirroja.

Aun desconcertada y aturdida miro a su esposo, si aun con la boca abierta, con cara de idiota total, apoyo las manos en los hombros del rubio y entonces.... y entonces...

- ¿¡Pero tu has oido lo que ha dicho, pero tu has visto lo que ha hecho!? Decia, preguntaba, chillaba histerica mientras zarandeaba al pobre rubio de un lado a otro, de atras hacia adelante.

- ¡Ay! que me infarto aqui mismo. Esto se lo ha plagiado asi by the face al de Illueca. - ¿Pero que le he hecho yo al mundo para que me pasen estas cosas? Yo que soy la bondad en persona, que he dedicado mi vida al bien, y mira, mira lo que hace el mundo conmigo, que dice que se mete a monja, ¡¡¿¿a monja??!! y un ¡¡jamon!!. Y seguia dale que te pego meneando al rubio, que por cierto ya debia estar mareado, mareado y despeinado.

- Ahora mismo vas a buscarla, y la llevas a Galicia, a la torre mas alta que haya, la que sea, en el pueblo mas abandonado, el que menos te guste, y me la encierras alli, ¡hombreya! Esto ultimo de tantas veces que la Marduquesa lo habia dicho pues claro se la habia quedado grabado a fuego en la mente.

- Y le pones a veinte guardias, y me llamas al parroco de Santiago y le dices que venga a exorcizarme a la niña que se le ha metido algun demonio dentro. Como que me llamo Cyliam di Veneto y soy la Archidiaconisa de este pueblo que mi hija no se mete a monja. Y a los peregrinos de Santiago ya les podian dar lechugas, que como Señora de Compostela ella mandaba en esas tierras y ay del pobre diablo que se negara a cumplir con lo mandado, que le mandaba al faro de Fisterra y ella misma le tiraba desde lo alto al mar a ver si se esnucaba.

Tras tantos gritos y lamentos la pelirroja se sento en el sillon, bueno primeramente aplasto a la pobre Aruba, la gata blanca que chillo como una condenada y quien dice chillo, dice que emitio un maullido extridente y desagradable acompañado por un ataque arañazo, de esos que salian en los pokemon si, que ya se que estabais pensando en eso, y posteriormente bufo a su dueña con los ojos desorbitados. Pues eso que sentada en su sillon, la pelirroja resoplaba con la cara enrojecida, el rubio, pobre Miku, aun seguia balanceandose sobre si mismo ya por inercia, y Wallada abanicaba a la pelirroja y la acariciaba el pelo intentando tranquilizarla.

- ¿Pero es que tengo cara de gato o que?, que dejes de sobarme ya el pelo que me lo ensucias. Traeme una copa de vino antes de que me infarte. Pobre Wallada tambien, que intentaba tener contenta a la pelirroja y habia acabado corriendo como loca a la cocina a por la copa de vino.

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Brynne


- Así es Marta, está decidido. El Altísimo me llamó desde el armario - asintió con rotundidad y sonrió con candidez.

La dama la miraba atónita. Al oir la procedencia de la llamada del Altísimo la mandíbula le cayó floja dejando su boca abierta. Con un gesto natural la niña empujó su barbilla hacia arriba hasta cerrársela y prosiguió:

- La Madre Burgundófora es muy estricta y no le gusta que haya animales en las celdas ni rondando el claustro, asi es que he pensado que tal vez querais visitarle una vez al dia, vos sois cariñosa con él y a mis padres no les agrada mucho. Tal vez me lo podríais acercar una vez a la semana para que pueda verlo...

Pensó en la Marduquesa, y lo feliz que se sentiría de saber que su tocayo canino quedaba en buenas manos. Le constaba que echaría de menos sus interesantes charlas sobre religión y costura mientras tomaban té (?), pero era la voluntad de Aristóteles y tal vez su gesto reconduciría a Su Dignidad al buen camino.

- Y lo que vais a rabiar al perder vuestra apuesta con Svein señora, que os escuché tras la puerta, que ni mozo de cuadra ni nada, que os merecíais al bicho Pockles aunque quisierais otros peluches - susurró entre dientes con risita malévola

¡Ay! ¿Esa que gritaba desde la casa del otro lado de la calle era su madre? Sin dudas la noticia la había llenado de alegría y ella era así, escandalosa.

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San_cosme




Aquél era uno de los trabajos más gratificantes de Santo. No el iluminar a las ovejas descarriadas. No, no. El rato antes que entras invisible en la alcoba de la niña o el niño al que vas a inspirar la fe y la llamada del mismísimo Dios. No porque sean niños, claro está. Ni por verlos en la intimidad de sus pequeñas camas o frente a un espejo. No, no. Eso son prejuicios modernos. Es...

ejem -me interrumpieron la legión de ángeles y serafines que me acompañaban- ... al tema.

Asentí de mala gana y agitando fuerte los brazos volví a aparecerme.

Mi fiel Cyliam..., dije haciendo un gesto con la mano a los serafines, que debían hacer el sonido místico de las apariciones con sus armónicas del todo a 100 denarios y soplar fuerte todos a la vez para que en el ideario colectivo aquello fuese percibido como lo que realmente era, una presencia santa, casi divina.

¿Qué tercos motivos os llevan a ensordecer la llamada que vuestra hija ha tan claramente escuchado de mi propia boca para servir al Altísimo en alma... y cuerpo? Decidme hermana, por qué objetáis la voluntad de un alma tan cándida.
Cyliam


Y por fin, cuando empezaba a sentirse un poco mas calmada, cuando las copas de vino se vaciaban haciendola entrar en esa calidez tan comoda llego un no invitado. Eramos pocos y pario la abuela, eso penso la pelirroja que de nuevo se encendio cual fosforo.

- Tu ven pa'ca que hoy vas a comer, merendar y cenar alpargata. Dijo la pelirroja con los ojos desorbitados, las mejillas ya no es que estuvieran encendidas, no, es que le salian llamas, o era el pelo que se habia encendido mas si podia ser.

Y alpargata en mano, colerica, roja como un tomate, vamos que los demonios que hubiera en ese pueblo habian salido pitando no fuera que ellos tambien tuvieran que degustar una de las alpargatas. Se acerco al santurron amenazante.

- Te voy a dar una somanta palos que se te van a rizar hasta las pestañas.

Que se le habia colado un moscon en casa, que no habia llamado ni nada, ¿Pero esto que es, salon barberia o centro de peluqueria? Amos, amos, colarse en la casa del caos, este no sabia en que tinglado se habia metido.

- Mira, primero te voy a zurrar por entrar en mi casa sin permiso, sin permiso y sin llamar, segundo por meterme aqui a todas las palomas del palomar y tercero, porque me da la gana. Lease palomas como serafines. Alzo la alpargata, mas amenazante aun, pero no le pego, primero quiso ver la reaccion antes de darle a base de bien, con suerte saldrian volando, o corriendo o quien sabe, al ver a semejante pelirroja dispuesta a repartir mamporros a diestro y siniestro.

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Mikumiku


Pero Miku había salido de allí dando eses por la puerta más cercana, mareado como un pollo sin cabeza y con un batiburrillo de pensamientos raros. Pero en fin, tenía que buscar a su hija y hablar con ella en serio (y que huir de su mujer antes de que lo desmontara en piezas). Que con el tiempo que habían pasado con la niña la había llegado a querer como propia, y se había convertido en otra alegría de la casa. Seguro que era una locura infantil eso de las monjas, seguro. Despues de sacarla de aquél infierno de la monotonía, no podía pensar realmente en volver.

No gritó para no asustarla pareciendo enfadado, pero empezó a correr como pudo, dejando la casa atrás. Pero dónde se habrá metido... No la veía, ni oía ladrar al perro, ni nada. Menudo mal rastreador era el rubio, al que sólo le quedó pararse a pensar para adelantarse a los hechos. Concluyó que podía coger el caballo y esperarla frente al convento, o dirigirse al de la de Santillana donde seguro que la chiquilla iría para despedirse de su superamiga-de-la-muerte-forever la marduquesa.

Eligió la segunda opción, porque el palacio estaba cerca de la casona de los Espinosa-di Véneto y si no estaba allí todavía podría pensar un plan B. Llegó al portalón, más desierto que el Sáhara, pensando que allí vida diurna no haría nadie. Carraspeó fuerte para que lo oyeran.¡Soy Miku Espinosa, es urgente! No se atrevió a aporrear la puerta no se la fueran a hacer pagar luego, pero sacudió una de esas pequeñas campanillas que usaban para llamar al servicio. Campanilla que, para rematar la faena de aquella mañana, se desprendió de la pared al no soportar la energía que le transmitió el caballero en los primeros golpes. Disimuladamente, la empujó con el pie detrás de una maceta mientras llegaba alguien.
San_cosme




Al carajo, dije blasfemando. Ya habría tiempo de confesarse luego.

Si el Altísimo quiere iluminar que se baje una linterna.
Y salí de la habitación como alma que lleva la Criatura sin Nombre, no sin antes ponerle una aspita al nombre de Cyliam en la lista de las almas que subir a la luna... Ja!
Sylvana_brisaveloz
¡Soy Miku Espinosa, es urgente! - escuchó Silvana desde la cocina, y mientras dejaba un repasador con el que estaba limpiando la mesa sobre el respaldo de la vieja silla, escuchó también sonar enfurecida a la campanilla.

Aceleró el paso por la sala, hasta abrir la puerta. Era Miku Espinosa, había reconocido la voz, así que podía abrir directamente.

- Buen día, señor Espinosa - saludó - ¿Qué le trae por aquí? - El hombre lucía muy agitado - ¿desea un vaso de agua?
Abrió la puerta de par en par, y se desplazó a un lado, en clara señal de dejarlo entrar en el Palacete.
Mikumiku


Buen día, Sylvana. Le devolvió el saludo a la simpática criada, sonriendo en la medida de lo posible. Con los nervios y la prisa que llevaba, no estaba en condiciones de más o menos formalismos. Miku agradeció el gesto de poder entrar y lo hizo respirando hondo para no entrar allí como una tromba. Se tragó la adrenalina que le subía después de la carrera y pasó dentro.

Es mi hija, Brynne, que se ha escapado. Fue tranquilizándose, en parte porque quería que se pudiera entender lo que decía. Imaginé que vendría a despedirse de la Duquesa, ya que son tan amigas. Buscó la primera silla, butaca o taburete que encontró con la vista y se sentó en ella suspirando. Si no, me gustaría saber si habían hablado antes de ello, que hay que encontrarla antes de que se haga monja. No tenía ni idea de si Sylvana lo estaba entendiendo, pero por lo menos que le hiciera el favor de buscar a alguien. O quizá ella misma supiera algo, quién sabe.
Ferrante


Todo el día le habían tenido acarreando pesados sacos de avena para los caballos del Infante Liborio, desde el mercado hasta su palacio. Era una de las tareas domésticas que tenía encargadas, el cuidado de los equinos, así que debía cumplirlas con prontitud. Era conocido el látigo del Borja cuando los criados no trabajaban lo suficientemente rápido para su satisfacción... y siendo el segundo día a su servicio, no podía ganarse una reprimenda.

El joven Ferrante llevaba a su espalda ese último saco, que le había dado el comerciante tras pagar unas monedas de cobre. A pesar de caminar por el lado de la calle donde caía la sombra, sudaba copiosamente por el esfuerzo y también por el calor sofocante de aquella mañana, en la que no corría ni una pizca de aire.

Dobló la esquina, y desgraciadamente pisó una boñiga de caballo que había en la calzada empedrada, perdiendo el equilibrio y callendo el pesado saco al suelo. - ¡No!.- exclamó cuando la cuerda que lo mantenía cerrado se había abierto un poco y derramado la avena por el suelo. Juntando las manos consiguió meter casi todo dentro. Mientras ataba los nudos escuchó el sonido de una campana y después un golpe metálico más fuerte. A tan sólo unos mentros, estaba el caballero Miku - que había conocido días antes en la taberna - con cara de preocupación. Ferrante se echó el saco al hombro y se dipuso a saludarlo, cuando súbitamente entró en el palacete al que llamaba.

El chico, curioso, escuchó unas pocas palabras "mi hija" "se ha escapado"... fue entonces cuando se le vino a la mente la imagen de la bella Brynne, la hija de los señores, y se quedó un segundo petrificado, hilando las palabras en su mente. Salió corriendo y dejó caer el pesado saco junto al dintel de piedra, para después meter la cabeza al interior del zaguán del palacio, ya que se habían dejado la puerta abierta.

Una ráfaga de viento fresco le dio en la cara. ¡Qué bien vivían esos nobles, sin pasar ningún calor!, no como él que en su cabaña de madera le llegaba todo lo peor: calor en verano, frío en invierno, y agua cuando llovía. - Señoría...- dijo con voz trémula por la vergüenza, pues no sabía si tenía derecho a interrumpir - no he podido evitar escucharlos - notó la mirada de la criada en su cogote, que también estaba en el zaguán, tras la gruesa puerta de madera. -... ¿qué le ha pasado a vuestra hija?.- las palabras de Ferrante eran de preocupación, no se imaginaba a la joven Brynne, con lo educada y risueña que era, escapándose de casa, dejando a sus padres con semejante preocupación.
Marta296


Ya, entonces lo que necesitas es que cuide de tu mascota, ¿no?
Aquella conversación se iba volviendo surrealista a cada frase. ¿Pero en que estaba pensando aquella chiquilla?

La tomó de la mano un instante, la muchacha parecia nerviosa...

Pero niña. ¿Acaso te lo has pensado bien?
Es mas, ¿como se te ocurre dar crédito a algo que sale de tu armario? ¿No será que tenias hambre?


Como la niña parecia impacientarse y enfadarse con ella, empezó a tomarse aquello mas en serio.

Vamos a ver, que eres muy joven. Que luego no vas a poder cotillear. Que allí dentro todo son monjas. ¡Que los hábitos son feisimos! ¡Que no los tienen en rosa!

Y ya en un tono mas tranquilo. le preguntó.
¿Pero tu has hablado de esto con tus padres?
Y cuando Bryn le habló de la indiferencia de estos, solo acertó a responderle, Normal, ¡les habrás dado un susto de muerte!, seguro que están muy preocupados, pequeña...

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Sylvana_brisaveloz
El señor Espinosa entró al Palacio, y Silvana se giró, escuchando lo que éste decía: la niña rosa de Pucela iba a vestir el negro, y blanco, o algo así.

- No, aquí no ha venido - dijo, segura de que no había visto a nadie entrar por todos los accesos conocidos de la Casa.

Apoyó la mano izquierda sobre la puerta y la comenzó a cerrar, con intenciones de seguir hablando cuando un muchacho asomó la cabeza: la criada se sobresaltó, y sin escuchar lo que este decía dio primero un paso atrás, y luego arremetió con fuerza contra la puerta, para cerrarla, exclamando "¡Intruso! ¡Intruso!".
Mikumiku


¡No! Dejadle pasar, por favor. Es un chico honrado y trabajador, puede ayudarme. Detuvo la mano de Sylvana por la muñeca, antes de que le convirtiera a Ferrante la cabeza en una calcomanía de un portazo. Tranquila. Le dijo con una sonrisa capaz de convencerla, con un tono de voz bajo y silencioso. Ya había conocido a Ferrante antes, y le había ofrecido un puesto como ayudante en su propia casa.
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