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[RP] La cacería (Cumpleaños de Nicolino y Carolum)

Carolum


ACTO II - LA CACERÍA





Un joven criado trajo la yegua de Carolum; un hermoso ejemplar color azabache y de pelaje brillante que había comprado meses antes en Toledo. El animal era bastante tranquilo, pero a la vez orgulloso y altanero; caminaba con la cabeza erguida y las orejas estiradas, mientras pateaba el suelo con fuerza, haciendo retumbar en el suelo, el sonido sordo de los cascos herrados. El equino además iba equipado con una silla de caza, grande y robusta, pero cómoda, de piel negra tachonada y claveteada en bronce dorado. Del mismo color iban el resto de los correajes, dando al animal un porte regio.

El conde subió con facilidad sobre la grupa del animal, a pesar de ser un hermoso salto. Se enfundó lentamente los guantes de cuero y se sujetó la capa con un broche de plata en forma de cabeza de toro. - Mi arco y mi lanza.- exigió el de Alba a su montero mientras éste oteaba los alrededores en busca de sus compañeros de partida.

-¡Caspe! ¿dónde os habéis metido?- no encontraba al duque por ninguna parte - ¿acaso os dan miedo mis ciervos? no temáis, no son tan cornudos como vos! - rugió en broma mientras hizo girar a su yegua en dirección al grupo de invitados que comenzaron a montar en sus caballos.
Cyliam


La pelirroja esperaba ansiosa a Némesis, habia dado instrucciones mas que claras de que no ensillaran a la yegua, aunque a la yegua ir con silla o sin ella la daba un poco igual, pero a la pelirroja no, que se habia acostumbrado a montar a pelo sobre su preciada yegua. Aquellos ojos oscuros y brillantes, esas largas y cuidadas crines, esa fuerza... Aquella era su mas fiel compañera de viaje junto con Jez.

Suspiro cuando vio llegar a la yegua, beso el hocico de esta, ella respondio con un resoplido y cabeceo exijiendo mas caricias, como iba a negarse la pelirroja, acicalo las crines del animal, acaricio su cuello empezando por el hocico descendiendo por su lomo fuerte y brillante y terminando en un azote en el trasero de la yegua que por su puesto la encabrito. - Mala bestia. Gruño la pelirroja con una voz que casi sonaba a deseo. Estaba deseando subir sobre la yegua cuando se fijo que ni si quiera se habia cambiado, la yegua la miro parecia estar burlandose de ella, la pelirroja respondio a la mirada enseñando los dientes, de nuevo acaricio el hocico de la yegua que se inclino para que su dueña montara. - Espero que no me traiciones. Dijo cerca de la oreja del animal mientras la invitaba a subir. El cochero aparecio corriendo a lo lejos como si se tratara de un pinguino, vale es que se le habian caido los calzones y llevaba el arco de la pelirroja en una mano y sujetaba los calzones con la otra. - Lo siento, lo siento, lo siento. Suplico entregando el arco.

La joven suspiro y apreto los dientes. - Recuerdame porque aun no te he despedido. El hombre agacho la cabeza y casi se puso a llorar. - Ya, ya, pero la proxima vez escuchame cuando te hable. En el fondo era un buen hombre aunque tenia muy mala suerte, su mujer le habia abandonado por un muchacho diez años menor que ella y habia dejado a su esposo con sus siete hijos. Busco con la mirada al rubio y azuzo a Némesis para ir cerca de el. - ¿Cielo vamos juntos? Le pregunto con una dulce sonrisa. Ella ya se habia colocado el carcaj al hombro y llevaba el arco sobre las faldas que habia acomodado sobre el lomo del animal.

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Mikumiku


Miku ya se había aúpado encima de su corcel, la chulería pura con cuatro patas. Sería un mero caballero de una orden lejana y medio deshecha, pero Torbellino, en su pelaje blanco, reflejaba todo el orgullo que el rubio sentía por ello. No relucía, brillaba, y no avanzaba sino que arrastraba el mundo hacia atrás a coces. El bicharraco blanco aquél era la niña de sus ojos. Pero después de Cyliam, por supuesto, que bajaba hacia él sobre su yegua. Le sonrió pícaro y le cortó el paso de una tironada de riendas que hizo al animal patear el suelo.

¡De acuerdo! Respondió. Le pasaron por la mente multitud de imágenes tentadoras, pero claro, alguien más les acompañaría, e irían guiados por un puñado de monteros y sus perros. No era para nada como había aprendido a cazar él, modesto, acechando sigilosamente y sorprendiendo a las presas, pero sonaba interesante. ¿Oye, con quién vamos? Le preguntó contento a la pelirroja, mientras cogía una lanza que le alargaba uno de los serviciales criados. Muchas gracias. Éste inclinó la cabeza y se fué, imaginando Miku que no estaba muy acostumbrado a esas palabras.

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Kossler


Un mozo de cuadra había traído ya la vieja yegua del noble caspolino. El Duque hastiado ya de tanta habladuría tenía ganas de pasar un poco a la acción. Si bien hablar con los nobles y clérigos llevaba a uno a enterarse de todo lo que sucedía en el Reino vecino ya tenía bastante por el momento. Habría tiempo para más en el banquete, sin duda. El Duque sonrió ante el mozo que con gran deferencia le ofrecía su montura, bien cepillada. Llevaba una silla de montar de cuero, sin ornamentos que impidieran la monta y un poco más alta, pero no en exceso. No caeria en el error de usar las altas sillas de montar que habían partido la columna a más de uno al caerse del caballo.

El Duque montó sobre la yegua árabe y dejó las riendas. Podría dirigirla con las piernas sin problemas y así tendría las manos libres. Pidió al mozo que llamara a su soldado para que le trajera sus armas. Poco después el soldado vino cargado con un gran saco.

-Gracias, Rodriguez. -Dijo el caspolino. -Arco y flechas.

El soldado se las tendió y el Duque asintió. Colgó el carcaj en su espalda.

-Jabalinas. -El Duque cogió las tres que le ofrecía el soldado.

Revisó que lo tuviera todo. Llevaba flechas bastantes, su arco galés, tres jabalinas y su cuchillo de caza. En principio estaba todo. El Duque miró al soldado.

-Rodríguez. Coge otro arco, un par de carcajes de flechas y algunas jabalinas más y siguenos, por si acaso. -Dijo el Duque.

Luego espoleó al animal y se dirigió hacia adelante, donde todos parecían estar reuniendose y agrupándose por tal de cazar en diferentes lugades. Parecía que el Conde de Alba le buscaba. Por lo menos eso parecía, viendo lo que decía.

-Tenéis razón Conde, soy un cornudo. -Dijo el Duque de Caspe, poniéndose por delante de él, demostrando su superioridad. -La Iglesia es una amante exigente, Carolum. Se lo das todo y luego ya veis, se va a las primeras de cambio con Cardenales de poca monta. -Dijo el Duque de Caspe soltando una carcajada. -Vamos, parece que todo el mundo nos está esperando y sin nosotros me temo que no cazarán nada.

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Zebaz
Salio al patio de cuadras, donde estaban reunidos todos los invitados de la cacería. El Conde de Alba, como anfitrión, ya montando a lomos de un caballo ejemplar. El Duque de Caspe también preparado a lomos de su vieja yegua y otros invitados preparándose para la cacería.

Traerme un buen caballo de las cuadras. Indico el de Illueca, a un mozo de la Casa Borja.
Se frotaba las manos para que entrasen en calor, a la espera de que le acercasen un animal. El frío de la mañana y el rocío de la noche hacia de aquella mañana húmeda y fría. Que visiblemente se podía observar por el vaho que salia de la boca al hablar.


Pero que es esto!!! Grito el Campeador al mozo, con fuerza y enfado. Pero que me has traído!! Alzando los brazos, y dejando el bastón que siempre le acompañaba suspenso en el aire.

Un caballo, Señor Barón. Dijo el mozo atemorizado, por si el bastón que sostenía el de Illueca le daba en la cara por el movimiento de brazos.

Pero usted ve en este animal algo de caballo!! Que tiene de caballo este animal!!

Nada!! No tiene nada!!
Respondió él, sin darle tiempo al mozo a reaccionar.

Esto es una burra!! Una burra vieja y chocha!! Que pasa? que me has visto a mi cara de viejo y chocho, y has dicho, para el viejo este la burra mas vieja de todo el establo!
Pues no! yo quiero un caballo como el de todos! O te crees que solo voy de paseo? Pues no, voy de caza, y debo ganarles a todos y demostrar que este hombre maltratado por la vida les gana!!!


No queda otro animal en el establo Señor Barón.

Ya no sabia donde ponerse al escuchar al mozo de la Casa Borja.

No hay día que no me tenga que enfadar! No hay día que pueda estar contento y feliz, siempre me tienen que poner de mal humor, con lo alegre y simpático que soy yo, que soy la simpatía y la alegría en persona...

Esta bien!
Dijo, mirando con mala cara al mozo. Ayudame a subir a la burra chocha esta.

No es una burra Señor Barón, es un caballo.

Me vas tu a decir a mi, lo que es esta cosa de cuatro patas y un rabo pelao? Si yo digo que es una burra es una burra y no me contradiga!! Ayúdeme a subir, que no me llega la pierna.

Se cogió de las riendas para poder subir, mientras estiraba la pierna hacia el estribo e intentarse impulsar para subir. Pero no le llegaba el pie al estibo, demasiado alto era el caballo para el.
El mozo le empujaba para que estirase mas la pierna y llegase a poner el pie y poder subir con comodidad.
Todo una escena para ver, el Campeador con la cara roja del esfuerzo que estaba haciendo por que su pierna le llegase y el mozo empujándole. Pero no había forma.


Me tiraras!! Me tiraras!! Y este animal no para quieto!!

Decía todo acalorado al ver que no podía subir, y el mozo le empujaba hacia arriba y el animal no paraba de moverse por los movimientos que le daban al intentar subir.

Traeme una silla, un cajón o algo alto para poder subirme ahí, y de ahí al caballo!

El mozo obedeció al de Illueca, y le trajo un cajón de madera viejo, lleno de polvo y telarañas.

No había nada mas viejo y roto? Que ese cajón lleno de mugre? A ver si por subirme ahí me caigo...

Subió a aquel cajón, apoyándose al hombro del mozo.Sujetame bien al animal y que no se mueva. Dijo mientras se cogía de la silla y alzaba la pierna para poder pasarla al otro lado.
Por fin, después de una gran acalorado y todo sudado estaba encima del animal. Ya no tenia frío, el fuerte frío de la mañana no se calaba en sus huesos.


Y ahora me vas a traer un arco con flechas para la cacería. O también me vas a decir que no hay y me aparecerás con un tirachinas?
Pues que sepa usted, que incluso yo con un tirachinas seria capaz de matar un ciervo por mi destreza en la cacería!
Dijo todo seguro de el mismo.
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Valjala


Valjala salio por la puerta y se dirigió a las cuadras para recoger los caballos, en la puerta vio al barón de gota y me aguanto, realmente el espectáculo era de lo mas divertido, no dejaba de regruñir al pobre zagal que intentaba ayudarle a subirse al caballo, se acerco a el y dándole en una pierna le dijo

-barón, cuanto mas viejo mas pellejo ehhh!!!! Venga que seguro les das a todos estos señoritos una buena lección de lo que es la caza.

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Kurt


Pasó suavemente la mano por el rostro del semental. Era un caballo de singular e indiscutible belleza. Con cabeza mediana y muy elegante, con un perfil suavemente convexo y con la parte naso-labial terminada en punta. Sus ojos expresaban una gran vivacidad, grandes e implantados oblicuamente. Os orejas de tamaño mediano y muy móviles. El Borja pasó la mano con delicadeza, descendiendo por el cuello, que era robusto y musculoso, bastante grueso en su inserción con el tronco, y las espaldas amplias y descendentes. Poseía unos posteriores anchos y unas extremidades delgadas, pero musculosas.

Tenía un cuerpo bien proporcionado y ágil. Pero, sin duda, el rasgo más característico de su belleza era la espesa crin que poseía. Era muy abundante y ligeramente ondulada y encrestada, lo cual dotaba al animal de una elegancia sublime. La cola era también muy tupida y se insertaba bastante baja.

Su pelaje blanco como la nieve era realmente hermoso y seguía fascinando a Kurt cada vez que lo montaba. Era un caballo vivaz y ágil, pero sobre todo, como la mayoría de los caballos, era un caballo leal.

Viendo que se hallaba algo nervioso, le susurró unas palabras tranquilizadores mientras se apartaba para que Leopoldo, el viejo criado italiano, lo ensillara.

Se había cambiado de ropa y puesto más comodo. Un traje de paño negro y una camisa blanca, como calzado unas botas negras y un sombrero. Montó con firmeza y una vez arriba miró a Leopoldo que le entregó el carcaj repleto de flechas y el arco, los cuales colocó en su espalda, después le entregó una lanza que agarró con fuerza con la diestra, y sujetó las riendas del caballo con la izquierda.

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"La siguiente frase es falsa. La frase anterior es verdadera."
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