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Info:
De como la familia Borja vino desde Valencia para visitar al rey y asistir a su coronación.

Audiencia a la familia Borja

Lmgandul


Acompañados por el chambelan real los familiares de su Majestad llegaron hasta el pequeño salon que habia sido dispuesto para la audiencia.

El viejo monje abrio la puerta de la estacia y anuncio la llegada.

Sus excelencias la famila Borja y Sus excelencias Los Duques de Benicarló

Jaleo



Había cierto revuelo en la sala de espera contigüa a la de audiencia. Me habían llegado noticias de la llegada de Borjas a Palacio y me acerqué a ver si estaba todo en orden.

Mientras observaba por uno de los "miradores ocultos" dispuestos para tal fin, me fijé que alguno de ellos tenía un gran parecido con Carolum.
Uy... estos van a ser sus hermanos pensé.
Despues de comprobar que todos habían dejado sus armas bajo custodia de uno de los guardias de la puerta me alejé tranquilo.
Ahora era Su Majestad el que tenía que lidiar con su familia.

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Rose_de_anthares


Ni bien habían llegado, descansado un poco (aunque ella más bien bastante) el jóven Kurt, hermano del rey, había sido el encargado de pedir audiencia para que fuesen recibidos por su majestad.

El chambelan, un hombre de avanzada edad, había demostrado que la hospitalidad de la que se hablaba sobre la corte y del mismo reino de Castilla era real y con ello, un poco, se había olvidado de la convulsa corona de Aragón. Por ello se dispuso a disfrutar de cada instante, se obligaba a ello, llevaba demasiado tiempo en constante tensión, preocupada, cansada y triste.

Pero había sido ella, su hija, su familia, la que le había arrastrado de viaje. Era la que cuidaba de ella, era quién con increible convicción aseguraba debía alejarse del reino de Valencia y que lo merecía, merecía aquel descanso, merecía algo de dedicación en ella misma.

Y la hermosa estancia, los lujos y la belleza le hicieron sonreir, el anuncio de chambelan también, la mirada clavada de su esposo en ella le conmovió y la felicidad en los ojos de su hija le consolaban de todo cuanto ella sentía.

Y con ello esperaba ver pronto al rey, deseaba la viera con tal alegría en el rostro.

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Kurt


Fueron conducidos hasta un salón privado de la Corte, donde se produciría el encuentro con Carolum. Antes de pasar tuvieron que dejar las armas a los guardias. Kurt protestó, al fin y al cabo era su hermano, no pensaba atentar contra él, mas si era necesario así sería, y entregó la espada que portaba al cinto.

Pasaron dentro, donde el Chambelán Real les anunció al rey. Estaba deseando ver de nuevo a su hermano, el viaje hasta Castilla había sido largo y cansado, así que en cierto modo también deseaba que Carolum apareciera cuanto antes para que les indicara en que aposentos de la Corte se hospesdarían, y poder reposar un rato. De todas formas, la alegría de sentir a la familia de nuevo unida le hacía olvidarse de toda preocupación. Al fin y al cabo aquello eran unas vacaciones. Asistirían a la coronación del rey, participaría en la I Vuelta Hípica a Castilla, y estaba seguro de que viviría más aventuras que contribuirían a guardar fiel y buen recuerdo de Castilla.

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Liborio


La luz entraba por los grandes arcos que daban a un jardín interior del palacio, era un día bastante tranquilo y no muy caluroso, el joven Liborio se encontraba caminando por los pasillos entorno al jardín cuando un criado se acerco al joven para darle una breve nota.

Así que han venido mis tíos - dijo el joven mientras comenzaba a caminar hacia la sala de recepciones del palacio. El joven había utilizado los pasadizos para llegar mas rápido, sus pasos eran apurados incluso se podría llegar a decir que corría, hasta llegar justo en el momento que eran anunciados en el salón de audiencias, el pecho del menor de los Borja subía y bajaba rápidamente mientras se acercaba a una puerta lateral para no ser anunciado, al entrar observo que sus tíos no se encontraban solos por los que se quito las pocas arrugas de su ropa y con paso decidido se enfrento a sus tíos y a sus acompañantes.

Buenos días tíos - dijo el menor mientras realizaba una pequeña reverencia a los tíos y a sus acompañantes- espero que su viaje ha sido muy placentero - dijo el Borja en un breve saludo

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Kurt


- Liborio... - sonrió al ver a su sobrino. Observó como se inclinaba para realizar una reverencia y le detuvo al momento, colocando su mano en el pecho del muchacho. - Vamos, somos tu familia. No hacen falta reverencias. - y lo abrazó. - Hacía mucho tiempo que nos os veía. Desde vuestra visita a Montesa. Vuestros ojos siguien denotando el intenso fulgor que caracterizaba a vuestro padre. - suspiró-. Leopoldo era un buen hombre. - y su gesto, que se había ido poniendo cada vez más serio conforme recordaba a su difunto primo, trazó de repente una sonrisa. - Pero no estamos aquí para hablar de eso. Ahora que estamos aquí será genial, podremos salir a cazar un día de éstos por el coto real. Será divertido. Aquí estás rodeado de ancianos. - dijo pensando en la presencia común de Zebaz por la Corte. - Pero... ¿y el rey?

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Nicolino


Pequeño salón dispuesto para la audiencia. "Pequeño". Sí, lo era, y el Borja se preguntaba porqué su hermano no les había recibido en el salón del trono, y les habían enviado a aquella otra antecámara, sobrecargada de brocados, alfombras persas con complejos entramados, ánforas de bronce relucientes, y muebles pulidos. Aquello era mucho dorado y escarlata, muchos leones en púrpura y muchos castillos en oro, pero no había visto al toro rojo por ningún lado. Por otra parte esperaba una recepción ostentosa, con toda la pompa, banderines y estandartes que tanto brillaban y tanto le gustaban a los castellanos.

Por un instante se preguntó que clase de Rey sería su hermano: ¿Uno benevolente, o uno implacable?¿Cercano a los amigos y a la nobleza, o defensor de la incipiente burguesía?¿Sería complaciente ante los intereses de los Ricoshombres y exprimiría al pueblo llano, o sería defensor de los pobres y benefactor del clero?. Sopesaba cuánto habría cambiado el poder al Arzobispo de Tarragona. Y que tanto se solía embriagar de placeres terrenales, y qué tanto se rodeaba de juristas y cortesanos. Deseaba saber cuantas batallas en defensa de su Reino había luchado, o si le repugnaba la sangre.

Y lo juzgaría, a él y a los suyos. Había reconocido demasiados blasones nobles en el palacio, y visto otros tantos de gente que ni sabía que existía. Los contó, y al principio vio cuarenta y seis. Sonrió, y volvió la mirada a su esposa. Se preguntó si estaría asombrada con tantos colores y lujos, tanto vacío. Miró a la Duquesa. Ella sí parecía interesada en las alfombras.

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Ederne_bp


Ataviada con un hermoso vestido, cruzamos los umbrales de la sala de audiencias del Palacio de Castilla, nos dirigían hacia una sala privada donde Su Majestad nos recibiría.

El primero en cruzar las puertas, fue Kurt, quien había compartido el viaje desde Valencia, y a quien de a poco iba conociendo mas y mas.
Mis padres pasaron seguidamente del brazo, ambos, mi madre estaba radiante y feliz, hacia días que no la había visto sonreír y desde la cena del día anterior a la llegada a castilla habían vuelto a brillar sus ojos, posteriormente ingresamos Nicolás y yo, quien fuera de protocolo, rodeaba mi cintura con su protector brazo.

Mi vestido constaba de un corpiño de seda rosa decorado con cristales centelleantes y una falda de un tono rosa más intenso. El cuello era cuadrado y ribeteado con las mismas piedrecillas transparentes, motivo que se repetía en los puños de las largas mangas.
La cofia cubría graciosamente parte de mis cabellos, dejando escapar algunos rebeldes rulos que caían a cada costado de esta, y llevaba adosado un velo rosa pálido de seda transparente salpicada de lunares de plata.
Usaba unos zapatos de punta cuadrada forrado en seda rosa y también adornado con cristales.

Mirando toda la decoración de aquella habitación, me vi distraída con la entrada de un joven, tan guapo como los dos Borja que nos acompañaban, se notaban sus rasgos y las palabras de Kurt, lograron en parte dilucidar quién era. A paso seguro el joven se acercó hasta donde nos encontrábamos, y se abrazo con kurt, su tío.

Mientras se cruzaban nuestras miradas con Nicolás del cual no pude dilucidar en que estaba pensando, pero su mirada escrutaba todo a su alrededor, no me sentía perdida entre tanto estandarte ni tanto brillo, había crecido en la pomposidad de un palacio y no me admiraba en lo más mínimo de todo aquello que rodeaba el salón, pero el brazo seguro de Nicolás, me decía que allí y en cualquier lugar, podría sentirme segura, solo entre sus brazos.

Ante la falta de presentaciones me adelante a saludar al joven Liborio, jamás había respetado las reglas sociales, y por estar casada no pensaba comenzar a hacerlo.
Encantada de conoceros - le dije al Joven Liborio dando un paso a él y sonriendo – Soy la esposa de tu Tío Nicolás, por ende tu nueva tía, espero nos llevemos bien - escrute con la mirada al joven, quien intentaba mantener los protocolos de palacio, sin abandonar mi sonrisa de los labios.

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Liborio


Una mano se poso en el pecho del menor de los Borja en el momento justo para impedir que realizara la reverencia, aquella mano no era mas que la de su tío Kurt quien le dirigió unas palabras antes de darle un abrazo que fue correspondido de inmediato, mientras se separaban de aquel afectuoso gesto familiar, el hombre comenzó a recordar la ultima ves que había visto al menor, a si como rasgos en común con su difunto padre, las expresiones faciales del mayor habían comenzado a ponerse aun mas series y se podría decir que un poco de tristeza lo acompañaba al recordar, pero todo esto fue olvidado cuando el mayor sonrió- El tiempo pasa rápidamente tío, pareciera ayer el día en que fui a visitarle en tierras valencianas- dijo Liborio con una gran sonrisa en sus labios- me encantaría volver a cazar en familia, la ultima ves aun estaba aprendiendo y he mejorado mucho desde entonces - dijo el joven orgulloso de sus logros, pero luego dijo en vos baja a Kurt- el tío Zebaz no es muy devoto de estas actividades, creo que es por su edad y su - el joven hizo una pequeña pausa- situación - termino por decir el menor mientras volvía a poner entre el mayor y él una distancia adecuada pero dejando ver su lazo familiar- Mi padre esta por llegar, no ha de tardar demasiado- informo el joven mientras buscaba con la mirada a un heraldo para que fuese avisar al Rey

Mientras buscaba con la vista a un heraldo o al chico del pararapá el joven Liborio se percato de que una de las acompañantes que venían con los tíos se acercaba a él y se presento como la esposa de su tío Nicolás - El placer es todo mio - dijo el menor de los Borja mientras se inclinaba un poco para cogerle la mano y darle un beso en ella en forma de saludo y volver a su posición habitual- el sentimiento es muto, tía - dijo el menor mientras sonreía, consciente de que le estaban evaluando con la mirada pero sin demostrar nerviosismo u algún otro sentimiento que no fuera alegría al verlos - Pido disculpas por no haber podido asistir a vuestra boda, pero algunos asuntos me retuvieron* en Castilla y no pude acompañar al grupo que partió hacia Roma- dijo el joven y se denotaba que eran sinceras sus disculpas, pero luego volvió a sonreír- Espero que su estadía en Castilla sea cómoda y que pueda reforzar nuestros lazos - termino diciendo Liborio a su tía con una sonrisa en sus labios que fue acompañada por una sonrisa de sus ojos

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Carolum


La sala era pequeña, y el calor que daba la chimenea un poco sofocante. Unas barras de incienso se quemaban sobre un plato de bronce, dejando un ligero aroma. Aquella habitación era usualmente utilizada por el rey para recibir las visitas más íntimas, pues era una de las más cómodas y acogedoras del palacio real. Era una de las pocas salas que conservaba la profusa y ornamentada decoración de la reina Elena. Cortinas de seda adamascada color borgoña en las ventanas, a juego con las mullidas butacas junto a la chimenea. De las paredes colgaban los retratos de los reyes de Castilla, algunos ya muy viejos, el más nuevo, el de Carolum, que aún olía a recién pintado.

La estancia tenía dos puertas, una por la que llegaron los Borja y Berasategui. La otra oculta tras unas cortinas pesadas. Entre ellas apareció Carolum, sonriendo y con su ojos glaucos y fríos mirando a sus dos hermanos. Sin contar la rápida visita a Roma, los tres hermanos no se habían reunido como familia que eran. Cuando Carolum asumió el trono, supo que dejaba algo más que su vida pasada... aunque, obstinado y testarudo como él era, nunca les había perdonado a ellos que continuasen tan distanciados. Decidió eliminar de su cabeza las ganas de reprocharles su abandono. Vestido con calzones acuchillados de lana, una camisa blanca y un jubón escarlata, dirigió rápidos pasos hacia los recién llegados.

- ¡Hermanos! -. abrazó a los dos Borja con fuerza mientras les sonreía cálidamente - habéis tardado demasiado... creí que os podían haber comido los lobos... o peor, los catalanes!-. acompañó su comentario con una sonrisa burlona. Se separó un paso de ellos para contemplar a la mujer de su hermano - Mi señora-. tomó la delicada mano de Ederne y se la besó con cortesía - Espero que hayáis disfrutado del viaje, ¿conocíais Castilla, o es la primera vez?-. Carolum la interrogó con la mirada - Decidme, ¿mi hermano cumple con todas sus obligaciones?.- giró la cabeza para mirar a Nicolino, mientras esbozaba una sonrisa maliciosa. Detrás de los jóvenes aguardaban los duques de Benicarló. El rey se acercó a ellos y les hizo una profunda reverencia - Mis señores... os deseo la más cálida bienvenida a mi reino. Os he asignado las mejores habitaciones del palacio, para que se sientan como en su propia casa-.

Entonces advirtió la presencia de su ahijado Liborio. Se acercó a él y le pasó un brazo por encima de sus hombros. - ¡Veo que ya se me adelantó mi hijo! estos zagales siempre tan atentos. Nunca me arrepentiré de haberle adoptado en memoria de nuestro tío. Es un poco pijo... - le dedicó una mirada de soslayo - pero le estoy intentando inculcar los sobrios y castrenses modales de un buen soldado... espero conseguirlo... - dejó las palabras en el aire -... algún día.-

Se acercó a la ventana de vidrio emplomado y abrió los postigos de hierro negro, dejando entrar en la sala un frío aire invernal. Contempló la ciudad, observando a la gente caminar por las calles. Sin desviar la mirada continuó hablando - Mirad, la ciudad se ha engalanado para la coronación; habéis venido en el momento exacto. He dispuesto, que os sentéis en primera fila en la catedral, junto a mis nobles.- Volvió la cabeza, mirando de nuevo hacia la familia, y cerró la ventana.

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Astaroth_14


Los Borja, ¿verdad, Luis?

Era un secreto a voces aquella comitiva valenciana, que con la excusa de la boda del hermano del Rey y su luna de miel había llegado a la Cosona. No habían sido pocas las disputas en el pasado entre València y Castilla por el Reino de Murcia, y las zonas fronterizas, como Villena o Ayora. Sin embargo, no era ese el motivo del tono que el de Gondomar había dedicado a su vasallo y antiguo Maestro. No, ciertamente, el toro rojo de los Borja le traía ingratos recuerdos al Marqués, con la muerte, aún reciente, de Elena sobre la Corona.

Por no hablar, claro, de los Berasategui. Conoció y apreció al viejo Anzo, pero sus nulas relaciones con los restantes miembros de su familia, con alguna notable y desastrosa excepción, se veían, sin duda alguna, truncadas por su relación amistosa con el hijo de los Duques. ¿Sabrían ya que Luix era el Capitán de su Guardia Veneciana?

Pero el Rey le había hecho llamar, a fin de que recuperase, al menos en aquella ocasión, el cargo que desempeñó durante la mayor parte del Reinado de Elena. No terminaba de cuadrarle aquello, pero una orden era una orden, y la desobediencia era mejor reservarla para cuando fuese realmente práctica. Valiente quien arriesga cuanto tiene, necio quien lo hace por nada.

Aún no era su momento, pero tras la entrada disimulada, el Marqués esperaba, paciente, la señal que habría de hacerle entrar en la sala, reencontrarse con aquellos a los que, por uno u otro motivo, quisiera ver bien lejos.

Mil escudos diera por tener aquí a Mereklar.-masculló entre dientes.

Sin embargo, era ya hora de entrar, y el rostro del Armiño, de risa e ira fácil, se cubrió de una pétrea máscara que no dejaba traslucir emoción alguna. Aquellos invitados no provocaban en él emoción alguna, o eso es lo que había de mostrar. A una seña, unos mozos entraron precediéndose, entregando al Rey y sus invitados las copas previamente preparadas. Una vez que todos dispusieron de la suya, el joven cogió la jarra en la que gustoso habría vertido el contenido de aquel frasco verde que, según sabía, seguía en la mesa de Leonor, allá en San Estevo de Cíes, e ingresó en la estancia.

Sus labios se fruncieron levemente ante la decoración. Elegir una sala plagada de su estilo, ante quienes mancillaron su recuerdo era ciertamente ofensivo. Parpadeó un par de veces: debía contenerse, así que, mientras recorría la sala, llenando las copas con vino de Alba, su mente estaba tiempo atrás, en cualquier audiencia de Elena, en aquellos tiempos de Oro, Plata y Azur. Y no dejó aquellos parajes incluso cuando, detrás del monarca, se situó tieso, espigado, y mirando a ningún lugar concreto.

Y sonrió. Apenas, pero lo hizo. Conocía bien aquel oficio, y cómo Elena lo había aprovechado. Quizás su presencia allí tenía sentido, despues de todo.
Factas voluntas regia est =D

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Dos deberá haber; ni más ni menos. Uno para encarnar el poder, el otro para ansiarlo.
Rose_de_anthares


El rey les recibió con ánimo y sonriente. Realizó una profunda reverencia a la que ellos, su esposo y ella, correspondieron con la misma profundidad y solemnidad.

- Mis señores... os deseo la más cálida bienvenida a mi reino. Os he asignado las mejores habitaciones del palacio, para que se sientan como en su propia casa-.

Les había dicho y había comentado luego la a lo cuál ella se adelantó a responder - Os agradezco vuestra buena voluntad y más, agradezco tener la oportunidad de conoceros. Estoy segura que podremos disfrutar de vuestra hospitalidad que tan amablemente ofrecéis y la de vuestra tierra.

Luego de aquello entraron varios mozos, algunos causaron en ella desconfianza y otros de semblante poco confiable quienes les ofrecieron a todos copas de vino. La de Pern recibió la suya y con los ojos clavados en su contenido le giró dentro de la copa, así tras breves minutos de análisis fue hasta una mesa cercana y dejó su copa, espero con aquella acción nadie preguntara el por qué.

Pero las sorpresas no paraban, tras conocer brevemente al hijo del rey, observar todo cuanto sucedía en aquel salón y esperar poder charlar más ampliamente con todos, hizo ingreso al lugar un hombre que parecía ser un noble de Castilla.

Él caminó lento, observó todo con particular atención y reflejó en su rostro una sonrisa bastante elaborada. Sin duda quién había entrado no era alguien a quién solamente debería saludar en alguna reunión protocolar de turno, no, era un alguien que se hallaba ahí con una intención superior a la de un saludo de turno. O podría equivocarse y solo fuera un Don nadie, aquellos siempre intentan demostrar lo que no son y saben actuar bien, después de todo no siempre su intuición sería tan eficaz como en antaño.

Camino de regreso con una sonrisa hasta su esposo y le miró a los ojos, éste perdido en una charla con Nicolás le respondió con otra sonrisa. Se alegraba de estar ahí.

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Nicolino


El Borja se esperaba un recibimiento diferente, frío, desde un trono. Estaba claro que en esa circunstancia, no hubiera hincado la rodilla, y lo hubiera hecho bajar. Aquello le asombró: su hermano aún recordaba los lazos de sangre que les unían, y sabía que además de a su Reino, se debía a su familia. Nicolás sonrió. Sin embargo, en un momento llegó a pensar que si habría siempre tanta cortesía, acabaría por vomitar. No deseaba apegarse en demasía a las usanzas de la Corte Real ni a las costumbres de los embusteros cortesanos.

Era muy conocida la aversión que sentía el setabense ante tanta gente que se hartaba de comida y bebida en la mesa del Rey, y eran los primeros en tejer conspiraciones y sembrar la traición. Y lo aborrecía, porque él había pasado mucho tiempo entre Consejos Reales e intrigas palaciegas. Tan fétido le parecía cuando se terminó apartando, y tantas traiciones vio, que ahora le repugnaba. Él era más dado a Consejos de guerra y cónclaves de nobles de antiguo linaje, que excluyeran a plebeyos y burgueses lisonjeros, que se prendían de los nobles como lapas.

Pero tampoco cónclaves de cualquier noble. Itinerantes, y no permanentes, como era lógico: el noble debía vivir en su feudo, y no apartarse de sus responsabilidades militares. Divisó al de Gondomar, y aquello volvió a pasarsele por la cabeza ¿Él no debería estar confinado en su feudo perdido entre la bruma, en tierras poco fértiles y aisladas?. Mas en cierta forma no le sorprendió su presencia, seguro era o el Gran Panadero del Rey, o el Mozo del Bacín, típicos cargos de la Corte que los nobles de aquella calaña solían disputarse vehementemente, para que el cargo pasara a sus descendientes de generación en generación. Historicamente los franceses habían tenido muchos cargos honoríficos como esos que acabaron siendo de carácter hereditario.

Cuando les entregó las copas, supo que no era mozo del bacín, sino copero. Aquello demostraba la confianza ciega de Su Majestad en aquel noble, lo que le extrañó. Siempre le había creído culpable de lo de Elena, debía ser él ¿Sino quién más?.

Tras hablar con Liborio, se acercó a su hermano:


-¡Hermano mío!-le saludó calurosamente- Veo que la vida regia os trata muy bien. Y por mi parte, es la primera vez que piso Castilla, si no contamos las justas de Elena. Aunque Toledo no es más que una ciudad de muchas, y las villas que tenéis en realengo jamás las he pisado. Soria, Osma, Burgos, Valladolid, Aranda...no, nunca estuve anteriormente por aquellos lares. Pero aquello cambiará muy pronto.

Hizo una pausa, y clavó la mirada en el tuerto: "sí, te estoy mirando a tí, te tengo vigilado"

Y agregó, con énfasis:-¡vamos, brindemos, por la familia y los muchos sobrinos que tendrás, y quizás te nazcan castellanos!-chocó su copa contra la de su hermano, y algunas gotas de su bebida cayeron en la suya. Si estaba envenenada, él también moriría. Quizás alguien se arrojaría hacia él para quitarle la copa de la mano.

-Y vuestra merced me permita también un brindis, por una larga vida.-dijo al da Lúa, repitiendo el gesto. Con aquello se cercioraba de que su bebida estaba limpia.

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Ederne_bp


El corazón casi se me paralizó cuando hizo ingreso el Rey, su porte y majestuosidad eran inigualables, era un Borja, y yo venía conociendo muy bien a uno, uno que provocaba paralizar constantemente mi corazón.

Ante su ingreso hice una grácil reverencia, bien había aprendido a hacerlas ante un monarca, y varias también había visto que mis padres recibían pleitesía en valencia.
Sin querer recordé al Pequeño Merello, el que me llamaba Excelencia y se reverenciaba a cada vez que me veía, a pesar que muchas veces le había pedido y obligado a no hacerlo, el insistía.

Enderece mi cuerpo, evitando más recuerdos, justo cuando Su Majestad abrazaba a sus hermanos, el corazón se me lleno de gozo.
Mas mi sorpresa fue mayor, cuando el Rey se me acerco y tomando mi mano deposito en ella un cálido beso, mi sonrisa afloro cándida, era un Borja, ¿de qué podía admirarme? - Mi señora - dijo sin perder de vista mis ojos. – majestad - respondí con voz suave

Espero que hayáis disfrutado del viaje, ¿conocíais Castilla, o es la primera vez?-. Pregunto

Ha sido un viaje que he disfrutado como ninguno - le respondí a tiempo que sonreía. En sus ojos había un poco de picardía y aquello me dio confianza - aunque debo reconocer, Majestad, que no he tenido mucho tiempo de admirar los paisajes, y esta es mi primera vez en Castilla, que espero no la última, - sonreí, desde que me había casado, venia teniendo muchas primeras veces de cosas que no había visto ni hecho antes, el Rey, seguía escrutándome con la mirada, quizás analizando si era una digna esposa de su hermano - Decidme, - agrego luego casi leyendo mi pensamiento - ¿mi hermano cumple con todas sus obligaciones?.- giró la cabeza para mirar a Nicolás y las mejillas se me encendieron como dos fuegos ardientes.
Con todas majestad – le dije al fin y a mis labios asomo una pícara sonrisa - es más, insiste en cumplir con ellas a todas horas, majestad – una risa afloro a sus labios, y también a la de todos, esperaba haberle dejado muy conforme con aquellas intimidades.

Se dirigió luego a mis padres y yo me gane lo más cerca que las prendas me dejaban de Nicolás.
Pronto aparecieron las copas, brindis, pero aun tenia presente todo lo que había escuchado de los reyes y como muchos habían sido envenenados, sobre todo por sus más cercanos súbditos, aquellos que le debían pleitesía, mi madre dejo su copa disimuladamente sobre una mesa y escuche a Nicolás hacer un brindis con sus hermanos y aquel hombre que había entrado en la habitación.

Desde que había hecho ingreso, un escalofrió me había recorrido el cuerpo, quizás alguna brisa había entrado del exterior, provocando tal escalofrió, pero algo había sucedido.

Eleve mi copa e hice amagos de querer beber, pero no lo hice, dejando mi copa luego en el mismo lugar que la había dejado mi madre

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Astaroth_14


Los gestos de la Duquesa y su hija no pasaron desapercibidos al Marqués, que hubo de hacer un gran esfuerzo por contener una sonrisa displicente. Si aquello hubiese sido otra Corte...pero era la del Borja, en la que el Armiño estaba bastante más limitado en sus movimientos de lo que había llegado a estarlo. Y, por supuesto, aquel vino había sido traído de Alba, y su primer contacto con este había sido, precisamente, al entrar en la sala. Si, sólo si...


Su ojo vagaba sobre los presentes. Seguía desconcertándole el llamado, pero ya que estaba allí, sería mejor aprovechar el tiempo. No era mal elenco el grupo ante sí y, de entre todos ellos, sus ojos percibieron la mirada, siempre sospechosa acerca de él, de Nicolás, como una advertencia de que no le perdía de vista. Ocultó una nueva mueca que pugnaba por salir. Por desgracia para Nicolás, habían tenido mucha relación en el pasado, y pocas personas conocían como el Marqués donde le apretaba el zapato al Prefecto Adjunto de los Vídames. En definitiva, todo hombre tiene un pasado que no quiere de regreso, y para Nicolás, Astaroth era ese pasado.

Entonces, Nicolás propuso un brindis, y esta vez, el de Gondomar no ocultó la sonrisa. ¡Que burda manera de pretender evitar un asesinato! Sin embargo, inclinó levemente la cabeza y, tras solicitar sin palabras el permiso del Rey - pues aquello era de todo menos protocolario -, pidió una copa que llenó sin racanear en la cantidad, alzándola.

Por una larga vida, Monseñor. Porque al buey le aproveche la hierba que pasta mientras le dure.

Acercó el cáliz a sus labios y, ostentosamente, tragó el líquido. No era Albariño, pero se dejaba beber. Buen vino, sin duda.

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Dos deberá haber; ni más ni menos. Uno para encarnar el poder, el otro para ansiarlo.
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