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[RP] El Testamento del Rey Carolum I

Ruy_tristan


El sol se alzaba por el horizonte naranja y morado dando seña de la calor asfixiante e insoportable que haría ese día. Los pájaros esta vez no cantaban, los grandes despertadores de todos los castellanos que desde pronto empezaban con sus graznidos. Los perros se acobijaban en sus casas, y los gatos pareciesen que habían desaparecido de la faz del planeta. El día era totalmente seco e insoportable más el viento que aparecía de vez en cuando dejaba un aire más fresco y hacía ondear a media asta las banderas castellano-leonesas y los pendones con el escudo real.

La Corte Real de Palacio se volvía a abrir para otra ocasión triste y era la lectura de las voluntades del Rey de Castilla y León y primo del Príncipe de Asturias, él mismo sería el encargado de leerlas.

El emplazamiento era el habitual pero había sido decorado para el acontecimiento. Los grandes portones de madera, recién barnizadas, portaban en el centro de cada una el toro Borja, símbolo de la familia, tallado en madera y al lado de la cerradura un castillo y un león tallados en una madera más clara para hacer contraste. Al pasar a la sala un gran tapiz con la imagen del Borja cazando se alzaba al fondo, mientras que en el techo un fresco religioso, con la imagen de Aristóteles, hacia las delicias de los más y menos entendidos en la materia. Toda la sala olía a rosas del jardín del Rey y los colores que más predominaban eran el negro, en señal de luto, y el púrpura, color de la realeza y referente al poderío del Rey. Los ventanales portaban unas vidrieras recién realizadas en el centro del Sacro Imperio Romano Germánico, aportadas a la ceremonia por el Emperador del mismo y primo del Rey.
El Trastámara preparó todos los detalles y por fin había terminado de poner una alfombra negra, de terciopelo, con bordados dorados en las puntas y a los lados. Ahora todo estaba listo para recibir a los invitados, llamó a la Guardia Real para ir anunciando a los que llegan y para asegurar que el testamento del Rey se leería con total orden.


Id tomando asiento

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Vibora


Sus "oídos" habían anunciado que el Príncipe de Asturias andaba trasteando en el salón de audiencias. Sería el encargado de abrir y leer el testamento de Su Majestad, puesto que el otro albacea, don Zebaz, padecía otro de sus achaques.

El Secretario Real y regente de Castilla hasta la elección del nuevo rey, denotaba el ajetreo y la falta de reposo en dos enormes y oscuras ojeras.

Llegó al salón justo cuando su alteza real daba el visto bueno a la preparación de la sala.

- Buenos días, alteza. Veo que soy el primero en llegar- se dirigió a uno de los sillones y se dejó caer sobre él- con su permiso, esperaré cómodamente a que lleguen los demás.

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Cyliam


La de Compostela se acerco al palacio como bien habia leido en el anuncio del nuevo Regente, estaba cansada, con los ojos enrojecidos de llorar y con un terrible dolor de cabeza causado por el llanto.

Vestia de luto, un traje sencillo y ligero, pues no era muy recomendable ponerse uno de aquellos pesados vestidos y encima negro en pleno verano, y aun asi, la pelirroja ya estaba sudando la gota gorda.

- Buenos dias. Saludo con sequedad. - Pense que iba a llegar tarde pero no, es raro, quiza deberia darme un paseo para llegar tarde.

Ella que acostumbraba siempre a llegar tarde, otro palo, mira que llegar tan pronto al testamento, pero al final se quedo, si, es que hacia demasiado calor como para andar por ahi y encima de negro.
Se sento en el sitio mas alejado, si como si fuera una apestada, es que estaba demasiado triste como para intentar socializar con nadie.

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Astaroth_14


Borja muerto, da Lúa contento, se comentaba entre ciertos círculos de la Corte. Y, en cierto modo, tenían razón, la Casa Borja había mantenido, históricamente, una cierta rivalidad con Gondomar, generalmente precedida de una amistad. Y, cuando el Rey murió, el Marqués no tuvo problema alguno en ocultar unos sentimientos de tristeza que, por otro lado, apenas afloraban. Hacía ya casi un año, pero las palabras del Borja (aquel bastardo, se recordó), entonces Cardenal, aún le escocían, como la jugada que le convirtió en Rey a sus espaldas. A las espaldas del hombre que, pudiendo arrebatarle la vida, no lo hizo, contentándose con marcarle con su daga.

Descabalgó con soltura al llegar al Palacio, dejando su yegua en manos de los mozos, y se atusó las ropas, bordada la capa en esta ocasión con la cruz de golondrina de la Escama. Con paso firme, se adentró en el edificio, hasta llegar a la sala donde se comenzaban a congregar los llamados. Un "Alteza" y dos "Excelencia", acompañados de leves inclinaciones de cabeza, fueron sus saludos al entrar.

¿Cuanta gente se espera?

Que era, por qué no decirlo, una forma educada de preguntar cuanto les llevaría aquello.

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E o vello das brancas barbas caíu tendido no chan, pechou os seus ollos verdes,verdes como a auga do mar. O bispo que esto oíu, alí o mandou enterrar. E así morreu, meus señores, Gaiferos de Mormaltán.
Vibora


La primera en parecer fue la peligata de Compostela. Extraño, nunca solía llegar a tiempo a nada. Siempre era de las últimas en llegar, la primera en despedirse y la última en irse.

El Secretario Real la saludó con un movimiento de cabeza, pero como ella se sentó en un extremo, tampoco entablaron más conversación.

El siguiente fue, cómo no, la comadreja de Gondomar. Se le notaba la satisfación en el andar, dando como saltitos.

- ¿Cuánta gente se espera?- preguntó el recién llegado.

- No, si todavía tendrá prisa y todo, con lo que debe estar disfrutando- pensó el de Sanlúcar.

- Pues a todo el que ha de estar presente, vos, como ex-Secretario Real ya habéis pasado por esto y lo sabréis mejor que yo. Aunque si algo os reclama, igual su alteza puede excusaros y ya os comunicaremos si se os nombra en el testamento- dejó caer, como si el de Gondomar esperase recibir algo del Borja.

Una sonrisa acudió a los labios de Cyliam, conociendo perfectamente la rivalidad entre Gondomar y los Borja, todo ellos.

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Fernandof


Fernandof acudió a cumplir con una de las últimas voluntades de SSMM y al entrar al recinto saludo a los presentes y se ubicó en espera del inicio de la ceremonia.

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Jaleo


Poco a poco la florinata de Castilla iba llegando a la sala, no era una reunión de agrado, pero debían estar allí para ser testigos de las últimas voluntades del difunto Rey.
Hice un repaso con la mirada, aún faltaban caras amigas por llegar...

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Marta296


No es que le entusiasmara la idea, pero había prometido acudir a la lectura del testamento. Y asi, ataviada de riguroso negro, se presentó en la sala. Lo primero que le llamó la atención era la escasez de gente. Esperaba encontrar mas personas y dedujo que habia llegado pronto. El joven Liborio aun no se habia presentado. Tampoco estaba el Barón, cosa que la extrañó más. Tenía entendido que el testamento obraba en su poder...

Puede que aun no esté recuperado del todo. Tendré que pasarme a verle cuando esto acabe, pensaba.

Tomó asiento. Y vio a Cyl. Le costó reconocerla al principio, pues estaba demacrada y el dolor hacia mella en su rostro. Prefirió no decirle nada y la saludó con un leve movimiento de cabeza. Tampoco ella estaba allí por gusto.

Saludó al resto de los presentes igual que a la pelirroja, en silencio.


A ver si termina esto pronto, murmuró en un suspiro. Y empezó a abanicarse, que eso siempre le calmaba los nervios.

No sabia que estaba haciendo allí y ya tenia ganas de marcharse.

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Astaroth_14


El Armiño se revolvió como si le hubiese picado una víbora (chistaco!). Miró de arriba abajo al Secretario Real. Su sucesor en el cargo no había llegado donde había llegado avisando a los demás de qué les tocaba en un testamento, seguro. El Marqués estaba plenamente convencido de que, si le legaba algo ese maldito Borja, y no estaba presente, el de Sanlúcar se lo quedaría él mismo.

Oh, no hará falta, Sanlúcar. Puedo permitirme gastar mi tiempo aquí en tan...terrible día.

Volvió a mirar a las puertas, acariciandola cadera donde solía pender su espada. La Guardia en esta ocasión no había querido arriesgar y había retirado las espadas a todos los que llegaban. Una lástima.

A decir verdad, mi pregunta iba más encaminada hacia qué Borjas quedan por llegar. El año pasado me quedé con ganas, ya sabéis.

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E o vello das brancas barbas caíu tendido no chan, pechou os seus ollos verdes,verdes como a auga do mar. O bispo que esto oíu, alí o mandou enterrar. E así morreu, meus señores, Gaiferos de Mormaltán.
Liborio


Las ruedas del carruaje del de Alba traqueteaban por las calles de la ciudad rumbo a palacio, se escuchaban muchos rumores al paso del carruaje, algunos se preguntaban quien era el que ostentaba el blasón del Condado que anteriormente fuera del monarca. Las ventanas iban cubiertas con unas telas negras que no permitían distinguir a ciencia cierta quienes eran los ocupantes.

Los murmullos fueron quedándose atrás cuando se acercaban a las puertas de palacio, unos ojos glaucos miraban a través de las telas si las banderas se encontraban a media asta y como la guardia mantenía el luto. El joven bajo del coche y se dirigió con paso seguro hacia palacio – recuerda, un Borja nunca demuestra su debilidad en público- sonaba en la mente del joven las palabras de su padrino. Cerró con fuerza sus ojos para evitar que salieran aquellas lágrimas que amenazaban con escaparse al recordar las lecciones que había aprendido con aquel que llegó a querer como a un padre. El joven Infante mantenía el luto sin perder un poco la extravagancia que había aprendido de los cuadros de su difunta tía Elena, la vestimenta era negra, sin embargo había utilizado unos pantalones de cuero que se ajustaban a sus piernas, un jubón y una capa a juego.

Al entrar en la sala del trono, el Infante se detuvo a ver a los presentes. Ahí se encontraba su tía Marta, con quien había conversado hace poco y le había pedido que fuera, también estaba el tío Ruy y el Regente Vibora. El joven con paso seguro atravesó la sala para llegar donde se encontraba el Príncipe. En el camino se encontró con el de Godomar, pasando al lado y rozando su hombro, pero sin girarse para mirarlo hasta llegar frente al Regente y a su tío, haciendo una pequeña reverencia – Buenas tardes Alteza, Excelencia- dijo en un tono de voz tranquilo, aunque su instinto era de darle un abrazo, iba contra el protocolo hacer aquel tipo de actos en público con un príncipe

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Ruy_tristan


Los invitados llegaban poco a poco e iban tomando asiento. El negro había cubierto la sala con su oscuridad y sensación fúnebre que hiela hasta la misma llama de una fogata. El primero en llegar fue el buen Regente de la Corona tras la muerte del Rey, Don Víbora, quién guardaba bien las formas aunque se notaba en él que había dormido bien poco.

-Buenos... días tengáis Vuesa Merced, encantado de volveros a ver. Por favor, tomad asiento tranquilamente.

Saludó al Regente y lo invitó a sentarse donde le apeteciese y el de Sánlucar accedió. Justo después llegó la dama Cyliam, Señora de Compostela, a la cual sin duda alguna le había afectado la muerte del Rey y la acompañó del brazo a tomar asiento.

Pasó un rato donde las lágrimas parecían ondas en el aire y se dejaban escuchar pues el silencio era sepulcral. Ahora habían llegado más invitados, ilustres de Castilla, que fueron tomando asiento. Uno de ellos fue el Marqués de Gondomar invitado a la ceremonia por sus servicios a la Corona, más el Príncipe seguía desconfiando de la sinceridad en sus actos. Su odio por la familia Borja era famoso y se preguntaba Ruy si no había venido a esperar alguna tierra que le cediese el Rey en un acto de buena fe. Al entrar el Da Lúa, el Trastámara le lanzó una mirada recelosa, desconfiada, más no dirigió palabra alguna al gallego.

Por último, ingresó al salón el joven Liborio, seguro lo estaba pasando mal más era un Borja y eso le ayudaba a mantener su firmeza. Saludó a su sobrino bajando la cabeza y le invitó a sentarse. Su sobrino había madurado y ahora era todo un hombre y Ruy se sentía muy orgulloso de él, pensó el Príncipe:
"Ya tendré una charla con él."

-Faltan varios invitados entre ellos mis primos: Don Nicolás Borja y Don Kurt Borja, hermanos del difunto Rey. Esperaremos su llegada desde el Reino de Valencia.

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Mikumiku


Miku también acudió a la ceremonia, algo alicaído aunque de lejos no tan tocado por la desgracia como otros. No le gustaba ver la muerte como algo triste, porque era tan natural como nacer y a todos les llegaría el día de reunirse con los ángeles. Eso sí, no era tan natural que los reyes se fueran así, pronto, por unas razones o por otras. ¿Estaba maldito el trono castellano?

El caballero entró en silencio, dando el pésame a los dos Borja que charlaban no muy animados, tampoco. No los molestó más, y buscó a su esposa con la mirada para sentarse despacio a su lado. Le cogió una mano con delicadeza, sin decir nada ni provocar sonido alguno. Sabía que a ella le había dolido mucho, pero no podía dejar a Cyl sola así. Porque en esos momentos duros lo que se necesita es apoyo, y el rubio iba a poner todo lo posible de su parte.
Astaroth_14


El Borja rozó con su hombro el del Marqués, que ni lo apartó ni dió muestras de haberlo notado siquiera. "Cachorro insolente" pensó, mientras esbozaba una sonrisa burlona. Estaba convencido de que el joven Liborio no sabía hasta qué punto parte de su herencia, la única parte del legado del Rey que conocía Gondomar, había dependido de su voluntad. Ni de los por qués que habían impulsado al da Lúa a aceptar el deseo del Rey.

Aprendería. Por las buenas o por las malas, aquel cachorro Borja aprendería, como habían hecho todos los Condes de Alba desde la restauración antes que él, que en Valdecorneja dormía un poder capaz de todo, y que miraba siempre los recelo a los llanos que lindaban con sus propias tierras montañosas.

El Príncipe mencionó entonces dos nombres, y sus recuerdos volaron a aquella misma sala. A la arrogancia de quienes habían osado profanar el sacro recuerdo de su Reina con su avaricia desmedida, desenfundando armas en el salón del trono. Se acercó lentamente al Príncipe, cuyo mandato tocaba ya a su fin. No en vano, habían sido ya aliados, y aquella alianza le interesaba. Ruy podía ser Borja, pero también era Trastámara, como Elena, y aquello mitigaba en gran medida el desprecio por su segundo apellido.

Alteza.-dijo, con una leve inclinación.-Lamento vuestra pérdida. Sabed que podéis contar conmigo para cuanto deseéis en esta triste hora.

O en este triste reinado. Al momento, la única candidata era Vladie de Balboa, Condesa de Bailén y Señora de Baeza. Mortal enemiga del Armiño (2 a 1 para Gondomar, se recordó). Le convenía afianzarse, si quería evitar el exilio.
Pequeñas explicaciones: 1, desde el domingo, y hasta el mes que viene, me quedo sin internet (creo), por eso estoy concentrando mi actuación ahora. Se que a Caraculum no le gustaría que dejase de lado el odio de mi PJ a los Borjas 2, lo del exilio es cosa mía, que nadie se lo tome literal, que la Vla no hace esas cosas XD

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E o vello das brancas barbas caíu tendido no chan, pechou os seus ollos verdes,verdes como a auga do mar. O bispo que esto oíu, alí o mandou enterrar. E así morreu, meus señores, Gaiferos de Mormaltán.
Fantasma_de_l


Desde el Infierno, con cariño...

¿Quién fue el insensato que se atrevió nombrarla?

Caminaba despacio, si es que los fantasmas podían caminar, por aquella sala que había sido, durante años, testigo de traiciones y tramas palaciegas. Acariciando los respaldos de los asientos, en los cuales descansaban posaderas muy nobles y blasones de reconocido linaje. Cartas, sellos, ... la mesa estaba atestada de objetos. Se puso de puntillas y observó la letra, y aquella firma tan inconfundible. "Cómo han cambiado los tiempos..." se dijo, enarcando una ceja como antaño solía hacer, al igual que su Marquesa.
¡Oh, su adorada Marquesa! El tiempo les restó la opción de despedirse debidamente. Si no fuera por ella... Ella, por tantas veces. "Por Castilla", la recordaba aullando, pero Elena sabía bien, y mejor que nadie, que la tierra poco importaba: ella hubiera dado su reino a cambio del amor de un armiño.

- Un traidor insolente al que debí haberme llevado conmigo al Infierno -susurraba con la voz queda al ver los retratos de varios nobles. Frenó ante el rostro de un vizconde. ¿Quién la oiría jurar en vano? Santigüense vuesas mercedes.- La mala landre no basta para exterminarlos a todos. -dijo, colmada de reproche y sonriendo, sin embargo, con el gesto torcido.

Continuó su paseo por aquella sala que tantas veces había visto y que seguiría viendo siempre que quisiera. Tras la Muerte, una reina seguía siendo una reina y, como en un tablero de ajedrez, podía moverse en todas direcciones y cuantos pasos quisiera. Quizá aquel fue su mayor error, querer dar muchos pasos y creer que podría hacerlo sin que un alfil, ¡un triste alfil!, amenazara su paso. Ella siempre quiso las blancas.
Carolum, en cambio, las negras. Gustaba siempre de ceder el paso a las damas, decía, y por eso, en tantas tardes de soledad realenga tras quedar viuda la Reina, tanto Cardenal como señora se reunían bajo la luz del Sol, en los jardínes del Alcázar, mientras los Infantes allanaban el camino hacia los árboles.

De pronto, se volvió a detener frente a otro retrato, en la misma sala, y bien grande. Cuán magna había sido su prima, la de Trastámara. Sonrió, y consideró entonces la posibilidad de hacerla una visita. "¡Maldita sea!, si no fuera porque me prohibieron el paso hacia el Sol, ya os habría abrazado, mi Reina" pensó, cruzando los brazos. Siempre fue su Reina y siempre lo sería, y no concebiría ninguna otra además de ella misma. Y, bueno, Carolum. Todo quedaba en familia.
Mas pronto se deshizo de aquellos pensamientos cuando el Príncipe, su hermano, le atravesó. "¡Serás inútil! ¿No me has visto o qué?", hubiese chillado, ¿pero para qué? A aquellas alturas, Elena de Trastámara era el vano recuerdo de una idea muy remota.

Tanto, como el motivo de aquella reunión.

- Sí sí, ya nos hemos enterado todos. Unos lloran y otros ríen, el Rey ha muerto, bla bla bla... Tonterías. A ninguno os ha importado una miércoles mientras sufría, aún en vida, ¿y os interesáis ahora, que no siente? Es el epíteto de lo absurdo. Y otra vez cometéis el mismo error que conmigo. -quiso reprocharles a todos, sentándose en la silla que presidiría la mesa de nobles y funcionarios y que, por cierto, era en la que estaba por sentarse el Príncipe, que posaba aún la mano sobre el respaldo de ésta, de madera, aguardando a la llegada de los últimos comensales. Porque los presentes iban a comer. Unos, comerían penas; otros, por contra, se deleitarían por la herencia. Mientras que los últimos en llegar se tendrían que conformar con las sobras.

Después, otra mano, se posó sobre su hombro, el derecho. No la atravesó, sin embargo.


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Vladie


La mora ingresó a la sala como si no hubiera llegado tarde ni hubiera estado esquivando a la "crema" castellana los últimos tiempos. Un beso acá, un lamento su pérdida al que tuviera cara de Borja y... una mirada fulminante al Señor de las Comadrejas. Saboreaba la idea de encargarse de él, pero ya habría tiempo de una forma u otra.

Se sentó lo suficientemente cerca para oír la lectura del testamento *Barba, que si me toca algo invierto el 10% en la Blanca y lo prudentemente alejada de los afectados para no tener que consolarlos. No era buena para esas cosas. Miró a sus costados preguntándose dónde demonios estaban las croquetas. Nada, la tarde pintaba cada vez peor. Entonces.. entonces un escalofrío. De los "me pareció ver un lindo gatito".

-Humedad en Palacio. Solucionar esto va a mi campaña.

Al menos la excursión le serviría para... ¡LAS CORTINAS DE ELENA! con eso fijo se financiaba una vida de Reina.

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