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[RP] Recepción de los Invitados

Kossler


Era el día. Las puertas del Castillo de Alcañiz se abrieron de buena mañana. Las almenas lucían engalandadas con los estandartes y pendones de la que pronto sería la Casa de Castelldú-Robledo y de la Vega. A las afueras de Castillo, se habían habilitado lugares dónde apacar los carruajes y los mozos de cuadra se encargarían de los caballos. Más abajo, en el pueblo de Alcañiz, las calles también estaban pulcramente decoradas, y se respiraba un aire festivo. El pueblo entero se hallaría pronto celebrando la boda de su señor.

De momento, los jardines, situados en el patio de Castillo, dónde luego se colocarían las mesas para el banquete, permanecían vacíos. Cuando los invitados entraran en la Capilla los criados y sirvientes tendrían una hora escasa para disponer las mesas. Luego, cuando todo el mundo llegara al pato, se empezarían a disponer y servir las viandas y platos que se habían decidido elaborar para aquella ocasión.

El Marqués se hallaba en su habitación, encalzándose el traje con la ayuda de Seberino. Elegante tal vez, pero tremendamente molesto. Los trajes militares de a diario no tendrían tanta elegancia, pero tenían un porte especial que confería respeto, pero lo más importante, eran cómodos.

-Creo que puedo ocuparme yo del resto. -Dijo Kossler serio, pero aparentemente sin nervios, mientras se abrochaba el cinturón. -Ve a recibir a los invitados, yo bajaré más tarde. -Y añadió, hablando para sí mismo. -No quiero hacerme muy de rogar, me aburriría.

Seberino asintió y dió un paso atrás.

-¿Seguro que no necesitáis nada más? -Insistió el Mayordomo.

El Marqués hizo una mueca mientras tiraba de las mangas con la mano, acicalándose luego un poco el pelo.

-Sí, seguro. Vé, los invitados no tardarán en llegar.

Finalmente, el de Larte asintió, y se retiró de la estancia, cerrando la puerta tras de sí. Kossler miró a Tenebrosa, sobre la mesa, enfundada en una vaina ornamental que él mismo había encargado. Sonrió. Si llevaba su espada cuando asistía a las bodas de los demás, no sería para menos en la suya.

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Brynne


Pegaba la solana en el Bajo Aragón, y el viaje no había sido ligero. Le había tomado ley a cabalgar en vez de desplazarse en carruaje cuando no tenía imagen que guardar, y así partió de Osma días atrás, uniéndose a tramos a grupos de jinetes y amazonas de toda índole y condición para protegerse de bandidos y otras inclemencias.

La tarde anterior llegó a Alcañiz, a tiempo de divisar en el otero en el que se asentaba el Castillo cómo, aprovechando la última luz del día, el recinto se cubría de enseñas y pendones que anunciaban el evento.

Aquella mañana tomó un buen baño en la casa de los villanos que habían accedido a alojarla, y procedió a engalanarse con afeites y vestimenta. Desde que había abandonado A Casa da Torre allá en la lejana Pucela, su indumentaria, si bien conservaba los tonos rosados y cierta tendencia al brocado y a los encajes, era bastante más sobria, y sólo se permitía alguna filigrana decorativa en el tocado, que solía consistir en un alto recogido que resaltara su cuello, pues se había sumado con gusto a la reciente moda de las basquiñas, que permitían lucir escotes con realce.

Dudó si aguardar la llegada de sus padres y entrar con ellos al Castillo, pero por su madrina, la Condesa Tadea, tenía especial empeño en llegar de los primeros, aun dudando tener ocasión de abrazarla antes de la ceremonia.

Pidió el cambio de silla para su caballo y montando a lo amazona arribó al Castillo. Fué ayudada a desmontar y dirigida a la recepción. En el camino musitó con una sonrisa discreta:

- Ya veo twinnie, al final, lo que tenía que ser fué...

Se acercó al mayordomo:

- Podeis anunciar a Brynne Espinosa di Veneto

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Casiopea



Casiopea llegó unos días antes a Alcañiz y recorrió sus callejuelas llenas de vida. Los mercaderes y los campesinos pujaban por vender sus productos al mejor postor, pero nadie se fijaba en la Obipo, que había decidido salir sola a pasear y dejar a su cohorte de sirvientes, soldados y sacerdotes en la posada donde varios días antes habían decidido acomodarse.
Ella gozaba de las escapadas furtivas mientras los guardias episcopales la buscaban por todos los rincones del pueblo para velar por su seguridad.

El día de la boda se levantó al alba, se dio un buen baño y se puso su mejor vestido. Se recogió el pelo dejando algunos cabellos sueltos sobre sus hombros e hizo que sus sirvientes cargaran un pequeño baúl donde había guardado los presentes para los novios.

Fuera de la posada se notaba un bullicio inusual, la gente atestaba las calles y cientos de banderines ondeaban en cada rincón para celebrar la gran boda del Señor de Mezquinenza.
Todos miraban con curiosidad al séquito que acompañaba a la obispo y le sonreían al pasar.
Ella reía divertida y pensaba en lo poco que necesitaba aquella gente para ser feliz.

Cuando llegaron al fin al imponente Palacio Casiopea se puso seria, frunció el ceño y en voz muy alta dijo:


- ¡Ha de la casa! ¡Anunciad la llegada de la Señora de Albalate y madrina de esta unión!


Noega


El Peñasco negro de Caspe estaba hecho un desastre. No por nada acababa de arrivar esa mismísima noche previa al acontecimiento. Extrañamente la única habitación en la que parecía estar todo en orden era en su despacho. La ventana estaba abierta, flores frescas sobre la mesa y un pilón de comunicaciones sin abrir, pero ordenadas alfabéticamente - Césaro....- sonrió, aún no había visionado al viejo por ninguna parte. - No necesitó más..., tiró sus ropajes de viaje al suelo y se envolvió en una de las pieles al lado de la chinenea aún con rescoldos.

Antes de dormitar sobre el enorme pellejo de oso al que tanto echaba de menos, verificó que su atuendo para el acontecimiento estaba en su sitio como había encargado. Allí estaba resplandeciente. Sonrió y cerró el ventanal.

Al rayar el alba, la puerta se abrió como si de una ventolera se tratara y ella pegó un bote sobre el suelo que casi se sube a la lámpara. Una amalgama de señoras, seguramente enviadas por la Contess en previsión del desasatre, se la llevaron en volandas a relimpiar, repeinar y reorganizar - Ehh Ehhh con cuidado!! - Le gruñía a una que le restregaba el brazo izquierdo, aún con algún que otro morado - Eso fué un cabo suelto....eso eso de más abajo un tonel a medio anclar - Las damas le miraban extrañadas sin saber muy bien de donde salía.

Finalmente, compuesta, echó a todo el mundo, casi a empujones, y miró por el balcón al escuchar un traqueteo. Un carruaje llegó a su puerta

- ¡¡¡QUÉ DEMONIOS!!! Eso si que no!!! - Silbó al viento y Janto apareció contento por el fondo del jardín boscoso

- NO PIENSO SUBIRME EN ESO CÉSARO!! NO LO HARÉ!!! - Gritaba al pobre jardinero que se había encargado de todo en su ausencia. Él sonrió y sacudió la cabeza disimulando lo que se alegraba de volver a escuchar ese tipo de alaridos por la zona

- Niñata... -
iba diciendo mientras colocaba un par de terciopelos decorativos al enorme percherón - Y tampoco querrá ensillarlo...como siempre...
Arnauet


Llegó de la mano de su lmarona. La Tita Gomis iba con ellos.
Arnauet estaba enfurruñado, al final su marona, en una demostración de maestria le habia embutido en un traje. Arnauet se paso todo el viaje pataleando y poniendo su cara de enfurruñado.

- Maroona me pica el traje - le decia a su marona - Marooooooona no puedo respirar - insistió - Maroooona y si me confunden con un butifarra y me meten en una cazuela y me comen - pataleaba ante su marona impasible - Jo marooooooooooona que me pica y tengo calor.

Tenia claro que nada iba a funcionar, ya encontraria la manera él de quitarse ese traje. - Tita Gomis ... - imploró a su tía pero no parecia que le fueran a hacer caso.

- Si la tita grosella se casa con el señor del bastón, ese señor será ¿mi tito grosello? - quiso saber el trastet - ¿y le podré decir señor tito grosello? - volvió a preguntar - ¿Y cuándo tendrán primos? ¿Y cuantos tendrán? Tengo hambre. - decia mientras tiraba de las mano de su marona - ¿Cuándo llegamos? ¿Y si nos hemos perdido? - insistió - Papa estoy muuuy cansado, me llevas a caballitoooo, !llevame a caballito!

Notó una colleja en su nuca, no sabía de que sector familiar habia llegado - Joooo -

- Ya hemos llegado - escuchó decir a su marona. Habían caminado poco, estaban alejados cerca del lugar, pero para Arnauet el camino se hizo eterno por culpa del traje que le habian puesto.

Vio la fortaleza - OHHHHHHHHHH - exclamó - Es muuuy grande - dijo emocionado - marona, tendrán ¿caballos? ¿y gallinas? ¿y ovejas? - tiró de la manga de su marona - ¿Y si hay fantasmas marona? Marooooooooona y si me pierdo y me raptan los fantasmas - Arnauet hizo pucheros.

Se detuvieron y un señor que no conocía de nada les recibió. Le pareció que el señor hablaba con sus padres - No se habla con desconocidos - les regañó Arnauet.

Siguieron al señor que no conocía de nada que parecia ser un desconocido que les llevaba a algun sitio, Arnauet apretó la mano de su marona, y si le llevaban a las ¿mazmorras? por portarse mal. De repente Arnauet estallo y se agarró a las faldas de su marona - Me portareeeeeeeeeeee bien, me portaré biennnnnnnn pero no quiero que ese señor me lleve a las massssssssmorras - gritó Arnauet.

Su marona se paró y le miró, - Arnauet, haz el favor de comportarte. No vamos a llevarte a ninguna mazmorra, ése señor nos acompañará hasta el lugar de la recepción, donde anunciarán nuestra llegada. No pasa nada, trastet - su madre le besó en la frente y le secó las lágrimas.

Arnauet la miraba de reojo y miraba a su padre, y a su tía, y al señor que les acompañaba. Por si acaso susurró a su tía Gominola - Tita ... tu no dejes que ese señor me lleve. - Apretó con fuerza la mano de su padre, por si acaso el señor ese le raptaba. Arnauet no las acababa de tener todas consigo, que aquel lugar era muy grande y él había oído muchas historias de niños pequeños que desaparecían en lugares como ese.

Vio que una chica rubia decía - Podeis anunciar a Brynne Espinosa di Veneto - así que Arnauet decidió imitarla. - Maroooooona, yo nos anuncio, yo yo lo hago.

Su marona asintió con la cabeza. Arnauet se acercó a una distancia prudencial del señor y dijo - Señorrr, podéis anunciar que Arnauet de Rocabruna i de la Olla, ha llegado - su madre le fulminó con la mirada - Buenos y ellos también. Y la tita Gomis - su madre le dio una colleja.

- ¿Puedo repetir señor? - a la chica esa la habia escuchado decirlo de manera más corto, no habia derecho - Podéis anunciar que Goswintha de Rocabruna, Condesa de la Cerdanya, mi marona, y yo, es decir, él hijo de ella, Arnauet de Rocabruna i de la Olla, hijo de los condes, y la Tita Gema Salcedo, pero todos la llamos Gomi, hemos llegado!

- ¿A que lo he hecho bien ahora? - la cara de su marona i de la tita Gomis parecia un poema, cualquiera diria que les estaba haciendo pasar vergüenza.

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Lisandross



El Siqueira ingresa por las imponentes puertas del Castillo de Alcañiz admirando su arquitectura robusta. En su carruaje medita un momento sobre sus constantes viajes por los reinos, hacían muchos veranos que viajaba con mucha frecuencia, muchos asuntos urgentes y muy buenos vinos recolectados en cada visita. En un principio eran apenas algunos escuderos de Montesa que lo seguían para completar su formación, después algunos acólitos de Tortosa y ahora todo un séquito compuesto por consejeros, embajadores, seminaristas y otros tantos clérigos le ayudaban en la administración de la Primacía Hispánica.

Al detenerse todas las carruajes Miguel, el mayor de sus escuderos, desmonta y le abre la puerta anunciando su llegada al mayordomo:


- Podéis anunciar al Monseñor Lisandro Siqueira Da Silva, Primado de la Iglesia Hispánica, Arzobispo Metropolitano de Tarragona y Subsecretario Apostólico en la Zona Hispánica.


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Taresa


Taresa descendió del carro con cuidado, reprimiendo las ganas de saltar después de un viaje tan largo, y miró a su alrededor buscando alguien que ayudara al conductor y a ella misma para bajar el baúl. Le brillaban los ojos al ver las colgaduras ondeando al viento

-Muchas gracias -sonrió al mozo que se había acercado-. Necesitaría... debo llevar esto a la sacristía, o a una estancia donde pueda preparar los ornamentos para que Monseñor Ignius celebre misa, soy su ama de llaves -el obispo la había enviado por delante para tenerlo todo a punto y despreocuparse. Al fin y al cabo, para eso la contrataba.

-Por favor, con cuidado, tratadlo con cuidado -no hacía más que repetir mientras los otros cargaban con el cofre. La muchacha rezaba para que la casulla no hubiera sufrido mucho el viaje y estuviera demasiado arrugada. Si tenía que pedir que le calentaran una plancha, con el calor que hacía iba a sudar más que un pecador en una iglesia; ¡y encima había venido directamente con la saya buena, sin posibilidad de cambiarse! Lo que le faltaba...

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LVX
ANTIQVIOR
AMORE
Santacroce


Me bajé de un salto del carro en el que había viajado las dos últimas leguas y con el Castillo de Alcañiz ya a la vista, le di las gracias al buen hombre que me había traído y además había compartido pan y queso conmigo. Yo iba vestido con lo mínimo para no ir desnudo, por lo que el hombre todavía me preguntó después de despedirse:
- ¿Estás seguro de que eres un invitado?
-Sí, sí, completamente. De cómo conocí a la condesa es una larga historia, pero no os preocupéis, tengo la invitación en el saco, junto con la ropa limpia.
El hombre meneó la cabeza, arreó la mula y siguió su camino, dejándome a la orilla del camino mientras contemplaba la mole del castillo. Aseéme ligeramente en un arroyuelo que muy a la sazón pasaba por allí, vestíme con una camisa limpia y froté un manojito de espliego por las manos, que tenía oído que a ciertos nobles les gustaba oler bien.
Subí tranquilamente hasta el Castillo intentando evitar que los carruajes que me adelantaban me atropellasen y me llenasen de polvo. Ya podría alguno detenerse para poder entrar en el castillo como un señor... pero preferí no ponerme delante no fuese el caso de tener que entrar pegado a las ruedas.
Cuando atravesé la puerta, divisé a un hombre que se encontraba saludando a otros invitados y que supuse que sería el contrayente, Su Excelencia Kossler de Castelldú y Robledo. Acerquéme presto a él y le dije:
-Excelencia, me llamo Julián Santacroce Claudedeu y estoy a vuestro servicio. Os deseo inmensa felicidad en vuestro matrimonio con la Condesa. Y os agradezco eternamente que me hayáis invitado.
Su Excelencia me miró con cara de sorpresa y desdén, lo que mi madre llamaba el sorpresdén, y me preguntó con un poco de titubeo:
-¿Sois por ... ventura... un invitado a la boda?
- Sí, sí, claro, no tenía el honor de conoceros puesto que nunca he viajado por vuestras tierras, aunque he oído hablar mucho de vuecencia- le contesté.
Entonces Su Excelencia suspiró largamente, recompuso el gesto y me dijo como con desgana:
- Yo soy el mayordomo, rapaz. Veré de anunciaros, ..... adecuadamente.

Valerya_divaliant




Finalmente y luego de algunas vueltas por la ciudad y aledaños, el carruaje con los colores de Urgel llegó al lugar indicado y correcto. Desde su interior se escuchó la voz femenina de la condesa diciendo: _Te dije que era por aquí. .
Una risita joven acompañó el comentario y la cabeza del calvo asomó por la portezuela, mientras el cochero ponía el escalón para descender, o eso intentó el pobre. El Calvo de Urgel bajó de un salto sin hacer caso del escalón tal y miró el entorno. Luego, más formalito, ayudó a bajar a su señora esposa y a su hija.

Luciendo sus mejores galas, se prepararon para ingresar, mientras que un asistente llevaba unas cajas con obsequios hacia el interior. No sin varias advertencias de la condesa de la fragilidad de su contenido.

Un mayordomo se acercó a recibirlos:
_Anunciad que los Condes de Urgel, Felcroman Quijano, el Calvo, su esposa Valerya Di Valiant i Vivar, y su hija Bruxa Quijano i Di Valiant han llegado al fin.
Un tanto a propósito y otro tanto por pereza de tanta pompa, omitió Felcroman los demás títulos que les correspondían a cada uno de ellos. No era cosa de andar ostentando; que aquello era una boda y no un concurso de blazones.


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Goswintha


Pero de donde sacaba su hijos esas ocurrencias, abandonarlo en una mazamorra? Menudo berrinche se había llevado por nada, quizás debería dejar de leerle según que cuentos y de contarle según que historias por la noche, porque cada vez tenía más claro que la imaginación de su hijo era cuanto menos sorprendente.

Le dolía aún la mano de los apretones que le había dado su hijo.

- ¿A que lo he hecho bien ahora? - Swini miró atónica a su hijo. Ese niño no tenía remedio. No sabía ni que decirle, la de Rocabruna sintió como el color rojo subía por sus mejillas. Algo habría que hacer con Arnauet durante la boda para conseguir que estuviera quieto.

Miró a su Gominola y le dijo - Vigila'l un moment, no el perdis de vista - La de Rocabruna intentó recomponer el vestido que Arnauet había dejado arrugado de tanto estirar.

Una vez recolocada la ropa, miró a su hijo, a Gomi y a Pisoni, y les dijo - Vamos - Cogió a Arnauet de la mano y entraron en la Capilla. Miró a Gomis, su otra gran amiga y hermana y sonrió. Swini estaba nerviosa, quitó unas pelusas invisibles de sus mangas, no hacia más que pensar en su Sorella y en ese gran día que tanto tiempo habían esperado. Parecía que fue ayer, cuando Tadeita le confesó sus sentimientos por Kossler durante la travería hacia Alejandria. Y ahora, ahí estaban, a punto de ver a Tadeita dar el sí quiero. Swini estaba emocionada por aquel acontecimiento. Había tenido sus reticencias al principio, aunque con el paso de los meses había visto que Kossler hacia feliz a Tadeita, así pues, si aquel hombre extraño hacia feliz a su Sorella, ella ya se daba por satisfecha.

Suspiró. Se detuvo un momento y bajó a la altura de su hijo. Le pusó las manos sobre los hombros - Arnauet, t'has de portar bé avui, molt bé. No voldras que la sorella s'enfadi amb tu oi? - le dijo para meterle un poco de miedo si es que eso sera posible. Se incorporó y acompañada de su hijo, de Gomi y Pisoni entraron en la Capilla, la gente empezaba a llegar.


*Vigilalo un momento, no lo pierdas de vista.
** Arnauet debes portate bien hoy, muy bien. No querrás que la sorella se enfade contigo, verdad?

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--Seberino


Se oía barullo. Bajó rápidamente las escaleras de Castillo y salió al porche que precedía el patio de armas y los jardines. Contuvo un grito ahogado. Desde allí, podía verse cómo los carruajes y caballos iban llegando al Castillo. El de Larte dirigió una mirada fugaz a los mozos de cuadra.

-Atended a los carruajes de los nobles y a las monturas de los demás invitados. -Dijo el Mayordomo a los mozos, mientras caminaba hacia la puerta. -Tú, ven. Anunciarás a los invitados. -Dijo a uno de ellos, problemente el más educado.

Llevaba un traje confeccionado para la ocasión, una vestimenta que entremezclaba la ropa servil propia de los criados o mayordomos y el estilo militar, que revelaba un poco su pasado. En esos pensamientos, llegó hasta la primera invitada.

-Sed bienvenida, sois la primera en llegar. -Dijo el Mayordomo. -El muchacho os anunciará. Si me disculpáis...

Se retiró de inmediato, mientras el muchacho vociferaba ya el primer anuncio. Saludó cortésmente a la Obispo de Lleida y luego el joven procedió a anunciarla, así un invitado tras otro. El de Larte se cruzó con una bien avenida familia que ya conocía de anteriores ocasiones en que habían estado en Caspe. Los saludó con un educado gesto. El pequeño pidió su anuncio y el de sus padres.

-Ah, el pequeño Arnauet... -Dijo el Mayordomo, mirando al revoltoso hijo de los Condes de la Cerdaña. -Su Excelencia me ha hablado de vós. De hecho, me ha mandado decir que os espera en sus aposentos. -Se interrumpió al ver la cara de su madre, algo extrañada. -Su Excelencia no me ha dado más detalles. Sólo me ha dicho que él y Arnauet tenían una conversación pendiente que debían resolver.

Terminó de relatar las órdenes del Marqués y añadió, en un suave tono provisto de cortesía.

-Si gustáis de acudir -Dijo mirando primero al joven y luego a su madre. -Podéis acompañarme. Os llevaré hasta dónde está, pero sólo Arnauet podrá entrar.

Tras acabar su intervención, hizo un ademán de dirigirse a algún lado, esperando o no, una respuesta afirmativa. Mientras él lo hacía el mozo seguía anunciando a los invitados. A juzgar por el tono de su voz, al principio quebradizo y ahora más seguro y decidido le estaba cogiendo el tranquillo. Y lo que era mejor: Le estaba gustando.

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Ignius


Que manía tenía la gente de casarse en la otra punta del mundo. Era lo más incómodo que había, más a su edad. En cuanto viera a la reina, le exigiría que, en aras de su salud, pavimentara los suelos castellanos. No era normal tanto traqueteo.

Suerte que ya se acercaban a destino, hacía rato que se oteaba a lo lejos y ya se había destacado el heraldo con un par de soldados para anunciarle, haciendo ondear el emblema episcopal.

-MONSEÑOR IGNIUS DE MUNTANEEEEEEEEEER. OBISPO DE OOOOOSMAAAA. PREFECTO DE SANT LOYAAAAATS.

El carruaje entró en el patio de armas y se paró. Un lacayo le abrió la puerta y el, con la mano enguantada, se apoyó en la ventana para bajar. Una vez puestos ambos pies en el suelo, cruzó las manos sobre la barriga esperando que alguien le recibiera como era debido.

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Dariela


El viaje fue largo, pero había llegado a tiempo. No quería quedar delante de mi tía Tadeita como una impuntual, como la mayor de mis hermanas debía dar el ejemplo, así que viaje a caballo lo más rápido que pude, aunque ello significara el desgaste de sus herraduras.

Cuando finalmente llegué al Castillo de Alcañiz, me quedé asombrada, y mucho más asombrado quedó mi acompañante Filiphe, que no podía creer lo monumental de aquella construcción.

Filiphe como buen caballero me ayudó a bajar del caballo, yo me arreglé mi moño que por la brisa se me había despeinado, y tomé el brazo de Filiphe para entrar.

En la puerta se encontraba el mayordomo del Castillo, él cual amablemente nos saludó y recibió.

- Gracias por la atención. Haga el favor de anunciar a Dariela De la Vega, sobrina de la Dama Tadeita, Condesa de Bétera y Filiphe Filis, mi acompañante.- dije sonriendo.

El mayordomo fue a anunciarnos mientras que Fili, como le digo de cariño, y yo nos quedamos apreciando algunas obras de arte que estaban en la entrada del Castillo.

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Myriam_rosa


Salimos de Lérida muy temprano en la mañana, casi no amanecía todavía, pero el viaje era largo había que apurar el paso.
El carruaje hubo momentos en que nos movía de un lado para el otro, de las huellas por las lluvias de los días anteriores. A lo lejos ya se veía el Castillo de Alcañiz. Se veían ya bastantes coches en la emplanada de la entrada, pero había aún suficiente lugar.


Gracias a Dios veo que no somos los últimos mi amor. Estoy muy contenta por el buen viaje aunque bastante movidito y por la boda amor, hacía tiempo que no asistíamos a una.
Espero caballero tener el placer de bailar con usted.


Reí cuando vi la cara de asombro de mi amado Peka. Me ayudó a bajar del carruaje y como nadie nos veía me beso.

Esta preciosa señora diaconisa, acaso no se lo dije hoy?

Gracias mi amor , no recuerdo si me lo has dicho, estaba creo que dormida cuando subí al carruaje.


Los dos reímos mucho, mientras acomodaba mi vestido.



Me puse la mantilla blanca y la apuntalé para que no se cayera con la peineta de plata, me ayudaron a ponerme la capa. En mis manos llevaba guantes y un pañuelo de encaje.
Saqué de mi bolso mi abanico..

Ya estoy lista mi amor podemos ir para que nos anuncien

A veces miro la cara de mi esposo y noto como una resignación de eterna espera hasta que yo estoy lista. Será que tardo tanto?.
Lo tomé del brazo y me dispuse a caminar a su lado hasta la entrada , donde un mayordomo seguramente nos anunciaría
.

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Amor est vitae essentia
Noega


Bajó volando...todo lo que aquello le permitía moverse... menos mal que era anchito de piernas, y le permitía subir a su montura sin remilgamientos. Miró al sol, ya llegaba tarde. Disparada como una flecha salió por el camino del Peñasco que comunicaba directamente con Alcañiz. Ciertamente no era muy transitado más que por mercaderes de vinos y licores, única cosa que el Marqués y su mismedad parecían tener en común en cuanto a gustos.

En un cruce del camino debía recoger al brazo que le portaría a través de aquellos enórmicos portones mequinecenses. Lo vislumbró a lo lejos, allí estaba apoyado en un tronco, rodilla plegada y mirando al cielo ¿Quizá escrutando el universo?.

Tal cual si llamara la atención a una recua de yeguas pegó un "silbío" y él un salto. Frenó con dificultad. El caballo repiqueteó contra el suelo haciendo un semicírculo. Ella se agachó y le tendió el brazo para hacerlo subir a la grupa. Algo murmuró casi inaudible ya que a la otra le dió por estornudar - ¡¡Atttttchís! vaya bienvenida eh? - le sonrió mientras tiraba de él hacia la parte alta de la montura. Él le enseñaba la muñeca - ¿Y eso qué demonios es? - Ejem...la mordaza - contestó con los ojos bajos. Suspiró.

Hasta un poquito de pena consiguió darle. Maldita sea, la tenía ganada - Ajam ajam... es la condición, ahora no me lloreís - Asintió - Agarráos fuerte - No hubo que repetirlo. Un escalofrío le recorrió la espalda - Enga Noe que tu puedes - se iba repitiendo a sí misma.

En una de esas estaba, cuando tras un giro del camino, se toparon casi de bruces con el primer control de guardia. Por suerte los conocía de sobra. Alzó la cabeza a modo de saludo, lo mismo hicieron ellos que quedaron en revisión de la cola de viajeros que se había preparado - Por los dioses, qué gentío.

Arribaron al enorme portón e instantáneamente los estaban ayudando a descender - Tranquilos todos que yoooo....puedooo... - decía a aquellos que evitaban que los terciopelos y las platas se quedaran encallados en cualquier resquicio. Dió un pequeño y torpe traspiés y fué pillada al vuelo - Ejem...estamos! - comentó estirándose el vestido y recolocandose aquel ente opresor del esternón. Unos pasos más y.... ahí quedó pensativa - ¿Y quien soy hoy? - Desde la coronación de SM. la reina castellana no asistía a evento alguno y su titulesca había variado como de la noche al día. Sonrió al Mayordomo, que obviamente, ya lo sabía, a cotilla lo iban a ganar a él - Como gustéis - le susurró.

- Dama Noega da Lúa y Calanda... -
paró un instante sin saber qué decir - y Señor Semental, ahijado de la Señora Condesa.
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