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Info:
Dos nobles castellanos son juzgados injustamente por la Secretaria Real, Ivanne.

Represalias

Ivanne


Caminaba con pasos rápidos, iracunda.

« ¡QUE LLAMEN AL REY! »

Una bandada de funcionarios y lacayos se desplegaba tras ella, al mismo tiempo. Por sus caras, bien parecía que la temían en aquellos momentos. A aquellas alturas no cabía la menor duda de la influencia de la francesa sobre Astaroth, y aún debían de guardarse más de sus extraños y constantes cambios de humor. Sin duda alguna, en algún futuro no muy lejano, todos ellos la odiarían y procurarían su malestar a toda costa.

Pero mientras tanto, Ivanne se creía la dueña del cotarro.

« ¡VOS, LLAMAD AL CAPITÁN DE LA GUARDIA REAL! » -repitió, con el mismo tono de furia, retirando de sus hombros el manto de armiño con violencia y dejándolo caer al suelo, con el cual se tropezarían tres pajes que la seguían. Acababa de llegar de una de las muchas ceremonias y fiestas de Palacio, pero por fin podía permitirse el lujo de no reprimir la furia que habitaba en su interior desde la coronación.- « Decidle al Capitán que vaya en busca del Duque de Alcalá y del Señor de Osuna, y que quedan arrestados. Los quiero maniatados y en la jaula más pequeña que encontréis. ¡Prestos! »

Ambos muchachos se miraron. Conocían a la perfección la ley castellana, y sabían que a los nobles no se les podía tocar y tratar de aquellas burdas formas. Ivanne de Josselinière no sin embargo, que provenía de una tierra mucho más estricta en cuanto a traiciones se referían, donde a los nobles se les podía arrastrar encadenados a una vieja mula si se creía que habían confabulado en contra del Rey. Porque era aquello lo que hicieran ambos dos: conjuraron en medio de la coronación del nuevo monarca. Aunque de por medio estuvieran unas simples croquetas que nada fuesen a hacer a los presentes, la turbación provocada fue suficiente para agitar al público.

Traición. Alta traición. El mayor de los castigos. La francesa apenas podía contenerse.

Excelencia, los nobles no pueden ser encadenados ni...

« ¡Me importa una mierd*! ¡Son traidores! ¡Deben respeto y sumisión a su Rey y a la Corona! Yo misma me encargaré de ajusticiarlos como os ordeno si vosotros no lo hacéis, y después yo misma os daré los cien latigazos que os corresponderían por desacato. ¡He dicho que los quiero arrestados, con las manos atadas y encarcelados! »

Lo siguiente que hizo fue dar un bofetón a uno de ellos. ¿Motivos?, ninguno. Por relajar tensiones. Y ¡ay de ellos, pobres insentatos! si se atrevían a rechistar. Pero sin duda alguna, fue efectivo, porque a los pocos instantes salieron de Palacio veinte jinetes a galope, todos ellos armados hasta los dientes.

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· CONDESA DE TAFALLA · CONDESA DE ALBARRACÍN · SECRETARIA REAL DE CASTILLA Y LEÓN · VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT ·
Mikumiku


Tiempo había pasado ya desde el incidente, y el Capitán al final lo había dado por otro síntoma de la condición cortesana castellana. Tan efusivos en sus manifestaciones, muchos nobles olvidaban a menudo la seriedad requerida en eventos tan importantes para la Corona como era una coronación propiamente dicha. La chiquillería del duque de Alcalá había acabado montando jaleo en palacio, provocando escándalo y vergüenza para algunos y ahumado de fritanga para los encerrados en las cocinas.

Así que el aviso de la Secretaria Real que le hicieron llegar le pilló inicialmente a contrapié. Algo se podría sacar de aquello, fuera un castigo o una disculpa. Además conocía a la francesa desde la campaña de Tafalla y, como las mujeres de verdad, tenía un carácter como una tormenta. Bella de ver, pero peligroso de verse en ella. De no ser por una visita suya probablemente no formaría parte ahora de la institución que dirigía.

- ¡Guardias! – Llamó a filas, y allí tuvo a todos los disponibles, firmes, antes de cambiar el peso de pierna a pierna. – Bien por la presteza. Se nos ha encargado escoltar a Audiencia a los nobles Víbora de Guzmán y Hernando de Osuna. Y nos aseguraremos de cumplir el cometido y traerlos limpios a la sala del trono. Tratadles bien, pues de momento se les debe esa gracia, pero no os dejéis desviar por trucos liantes de viejos zorros. Y que no traigan de hierro ni la hebilla de la correa.

Fue directo y sin tapujos, expresándose con tono personal para acabar abiertamente con una sonrisa en la cara. Alguna trastada harían duque y señor, pero bajo su cargo sería domada tanto como estuviera en mano. Y para un trabajo que le surgía a la Guardia bien que iban a bordarlo. Estaba seguro, reforzada la confianza en sus hombres y mujeres. Nadie había visto la institución tan llena de vida en mucho tiempo, lo que era todo un logro del que se sentía honrado y agradecido.

- Lugarteniente Maruca, Asdrubal, comandaréis un grupo de guardias cada uno y los traeréis aquí por separado. No deberían hacer falta grilletes y prisiones pero estad atentos por si acaso.

Ese era el plan. Cuanto menos se vieran los susodichos y menos tiempo tuvieran para enterarse por otras voces, mejor. Mientras tanto él esperaría para coordinar la vigilancia y futura llegada de los llamados a audiencia. E iría a asomarse al temporal de la condesa de Tafalla.

- Excelencia. - Se presentó en la sala, habiendo despedido a la guardia con promesa de recompensa al más eficiente. Lo que proporcionó a un par de asistentes bajo tortura una ventana de huida a la desesperada. En cierto modo el rubio irrumpió sin permiso, elegantemente, para salvarles del suplicio. - Ya hemos emprendido su búsqueda. Podéis estar tranquila.


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Kossler


Clon, clanc, clon, clanc, clon, clanc.

Las botas claveteadas del Marqués de Alcañiz golpeaban con estridencia el suelo, causando un estribillo acompasado al rimo de sus pasos. El redoble, en aquella ocasión, terminaba de darlo la pierna mala, que golpeaba con más fuerza el empedrado, causando un sonido distinto al de la otra extremidad. Se había topado con un criado corriendo cómo un desquiciado, cómo si hubiera visto a la mismísima Criatura del Nombre. Vociferaba algo así cómo que debía ir en busca del duque de la Cala y el señor de la Cuna. Se le veía manifiestamente alterado y a penas pronunciaba bien las palabras.

¿Duque de la Cala? Eso sonaba a título típico de las Baleares. ¿Pero para qué querían ir a buscar a un noble ibicenco? ¿Señor de la Cuna? ¿Qué clase de broma era ésa?

No entendía nada, y cuando sucedía eso, el burgalés siempre tenía una imperiosa necesidad de descubrir la verdad. Por ello se dirigía en esos instantes a la sala de dónde había salido el sirviente.

-¿Qué pasa aquí? -Preguntó al entrar, sin mirar siquiera, encontrando luego con la mirada y no sin cierta sorpresa, a la Secretaria Real y al Capitán de la Guardia Real. -¿Qué es éste alboroto? ¿Es que no se puede dormir a éstas horas? Que por cierto, qué hora es... -Miró alrededor, cómo si algo fuera a darle la respuesta. -He oído algo de que están buscando al Duque de la Cala y al Señor de la Cuna...

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Vibora


El señor duque de Alcalá despertó temprano aquel día. Serían como las 10 de la mañana y decidió recordar lo que era la ciudad antes de mediodía, como antes de entrar a formar parte de la nobleza y tenía que trabajar, o algo parecido, para ganarse el sustento.

Serían poco más de las 11 cuando salió de la Casa de Alcalá-Sanlúcar-La Frontera camino del mercado, que a aquellas horas estaría en plena ebullición.

Paseó parsimoniosamente entre los puestos, compró una pieza de fruta como desayuno y escuchó los comentarios que corrían por los mentideros. Había dos temas que monopolizaban las tertulias de poyete.

El primero la rebelión ocurrida en las cocinas durante la ceremonia de coronación del rey. Un pequeño grupo de nobles, encabezados por el de Alcalá y el de Osuna, secuestrando las croquetas del convite.

El segundo eran los extraños y sorprendentes sucesos acaecidos durante la boda de la pupila del rey. Nadie se explicaba aquello, pero la mayoría convenía en que el reinado de Astaroth había comenzado con muy malos presagios.

El duque escuchaba divertido, especialmente los adornos que el imaginario colectivo añadía a la rebelión de las cocinas. Ejércitos de croquetas hechizadas, levantados en armas e invadiendo Castilla... o algo así, llegó a escuchar.

Entre el paseo y que una pieza de fruta era inequívocamente escaso desayuno, el duque miró al cielo, vio que ya había pasado el mediodía y decidió visitar alguna que otra taberna para calmar el rugido de tripas.

La primera parada fue de necesidad, una hogaza de pan, una jarra de cerveza y una piernecita de cordero lechal asado. La segunda fue de ociosidad, unos dátiles para acompañar una jarra de cerveza. Y las sucesivas ya fueron de viciosidad, la cerveza a palo seco.

Finalmente, no hicieron falta más paseos. En una tasca del puerto estableció el campamento, se atrincheró en una mesa tras varias jarras de cerveza y se dispusó a echar allí el día en compañía de estibadores, rufianes, soldados de permiso y cualquiera que pasase por allí. Aquel ambiente le resultaba harto familiar, no en vano fue el que llamó hogar durante su infancia y juventud.

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Khanigalbat



BAM BAM BAM ¡ABRID EN NOMBRE DEL REY!

Mientras los guardias aporreaban la puerta, el rubio y la pelirroja conversaban tranquilamente en el alféizar de la ventana, ella por dentro de la habitación apoyando los codos en la madera y la cabeza entre sus manos y él por fuera, manteniendo el equilibrio con una bota en la cornisa y una mano sujetando la cuerda que había amarrado momentos antes a una pata de la cama.

- Te digo que no es normal - decía el rubio - Una chica joven recién casada y está siempre aburrida y de mala leche - añadió moviendo preocupado la cabeza - Ahí está pasando algo raro, que te lo digo yo...

BAM BAM BAM BAM BAM BAM ¡ABRID O ECHAREMOS LA PUERTA ABAJO!

- Bueno, entretenme un poco a los guardias pero no les zurres demasiado fuerte, que son sólo unos mandaos y la mitad no sabe ni afeitarse. Te veo a la cena... - dijo a modo de despedida.

La besó largamente antes de descolgarse por la cuerda pared abajo con agilidad felina y alcanzar el suelo en un plis, como si saliera todos los días de la casa por el mismo sitio. Tan pronto hubo puesto los pies en el suelo, se caló el sombrero no sin antes sacudirse el polvo con él y se fué hacia donde tenía amarrado el caballo, ensillado para la ocasión.

BAM BAM BAM ¡ABRID OS DIGO, EN NOMBRE DEL REY! ¡¡¡EN NOMBRE DEL REY!!! BAM BAM BAM BAM BAM

¿Hacia dónde iría? Estuvo tentado de dirigirse a buscar al ompare a su chabola-palacio, pero por la hora que era seguramente tendría más suerte si se dirigía directamente a la tasca de la Pechu. Todo el mundo sabía que el señor duque, cuando podía permitírselo, iba allí a buscar un poco de inocente esparcimiento con el que aliviarse de sus pesadas cargas familiares. Con un poco de suerte habría salido antes de que llegasen los guardias que de seguro habrían ido a prenderle por el asuntillo ese de la coronación, y en lugar de encontrar al de Alcalá se habrían topado con... la Vizcondesa. Pobres chavales.

El heraldo suspiró y volvió a mover la cabeza antes de montar en el caballo y salir de allí en dirección al puerto, silbando una cancioncilla e imprimiendo al caballo un alegre y feliz trotecillo sandunguero.

BAM BAM BAM ¡POR ÚLTIMA VEZ: QUE ABRÁIS LA PUERTA, HOMBREYÁ! BAM BAM BAM BAM BAM BAM BAM BAM BAM

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Colombina


¡Abrid en nombre del Rey! – repetían incansables los guardias mientras golpeaban con fuerza la puerta. A la italiana solo le dio tiempo a recoger la cuerda y meterla de un puntapiés bajo la cama y mirar de reojo como cabalgaba ya el rubio ajeno a los gritos. Se sonrió, relamiéndose aún del beso de aquel hombre que siempre conseguía meterse en los lios mas descabellados.

Se apresuró a bajar la escalera, saltando los peldaños de dos en dos y apenas llegó al portón aporreado, deslizó la traba a cierta distancia de seguridad provocando la apertura de éste y la entrada en tropel de un batallón de hombres que más que imberbes parecían de cera.

¿Se puede saber a que viene tal escándalo? Al Rey le deben estar pitando los oídos de las veces que le habéis nombrado. Si buscáis al rubio, habéis venido al sitio equivocado. Y si tan solo escucho una voz más…. En ese momento la valkyria sacó la espada que llevaba acomodada en el lateral de su cuerpo y apuntando a un jovenzuelo de largas manos y peor nariz, añadió: … comprobaréis de lo que es capaz una valkyria cabreada. Y no va a haber Rey ni leches que llamar.

No hizo la señal del zorro al aire pero rasgar, lo que se dice rasgar, rasgó el aire. Sabía bien la de Verona cuando convenía sacudir las pestañas y cuando la espada y su gesto fue entendido por los jóvenes que entre balbuceos se disculparon como pudieron y como una caterva salieron de la casa, alejándose por el camino que tiempo antes vio distanciarse al heraldo, silbando.

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Maruca__


Patio de armas. El Capitán de la Guardia Real convoca a sus subalternos. Formados en cuadrícula, respetando rigurosamente los espacios y en posición de firme, escuchaban con suma atención las palabras del superior, no sin sorprenderse, claro. Difícil tarea para aquellos hombres y mujeres, sería como ir de caza. En particular se dirigió a Asdru y a Maru.

- Lugarteniente Maruca, Asdrubal, comandaréis un grupo de guardias cada uno y los traeréis aquí por separado. No deberían hacer falta grilletes y prisiones pero estad atentos por si acaso.

La Lugarteniente rompió filas y le hizo un gesto a Asdrubal para que se acercara - Vosotros iréis a por el de Osuna, nosotros iremos por el duque, que tengáis mucha suerte! luego se dirigió a los guardias, señalando mientras hablaba - éste grupo estará a órdenes de don Asdrubal y ustedes me siguen a mí ¡a los caballos! ¡no perdamos más tiempo mis valientes!

Maruca con sus soldados partieron rumbo a Alcalá, con la sorpresa que, al llegar, se anoticiaron que el duque no se encontraba en casa. Sabida era la fama de bebedor de Víbora y que su lugar preferido eran las tascas del puerto (su segundo hogar), así que sin más la de Golmayo dio la orden - ¡¡¡Al puertooo!!! y partieron raudos hacia allí. Sin bien era pasado el mediodía, hora del almuerzo, los pocos vecinos que deambulaban por las calles miraban atónitos el espectáculo, preguntándose entre susurros que pasaría. Pagando a los típicos espías que tenía todo Guardia Real que se precie de tal, encontraron finalmente la tasca. Maru ingresó a la vanguardia, mano en la empuñadura de la espada, con cara de guerra, abriéndose paso entre los malolientes allí reunidos hasta llegar al duque. Los guardias quedaron afuera para no amedrentar, atentos a cualquier orden o por si el de Guzmán osaba escapar.

- Buenos días tengáis señor Duque, he venido en nombre de Su Majestad Astaroth a escoltarlo hasta Palacio para tener una audiencia ¿me acompañáis por favor? Ante todo los buenos modales...


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Lugarteniente de la Guardia Real, Jefa de Milicias de Soria... algo más?
Asdrubal1


A la pesca del noble, en eso pensaba un sardónico Asdrubal mientras recorría las callejuelas de la ciudad, la lugarteniente de la Guardia Real le había encomendado atrapar al de Osuna, y eso iba a hacer, al contingente que le había sido encomendado pronto se le unieron sus propios perros, notó el desánimo de sus compañeros de armas, el de la Barca era guardia del Rey, pero lejos de rodearse de gentes al servicio de la Corona tendía a poner a sus propios subordinados al frente de las instituciones de las que formaba parte.

-Druso tu tomarás el mando de los haraganes que tengo por subordinados, yo iré al frente de la guardia real, me han informado de que Hernando se dirige sin más compañía que la de su caballo hacia el puerto. Le interceptaremos en el trayecto, no vaya a meterse en un bote y tengamos que dar el espectáculo de atraparle en mitad de las aguas.

Se dividieron en los dos grupos previamente mencionados, el encabezó la marcha hacia el Heraldo, mientras Druso a sus espaldas impedía que le diera por montar una persecución a sus espaldas, llegados a su altura, y quitándose el sombrero dijo;

-Saludos Señor de Osuna, suerte que le hemos encontrado en su matinal paseo, sería una tremenda desgracia que os perdierais la cordial invitación de su Majestad-Según decía esto el resto de guardias formaban en torno a ellos en singular círculo-Disculpad la escolta, mas en día de mercado las calles están intransitables y vos merecéis toda la ayuda posible para llegar sano y salvo.

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Vibora


Tras la tercera, o cuarta, o decimosexte ronda, que tampoco era cosa de llevar la cuenta, apareció en la taberna la nueva de Golmayo.

- Buenos días tengáis señor Duque, he venido en nombre de Su Majestad Astaroth a escoltarlo hasta Palacio para tener una audiencia ¿me acompañáis por favor?- dijo muy educadamente.

- ¡Homfreeee, fo fiiiiin!- gritó el duque haciendo grandes aspavientos- la comafreja polifémica va a dizcurparse. Encantado, ya ifa siendo hora de que agachase lazoreja er trepa ése

Se levantó, tambaleándose unos segundos, a punto de volver a caer sobre la silla, aunque consiguió mantener el equilibrio. Una vez derecho, avanzó a grandes, pero sinuosos pasos hasta la puerta, que abrió y mantuvo abierta mientras hacía una amplia reverencia, barriendo el suelo con el ala del sombrero.

- Uzté primero, doña Maruca - al incorporarse, consiguió mantenerse erguido gracias a estar agarrado al picaporte.

Una vez en la calle, descubrió a los soldados que esperaban fuera.

- Azí me guhta, doña Maruca, que sea uzté precavía y lleve escorta pa moverse por esto barrio de tan mala nota - mientras hablaba, había llegado hasta su caballo, agarró las riendas y, tras varios intentos consiguió introducir el pie en el estribo. Montó al primer impulso, agarrándose a las crines para no caer por el otro lado del caballo y, milagrosamente, quedó bien colocado en las silla.

- Cuando uztede guzten - indicó con la mano y se puso en camino al paso, comenzando a canturrear un fandango.

La rata,
va a dihcurparse la rata,
dehde lo arto su trono,
por no deharme la ehpada
temiendo perdé su oho.
Tié máh mieo c'un mono.


Y soltó unas carcajadas escandalosas.

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Ivanne


Paseó varias ocasiones hacia atrás y delante, nerviosa. Que acatasen sus órdenes siempre resultaba satisfactorio, no en vano en la baja estatura de la Josselinière se concentraba la mayor de las déspotas; sin embargo, las palabras de Miku no le resultaron tranquilizadoras. Con la mano echada a la cabeza, aquejada de molestias por la creciente ira que la colmaba, observó cómo uno de los criados reaccionaba a sus peticiones trayendo a su mascota, un ridículo y chillón ejemplar de caniche, o perro de aguas como lo consideraban en Francia. Lo tomó entre sus brazos con exagerado cuidado y desvelo, y haciéndole numerosas carantoñas al animal, que se revolvía molesto, ignoró la llegada del Marqués de Alcañiz.

Apenas se molestó en mirarle, en cambio dedicaba toda su atención al perro, con frases como 'cuchi cuchi cuchi', 'mi cosita bonita', '¿quién te quiere más que mamá?' y otros; por supuesto, en francés. Mientras tanto, por el aire se quedaron algunas preguntas. ¿Qué está pasando?, ¿qué hora es? Excepto una información: «he oído algo de que están buscando al Duque de la Cala y al Señor de la Cuna». Aquella frase hizo reaccionar a la francesa que, ajetreando al perro como si fuera un peluche, lo apartó a un lado, aún entre sus brazos.

« No erráis del todo. A los traidores se les debe aprehender, y eso es lo que son el Duque de Alcalá y el Señor de Osuna: viles traidores. ¿A qué se debe esa conclusión, tan tardía?, bueno, mejor tarde que nunca. Es evidente que si no mandé que fuesen tras ellos antes, fue por falta de pruebas. » -y seguía sin tenerlas, sólo contaba con algunos testimonios de los presentes, y sabía que no todos se atreverían a hablar en un juicio, que era lo que pensaba organizar la de Tafalla. Un juicio en donde fuesen desveladas las verdaderas intenciones de los nobles andaluces -si es que las tenían- y que ello le permitiese acabar con ellos; a uno por impedirle las ansiadas croquetas, y el otro por ayudarle. Por organizar el caos durante la coronación del Rey, su padrino y protector. Pero sin duda alguna, por pensarse que Ivanne era tonta, y que obviaría aquella falta evidente de respeto. Como todo buen villano que se precie, Ivanne continuó hablando de sus intenciones.- « La Guardia Real acaba de salir tras ellos, y no dudo que los traerán a Palacio. Si por mí fuera, no pisarían estos suelos, sino que directamente montarían en el potro, pero tengo entendido que no es costumbre castellana torturar a sus grandes. Una verdadera lástima. En cambio, Marqués, y permitidme la osadía de compartir mis pensamientos, ... estos garrulos deben ser tratados con el máximo respeto gracias a las prebendas reales que sus títulos les otorgan. ¿No es descabellado?, al traidor se le ofrecerá cojines adamascados y faisán para comer. ¡MIENTRAS QUE YO, QUE SOY LA SECRETARIA REAL, SOY DESAUTORIZADA! »

Perdió los nervios, al perro también. El caniche, entre ladridos chillones y desesperados, echó a correr bajo el trono buscando resguardo. La Condesa de Tafalla, mientras tanto, volvió a llevarse una de las manos a la cabeza tratando de controlar su temple, con los ojos cerrados y manteniendo un intenso silencio.

« No quisiera desbocar mi motivada furia con vos, Excelencia. Disculpadme. Pero debéis entenderme, me siento responsable de esta traición. - abrió los ojos de nuevo. Esta vez mantenía una mirada fría, casi inquisitoria.- Tengo entendido que vos conocéis los hechos en que la comitiva de Pares abandonó su puesto para amotinarse en las cocinas. Ya sabéis, durante la coronación. Y he pensado... Ya que estáis aquí, ¿por qué desperdiciar vuestra presencia? Vos mejor que nadie sabe lo que ocurrió. »

El perro continuó ladrando. Mientras tanto, Ivanne se fue acercando a Kossler. Descendió los peldaños del trono, y una vez llegó a su altura miró hacia arriba. El de Castelldú era mucho más alto que ella, pero ello no intimidaba a la Josselinière.

« Pronto habremos de celebrar un juicio que determine su culpa. No dudo que honraréis a la verdad. Hacedlo, pues, escogiendo la pena. » -tanta información, y toda de sopetón. Ahora faltaba el soborno, porque Kossler, aunque era de aquellos hombres que obviaban lo material pero se jactaban de sus riquezas, era el tipo de hombres que no hacía nada sin obtener algo a cambio. Y no valía cualquier cosa: esto, además, debía ser útil para su subsistencia. La guerra, no en vano, le había enseñado que vive el más fuerte y el que mejor puede, gracias a los medios de los que disponga.- « ¿No es la información poder? Pensad en ello. »

Se alejó de él y regresó a por el caniche. Volvió a hacerle carantoñas algo más contenta, convencida de haber sido capaz de comprar la voluntad del Castelldú en su favor. Aquel juicio a celebrarse sería importante, y a ella le correspondía la carga de la acusación y de la prueba; pero también le correspondía establecer el tribunal que los juzgase, y una de sus elecciones fue el Marqués. Extranjero, como ella, seguramente buscase la aceptación de la Corte castellana; los castellanos eran celosos de los altos cargos, de quién los ocupase, pero sobretodo eran celosos de sus formas y costumbres. No admitían que llegase nadie del exterior y que les dijera cómo debían comportarse. Algo lógico, por otra parte. Pero la lógica de ello no evitaba que se entablase una guerra fría y despiadada de egos.

« Están tardando. ¡Preguntad al Capitán de la Guardia por qué tardan, que comparezca ante mí! Y decidle también que la Secretaria requiere la presencia de doña Maruca de la Huerta. Esos infames no quedarán impunes. »

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· CONDESA DE TAFALLA · CONDESA DE ALBARRACÍN · SECRETARIA REAL DE CASTILLA Y LEÓN · VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT ·
Kossler


Así que se trataba del Duque de Alcalá y el Señor de Osuna. Por el bien de la Corona decidió que cuando las aguas volvieran a su cauce instaría a la Secretaria Real a que dejaran de contratar a criados tartamudos. Sólo hacían que enredar las cosas y con lo atareados que iban todos eso era un fastidio innecesario.

Sin embargo, debía esperar, pues en esoss momentos aquello parecía una tormenta desatada. La Secretaria Real parecía llevada por los demonios y se agitaba cómo un vendaval por la sala, meciéndose erráticamente de un lado a otro, nerviosa. Ello le hizo recordar las tempestades que había vivido en la mar y que, terribles cómo la que ahora se abalanzaba sobre el Alcázar habían llevado a más de uno a una tumba submarina con unas vistas envidiables, pero sin vida para disfrutarlas. Con todo ello consideraba que había tenido suerte de que aquella tormenta no le amenazara a él y de hallarse en tierra. Dió un par de golpecitos al con el pié, por si acaso, para asegurarse.

-¿Traidores? -Preguntó el Marqués, quieto, manteniendo la compostura con las manos tras la espalda, erguido y firme. -Alborotadores, provocadores, tal vez. Pero no, no creo que sean traidores. -Repuso, suave y conciso, cómo siempre. -No han intentado atentar contra el Rey para serlo.

Recordaba muy bien lo que para él era la traición y tenía fijado en la memoria que dicho término se empleaba, en muchas ocasiones, con excesiva facilidad. Siempre había sido mucho más fácil tachar a alguien de traidor cuando cometía un acto incomprendido que, en cambio, tratar de descubrir las razones que impulsaban su hacer. Si la historia pudiera hablar y quejarse, vociferaría, uno tras otro y con furia la retahíla de nombres de hombres y mujeres que fueron ejecutados y ajusticiados por algo que no habían hecho. Inocentes todos ellos.

Aquella mujer se le acercó mientras hablaba. Suspicaz cómo era el Condestable no tardó en distinguir lo que le parecía una intención oculta en aquella mujer. Una de tantas. Mucha personas había conocido durante su vida. Era su labor conocer cómo pensaba la gente y anticiparse para poder vencerles. Había tratado con gente transparente, de la que uno podía deducir lo que pensaba sin esforzarse demasiado. Eran gente débil. También conoció a personas translúcidas, más dífíciles de leer, pero perceptibles al fin y al cabo. Sin embargo, aquella mujer... De ella sólo podía intuírsele lo que ella misma dejaba ver, manteniendo todo lo demás bajo una cortina negra cómo la pez, cerrando sus ventanas e impidiendo que nadie pudiera ver más allá de la negra oscuridad.

Por ello decidió permanecer alerta, en guardia, pero sin revelar su conocimiento. Al final, para poder salir de su casa tendría que abrir la puerta. En esos intantes, podría ver qué se escondía dentro y cuáles eran sus intenciones.

La puerta se abrió y luz se coló por los resquicios de la obertura e inundó el pasillo para terminar llegando al salón. Y allí estaba todo, ordenado con precisión. Analizó aquello con rapidez, sin cambiar ni un ápice su expresión, manteniéndose impasible.

-¿Un juicio? Ésto no es objeto de un Tribunal Militar, Excelencia, que es lo que yo estoy facultado a presidir. -Respondió, con cautela, midiendo las palabras y evitando dobles interpretaciones. -No estamos en tiempo de guerra y no considero que éstos hombres sean traidores. Sus actos han sido desafortunados y son muy cuestionables, es cierto, pero no creo que su finalidad fuera desafiaros, ni a vós ni al Rey. Simplemente son hombres inmaduros y han actuado cómo tal.

Se hizo un instante de silencio y el Marqués volvió a intervenir.

-Si debo ser yo el determine la pena, lo haré en base a la justícia ordinaria y permitiendo que rindan cuentas de sus actos. No de otro modo.

Descruzó las manos de la espalda e hizo una mueca.

-La información es importante. -Concluyó el militar, fingiéndose meditabundo, apoyando el puño en el mentón. -Pero no esencial. Y no lo único.

Y sin darse cuenta, desvió su mirada hacia el trono, vacío en aquellos instantes.

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Vibora


Camino del palacio, el duque de Alcalá era el reo más colaborador que se había conocido. Iba al frente de la comitiva, alegre y jovial, aunque se apreciaba de lejos que más cargado de vino que las bodegas de Alcañiz y Sanlúcar juntas.

Lo que también resultaba era algo molesto, pues aprovechaba el trayecto para ir cantando, a voz en grito y con no pocos desafinos, fandangos de su propia invención.

Madeja
lo mihmo c'una madeja
hilan destinos lah norna
curioso cuando se torna
en rey una comadreja
tuerto y con cara de vieja.


Tras cada uno de ellos, explotaba en carcajadas que le hacían tambalear de la montura. Los guardias que le escoltaban temían llegar ante la secretaria real con el duque descalabrado, cosa que ella jamás perdonaría, pues se notaba de lejos que quería abrirle la cabeza ella misma.

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Diego_el_de_pereo


Señora, han llamado al de Osuna a palacio, a rendir cuentas ante el rey.

Ella suspiró.

¿Por qué?

No sé, hablan de una secretaria real enfurecida, de que han llamado al condestable para un juicio, de que también está implicado el de Guzmán, los guardias reales les buscan... Hablan de falta de respeto al rey en su coronación, de que quieren pedirles cuentas por los sucesos de entonces,
le contesté. No sólo tenía sus preocupaciones ordinarias, ahora yo iba a redoblarle los quebraderos de cabeza.

Suspiró doblemente.

¿Y por qué no me han llamado a mí?

Sabía que pasaría eso. Intenté disuadirla.

Señora, el de Osuna debería saber lo que hace, sus afrentas son al rey...

Sí, pero es mi vasallo, no el suyo. El Rey, más que nadie, debería respetar lo que significa esa relación. Escribe al Rey, pídele audiencia en mi nombre. Y localiza al de Osuna, que se va a comer las plumas del sombrero.


Cita:
Y aquí debería ir una carta a Asta en nombre de Diego pidiéndole audiencia... Blablabla, señor Rey, blablabla, la de Santillana solicita audiencia, si usted fuera tan amable, blablabla, sellos y más sellos. En Valladolid, a 20 de noviembre y tal y cual.
Khanigalbat


El de Osuna cabalgaba silbando tranquilamente esquivando estivadores, descargadores, mercaderes y truhanes, que se arremolinaban ya desde muy temprano entre los arrabales del Puerto de Pucela y el Mercado, en busca de la tasca donde esperaba encontrar al de Alcalá. En su alegre trotar, admiraba los barcos amarrados por pesadas sogas que se mecían suavemente sobre el agua, y entre ellos, alzándose orgulloso sobre todos ellos, el suyo propio, el Brynhilde, con sus mástiles, garfias, faluchos, jarcias, masteleros y demás aparejos y sobre todo, sus terribles cañones que apuntaban directamente a la Casa-Palacio de Santillana, que no andaba lejos.

Distraído como estaba, no vió acercarse al nutrido grupo de soldados de la Guardia Real, además de otros más cuyos uniformes no supo identificar, comandados por Asdrúbal de la Barca. Antes de que el Heraldo pudiera reaccionar, los soldados le habían rodeado completamente y los que andaban por el puerto, en previsión de que allí se armara algo gordo, habían salido todos tomando las de Villadiego.

El de Osuna suspiró, se quitó el sombrero y lo dejó carer tapando la mano que se había deslizado hacia la empuñadura de su espada. El de la Barca habló, tratándo de venderle la carreta como si el rubio no fuera ya ducho en tales lides y no se fuera a dar cuenta de que aquello no era ni remotamente una escolta, sino una detención en toda regla. Volvió a suspirar y contestó a las palabras del que comandaba las tropas:

- Si la Secretaria Real quiere verme para disculparse por algo, la verdad es que con una breve misiva habría bastado. Precisamente había quedado con el Duque de Alcalá para nuestra partidita de mus, pero en fin, está bien. Os acompañaré, ya que me lo pedís tan cortésmente.

Salieron todos galopando hacia el Palacio Real, donde imaginaba que andaría la de Tafalla esperándole. Por el camino, ya que le habían aguado la cervecita del día, echó mano de su petaquita de aguardiente para ir dándole de vez en cuando algún tiento.

- Oye - dijo en un momento, dirigiéndose a un par de soldados cercanos - ¿A vosotros os pagan dignamente? Porque todo eso de el honor, defender a la Corona hasta la última gota de vuestra sangre y tal y cual está muy bien, pero que vosotros también tenéis vuestros derechos... que por una Guardia Real digna se hace lo que haga falta.


Apiadándose de ellos, iba a ofrecerles un traguito de la petaquita cuando acudieron más soldados, esta vez con el uniforme de Santillana, a rodearle más aún de lo que estaba. Allí había ya demasiada gente y no iba a alcanzar la petaquita para todos, así que se dió buena prisa en irla apurando sin que le vieran. Para cuando llegaron al Palacio, como tampoco había comido nada, el rubio andaba ya un tanto perjudicadillo...

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Ivanne


Las respuestas que el Condestable Real daba no eran en absoluto de su gusto. Y no había nada que le irritase más que alguien reacio a cumplir sus exigencias; no ya sus deseos, sino efectivamente, exigencias. Porque ella exigía servicio, en honor a la autoridad que le confería su cargo, y respeto, en correspondencia a los títulos nobiliarios que acreditaban su buen nombre. De un carácter deleznable, aún estaba dispuesta a arremeter contra el Castelldú.

Porque si algo consideraba peor que incumplir sus órdenes, era el no mantener las formas, y aunque ella las perdiese, el resto tenía la obligación de conservarlas.

« Vos, maldito insensato, ¿aún excusáis la traición, escudándola en travesura? ¿Qué es el alboroto de dos nobles en la Corte sino traición? ¡Durante la coronación del Rey! Sacrebleu ! Porque también podría abrirse auto de Fe, si no fuesen herejes paganos… »

Se detuvo a pensar. Efectivamente, así lo consideraba la Condesa, quien, como muchos, creía que el ungimiento de un rey era un acto solemne bendecido por Dios, y en su opinión también por los Tres. ¿Pero qué opciones había para agravar aquel asunto aún más si cabía? Acusarlos de traidores era pan comido para ella, quien se veía capaz de comprar cuantas voluntades dispusiera, pero no así si les acusaba de sacrílegos. El Fuero Real de Castilla amparaba a la Iglesia Aristotélica Romana pero también comprometía a la Corona a respetar otros cultos; tampoco podía hacer uso del Concordato, el cual también disponía el respeto de la variedad de religiones en Castilla. Si no fuera así, Ivanne hubiese sido la primera en arder.
Además, quemar a dos nobles en la hoguera no produciría más que rebeliones entre la nobleza, que se levantaría sin dudarlo en contra de su rey. La dirección de las naciones podía variar con tan poco… Debía ser cauta y controlar mejor sus pensamientos, dirigirlos hacia una clara intención: el presidio de Vibora y Hernando, por el momento. Más adelante se consideraría la mejor pena para ellos, sin promover disturbios entre nobleza y plebe. Porque oh, sí, por supuesto que sí, el Duque de Alcalá y el Señor de Osuna iban a ser condenados; Ivanne ya lo había decidido.

Siendo tan caprichosa…

« Un juicio, sí. ¿Militar? Oh no no… No es necesario; tampoco se ajusta la ley ordinaria a ellos, un juicio de nobles y excelentes bastará. Y yo os he elegido a vos como portavoz del Tribunal que presidiréis, por lo muy excelente que sois. –Le miró como sólo los tigres miran a su presa, con una sed de sangre implacable. Astuta, entendió qué era lo que Kossler quería como honorarios por su ‘servicio a la verdad’; sonrió, con una cruel dulzura que sólo ella era capaz de plasmar en un mismo tiempo, y subiendo las escaleras hacia el trono, volvió a coger entre sus brazos al caniche que, por fin, había cesado de ladrar. Se sentó entonces, sin remilgo alguno, y como si ella misma presidiera la sala con dignidad real, acomodó sus posaderas todo lo más que pudo. Que viera Kossler lo cómodo que era aquel trozo de madera adornado.- Creo entender qué es lo que ansiáis, ¿entendéis vos lo que quiero yo? »

Traidores, por todas partes traidores. En absoluto iba a ofrecer un trono que ora amparaba a la Josselinière, más bien al contrario, lo defendería a sangre y fuego si hacía falta. Ya lo hizo con Tafalla en su día (aunque con ayuda), lo volvería a hacer por Astaroth, que tantos beneficios y prebendas le confería.

« Querer más de lo que se puede también puede considerarse traición. De las más altas, incluso. ¡GUARDIAS! » -¿Con qué derecho amenazaba ahora a Kossler? Ninguno, simplemente era una demostración de poder que, normalmente, surtía efecto. La bandada de guardias reales apostados a los flancos de la sala del trono se aproximó al Marqués de Alcañíz, rodeándolo. Ninguno tuvo el valor de posar un solo dedo sobre el noble, algo de lo que Ivanne era consciente, pero no dejó entrever las dudas de aquellos hombres, reaccionando con presteza.- « Una sola palabra mía bastaría para reducir al más influyente de estas tierras. No penséis que por vuestra condición no sospecharían de un extranjero como vos; la fama nos precede, pero la mía está amparada, a diferencia de la vuestra. Vuelvo a repetíroslo, ¿entendéis qué es lo que quiero yo? »

Las declaraciones de intenciones eran peligrosas, más aún si cabía cuando quien las hacía era conocido como “el Usurpador”. ¿Cómo la conocerían a ella?, se preguntó. ‘La perra francesa’ seguramente, porque la cantidad de enemigos que estaba haciendo aquel día era insuperable.
Pese a las circunstancias, los guardias, muy quietos, permitieron el avance de un lacayo que se aproximó hasta ella con paso acelerado; entre sus manos llevaba una carta, que Ivanne sustituyó por el mimado caniche. Entre ladridos y mordiscos de desaprobación, fue transportado entre las manos reacias del sirviente; mientras tanto, la Secretaria desplegó la misiva con intenciones de revelar su contenido. Era una carta dirigida expresamente al Rey, pero ella ya se había tomado demasiadas consideraciones por que no fuese turbado el horario del monarca, y del mismo modo que había abusado de su poder e influencia para apresar al Duque y al Señor, se dispuso a leer con detenimiento.
Sí, una sola palabra de la Condesa de Tafalla bastaría para que media Castilla comenzase a arder, pero aún así la Casa-Palacio de Santillana se mantendría en pie sobre sus cimientos, imponente, leal y victoriosa. Arrugó la carta entre sus manos, de nuevo algo se torcía.

Se levantó airada de nuevo y con un gesto de la mano ordenó que los guardias volvieran a sus puestos; la diferencia entre advertencia y amenaza reside en el tiempo que esta dure y en las condiciones en que se haga, y ahora que Urania de Winter tomaba cartas en el asunto, y siendo consciente que lidiar contra ella era pisar terreno fangoso, mejor sería conciliarse con el Marqués.

« Mi muy loable señor, obviad lo aquí ocurrido y considerad que sólo soy una humilde servidora de Su Majestad, como vos. Sé que me habéis entendido, y sé que nos complaceréis. » -Ofreció su mano a Kossler. En una ocasión se la rechazó, esperaba que no volviera a hacerlo.- « No os supondrá carga alguna, porque ya he hecho llamar al Capitán de la Guardia Real para que os acompañe en esta ardua tarea. El Conde de Tafalla también será advertido. Mientras tanto, y en lo que llegan los prisioneros, dispondremos de un asiento para vos, junto al Rey, para que escuchéis bien lo que los traidores tengan que decir. Como convendréis conmigo, quizás así os hagáis a la idea de lo tedioso que resulta sentarse en el estrado. »

Dicho aquello, llamó a uno de los pajes. Como el resto, temblaba al aproximarse a ella, pero ello no fue impedimento para que escuchase atentamente el mensaje para su esposo.
    « Mi querido y adorado Conde, esposo mío, vuestra mujer os busca y requiere en la sala del Trono; entendedlo como una orden de vuestro Rey, y una súplica de vuestra esposa. »

Y otro para la Duquesa del Infantado y Marquesa de Santillana, para que fuese transcrito al papel,
    « Señora Duquesa, yo misma atenderé vuestras quejas si la urgencia os apremia, de lo contrario habréis de esperar a que Su Majestad el Rey finalice con una de sus muchas cacerías programadas con personalidades de todo el continente. Habréis de entender que la faceta diplomática de un monarca no puede posponerse. Mis más sinceros respetos, la Secretaria. »


Y otra tarea adicional. Habrían de buscar en los mejores tugurios de la villa a una muchacha que entretuviera al Rey, en lo que Ivanne disponía la peor de las artimañas en contra de Vibora y Hernando; las directrices eran sencillas: ésta sería un regalo de Tafalla, pagado por las propias arcas de la Condesa y vestida con uno de sus propios vestidos, el más lujoso. Pero ante todo, debía ser rubia.

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· CONDESA DE TAFALLA · CONDESA DE ALBARRACÍN · SECRETARIA REAL DE CASTILLA Y LEÓN · VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT ·
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