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[RP] Ag augusta...

Asdrubal1


Burgos no era cercano a Toledo, un largo viaje de angostos caminos y solitarios parajes bañados de campos de labranza separaba las dos ciudades que compartían en singular hermandad la condición de centro político de la Corona, la primera por acoger la sede desde la que el Consejo gestionaba los asuntos del Reino, y la segunda por acoger en su seno al Alcázar, desde donde los funcionarios del Rey se afanaban en sus diversas labores.

Sin embargo poco tenía que ver la visita del de la Barca a Toledo con asuntos de gobierno y mando, los motivos que le llevaban en aquel día en realizar tal prolongado viaje eran de un cariz más egoísta que el bien del Reino, viejas deudas contraídas hacía tiempo. Llegado al casco amurallado de Toledo, el de la Barca se dirigió al Alcázar, fuertemente defendido por la guardia del Rey, de la que él mismo formaba parte y por lo que no tuvo que someterse a un escrutinio de sus intenciones ni sus armas, pues bien se había asegurado de acudir al lugar portando las enseñas y símbolos que a su rango y condición eran propios.

Avanzó con paso firme por los pasillos del edificio, en dirección al ala donde ejercía sus funciones la Secretaría del Rey, la Condesa de Tafalla, a la que el de la Barca había conocido en tiempos pasados y en circunstancias muy distintas, si ahora podía decirse que ocupaba un lugar de gran honor y privilegio, no mucho antes la francesa se había encontrado sitiada y al borde del abismo.

No tardó en encontrar a un subalterno al cual dirigir su petición;

-Deseo ver a la Secretaria del Rey-Dijo con voz firme, de quien es gustoso de dilaciones ni burocracias-No, no tengo cita previa, mas tampoco me es desconocido el hecho de que no la necesito.

Tal vez se había sobrepasado, había hablado en autoritarios términos, ajenos tanto a su rango y condición, su situación por contra lejos estaba de permitirle hablar con voz de mando a un subordinado de la Condesa de Tafalla, pero no intentó cambiar lo acometido y vio como aquel se alejaba en búsqueda de Ivanne.


*Hacia lo augusto...

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Ivanne


En efecto, Ivanne se encontraba en su despacho. Desde que había sido nombrada, y más concretamente desde la efectiva coronación de Astaroth, lo raro era que no estuviera allí. Muchas habían sido las noches en vela con los legajos de Palacio, a razón de que las mañanas las disfrutaba en las mejores sastrerías, seleccionando los escarpines más excéntricos y describiendo cómo quería que fuera su nuevo armario. Por varias razones: en primer lugar, ahora que la economía de sus condados afloraba, a ello se le unía su nueva condición de alta funcionaria real, con la respectiva carga y honores; en segundo lugar, pronto habría de abandonar su soltería de nuevo, y ya se sabe que ciertas damas, señoras de, con cierta condición y reconocimiento público, debían sucumbir a las habladurías con los nuevos aires que a una mujer le confiere el matrimonio.
Aunque esto realmente no sucediera en Castilla por cuestiones de austeridad, Ivanne no abandonaba aquellas costumbres insanas de corte francés.

En aquel momento en que un recadero dio aviso sobre la llegada e insistencia por verla de Asdrubal, precisamente la de Josselinière se hallaba seleccionando telas para su traje de boda.

« Sí sí, que pase » -vocalizó, ciertamente distraída, mientras trataba de aparentar normalidad despachando a un lado al maestro sastre que aguardaba con varios ejemplares de sedas, terciopelos y paños y su nieta, quien tomaba medidas y se hacía cargo de los alfileres - « Los Tres os protejan, De la Barca; no creí que fuera a veros durante una larga temporada. Mucho menos entrando en la boca del lobo. »

Ivanne aún recordaba al burgués de la Barca. Interesado, oportunista, austero en formas pero vanidoso a su vez; sin embargo, no dejaba de ser una buena herramienta de trabajo por su diligencia al servir, siempre y cuando fuese a propiciarle buena sombra. No dejaba de ser, en cambio, un hermano reformista (razón por la que le saludó de aquella forma tan sincera), y el nuevo capellán del Rey.
En otro orden de cosas, no sólo recordaba la personalidad de Asdrubal, sino también el compromiso que para con él contrajo en ciertos tiempos pasados. Cuestión por la que pretendía esquivarle a toda costa, pero estaba claro que el propósito de Asdrubal era cobrarse aquella deuda. La desesperación, se dijo, juega malas pasadas, "no te vuelvas a comprometer a lo que no querrás cumplir" se reprendió.

« Sentaos, mi buen servidor... Porque nunca dejasteis de servirme, ¿no es cierto? » -Ivanne quería asegurarse, sólo así se arriesgaría a beneficiar a su costa a alguien. - « Decidme, ¿qué os trae por aquí? Os creía orientando el alma de nuestro Señor el Rey. »

Solo así, preguntando, podría conocer a ciencia cierta lo que el burgalés tramaba.

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· CONDESA DE TAFALLA · CONDESA DE ALBARRACÍN · SECRETARIA REAL DE CASTILLA Y LEÓN · VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT ·
Asdrubal1


Vio aparecer ante sí a la Secretaria del Rey, la que hubiera sido la vulnerable Condesa de Tafalla, acosada por múltiples enemigos y desde los más diversos frentes se había erigido ahora como favorita de un Rey que la había acogido en la Corte elevándola al máximo cargo de entre los funcionarios de la Corona, su astucia e inteligencia eran innegables, pues la había encumbrado hacia límites insospechados, el de la Barca lo tenía bien presente cuando la saludó con escuetas palabras;

-Igual os guarden a vos Condesa.

No le pasó desapercibida la metáfora de la boca del lobo, y reprimió un escalofrío, había llegado allí con ansias y ambición de reclamar lo que creía suyo por derecho mas bien podía salir de allí sin nada o más aun, con menos de lo que hubiera entrado, se revolvió incómodo en su asiento, disimulándolo con una sonrisa carente de contenido;

-El Rey tiene en mi a uno de sus más leales siervos, mi fidelidad no puede pugnar en justa liza con la devoción que vos le guardáis, mas mi afán tesón diarios no son sino salvaguardar el alma de su Majestad por los senderos de la Fe-Elegía sus palabras con cuidado, una exigencia mal entendida o una palabra que más que un ruego, sonare a orden, y se veía encerrado en los calabozos del Alcázar-Sin embargo, mi amor por el rey y mi adhesión a su causa no es incompatible con el cumplimiento de las promesas que hacia vos me unen con total consentimiento y franqueza.

Estaba claro que Ivanne con su pregunta había pretendido conocer de primeras las intenciones del de Burgos, pero éste no tenía intención de mostrar sus cartas hasta que hubiera dejado desde una primera instancia claras sus lealtades, la francesa era la estrella naciente, mientras que los monarcas se sucedían uno tras otro, renovar su fidelidad hacia ella como acababa de hacer nunca le vendría mal;

-En el pasado, y no un tiempo tan pretérito como bien pudiere parecer os ofrecí mi ayuda y medios para vuestra salvaguarda, en Tafalla os asistí contra el rey navarro, y siendo como soy un hombre de frugales gustos he aguardado para reclamar lo que considero una justa compensación a mis desvelos, pues a mi ayuda económica le sucedieron hombres buenos que perecieron en justa lid para la defensa del condado, siendo mi contribución he de decir nimia con el apoyo de otros ilustres personajes y no pretendiendo parecer hombre avaro y ambicioso, Jah y los Tres saben que no lo soy, he acudido a vos, con nada más que un ruego y petición, que vos podéis elegir si conceder o no, pues en vuestra gracia está aquesta dicha y no es mi potestad el discutíroslo. No es otro el motivo de mi viaje que reclamar la merecida, a mi entender, recompensa por mis ayudas a vuestra causa.

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Ivanne


Impaciente, aguardaba de pie ante las palabras edulcoradas del de la Barca. Bien sabía ella que Asdrubal era un hombre taimado y que por ello se le debía prestar mayor atención. No fue así cuando el propio burgués mencionó cuestiones acerca de una compensación a los servicios prestados. Entonces se sentó, casi con brusquedad y con el ánimo airado, con la mirada inamovible sobre él.

Al instante su mente comenzó a trabajar a una velocidad abrumadora, en tanto que varias preguntas le surgían, llenas de una repentina ira: ¿quién te has creído que eres? ¿Con quién crees que hablas? Pero sobre todo, ¿qué narices es lo que quieres? Afirmaciones, también, entre otras cosas: tu cabeza sobre una pica bien sería buena recompensa, cien latigazos te van a quitar las ganas de pedir, este tipo de burguesía es la que acabará con los nobles.

No fueron, sin embargo, sus gestos los delatadores, ya que se mantenía inmóvil en su asiento y con una actitud que aparentaba ser relajada (las manos caídas sobre el posabrazos, el cuerpo a medio reclinar); la mirada, en cambio, se mostraba turbia y alerta. Fría en exceso. Cualquier rastro de ánima en ella se desvanecía.

« No sé de qué me asombro. »- señaló en voz alta, sin cambiar la actitud, pero con una voz más o menos controlada en proporción al enfado que en ella habitaba- « En su día imaginé que los actos de caridad no habrían lugar en vos, tanto como supe que este día llegaría. ¿Realmente es el momento?, no, no lo es. Quizá tendríais que haber esperado a que vuestra posición se fortaleciera, no quisiera yo advertiros de esto, pero para pedir, es necesario poder. » - Tragó saliva, y de pronto la rudeza de sus palabras se tornaría en algo más afable.- « No obstante no deja de ser una obligación por mi parte. Tafalla siempre ha pagado sus deudas: tanto en las malas ocasiones como en las buenas. ¿Cuánto queréis? »

Directa, sin margen a ninguna otra explicación, sacó un legajo del revoltijo de documentos que aguardaba sobre la mesa y mojó la tinta en la pluma, dispuesta a escribir una cantidad de dinero que fuera la mitad de lo que el de la Barca pidiera. No por nada, sino porque todo el dinero en metálico del que ella disponía ya se lo había gastado en trajes, y aunque ahora se disponía a hacer uso de las arcas reales, aquel gasto también se extraería de las mismas, en concepto a "pagos por servicios prestados a la Corona". Tafalla, aunque fuera la Alta Navarra, ya era como parte de Castilla y León; al menos a términos prácticos.

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· CONDESA DE TAFALLA · CONDESA DE ALBARRACÍN · SECRETARIA REAL DE CASTILLA Y LEÓN · VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT ·
Asdrubal1


El zorro se convirtió en serpiente, que recelosa se enrosca en si misma a la espera de que algo o alguien la ataque para devolver el golpe, miraba suspicaz a la francesa, que no había tardado en mostrar sus propias armas y pretensiones, no con gestos o ademanes, sino con los ojos que irradiaban una fuerza que si de por ellos fueran el de la Barca haría mucho que habría salido de aquella estancia, y es que Asdrubal había aprendido hacía mucho a saber leer las miradas, pues las suyas podían ser más reveladoras que cualquier gesto o sonrisa que pudiere mostrar.

En el fondo se sentía ofendido, herido en su arrogancia y vanidad, ¿Acaso Ivanne creía que podía comprarle con dinero? ¿Doblegar siquiera su voluntad con algunos centenares de escudos que brillantes fueran cayendo sobre su bolsa? Negó con parsimonia con la cabeza, ante lo que le pareció vislumbrar el asombro de Ivanne;

-No, no es dinero, joyas u oro lo que pretendo aquí, habláis de poder, de influencia y hegemonía, mas pronta estáis a recordarme mi vacilante posición en la Corte y tardía al momento de rememorar cual frágil era en Tafalla la vuestra, pues bien podría haber vendido, no por caridad como bien decís, o justicia y lealtad, al Rey Navarro las puertas de vuestra capital, y lejos de estar manteniendo esta dilatada conversación vos... Y tal vez yo, estaríamos en algún agujero perdido de la mano de los Tres.

Se mostraba esquivo a la hora de mostrar sus cartas, sabía que en el peligroso juego que entablaban era una posición arriesgada, pues poco favor le podía hacer el recordar favores pasados si la francesa ahora contaba con todo el poder que el Rey quisiera otorgarle, y este, no era nimio;

-Esto es lo que quiero, deseo y reclamo, no por exigencia sino por lealtad y derecho, de cuantas tierras domináis dadme un señorío, el cual os guardaré y administraré con fidelidad como ya en el pasado hice, y en el futuro haré.

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Ivanne


Se le heló la sangre en el pecho y pronto su garganta no halló respuesta alguna que dar. Decidió levantarse de su asiento, y sembrar la duda con ello en aquellos instantes de silencio, y se dirigió hacia un pequeño mueble, recostado a un lado de la estancia, del que extrajo una copa metálica adornada por filigranas, la cual colmó de un dulce líquido del color del ébano. Lo miró, con cierto desdén, y se lo bebió de trago.

Después se dio la vuelta y volvió a su asiento. No era asidua al alcohol, pero en ocasiones se requería de él.

« Queréis ser señor. Y con ello, queréis un feudo; título, tierras, rentas y honores. No pedís poco. Está en la naturaleza del hombre la codicia, siempre queremos más, pero es algo que la Fe debe aplacar, vos mejor que nadie deberíais saberlo. » -¿qué podía darle? Navarra o Aragón. La tierra en Aragón poco o nada vale porque siempre hay quien discuta la licitud de su procedencia, o quien precisamente te la arrebate por los mismos motivos; la tierra navarra, por otra parte, es discutida por tres Coronas, que la rodean: Francia, Castilla y Aragón. Diera lo que le diera, pudiera serle rentable, o no. ¿Pero y si no le daba nada? ¿A qué se arriesgaba?

Bien lo sabía ella. Descrédito, alguna trama palaciega en pos de su estelar caída, puede. Quién sabe. Sólo un animal herido es capaz de proferir los peores ataques.

« No podría daros tierras de Tafalla salvo como última y desesperada opción; bien sabéis mi situación allí. Ahora mando, y de lo que yo digo se hace Derecho y Ley, pero mi posición se volvería a ver comprometida si arbitrariamente decidiera haceros mi vasallo directo. No haría más que fundamentar las habladurías, y hay otras familias, más nobles incluso que el origen de vuestro nombre, que esperan prebendas de mí a cambio de su lealtad. No lo llaméis negocio, llamadlo política, que aún es más arriesgada. » -Detuvo el habla y con un gesto de la mano mandó que Asdrubal se sentara. En efecto, se lo mandó, porque aquella conversación sería para rato largo.- « Tampoco puedo comprometerme a cederos tierras de Albarracín pues aún rindo vasallaje al Rey aragonés. Sin embargo, si le escribo, no dudo de su benevolencia y probablemente consienta. Si me dáis tiempo, veré qué puedo hacer. No me pidáis, por el contrario, que contraríe la palabra de mi señor feudal, pues ello me llevaría a sumirme en una nueva guerra, y mi posición no me lo permite; no en vano Albarracín ya sufrió con su anterior Conde, que la declaró independiente, y por ello se vio despojado del condado. ¿Habría yo de imitar al que erró en un primer intento? »

Sacó papel de uno de los cajones y mojó la pluma en el tintero.

« Vos mismo sabéis la respuesta. » -sentenció.

Cita:




    De Nous, Ivanne de Josselinière
    Condesa de Albarracín y de Tafalla

    À Vous, Sa Majesté Hijar de Peñalver,


      Mi buen Señor Rey,

      Muchas honras y gracias son las que le deseo a Su Graciosa Majestad, mas no quisiera yo demostrar un interesado afecto que en absoluto se corresponde a los verdaderos sentimientos de una vasalla leal, como lo soy yo. En ocasiones entra en conflicto, pues mi amor por vos, como mi Señor que sois, a veces discute con el prolongado amor que profeso al Rey de Castilla, también mi Señor y además mi padrino y protector, pero los Tres nos enseñaron que el amor es el mayor de los bienes en este mundo terrenal y que desconoce de mesura alguna.
      No me culpéis, en cuanto a esto, si con ello alguna vez os llegó a ofender.

      Mas en nada he fallado a la Corona de Aragón, si no al contrario, que hasta hace bien poco la he servido bajo el reinado de Sa Majestat Cata I el Bueno, que en paz descanse. Y como buena servidora, creo honrado haceros partícipe de mis intenciones, y que con ello consintáis en que yo así proceda. Pues bien, he de mí una humilde servidora, pero que de aún más humildes personas dispone a su servicio, y en él hallo a un gran hombre que todo lo dispone para mi satisfacción y los intereses de mis tierras, que son las vuestras, tal y como el Rey Cata I quiso que así fueran nombrándome Condesa de Albarracín. Es motivo por el cual yo misma, de mi propio puño y letra, suspendo mis quehaceres como Secretaria Real de Castilla y León y os escribo en calidad de vuestra leal Condesa.
      ¿Habría, en vuestra infinita bondad, algún resquicio que pudiera corresponder a las ilusiones de un pobre hombre, que con ello entendemos que sería honrarle de títulos, tierras y rentas, directamente ligadas a Albarracín y, en consecuencia, siendo Albarracín la última responsable de sus acciones? Pues con esto lo que os propongo es que consintáis que nombrara un Señor en tierras de Albarracín, que también sería vasallo vuestro.

      Como bien conoceréis, pues es asunto sabido, fui la Heraldo Mayor durante el citado reinado de El Bueno, y en disposición de mis conocimientos como maestro heraldo, no he hallado norma alguna ni dictamen real que prohibiera la creación y el uso del vasallaje ligio, pues tan sólo se hace mención de la potestad de las Cortes de Aragón y de su Rey, que sois vos, para nombrar nobles originarios, pero no de nobles que a su vez dependan de otros nobles.

      Es un asunto peliagudo que, por lealtad y deferencia a Vos, Majestad, quise comunicar.

      Dispensad, asimismo, el uso que hago de los pajes castellanos; por ser éste un asunto de alta relevancia, creí necesario el uso de éstos, ya que gozan de inmunidad diplomática, y hoy día los caminos son poco o nada seguros.


      Vuestra Condesa de Albarracín,
      Ivanne de Josselinière



« ¿Habéis leído ya, señor? No creo que nadie disponga de mejor voluntad que la mía, porque a estas alturas nadie cedería a reprochables pretensiones como las vuestras, menos aún comprometiéndose ante uno de los Reyes a los que debe obediencia. Tema arduo, por otro lado... lo cual, me hace pensar... Una vez seáis noble, ¿a quién seréis leal? » - le miró escuetamente, absorta - « No respondáis, creo que preferiré no saberlo, pero al menos espero que sepáis de qué lado os conviene estar. »

Dicho aquello, comenzó a lacrar la carta.

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Asdrubal1


No pudo evitar sonreír con ese gesto tan suyo, tan sardónico como hilarante, en su fuero interno se concedió que pisaba terreno pantanoso, más de lo que a él mismo le gustara admitir, y que aquella licencia bien pudiere costarle tanto el endeble status en el que había logrado colocarse como su vida. Por lo que no tardó en enderezarse en su asiento y volver a una pose más pragmática para con los hechos, desechada la sonrisa, le sucedió un gesto más sombrío y adusto.

-Sabéis bien que mi Fe es totalmente indiscutible, el celo por la Reforma me embraza con fuerte garra, pues poderosa es la mano de los Tres bajo la luz de Jah. Concededme las tierras de vuestras posesiones aragonesas o navarras, vuestras son y las disponéis a voluntad plena, por lo que a vuestro deseo dejo en que lugar tengáis a bien designarme como dominus y señor.

Se permitió el aforismo latino, y ni que decir tiene que se regodeó en la palabra "dominus", no tanto como para demostrar su gran ego y preponderancia sino para mostrar la fortaleza con la que pretendía apoyar su propia reclamación;

-El anterior conde de Albarracín no poseía vuestra visión de conjunto condesa, ni los apoyos con los que vos os rodeáis, no por nada estáis respaldada por el propio Astaroth, y tener un rey apoyando vuestras decisiones lo queráis o no, dice mucho a vuestro a favor, no como el que perdiera la amistad de aquel a quien llaman, "el Bueno".

Tras el último intercambio de frases la de Tafalla tomó papel y pluma, por la cual escribió una misiva a mandar al monarca de Aragón, bajo cuya autoridad se encontraba su feudo de Albarracín;

-Me pedís no contestaros mas en discreción y en el amparo que guarda esta privacidad, aquesta cuestión no tiene más carácter que el retórico, pues mi lealtad hacia la Corona... Y hacia a quien apoyé en el pasado especialmente, son incuestionables. Mas no tengáis a bien preocuparos, no abandonaré estos parajes hasta que mi ruego y reclamación no se vean contentados, no por mi egoísta pretensión, nada más lejos de mi deseo que el importunaros, pero me han comentado que el Alcázar está precioso en esta época del año.

Sonrió esta vez con complicidad, si Ivanne pensaba que lograría alejarle de la Corte con una carta sin un papel que en fijo cerrare el asunto, estaba muy equivocada sobre la forma de ser del de la Barca.

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Ivanne


« Digamos más bien que no todo el mundo posee los mismos puntos de vista que yo tengo, generalizando. No os recomiendo en absoluto vivir a la vera de la sombra que más cobija, no sólo por lo recriminable del oportunismo que ello supone, sino también por vuestra propia seguridad. -fue diciendo, a medida que mandaba que aquella carta fuese enviada y que se hiciera llegar una respuesta sin dilaciones. Era un asunto de carácter urgente, porque cuanto antes se quitase aquel asunto de encima, antes lograría descansar en completa calma y tranquilidad. Asdrubal de la Barca podía llegar a ser muy insistente, y la propia Josselinière esperaba no tener que perder la paciencia.- Las voluntades de quienes ostentan el poder varían con frecuencia. Nosotros los nobles, que somos unas de esas voluntades, estamos doblegados al mismo tiempo por lo que nuestro señor feudal requiere de nosotros. Podemos disponer de las tierras, gozamos de las rentas y disfrutamos de los frutos que obtenemos de ellas, pero también debemos protección al vasallo que nos sirve. Todos los plebeyos de Tafalla y de Albarracín son mis vasallos, pues deben pagar por vivir y por depender de las que son mis tierras, pero también son mis súbditos, por lo que me deben ciega obediencia. Y yo, que soy la condesa, sólo me debo al rey. Son términos que los burgueses aún no concebís, porque aún pensáis que el dinero lo es todo y que con él podéis mover el mundo... Podréis patearlo, sí, pero no moverlo. »

Pidió que les sirvieran algo de vino tinto; uno dulce para ella y otro más peleón para él. Aquella conversación duraría para largo, porque si de por sí las cosas de Palacio iban despacio, impensable sería el tiempo que tardaría cuando mediaban mensajeros cruzando fronteras y caminos.

« ¿Habéis pensado ya qué territorios os gustaría disponer? No lo haríais libremente, por supuesto. Vos queréis un título y tierras, pero yo quiero un siervo que me pague tributos. Creo que sería buen momento para apalabrar el futuro vasallaje que me prestaréis. -le miró con calma, esta vez; Ivanne parecía tenerlo todo calculado de repente- El diezmo de todas las cosechas anuales, el mantenimiento de la Fe Reformada en cada hogar del que dispongáis y diez mil ducados de oro por temporada. Eso en cuanto el precio en tanto seáis señor, pero antes habréis de pagarme treinta y cinco mil ducados de oro por concederos el título. Sabed que es un precio que podéis pagar, porque como os digo, de un modo u otro os haré entrega de unas tierras fértiles; recuperaréis pronto el dinero. »

Una usura en toda regla, pero al fin y al cabo, el que algo quiere, algo le cuesta.

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