[RP] Un viajero por Cádiz.

Era la primera vez que viajaba a Andalucía. Daniel fue específicamente a Cádiz, a hablar con unos comerciantes genoveses. Después de cerrar tratos comerciales, se dirigió al puerto, que era enorme. Las grúas lo embelesaban, pues para Daniel significaban progreso. Un puerto en obras es un símbolo de riqueza y poder. Las numerosas carracas de guerra apostadas en la bahía imponían el respeto que la ciudad se merecía.

Tras un rato observando el puerto en todo su esplendor, Daniel reparó en un joven. Alto, le echaba unos 20 años, bien vestido, con un porte recio. Aunque estaba de evidente buen ver, como diría la madre de Daniel: "¡Es árabe!". Aún con todo, Daniel no era prejuicioso como su madre y el joven en cuestión le parecía interesante. Además, reparó en que tenía un emblema castellano. Así pues, y con un mal disimulo, dedicó la mañana a observar al joven, y a como este revisaba las obras. El joven le pareció mas interesante incluso que las grúas de madera.

El joven Saiid estaba atareado, esa mañana había mucho que hacer, le habían informado que un gran cargamento de piedras preciosas había llegado a Cádiz desde África y, como no, al llevar poco tiempo asentado en Cádiz decidió supervisar como descargaban y pagaban los impuestos establecidos, esos impuestos iban directamente a sus bolsillos.

Aun así, algo le inquietaba, había tenido la sensación de que alguien llevaba observandole desde hace buen rato, se giró bruscamente en su busqueda y le pareció ver a alguien rubio. – Interesante... –dijo sonriente.

Mientras, un lacayo se encargaba de recaudar el impuesto y luego la guardia le escoltaría hasta la tesorería, el Conde decidió dar un paseo sin guardias, tenía curiosidad, y aunque esta mato al gato, Athan era bastante fuerte como para doblegar a un buen espadachin o mercenario que intentase cargar contra su vida.

Tras un buen rato, el joven se alejo de su escolta y Daniel le siguió por el puerto, pero esta vez dejándose ver totalmente. El joven era un poco mas fuerte que Daniel, y mas o menos de la misma estatura. Daniel se dio cuenta de no era un don nadie. No es que le impresionara, pues Daniel ya había tratado en Cataluña con mucha gente de aspecto imponente, pero había en él algo que le resultaba especial. También se dio cuenta de que, como mínimo, el joven ya intuía su presencia, pues había sonreído mirando hacía donde estaba Daniel.

Sintió la necesidad de comunicarse con él de alguna manera, así que empezó a pensar como hacerlo. Pensó que hacerlo directamente sería una estupidez, pues creería que estaba loco. Así que simplemente se acercó, y se quedó ojeando un barco, a unas 5 canas* de distancia del joven. Timidez o cobardía, Daniel esperó, deseando que el joven se acercara.

Ya era demasiado evidente la presencia de aquel extraño joven, al cual miró un par de veces de reojo, este se posicionó cerca mientras parecia contemplar el barco frente a él, la curiosidad pudió con el Conde y se acercó un poco y aprovechó para examinarle de cerca, mientras ponia una cara pensativa a la par que se llevaba la mano a la barbilla.

– Disculpe señor, ¿Es usted nuevo por aquí?– preguntó– me pareció verle antes, ¿Necesita ayuda?

Mientras esperaba respuesta miró su forma de vestir, era una forma mediterranea como él decia, no tendría que ser de muy lejos, pero de Cádiz no era, eso seguro.

Mientras el hombre hablaba Daniel le miró a los ojos. Cuando terminó, Daniel le respondió:

- Si-respondió-Me llamo Daniel y soy de Cataluña. Venia para cerrar tratos comerciales con unos genoveses y a quedarme unos días, pero no conozco la ciudad y me siento muy perdido. Si no le es mucha molestia, ¿Podría mostrarme la ciudad?-antes de dejarle empezar Daniel preguntó una última cosa- Por cierto ¿Cómo se llama?

Mientras le hacía esta última pregunta Daniel sonrió levemente, bajando la cabeza y tapando sus ojos azules

Escuchó atentamente al caballero y sonrió, la verdad es que el joven le llamaba mucho la atención, era bien sabido por todos que el Conde disfrutaba de la compañia de los jovenes que de las señoritas, para Athan el amor verdadero era un amor como el de Antinoo y Adriano, por ello le costaba rechazar una invitación si de un hermoso joven provenia.

– Me llamo Athan Saiid de Lancaster, Conde de Cádiz y Canciller Real de Castilla y León –tomó aire– es un placer y sí, me gustaría enseñaros la ciudad.

Se acercó al joven y poniendose a su lado tomaron camino hacia el centro de la ciudad, primero tenía pensado enseñarme el mercado, las nuevas murallas que se estaban construyendo y por último su palacio.

– Si lo desea, quizá podrias pasar unas noches en palacio hasta que vuelva a su tierra, al igual que muchas obras de esta ciudad, esta construyendose y en este caso ampliandose, pues de un gran salón y unas habitaciones, estoy ampliandolo para otros menesteres y necesidades que actualmente el palacio no me puede ofrecer –miró al joven, rubio y hermoso, toda una delicia llegada del cielo.

Durante parte del camino apenas podía quitarle ojo de encima, con un poco de suerte podría entablar algún tipo de relación con este, el joven Lancaster tenía una debilidad pro los hombres, debilidad que algún día le costaría caro, pero no le importaba en exceso.

Daniel escuchó durante todo el camino atentamente al Conde. Cuando este informo de su título, Daniel inclinó la cabeza ligeramente a modo de respeto. Daniel observó con mucho interés la descripción de Cádiz, dejándose llevar por la voz del Conde, que lo aturdía dulcemente. Cuando llegaron al castillo, Athan le propuso quedarse en el castillo, a lo que Daniel respondió afirmativamente. En cuanto volvió con sus cosas de la posada en la que iba a hospedarse en un principio, Daniel buscó al Conde. A pesar de que las obras le restaban cierto encanto al palacio, este era fabuloso. En cuanto dio con el Conde le preguntó

Disculpe, pero ¿cuál va a ser mi habitación? Y ¿A que hora he de presentarme a la cena? Y bueno, ya que estamos ¿Dónde se encuentra el comedor? He de decir que me hallo mas perdido en este palacio que en la propia Cádiz.

Daniel acompañó a toda esta retahíla de preguntas con una sonrisa, esta vez mas marcada, rebosante de ilusión.

No pudo contener una sonrisa al oir tantas preguntas, se llevo la mano a la barbilla y miró al joven que ahora era su invitado.

–Su habitación...– pensó, se dió cuenta que necesitaba a un mayordomo de palacio de manera urgente– Ven acompañame, tengo una en frente de mis aposentos, es bastante cómoda y la guardo para gente especial, ya que las demás ahora mismo deben andar cubiertas de polvo por la reforma– tomó un poco de aire– La cena será en un rato, echale una hora más o menos, el comedor esta al final del pasillo, bajando las escaleras a mano derecha. –volvió a tomar aire– No se preocupe, es normal, la verdad que hasta que no te das unos largos paseos es un poco caotico– se echa a reir pensando en sus primeros dias cuando llegó a Cádiz.

Volvió a mirar al hombre pensó para si mismo que era bastante agradable además de guapo, quien sabe en que acabaría todo pero el Conde se estaba divirtiendo, eso era de agradecer.

– ¡Por cierto! Después de la cena suelo tomar un baño, hace poco que instalamos los baños arabes en las dependencias de este palacio, si lo desea, después de la cena podría unirse a mí mientras tomamos un vino, los baños son muy relajantes antes de irse a dormir –se echó a reir

Daniel arqueó una ceja cuando Athan le comentó sobre los baños árabes. Le extrañaba que alguien tuviese unos baños árabes y que nadie le dijera nada. Daniel respondió:

Iré a mis aposentos, Athan. Nos vemos en una hora entonces. Y por cierto, la verdad es que me apetece probar dichos baños, nunca he estado en uno.

Daniel reflexionó sobre hasta que punto Athan eludía las convenciones sociales ¿Nadie se daba cuenta? o ¿Es que todos se callaban? y ¿Por qué se callaban?

Después de un rato, acudió al comedor. Debido al paseo no había comido nada, pues le dedicaron al paseo por la ciudad todo el mediodía. Se había puesto uno de sus mejores trajes, discreto, pero bastante bonito. Athan también iba arreglado. Daniel iba a cenar como pocas veces lo había hecho. Esperó a que el Conde empezara a hablar.

Como era de esperar en las cocinas se habían lucido, siempre que venía un invitado la encargada de cocinas se ponía manos a la obra con sus mejores recetas, esta noche Catalina había preparado un asado de cordero, un monton de platos varios además de bandejas repletas de frutas, el Conde sabía que siempre preparaba comida en abundancia porque lo que sobraba se lo comian luego los sirvientes o lo vendian por ahí para ganar algun dinero extra.

–Catalina se ha excedido, siempre prepara grandes cantidades de cominda, se pensarán los nobles somos unos glotones– se echa a reir y le mira– ¡Empecemos! Pero antes...– toma su copa y propone un brindis– ¡Por los negocios! Que son los que le han traido aquí y que espero que le traigan más veces y, obviamente, ¡Por nosotros!

Dió un trago, el vino era de Anjou, un amigo que hizó en dicha ciudad se encargaba siempre de enviarle las mejores reservas.

– Y bueno, ¿Qué le ha aparecido sus aposentos? Espero que los encuentre confortables, cualquier cosa avise algún criado, son bastantes eficientes cuando se lo proponen– sonrie– ¿Dijiste que sois de Cataluña, cierto? Yo os veo con rasgos distintos a los de un catalan, su cabello es rubio y algunos de sus rasgos son tipicos del norte Europeo – preguntó mientras continuaba comiendo.

Daniel respondió al Conde:

Pues veras, yo soy de Benasque, en Aragón. Soy hijo de una aragonesa y un buhonero danés, de los primeros en llegar a estas tierras. Mi madre era una mujer soltera, así que se casó con un hombre malísimo tras darse cuenta de que estaba en cinta, haciéndole creer que yo era su hijo. El hombre de tonto no tenía un pelo, y se dio cuenta del engaño. Por suerte murió pronto. Yo me fui a Tarragona a los 6 años de dicha muerte. En el fondo siento que Cataluña es mi tierra. Incluso llegué a ser miembro del consejo del Principado.

Daniel paró para beber un poco de vino. Pensó que quizá le estaba aburriendo, así que le preguntó:

Si no es indiscreción me gustaría conocerte un poco mejor ¿Cuál es tu historia? Por cierto, me gustaría que me tutearas, Athan. ¡Somos casi de la misma edad!

Daniel miraba profundamente a Athan, no analizando, simplemente disfrutando de las vistas.

El Conde escuchó con atención cada una de sus palabras, cuando terminó, le miro y contestó.

– Bueno, yo nací en Granada en una familia aristocrata, mi madre es de origen ingles, por ello porto en mi segundo apellido "Lancaster" –tomó aire – Y mi padre es natural de Granada, tengo una hermana llamada Anelle y ambos vivimos en Castilla.

Dió un sorbo a su copa de vino y prosiguió.

– De pequeño escapé de casa y me fui a Valencia, me crie y construí mi vida desde cero, de no tener nada hasta ser noble, la verdad que fué dificil y estuve solo mucho tiempo y ya ni hablar de la inquisición en Valencia, en Castila hay más libertad.

A poca gente le contaba su pasado, aun así aquel dia no puso mucho reparo en ello, era algo que todo el mundo sabía pero era un poco doloroso, una herida que no se había terminado de cerrar.

– Intentaré tutarle, Daniel, me cuesta un poco, teniendo en cuenta que siendo Canciller de la Corona, y una vida entera en el consejo de Castilla, en diplomacia, y ahora siendo noble, te acabas por convertir en una persona un poco distante y aveces es dificil tomar un contacto tan... ¿Cercano? –suspira y como siempre sonrie, el Conde era alguien que siempre tenía una sonrisa para todo.

Ya estaban terminando de cenar, la hora del baño arabe estaba cercana, era su hora favorita, agua caliente y en gran cantidad antes de irse a dormir.

Daniel sonrió cuando Athan dijo "cercano". En cuanto terminó de cenar, se dirigió a Athan:

La verdad es que siento mucha curiosidad por los baños árabes. No tengo ni idea de si hay algún protocolo, la verdad. En cuanto quieras podemos marchar. ¡Me puede la curiosidad!

Daniel esperó a la respuesta de Athan

– Ven seguidme –le invitó a que le acompañase– Es facil, y como suelo bañarme solo no hay protocolo alguno, que soy un Conde no un Rey! –se echa a reir.

Caminan un rato hasta unos aposentos en la zona inferior del palacio donde hay vaho, según se acercan a la puerta un guardia la abre dejando salir todo aquel vaho.

– Bueno, ahora nos vamos a cambiar, hay unas cestas, deja ahí la ropa, las criadas le procuraran ropa limpia mientras le lavan la suya –dijo sonriendo, para tener algo más de privacidad esa noche no le iban a desvestir un criado, sino que lo haría el como siempre había hecho antes de ser noble.

Ya sin ropa el Conde miró sonriente a Daniel y se mordió el labio –Vamos, entremos al agua– se acercó a este y se fueron juntos, el de Saiid no pudo aguantarse y se metió poco a poco en el agua, una vez con el agua hasta la cintura miró para atras para ver a su invitado y no pudo ocultar una sonrisa picara al mirarle.

A Daniel todo aquello le parecía extraño, nuevo y relativamente incómodo, pues pocas veces se desnudaba, y mucho menos delante de otra persona. ¡Pero que persona!
Daniel procuró mirar poco al Conde, y con discrección. Lo que vio durante unos instantes le gustó bastante. Una vez en el agua Daniel se quedó en una esquina. Desde ahí inició conversación al Conde.

Y dígame, ¿Qué tal van las cosas por Cádiz? y ¿Por qué no he conocido aún a la señora Saiid? Supongo que estará usted casado ¿no?

Daniel esperó a la respuesta mientras removía el agua con el dedo corazón, haciendo círculos.