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Como era normal, conforme el año 1463 llegaba a su fin, el frío invernal hacía presencia en la villa, lo que no impedía que la vida de sus habitantes continuase de forma relativamente tranquila. Así, sus calles se llenaban de festejos improvisados, sus tabernas de viajeros y comerciantes, las casas de vecinos y amistades y como no es de extrañar, la plaza municipal adquiría usos distintos a los usuales.

[Rp- Abierto] El invierno llega a Xàtiva

Archibaldo


Como era normal, conforme el año 1463 llegaba a su fin, el frío invernal hacía presencia en la villa, lo que no impedía que la vida de sus habitantes continuase de forma relativamente tranquila. Así, sus calles se llenaban de festejos improvisados, sus tabernas de viajeros y comerciantes, las casas de vecinos y amistades y como no es de extrañar, la plaza municipal adquiría usos distintos a los usuales.

En esta ocasión, la plaza serviría como escenario para una pequeña celebración, que tenía como objetivo reunir a cuantos vecinos decidiesen participar de la misma. Para ello, se habían colocado una serie de fogatas que darían calor, alrededor de las cuales se habían situado varios tablones que harían las veces de mesas con multitud de sitios para los vecinos. Además, de los edificios adyacentes colgaban una serie de blasones, entre lo que se podía distinguir con facilidad el de la villa. A todo esto había que añadir la música y actuaciones que brindarían los juglares, bufones y toda clase de artistas de mayor o menos renombre, entre los cuales incluso podrían hallarse poetas, tanto locales como foráneos.

En esta circunstancia encontró Archibaldo la plaza, al poco tiempo de regresar de la capital, tras una estancia duradera que le impidió estar con sus amigos y vecinos. Por lo que le pareció una excelente idea el quedarse allí, disfrutando del día con sus más cercanos conocidos, y descansar de todo el ajetreo que llevaba encima durante las últimas semanas.


El hilo queda abierto a todo aquel que quiera pasarse a rolear con sus vecinos setabenses

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Wolfango


La alegría y la festividad había comenzado desde bien temprano, pues hoy no era un día cualquiera, hoy era Nochebuena. La hora para hacer acto de presencia casi obligatorio, se acercaba. Así que Wolf se vistió su gorro navideño, acompañado de algo de abrigo, pues las noches eran traicioneras, y se dirigió a la plaza con una sonrisa.

Por el camino se fijó en los adornos que colgaban de algunas ventanas, en las sonrisas que todos llevaban, en los "Felices fiestas" que se escuchaban...Por eso cuando llegó a la plaza, se detuvo, inspiró y expiró profundamente, tomó aire de nuevo y dijo bien alto:

-¡Feliz Nochebuena vecinos! -asustando a algunos de los presentes.

Y tras esto comenzó a saludar a algunos conocidos y amigos.
Joven.enmascarada



Aquella noche no era una noche como las demás. El viento de escarcha que hacía temblar las calles, la nieve que tendía sobre el prado sus lienzos agujereados de charcas, las luces titilantes de algunas viviendas: Todo eso sí parecía normal, sin embargo, bien claro se veía que no era una noche como las demás. Porque en su albor silencioso había una íntima tensión, anunciando quien sabe que tremendo y dulcísimo fenómeno.


Decidida a que sería una ocasión perfecta para desarrollar su plan, salía en dirección a la plaza, arrastrando tras de sí un morral de cuero de tamaño casi irreal, y una criatura que luego escondería en el mismo, debajo del ala de su brazo izquierdo.

Llevaba una saya de blancura extrema, hasta los tobillos y de mangas largas, sobre ella, un brial forrado de piel de conejo. Acababa aquel atuendo, un tocado de plumas y una máscara, que de tan blanca parecía reflejar la luz. Su cabello caía en bucles improvisados en sus hombros.

En la plaza, fogatas ya habían sido encendidas y la gente comenzaba a acercarse a su calor. Un murmullo alegre inundaba el lugar, haciendo de todo el conjunto una imagen irresistible.

Se acercó sigilosa, aunque indubitablemente por su apariencia, comenzó a llamar la atención de los presentes. Cuando los murmullos cesaron y se encontró en la atención de todos, muy segura recitó a la muchedumbre…

Los Dioses son testigos de las penurias que su pueblo ha pasado – Hizo una pausa para mirar a su alrededor, de forma dramática – y también son testigos de que su villa se encuentra colmada de almas bondadosas, justas y piadosas que trabajan arduamente, y que están dispuestas a cuidarse las unas a las otras generosamente. – continuó relatando con gestos exagerados, como si de una obra se tratase - Y , agradecidos por su desinterés, me envían a mí , la ninfa hija de Hipseo, Rey de los lápitas y de Clidánope desde lejanas tierras donde, junto a un abismo y a las sagradas fuentes, nace el rio Peneo, en su nombre, en el nombre de Los Dioses, para entregarles en gratitud por sus bastas virtudes, ofrendas en recompensa .

Solo entonces notó que los presentes miraban hacia todos lados, hasta que las miradas coincidieron con aquel gran saco abierto, que a tiempos extrañamente parecía cobrar vida y moverse.

La ninfa cogió del saco una lista y dijo a viva voz .

Ilustre Señora Aleida Borja Berasategui, y Señor Arturo Cascos ¡Los Dioses honran sus buenas obras! Por favor, acérquense para que pueda darles sus ofrendas…


Diciendo esto esperó que ambos ocurrieran.

Para la bella dama, musa de poemas de inverosímil belleza,
- Hizo una pausa mientras sonreía a la joven - Los Dioses entregan una diadema, no una cualquiera… Se interrumpió para entregar el presente

De oro muy fino. Tendría que ser buen experto el que conociera la diversidad de piedras preciosas que en ella llevaba, nadie lo podría hacer. Puesto que las piedras que dicha diadema tenía engastadas valían muchísimo: había zafiros, rubíes, topacios, e incontables esmeraldas.

Los Dioses opinan que este regalo hará que recuerdes, que de entre todas las nobles, eres quien más inteligencia y gracia posee. Y que no solo la belleza se encuentra en lo físico, sino en las doctrinas y lo que en la cabeza se encuentre. Y quien hable en contra del designio de Los Dioses, será preso de su disgusto.





Aunque a la ninfa le hubiera gustado dedicar más tiempo a cada uno de los presentes, el tiempo apremiaba, sonriendo ampliamente pasó la mirada a la siguiente persona.


¿Soys Arturo Cascos?
Le inquirió como si no lo supiera. Volteo hacia el saco, de donde un sonido extraño ya empezaba a cobrar más volumen. El saco se movía ondulante, lo que a la ninfa le causo una carcajada.

Vueso regalo causóme problemas, mas he sido capaz de manexarlo
Dijo en aire misterioso, mientras se dirigía a la creatura que ya asomaba por el saco.

Blanco como la nieve, y de cuatro patas, el cachorro alopekis se dejó sujetar por la ninfa , meneando su cola alegremente. Entusiasmada por deshacerse de la bestia, entregó el cuidado inmediato a Arturo.


Si cuidáis bien del animal, aqueste pueda ayudaros a arrear el ganado e cuidar de vuesas vacas
– La ninfa miró el pelo del animal, que por su blancura era ideal para la ganadería; podía distinguirse aún en la oscuridad de la noche. Todo contrario a un perro de caza, que debía ser de pelaje oscuro para poder camuflarse mejor.

Dio también a Arturo un collar ancho de resistente cuero con piezas de metal como espinillas a su alrededor. Mirando el inusual entusiasmo del mismo, obvio la verdad de que este serviría para evitar que lobos lastimaran al pequeño perro con sus fauces, práctica ampliamente conocida por todos los campesinos. Opto por simplemente decirle “Aquesto servirá de proteción para el animal, cuando ya no le quede, deberíaias conseguir uno más grande ¿Estáis conforme? ”

La ninfa, quizá por la corta estatura de Arturo, sintió la necesidad de revolverle el cabello, como si de un niño se tratase, en un gesto maternal.




Volvió la vista a la lista de nombres.

Ilustre Archibaldo de Ferrol dijo con un gran fardo atado con cuerdas en la mano. Cortó con una navaja las ligaduras de un costado y extendió un puñado de láminas de extraño material que crujía al manejarse.

"Esto es papel" – Musitó mientras tomaba una pluma de tonalidades doradas, y después de ofrecérsela a Archibaldo continuó
" El mismísimo Apolo, mi amante, tomó de la cola de uno de sus Grifos estas plumas doradas: Calentó la arena del desierto de Faetón al rojo vivo, sumergió en ella el cañón de las plumas hasta que el extremo de ellas se volvió duro y resistente, y finalmente, con el cuchillo con el que venció a Marsias cortó el extremo al sesgo y formó la punta. Los Grifos son ocho veces más grandes y fuerte que los leones, así piensan de vos Los Dioses. La diplomacia es el arma más poderosa que posees, continua utilizándola para bien.

Dejó los presentes al muchacho y continuó con la lista….
Arturo_cascos


El vaquero, con Aleida de la mano, saludaba con inclinaciones de cabeza a sus vecinos. Al fin estaba en casa después de su servicio al reino y ahora disfrutaba de un merecido permiso al lado de la gente que más quería, los setabenses. Palmeó en la espalda a Wolfango y asió con una mano un cuenco de madera lleno de la sopa boba que los monjes habían preparado para la ocasión. Arturo estaba visiblemente emocionado, esperaba que pasara algo digno de aquellas fiestas.

Sus ojos se posaban en el fuego de las hogueras, recordó entonces a una amiga que desde hacía tiempo se había retirado a un convento, Anabel. Aquella pequeña había martirizado a Arturo hace años prendiéndole fuego a sus zapatos en más de una ocasión. En estos pensamientos estaba cuando apareció una criatura inquietante, a Arturo le pareció que un demonio se había entrometido en aquella festividad. Muy asustado apretó fuerte la mano de su esposa, pero sus ánimos se calmaron cuando vio que los monjes no hacían nada por detener a la bestia. Su alma estaba a salvo.

Arturo no era aficionado a la poesía pero el discurso de aquella dama le pareció grandioso. A pesar de no entender los nombres de los que hablaba aquella mujer Arturo siguió el hilo de la actuación. Se acercó a la poetisa y cuando esta mentó su nombre quedó anonadado. Recibió de manos de la joven un cachorro, el cual fue sostenido por el vaquero con cautela. Arturo era un hombre reticente a los cambios y pudo notarse cuando frunció el ceño al mirar al animal. Pero al escuchar las palabras de su benefactora sonrió y dijo: "Així lo haré, dama, prometo cuidar d'esta bestia e conseguir un collar más grande cuando crezca" - Arturo elevó al perro hasta poder quedar a la misma altura de sus ojos. El animal tenía el pelaje suave y los ojos negros y grandes. El vaquero vio en ellos nobleza y bondad, tal vez no fuese tan mala idea adiestrar a aquel cachorro para cuidar su cabaña- "Os estoy muy agradeçido, senyora"

Arturo se alejó un par de pasos y esperó a ver la reacción de sus amigos.

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Aleida


La mujer encapuchada y de extraña procedencia apareció sin pedir permiso. Los setabenses estaban saludandose entre si y deseandose felices fiestas con una alegría que no era habitual en esos días tan duros que estaba transitando la ciudad. La joven sonrió al ver que inclusive los campesinos no perdían las esperanzas en ese frío invierno de tener una cosecha más digna.

Cuando fue pronunciado su nombre, sin siquiera esperarlo, la joven sonrió. ¿Quién era esa mujer que vestía ese atuendo tan particular? ¿Quién era que le hacía semejante ofrenda?

La joven se acercó, desconfiada como era. Tomó la joya entre las manos y la intentó examinar a la luz del fuego. Era cierto que no era una joya cualquiera y pensó detindamente si no fuese robada. Ella no era tan impresionable como parecía. Intentó mirar a los ojos a la forastera pero no pudo realizarlo con demasiado éxito. Suspiró. Debía contentarse con el regalo y no pedir demasiadas explicaciones. Así eran las fiestas, así tenían que ser. Con milagros y personajes inesperados. Sonrió y agradeció con un gesto de la cabeza el regalo. Esperando que la forastera entendiera que estaba agradecida y que su piel blanca luciría esa joya con altura y delicadeza.

Cuando fue el turno de su esposo esta comenzó a reír al ver que el regalo era un cachorro. Cuando Arturo lo elevó a la altura de sus ojos ella se le puso al lado y también lo observo. Era en verdad hermoso y más blanco que la propia nieve.

Espero que pueda darle un nombre bonito, mi Senyor. Que fiestas más bonitas... de verdad... que fiestas más bonitas...- dijo mientras volvía a mirar a la extraña mujer, que seguía repartiendo regalos sin siquiera decir porque.

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Tzeench


Llegó por fin Tzeench a la plaza del pueblo, estaba muy contento, pues ese día había vuelto a ser por fin elegido alcalde de la villa, se había distraido mirando las cuentas y poniendose al dia en materia de leyes y finanzas de la villa, como era conocido de él.

Al llegar a la plaza del pueblo, encontró a los vecinos arremolinados en torno a una figura, parecía un viajero con capucha, como en los libros de leyendas, actuaba como si contara una historia, se quedó mirando desde las afueras del pequeño corro que cercaba la figura, vió entonces todo el espectaculo que deplegó la misteriosa dama. Cuando la escuchó, su voz le resultó familiar, tenia un resquicio de dulzor en el acento que le resultaba extraordinariamente cercano, pero no sabía identificarlo con certeza. Tras ver como llamaban a sus amigos uno a uno para darle regalos, decidió abirse paso entre la multitud, con educación y aparentando solemnidad, mas en sus adentros estaba dando saltos como un niño, expectante en la noche de reyes.
Archibaldo


Observó atónito Archibaldo la llegada de aquella mujer encapuchada mientras escuchaba las maravillosas cosas que decía a la par que iba entregando obsequios a los allí presentes. No sabía de qué o quién se trataba, pero estaba claro que tenía buenas intenciones. Así, cuando esta se acercó a él, no se sobresaltó en sobremanera y escuchó lo que tenía que decirle.


"Esto es papel"
-que el de Ferrol no dudó en aceptar-" El mismísimo Apolo, mi amante, tomó de la cola de uno de sus Grifos estas plumas doradas: Calentó la arena del desierto de Faetón al rojo vivo, sumergió en ella el cañón de las plumas hasta que el extremo de ellas se volvió duro y resistente, y finalmente, con el cuchillo con el que venció a Marsias cortó el extremo al sesgo y formó la punta. Los Grifos son ocho veces más grandes y fuerte que los leones, así piensan de vos Los Dioses. La diplomacia es el arma más poderosa que posees, continua utilizándola para bien. "

Tomó entre sus manos lo que la misteriosa dama le ofrecía. Desde luego se trataba de un obsequio de gran calidad y significado.

"Os agradezco este obsequio, buena dama. Espero estar a la altura de todo cuanto habéis dicho de mi. No dudéis que utilizaré vuestro presente de la mejor manera posible."

Continuó alrededor de la misteriosa dama, a la espera de la reacción de sus vecinos y de esta.

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Arturo_cascos


Espero que pueda darle un nombre bonito, mi Senyor. Que fiestas más bonitas... de verdad... que fiestas más bonitas...

Arturo miró a su esposa y sonrió, - "deberán ayudarme los vecinos a tal misión, pues non soy venturoso poniendo nombres, si non fuera por Montse el pobre Trébol se llamaría "pony"" - volvió a mirar al cachorro, ilusionado. "¿Vos que opináis, don Tzeench?" - dijo el vaquero girándose hacia el alcalde- "¿le llamo con nombre de persona... con el nombre de un Santo? Por çerto, ¡feliçidades por la alcaldía, sin duda agora podréis seguir con los proyectos e con la tranquilidad de nuesas vidas" - el vaquero suspiró, era público que temía a los cambios, y la permanencia de su amigo en la alcaldía le daba mucha tranquilidad.

Vio la pluma de colores y quedó muy impresionado, pero no pudo entender la metáfora, estaba convencido de que el mejor regalo era el suyo. Se giró hacia Aleida y le dijo: "Mi senyora estáis fermosa con esa tiara" - mientras, entrecruzaba sus dedos con los de la vizcondesa.

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Tzeench


Tzeench miró a su amigo, y de nuevo al cachorro que esté sostenía, volvió de nuevo la mirada a Arturo y contestó:

- Vos que soys embajador de las terras françesas- se acercó a su amigo y le susuró al oido- ¿cómo se llama el monarca francés?, sin duda, sería un gran nombre para un perro dados los posibles parecidos- no pudo evitar hacer una mueca de diversión imaginando al cachorro vestido con los delicados ropajes del moncarca francés y pensar en su posible parecido metafórico.

Tras decir esto le dio una contundente palmada en el hombro a su amigo, y sonriente continuó mirando la función del extraño ser que repartía regalos.
Joven.enmascarada



La ninfa admiraba a aquellos individuos, asombrada. Los humanos tenían tantas posibilidades, sus vidas parecían tan complicadas y extrañamente tan simples a la vez.

Se encontraba meditando, en cuanto tomó la siguiente ofrenda.
Relucía a la luz del fuego. Fabricado con metales que la ninfa intuía no existían en el mundo de los mortales; mitrilo , azurita, adamantal. A la vista parecía imposible de tomar, sin embargo, se sentía tan liviano como una pluma. Sobre uno de sus lados, se encontraba grabada una vara de olivo adornada con guirnaldas: El caduceo, símbolo del comercio.

“Fortuna iuvat audaces” se leía en latín, en el mango de aquella maza de herrero.

Célebre Tzeench de Játiva Dijo al fin en voz alta. No espero que él se presentara, ya sabía quién era. Dirigió la mirada a uno de los jóvenes de la multitud, y entregándole aquel obsequio le dijo. “Los Dioses os entregarán sus fortunas, cada vez que debáis forjar vuestro destino "

Sonrió al joven, y dejó que observara aquella magnífica pieza.

La ninfa buscó sin titubeos el penúltimo de los objetos. Suspiró al elevarlo del saco, era una obra magnífica.

Don Wolfango de Játiva ¡Tengo un presente para ti!
Diciendo esto acercó al joven una daga, en una funda tornasolada, adornada con intrincados símbolos de plata y oro.
Dejo que la tuviera en sus manos, y luego le explicó.

"Que la fortuna os acompañe en la vida de soldado que decidisteis perseguir, continuaréis instruyéndote en el uso de las armas, si no sois totalmente conscientes de las desventajas de servirse de ellas no conseguiréis ser totalmente consciente de las ventajas de utilizarlas. Aprenderéis de ellas y estarás al tanto de que no siempre se utilizan para acometer directamente a los adversos. Al llevar esta daga, no os matará en batalla el enemigo, os considerará de alta cuna y os otorgará una segunda oportunidad de batalla… Llevadla siempre"


El tiempo apremiaba, pronto la ninfa debería regresar a sus responsabilidades…

Valeroso Beltrán de la Cueva os ruego se acerque
Dijo en tono tranquilo. Acercó por última vez sus manos al saco para sacar un escudo, replica del utilizado por Perseo en la lucha contra Medusa, echo de bronce, que devolvía el reflejo como si de un espejo se tratase.

Debéis luchar con sabiduría, sinceridad, humanidad, coraje y debéis ser estricto. Los Dioses confían en vuestros juicios. Protegeréis durante muchos años las tierras de Valencia, y cuando el tiempo os encuentre longevo, observareis en este escudo el reflejo de vuestras valerosas hazañas …


La ninfa se tomó un momento para rodearse de aquel calor multitudinario. Los jóvenes le agradecieron los presentes, a lo que ella les sonrió encantada.

Músicos comenzaron a tocar una briosa melodía, la ninfa sintió tener que marcharse. La elegancia de sus pasos, y su vestido más largo que sus pies, hacían que pareciera volar al andar. Se acercó a un par de fogatas poco distanciadas, entonces, sacó de sus bolsillos una mezcla de polvos mágicos, y algunas hierbas, como albahaca , ajo, bardana, dedalera, laurel y madrágora. Utilizadas por las ninfas para hacer hechizos de protección, atracción de la riqueza y la prosperidad. Echó al fuego aquellas esencias, bailando en círculos ágilmente.

Las llamas comenzaron a danzar chispeantes, desde sus centros, destellos coloridos como pequeños fuegos artificiales se esparcían entre la multitud sin quemarla, mezclándose con la nieve. Los trozos más grandes de hierbas flotaban por el aire como cenizas, hasta consumirse totalmente en el fuego y desaparecer.

Ante el entretenimiento de los presentes, la ninfa encaminó otra vez hacia la salida del pueblo. Su misión estaba cumplida.

Casi al borde de aquella plaza, un niño pequeño tiró de la falda de la crea tura.

¿No tenéis ofrenda para Cyrenne, nuestra tribuno? ¡Ella estará muy triste si no le ofrecéis alguno!


La ninfa arrugo el ceño, con templanza tomó otra vez la lista y revisó cada uno de los nombres. Las ofrendas habían sido entregadas, y la lista estaba completamente tachada. Medito unos instantes, y luego contestó al niño, guardando otra vez el pergamino.

Tal vez esa muchacha ya tiene todo lo que necesita….

Sonrió al pequeño, que estupefacto le vio alejarse por el horizonte, hasta desaparecer en la negrura de la noche…
Wolfango
A pesar del frío que hacía, en aquella plaza había un ambiente cálido, quizás por la compañía entre amigos, puede que por las hogueras, o probablemente por la suma de ambas. Las miradas de los presentes, se posaban sobre una mujer, una dama, una ninfa...la cual traía consigo obsequios en un saco, decía venir enviada por el cielo, y eso le parecía a Wolfango, ya que a pesar de la máscara podía vislumbrar una incomparable belleza en aquella joven.

Los regalos iban llegando, muchos eran los afortunados pero hubo uno que llamó la atención del joven carnicero, el nuevo perro de su amigo Arturo. Wolf miraba embobado a aquel cachorro, recordando los tiempos pasados, en su niñez, cuando él también tenía un perro el cual no veía desde que había llegado a Játiva.

Don Wolfango de Játiva ¡Tengo un presente para ti!-una dulce voz le hizo volver al presente. Volvió su mirada a la joven enmascarada. Esta le entregaba una preciosa daga más digna de un noble que de un simple soldado. Él la tomó con ambas manos, no fuese a caersele al suelo.

Que la fortuna os acompañe en la vida de soldado que decidisteis perseguir, continuaréis instruyéndote en el uso de las armas, si no sois totalmente conscientes de las desventajas de servirse de ellas no conseguiréis ser totalmente consciente de las ventajas de utilizarlas. Aprenderéis de ellas y estarás al tanto de que no siempre se utilizan para acometer directamente a los adversos. Al llevar esta daga, no os matará en batalla el enemigo, os considerará de alta cuna y os otorgará una segunda oportunidad de batalla… Llevadla siempre-le acabó diciendo aquella dama.

¡Un regalo! Había recibido un regalo de aquella joven enviada según ella por los dioses, mas para él sólo existía uno. La daga, en una funda tornasolada, parecía sin duda muy valiosa. "¿Qué había hecho él para recibir tal presente?" se preguntaba.

A un lobo nunca le están de más unos nuevos y afilados colmillos. Muchas gracias mi señora, así lo haré.-contestaba a la joven mientras se acercaba la daga al pecho.

La dama siguió repartiendo ofrendas mientras él observaba la daga. Pensó en retirar la cheira (navaja) que trajo consigo desde su tierra natal, pero no le parecía práctica para aquellas actividades con las que la usaba, no se imaginaba cortando el pan con una daga tan engalanada. "¿Y si me la roban?" continuó pensando. Era como miel para ladrones y carteristas. "¡En la bota!" acabó por decir para sí mismo.

Una vez acabó de dar los regalos, la fiesta continuó. Poco a poco la cosa se iba animando de nuevo, como olvidando a aquella ninfa. Y en cierto momento, Wolfango miró fuera de la plaza, sentía que faltaba alguien, la tribuno de la villa y tabernera en sus ratos libres. Recordó a los afortunados que habían recibido regalos y se dió cuenta de que entre ellos no estaba Cyrenne, quizá porque la ninfa sabía que no se encontraba. Raudo y veloz, sacó un par de escudos, y se los entregó al pequeño hijo de su vecino diciendole en voz baja:

Pregúntale a la joven enmascarada por el regalo de nuestra tribuno.-mientras le revolvía el pelo con una mano.

Observó el acto desde una distancia prudente, de reojo, escuchando lo que decían niño y enmascarada, hasta que la vió partir, con aquella figura, extrañamente...familiar.
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