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[RP] NO&DO - Un futuro en el Sur

Ysuran


Tiempo llevaban en Castilla, la mayoría de él recuperandose de la batalla fluvial que habían perdido y casi todo él sin saber muy bien cual era su destino, los Pellicer i Jordan no habían dudado en prestar su ayuda con los recursos que tenían, era parte de ellos esa vocación de servicio público a causas justas, pero todo eso no les indicaba que sería de ellos, no habían encontrado ese gran proyecto que les ayudara a luchar contra el tedio, algo que incluso había hecho algo de mella en la unión del matrimonio, dos que antes remaban en la misma dirección parecían ahora condenados a no entenderse, ni tan siquiera la diminuta posibilidad de erigirse en reyes de Castilla les había dado, quizás porque no habían hablado del tema, un motivo para involucrarse como otrora hicieran.

Era el momento de recuperar esa ilusión, esa actitud de unidad y fuerza que antiguamente sólo con ser mariscales eran capaces de sentir, es cierto que los años les habían alejado la ignorancia y la felicidad que ella arrastra, conocer a la gente, ser capaces de ver en sus oscuros corazones había hecho que poco a poco Ysuran y probablemente Ibelia, se mostrasen mucho más reticentes ante cualquier situación. Sería el Pellicer quien para sorpresa del propio matrimonio tomase la inciativa, pero no lo haría allí, cerca de Toledo, convenía alejarse para poder ver su vida y futuro con la perspectiva necesaria.

- Ibel...- Dijo rompiendo el silencio que reinaba en la estancia donde se alojaban en Osma y que pronto podrían abandonar según le indicaban físicos y galenos. - Me han comentado que en el sur del Reino, Sevilla es la ciudad más poblada de toda Castilla, que hay muchísimo comercio y actividad, incluso alojó la Corte durante décadas. - Con la atención de su mujer captada, tomó aire y concluyó. - Me gustaría conocerla, ¿Te apetece que vayamos? Lo mismo podemos vender parte de la lana y el vino que trajimos de Sagunt y que no se ha hundido en Duero. -

Su plan había comenzado, esperaba que el ambiente distendido de Sevilla, del que tan bien le habían hablado, y la posibilidad de ganar algunos escudos facilitasen aquella conversación que tanto habían evitado ¿Qué hacer?¿Cómo hacerlo?

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Ibelia.jordan



El duro entrenamiento al que sometía su cuerpo cada mañana conseguía calmar su agitado espíritu y no pensar en el futuro que se le antojaba tan extraño pero inevitablemente próximo.

La soledad compartida y los largos silencios era la tónica general de las tardes. algún acontecimiento les sacaba de aquella rutina en la que se veían envueltos no por propia voluntad. sino a raíz de las heridas que había sufrido en el hundimiento del Bebita I.
Mas las heridas del alma eran mas difíciles de sanar la rabia y el reproche hacia ella misma no le permitían el descanso deseado y la curación ansiada.

Aquella tarde tras la mesa de su escritorio emborronaba unas letras de condolencia incapaces de llegar a ser grafía en aquel cuaderno de notas que llevaba desde hacía un tiempo.
Ysuran visiblemente mejorado parecía ilusionado con sus nuevos compromisos ajenos a ella que se sentía fuera de lugar.
Aquella corte le resultaba de una complejidad excesiva a su entender y las pocas salidas sociales a las que acompañó a su esposo se había visto relegada a la mesa de los vinos, observando el ir y venir de los que allí concurrían con sus invisibles equipajes de intereses cruzados, conspiraciones eternas y amistades peligrosas.

-¡Sevilla! ¿en verano? Exclamó sin atender a ninguna otra palabra de su esposo que interrumpía su no hacer nada con alguna de sus ocurrencias.
-Sabes lo poco que me gusta que el sol queme mi piel; además me dijeron que allí el clima en esta época es de tanto calor que puedes cocinar un huevo sobre una piedra del suelo.

Al momento pensó que quizá no fuera tan mala idea, el viajar y alejarse de la corte, le pudiera servir para distanciarse de sus fantasmas.
Aunque no iba a claudicar tan rápido y rendirse al Pellicer sin presentar una mínima batalla.







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Ysuran


La respuesta le sorprendió, a su esposa se la habían cambiado en algún momento cuando él no estaba, la Jordan quejarse ante una oportunidad de viajar o simplemente de moverse, era cierto que ambos eran de tez muy clara y que el sol les dañaba bastante, pero no era algo que detuviese a Ibelia en otro tiempo, pero si ahora lo hacía el Pellicer debía tornar la negativa, sin Sevilla y su aire distendido conversar sobre el futuro se hacía más complicado de lo que debía. Paseó un poco frente a Ibe, la agilidad mental de otros tiempos se había debilitado y la negativa le había tomado por sorpresa, pero no podía quedar en silencio sino la mujer se sentiría fuerte en su posición e iría al traste toda la idea, así que mientras daba esos cortos paseos iba refunfuñando algo realmente inteligible, incluso para él mismo, cualquier cosa era buena para ganar tiempo.

...¡Ajá! Ibe siempre había sido muy cumplidora, una orden le bastaría para cejar en su negativa, pero no podía ser una orden de marido, la última vez que lo hizo durmió en el sofá y vendado... Meditaba Ysuran, sabiendo que el tiempo jugaba en su contra y que no decir nada solo dificultaba todo, menudo tenia que verse allí dando paseos y quejandose bajo la mirada de Ibelia, un niño de cinco años haría más que él. Finalmente la idea se le vino a la cabeza, fue fugaz y supondría mandar alguna carta amenazante con ordenes que no eran, pero podría hacerlo si nadie se enteraba. - El problema esposa...es que debemos ir, es una orden del Rey, quiere conocer de los asuntos de Sevilla, de donde han llegado misivas que hablan de revueltas de la comunidad espinozista, y como no quiere verse envuelto en problemas religiosos me ha pedido que vayamos a ver que hay de cierto en las cartas. - Dijo clavando sus ojos grises en los azules de la Jordan, acompañandola de un gesto con los hombros y el labio que parecía indicar "sólo cumplo con mi trabajo".

Ya estaba lanzado, habia tardado pero creía que eso sería suficiente para convencer a la Jordan, dos ingredientes que ella no solía rechazar, obedecer a un Rey y la posibilidad de una aventura, eso si, si aceptaba más le valía al Pellicer provocar las revueltas el mismo sino quería acabar apaleado y durmiendo en el Patio de las Doncellas en el alcázar hispalense.

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Ibelia.jordan



Con aquella contestación dada, el Pellicer parecía no haber quedado muy satisfecho pues rezongando y pateando la habitación más de lo acostumbrado era observado por la mujer por el rabillo del ojo.

Ibelia había vuelto a su pelea particular con aquella carta de condolencia en el idioma anglosajón dirigida a alguien que casi ni conocía de oídas. -Cosas de la diplomacia. Pensó resignada. -Con tanta tachadura ni yo me aclaro.

Pero era evidente que Ysuran no iba a dejar así las cosas pues no tardando mucho volvió a hablar a la no marquesa.
Y esta vez parecía serio pues se había plantado frente a ella y le había soltado de seguido un medio discurso mirándola a los ojos.

Ibel escucho con cierta claridad
- El problema esposa...es que debemos ir, es una orden del Rey,BLA BLA BLA BLA BLA vayamos a ver que hay de cierto en las cartas.

Ibelia no dudó de las palabras aparentemente sinceras del esposo y aquella mirada que le dedicó el caballero, fundió en un instante las pocas luces de su cerebro.
Dejó a un lado lo que tenia en las manos y se puso en pie, acercándose al hombre para atender a la conversación.

-¡Sofocar revueltas religiosas en verano! podían dejarlas para el tiempo más fresco, si es que lo gozan en aquellas tierras. ¡Que ocurrencias!


Tomando su mano continuó.
-Mas ... si es una orden que debes cumplir. . . y yo como tu esposa prometí estar a tu lado. . . allí me tendrás para lo que me necesites.
Soltó la mano del hombre y se desprendió de aquella mirada en la que no quería caer, para continuar mientras se servía una copa.
-Haremos como dices si hay que morir se muere; si hay que sufrir los rigores del clima de estas tierras se sufren.

Tomó un buen sorbo de la copa de vino como adelantando lo que en su cabeza imaginaba pudiera ser aquel viaje a Sevilla, le parecía que tendría que vivir en aquella fragua que recordaba de sus primeros días con Ysuran.

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Ysuran


Trató de ocultar su sonrisa lo mejor que pudo, había triunfado donde no pensaba que lo haría, ahora sólo tocaba mover cielo y tierra para que la versión que le había dado a la mujer fuese lo más verídica posible, sino la alegría le iba a durar lo justo y el verdadero objetivo del viaje se iría al traste. - No hará tanto calor, esposa seguro que son exageraciones, ya sabeis que en el sur tiene esa cierta tendencia a agrandar sus cosas por pequeñas que sean. - Dijo a Ibelia dandole un beso en la frente y dejandola volver a su emborronado pergamino en la lengua salvaje esa en la que él no conseguía hacerse entender.

- Si me disculpais, debo salir a preparar el viaje, será en un par de días como mucho. - Dijo a Ibelia antes de salir de la habitación, su dirección la posta para enviar un mensaje a Sevilla y prepararlo todo para que su versión tuviese cierta realidad con lo que iba a encontrar. El camino no fue muy largo, los correos salían desde bastante cerca de su alojamiento. Al llegar pidió pergamino y se sentó en uno de los escritorios libres para redactar la carta.

Cita:


Al cabildo de Sevilla y el alcaide del Real Alcázar,

Le escribo para indicarle que yo, Ysuran Pellicer, Chambelán del Reino de Castilla, en nombre de su Majestad, el Rey Athan I de Lancaster, iremos de visita a la ciudad en breve para tratar asuntos que al rey preocupan sobremanera, en especial la comunidad spinozista ya que quiere comprobar que todo culto es bien respetado en todas sus tierras, es por ello que nos gustaría poder conocer a sus lideres espirituales.

Indicarles también que confiamos en vuestras personalidades para un alojamiento digno para nuestra persona y nuestra compañía.

Ysuran Pellicer
Chambelán del Reino de Castilla
Heraldo Real de Castilla





- Que se mande con urgencia. - Indicó al mozo que recogió la carta dandole una bolsita de monedas, luego se marchó para volver junto a su esposa y preparar todo lo necesario para el viaje.

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Ibelia.jordan



La dama quedó sola en los aposentos dándole vueltas a la última conversación con el Pellicer que parecía más contento de lo que se esperaría con aquella misión que tan ingrata se le antojaba a la Jordan.

Mas no sería ella la que cuestionase las cosas de la corte y pusiera dudas en el las labores que se le encomendaban.
Como aquella carta que debía enviar lo antes posible pues el tiempo pasaba y las cosas no se hacían solas. Sin la presencia de su esposo parece que consiguió centrarse en el trabajo y por fin concluyó la tarea.

En los días posteriores se centrarían en los preparativos del viaje que Ibelia hacía de mala gana.
-No sé que ropa debería llevar, ya no hay tiempo para encargar ropas ligeras de telas vaporosas y lo que traje de Sagunto no es apropiado ya no tengo el rango que necesitan esos atuendos. Le decía a su esposo con cierto enojo. Más por ponerle pegas que por una causa justificada.




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Ysuran


Los preparativos para el viaje fueron más lentos de lo que el Pellicer esperaba, cualquier cosa era válida para una sorprendente queja de Ibelia, casi todas relacionadas con el peculiar clima sureño. - Ibe...No te preocupes por la ropa, allí seguro que tendrán preparado algo que ponernos para soportar la calidez de su sol, sino siempre podremos comprar algo, de momento lleva lo necesario y que veas más cómodo. - Repetía casi automáticamente cuando escuchaba algo del clima y la ropa, aunque de ser sincero en el fondo la situación divertía a Ysuran, nunca se había enfrentado a una Jordan poco colaborativa en el más estricto sentido de la palabra.

Con esfuerzo y pequeños tira-afloja del matrimonio llegó el día de partir, por fin irían a conocer Sevilla, un par de siglos los separaban de su conquista a manos de Fernando III pero por lo que había oído la ciudad seguía creciendo y maravillando al que la visitaba. La pareja optó, después de otro debate sin duda, hacer el viaje a caballo, con los descansos necesarios en el camino para evitar fatigas del camino, mientras el escaso equipaje que al final llevarían viajaría tras ellos para darles más libertad en cada lugar que se detuviesen y en el ritmo que llevasen.

Varios días duró el camino, tal y como se había quejado la Jordan, cuanto más al sur viajaban más se dejaba notar el calor, sobre todo al entrar en tierras extremeñas y pasar por Cáceres, ahí el sol se hizo realmente presente con una calor axfisiante..siempre tiene razón...pensaba Ysuran sin querer reconocer ante su esposa que realmente hacía calor como para freir un huevo en el suelo. Un par de días más tarde, tras el descanso en la ciudad extremeña y algo aclimatados al tiempo consiguieron llegar a la campiña sevillana, la ciudad fuertemente defendida se presentaba ante ellos, varias puertas repartidas por toda la muralla franqueaban el paso a una ciudad de cierto color blanco y que se veía bulliciosa desde lejos, a diferencia de las ciudades del norte. Apretaron el paso y llegaron hasta la puerta conocida como Puerta Osario, no era muy grande pero sus guardias daban muestra que era una de las más concurridas de la villa.

Pasados los controles de rigor, ahora tocaba buscar el Alcázar pero al menos ya podía decir - Bienvenida a Sevilla esposa.

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Ibelia.jordan


Ibelia al final tras mucho discutir con ella misma, ya que su esposo parecía tener los nervios de acero y la sangre de horchata y por mucho que le interpelara solo conseguía sacar una sonrisa condescendiente con la que intentaba quitarle a todo importancia, cosa que desesperaba a la Jordan que aun se mostraba más contraria a los deseos de su esposo. Cualquier cosa la exasperaba.

-¡No soy una niña caprichosa, ya lo sabes; pero este viaje no me parece buena idea. Le repetía cada cierto tiempo al rubio que parecía de plomo fundido.

Había decidido que llevaría la ropa de viaje que usaba en Valencia cuando montaba a caballo por sus tierras Saguntinas, con las que iba de caza o se perdía en los bosques; al menos era sufrida y cómoda, más propia de un muchacho que de una dama pues no solía usar la sobrefalda por no montar a lo amazona.
Lo menos femenino y más vagabundo que pudiera aparecer, lo culminaba con sombreros masculinos de ala ancha calados hasta las cejas con los que escondía su cabello y hasta su rostro con el fin de no dejar paso al sol e impedir que rozara su piel.
De esa guisa y con quejas en cada parada del camino que le impidieron disfrutar de los paisajes que travesaban. Hicieron las jornadas interminables y las noches desagradables a la pareja que por parte de Ibel tenía la intención clara de impedir que aquel viaje tuviese algo de placentero.
Con la ironía propia con la que trataba a Ysuran cuando el enfado superaba la mera discusión, le contestó.
-Gracias esposo, por la bienvenida. . . . aunque el camino no haya sido muy agradable, seguro que la ciudad tiene su encanto y posadas donde poder refrescarnos.
Necesito un buen vino o varios, un baño y otras ropas; así en ese orden.
No puedo presentarme así en ninguna parte y menos en la corte o me tomarán por tu escudero.


Ibelia se plantó ante su esposo desafiante con sus propuestas que consideraba innegociables.

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Ysuran


El Pellicer dio un largo vistazo a su esposa, casi casi había conseguido hacerle responder bruscamente, sin embargo pudo resistir un poco más contemplando su figura, seguramente se había vestido así con la idea de molestarlo pero estaba realmente atractiva. -Pensarían entonces que engaño a mi esposa con mi escudero. -Dijo encogiendo los hombros - Mas no os preocupeis, haremos un alto en el camino para resfrescarnos antes de llegar al Alcázar, con eso conoceremos el barrio Santa Cruz, donde habitan los spinozista, lo que no podreis es cambiar vuestras ropas ya que nuestro equipaje irá directo a nuestro alojamiento, tendreis que presentaros así o comprar algo. - Arreó un poco a su caballo y continuó la marcha tratando de buscar alguna taberna que no pareciese sacada de la cueva de un troll.

- Disculpe buen hombre, ¿Por qué camino se va a Alcázar?¿Hay posada reconocida cerca?.-Preguntó a un viandante cargado con un par de tinajas que parecía ir ofreciendo agua a los sevillanos por unas monedas. -Aro mi'arma, no te via indicá, tú tira to' recto luego gira pa' lla' y en la Giralda rodeas la catedral y aí ta' la puerta del León...y posá'... arsa y ve an ca' er Migué que tienen buen vino, aí tá', en la plajita eja. - Ysuran arrugó la frente reflejando así el pensamiento que le cruzaba la mente...¿Qué me ha dicho este hombre?... Sin embargo y ante la vista de que el otro seguía observandolo solo le quedó dar las gracias e ir rumbo al último lugar que le había indicado, ya vería de que se trataba.

Llegó a una pequeña plaza donde varias tascas parecían agolpadas unas junto a otras, todas tratando de llamar la atención sobre los posbles parroquianos, un rápido vistazo al lugar y un reojo a su esposa fueron suficiente para decidirse. - ¿Te parece bien aquí? - Dijo señalando la que tenían más cerca (si, casualmente era An ' ca' Miguel). Desmontó del caballo casi sin prestar atención a las palabras de la pelirroja, se acercó a ella y le tendió una mano para aydarle a desmontar. - Refresquemonos y luego busquemos el Alcázar, eso si conseguimos entender a alguien de por aquí claro...

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Ibelia.jordan


Aquella flemática manera de tomar sus quejas dejaba a la Jordan desarmada sin más argumentos que esgrimir ante su esposo; además ya estaban en las puertas y poco ya podía hacer más que procurar no sufrir mucho con la situación.

Relajó la presión y siguió a Ysuran por las bulliciosas calles de aquella que se le antojaba, pintoresca ciudad. A medida que se internaban entre los edificios y veía la variedad de sus pobladores no le parecía tan mala la idea de haber ido hasta allí.

El calor parecía más soportable de lo que se imaginara pues las calles estrechas impedían que el sol cayese de plano proporcionando las sombras donde guarecerse.
-He vivido un verano en Zaragoza, esto no puede ser mucho peor. Pensó para sus adentros mientras el rubio preguntaba a un aguador por una tasca cercana.

La curiosa forma de expresarse del hombre de los cántaros sorprendió a la dama que miraba con agrado los esfuerzos de su esposo por complacer sus peticiones. A pesar de la jerigonza utilizada en las explicaciones pareció que su esposo comprendiera las indicaciones, pues pronto se manejó por el lugar como si lo conociera de antes.

Por fin llegaron al lugar y el Pellicer ofreció su mano para ayudarla a desmontar. Sabía que no era necesario pero se la dio haciendo cierta presión como un mensaje de tregua en su pequeña guerra particular.

-Puede que no sea tan mala idea haber venido hasta aquí, parece un buen sitio para beber algo y refrescarnos. Y la ciudad parece muy bonita, llena de gentes diversas. además huele bien. Ya estamos aquí e intentaré colaborar en lo que me necesites. Dijo a su esposo mirándole a los ojos.
Entraron a la taberna y necesitó unos instantes para adecuar su visión, la luz exterior contrastaba con lo oscuridad del interior.

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Ysuran


Por fin la mujer parecía que abanadonaría su actitud de fastidio, había costado pero de momento tendría un rato de tranquilidad que si lo llevaba bien podría durar hasta que le hablase de sus dudas y miedos. Entraron a la taberna bastante oscura, cosa que se agradecía porque les alejaba del calor medio asfixiante de la calle, buscaron donde sentarse, bastante gente restrasó la labor pero finalmente encontraron una mesa improvisada sobre un barril de gran tonelaje. Unas copas de vino refrescaron el gaznate del Pellicer que se tomó dos casi de un trago que parecía que llevara sin beber desde que salió de Osma.

- Bien, cuando estes lista podremos ir al Alcázar, una reunión rápida con el cabildo y tendremos la tarde libre, aunque...¿Finalmente irás así vestida?. -Dijo mirando con cursiosidad a su esposa recordando una de las peticiones que había hecho y de la que parecía haberse olvidado en la tranquilidad bulliciosa del lugar. -Tendremos que buscar algún taller por aquí cerca que tenga algo de vuestro agrado. -Planteando una solución antes de que la falta de ropa para cumplir su petición volviese a rearmar a la pelirroja en su batalla personal rompiendo la tregua que tan solo un rato antes habían firmado.

- Señores mios. - Les interrumpió una voz desde la mesa de detrás, por su acento tampoco era de la ciudad como ellos, al girarse vieron a una mujer algo entrada en años, de pelo casi gris y un rostro cargado de arrugas que reflejaba la vida dura del trabajo en el campo, lejos de palacios y castillos. - No he podido evitar oiros, aquí al lado está la Luisa, ella hace algunos trajes para los cortesanos del Duque de Medina-Sidonia, quizás pueda ayudaros, si me acompañan yo les llevo. - Ysuran no podia creer su suerte, Sevilla le había resuelto ya dos problemas en pocas horas que llevaba en la ciudad, ya podría ser siempre todo tan fácil. - Por supuesto, le acompañamos. -Dijo con un entusiasmo inusual en el Pellicer que siempre había sido muy comedido y un poco desconfiado, dejaron sobre el barril-mesa unos cuantos de escudos para pagar las bebidas y siguieron a la mujer hasta la casita donde estaba la costurera.

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Ibelia.jordan



Habían entrado en aquella oscura taberna donde el fuerte olor a vino y arenques rancios contrastaba con el de azahar de la ciudad pero en contrapartida se estaba fresco en aquel lugar en el que pudieron beber un vino algo dulzón pero que refrescaba sus sedientas gargantas.

La dama escuchaba al Pellicer que se mostraba amable y prudente con ella, algo más relajada. No iba a negarse a un paseo por la ciudad que parecía tan interesante y cosmopolita.

-Me parece bien lo que propones. Pareciera que tienes muy planificada esta visita y no debo ser yo quien lleve la contraria al chambelán del Rey.

Le dijo sonriendo levemente. Tras otro vaso de vino añadió.
-Si no te importa, me gustaría además acercarme al puerto, parece que el comercio en estas tierras pudiera resultar provechoso y acorde a nuestros intereses. Hemos perdido muchos de nuestros bienes últimamente y quizá se hora de poner remedio a eso.

Ibelia levantó su mirada con cierta incredulidad cuando una mujer se les acercó dirigiéndose a ellos les indicaba un taller donde encontraría ropa adecuada para el clima y posición. Escuchó a la mujer y miró a su esposo que sonreía triunfante.

Se encogió de hombros y les siguió hacia donde fuera, siguiendo a aquella desconocida con la que salieron al exterior.
La luz brillante del medio día cegó de forma momentánea sus ojos. Ajustó el ala del sombrero pudiendo así recuperar la visión.

Ibel se dejaba llevar por el ánimo que mostraba su esposo. Y casi se le habían quitado las ganas de replicar todas su propuestas. Pero aquella ligera molestia la hizo saltar de nuevo.
-Te recuerdo que pedí un lugar donde lavarme y quitarme el polvo del camino, no pienso asearme en una fuente en medio de la vía delante de todos los sevillanos.
Le dijo exagerando el tono para que pareciera más altivo y airado.

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Ysuran


Un pequeño detalle había olvidado con la experanza de que Ibelia también lo olvidase, la mujer exigía asearse antes de ir al alcázar y eso no era tan sencillo como parecía, buscar un lugar idóneo para que la mujer pudiese desembarazarse del polvo y el sudor del camino en una ciudad bulliciosa como aquella no era tarea de un rato, el mejor lugar era el propio alcázar donde no entraría estando así, algo pensaría cuando tuviesen la nueva ropa. - Si esposa, en cuanto podamos buscaremos algún baño de esos que frecuentaban los averroistas antes de irse. - Dijo tratando de esquivar durante un tiempo el golpe que la mujer parecía dispuesta a darle ahora que había encontrado algo que no era tan plausible como pretendía Ysuran.

La costurera tardó un poco en recibirlos, mucho trabajo les había indicado un mozo, así que tuvieron que esperar que apareciese, ya solos porque la mujer que los había acompañado se marchó por quehaceres, esa soledad momentanea preocupó al Pellicer, se había hecho consciente que se había fiado sin pensar de una desconocida que bien podría pertenecer a una banda y que los hubiese llevado a una trampa. Sin embargo, el pensamiento lúgubre y desconfiado duró poco, una mujer cargada de hilachas en la ropa apareció tras una puerta del interior de la casa con una sonrisa y les dijo con ese acento que ya el Chambelán casi captaba: - ¡Güenó diá! La Doloré pa' lo que jaga falta. - Explicaron Ysuran e Ibelia lo que requerían, servicio al que se prestó la mujer rápido tras saber quienes eran contando ya con una buena bolsa y otros clientes de importancia más en su haber. - Ji, puedo jacerlo, pero Doña tendrá que lavarse, venga conmigo. - El Pellicer quedó estupefacto, sin decir nada Ibelia vería cumplir su petición, no sería un palacio aquél taller, pero tampoco tendría que asear en una fuente.

Al cabo de un rato, bastante largo por cierto, la pelirroja estaba nuevamente frente a él, perfecta sin duda y lo mejor sin ningún requerimento más, de momento. - Está perfecta excelencia. - Le dijo aplicando ese formalismo que reservaban para ciertos momentos como guiño de aprecio. Ahora si, estaban listos para visitar el Alcázar de Sevilla.

Recorriendo la ciudad en un tranquilo paseo a caballo, por el camino que la gente les iba señalando, aunque no fue dificil la Giralda se veía desde cualquier punto y justo al lado estaba el palacio donde ellos se dirigían. La puerta del León se presentó ante ellos con escasa custodia en contraste con las puertas de la ciudad, sin embargo un ujier estaba allí preparado para tomar sus caballos e indicarles que pasasen al patio de las doncellas donde los esperaban algunos de los integrantes del cabildo, el hecho de que tuviese que ir él a su encuentro no gustó a Ysuran, el que servía era quien se movía, le había dicho su padre en alguna ocasión. Cruzó la pareja, seguidos de un par de alabarderos y acompañados por otro mozo, el primer patio que se presentó ante ellos - El patio del León excelencias. -Dijo extendiendo sus manos para que divisasen el lugar que les rodeaba pero sin detenerse en su camino. Pasaron bajo un muro de origen almohade según les indicaba el zagal y llegaron a otro patio de mayor tamaño destinado a albergar las partidas de caza que había salían desde el Alcázar, era el patio de las monterías.

Finalmente atravesaron una pequeña parte del Palacio de Pedro I, para llegar al Patio de las doncellas. donde les esperaban los tres representantes del cabildo, era ahora el momento de demostrar que Ysuran no servía, sino que ordenaba, se paró en uno de los estremos del pequeño estanque rectangular y pidió al chico que indicase su presencia a los hombres que sin duda los veían desde el otro lado. - Tocará esperar -Dijo a su esposa sin quitar la vista de los hombres que parecían resistirse a la demanda, pero tras un rato sin que ninguno se moviese, como en procesión los tres hombres avanzaron hasta la pareja rodeando todo el patio. -Buenas tardes tengan señores, una gran ciudad la vuestra. -Saludó el Chambelán. - Ella es Ibelia Jordan, Vice-canciller del Reino. -Continuó diciendo, sin prestar atención a la cara de fastidio de aquellos hombres, acostumbrados a ser olvidados por la corona.



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Ibelia.jordan



De nada servía protestar o mostrarse disconforme, cuando al Pellicer se le antojaba algo y estaba claro para Ibelia que había alguna razón de peso que justificase el empeño del Chambelán en ir hasta aquel lugar perdido de la mano del Altísimo.

Aunque no tenía claro cual podía ser, la dama ya se había resignado a dejarse llevar de lado a lado y no sufrir demasiado; aunque le resultaba difícil, ya fuera por el clima o por su lenguaje extraño no terminaba de sentirse cómoda desde que habían llegado; primero ante aquella mujer que la mandó a un baño nada más verla llegar.
Al poco estaba vestida, no había mucho donde elegir, mejor dicho nada; la costurera solo tenía un vestido terminado y seguramente debería justificarse con una clienta bastante menos robusta que Ibelia que se colocó el vestido con cierta dificultad, necesitando algo de ayuda artificiosa que la mujer de las agujas en la boca, pronto acomodó estrujando más de lo deseado, sobre el cuerpo de la Castellana.
La cual andaba lejos de sentirse cómoda, `pues ella no era de usar aquellas fajas y corsé que le impedían respirar, hablar, correr, montar a caballo llevar su espada, todo lo que hacía ella de forma cotidiana.

La tortura fue mayor cuando en lugar de ir a pie a Ysuran se le ocurrió recorrer la ciudad a caballo; por muy bellos que fueran los edificios y las plazas, los jardines y las calles, la pelirroja solo pensaba en apearse y volver a respirar. Pensó que perdería el conocimiento si aquel recorrido duraba un minuto más.
Ibelia se sintió envuelta en los acontecimientos de forma trepidante. Y sin darse cuenta se encontraban en el Alcázar. Eso si, iba bien vestida y se notaba el agradable olor a Azahar que lo impregnaba todo.
Por un momento en aquel precioso patio se sintió a gusto a pesar de todo.


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Ysuran


Los saludos protocolarios se sucedieron, todos parecian encantados de tenerse unos frente a otros, fuese o no cierto, para los sevillanos Ysuran e Ibelia eran enviados encargados de cotillear lo que sucedía en la ciudad, cosa que era sólo una excusa. - Por favor acompañadnos a la sala principal del Palacio que otrora usara nuestro querido Pedro I el Justo, es aquí también donde se le han preparado sus estancias, si desean descansar la reunión puede tener lugar después. Decía uno de los hombres que los habían recibido mientras los acompañaba a la sala de los embajadores que se veía tras la puerta por la que habían aparecido. Ysuran miró a su esposa prefería terminar aquel teatrillo rápido para estar con ella y tener la conversación que siempre habían postergado, así que le dedicó una sonrisa y en un susurro le expresó su idea de terminar pronto.

Una gran mesa circular esperaba colocada bajo la cúpula de similar forma, justo en el centro de la estancia decorada con yeserías geométricas propias del periodo averroista que vivió la ciudad. Tomó asiento el matrimonio y junto a ellos rodeandolos los tres caballeros que les habían recibido y el resto de las dignidades sevillanas, entre ellos el representante spinozista de la ciudad. Este último, sintiendo que todo aquél jaleo era por su comunidad tomó la palabra - Mis buenos señores, es un placer tenerles en Sevilla, sobre todo en tan loable labor como es la de ver que todos los súbditos del rey están bien tratados, cosa que en Sevilla sucede sin tacha. - Tras él unos y otros iban sucediendose en el tiempo con sus discursos aduladores cosa que al Pellicer aburría en extremo. Pasado un tiempo y habiendo escuchado a todos tomó un sorbo de vino de la copa que habían preparado frente a él y se dirigió a su esposa sin apenas bajar la voz como si estuviesen solos. - ¿Qué te parece?¿Son sinceros o solo quieren que no molestemos mucho? Meditalo bien, si determinais que todo está bien, así será y terminaremos la reunión. -

Mientras esperaba la respuesta de Ibelia, que sin duda sería más acertada que la suya, divisó a los presentes con la copa en la mano alternando la vista entre ellos y el decorado de la sala, sus caras demostraban cierta sorpresa, no esperaban haber errado en sus adulaciones dirigiendose hacia el hombre cuando tenían que dedicarse a la pelirroja.



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