Enriique
A la Quinta Deo Gloria, en Tarragona, había llegado una misiva sellada con el lacre real de la Casa Real del Reino de Valencia, de Aragón y del Principiado de Cataluña, al ser abierto la casa se conmocionó, el Joven Legrat había sido invitado a la coronación de Rose I como Reina, con gran alboroto y alegría se alistaron las ropas y el caruaje de la Familia. El Joven Legrat Villanueva se alistaba temprano para no llegar tarde a la recepción que se daría en el Palacio del Primado, sitio donde se congregarían los invitados a tan importante ceremonia. El Joven Legrat se daba prisa porque sabía que el carruaje le esperaba en la entrada principal de la Quinta y en él estaba el criado de la Familia, Juan de los Santos, que asistía vestido de hermoso y reluciente blanco, con guantes y chaleco. A la salida de la Quinta el Joven Enrique Legrat Villanueva lucía una hermosa de lino blanca, con chaleco negro y un corbatín blanco; lucía también un pantalón negro del cual colgaba sus guantes de lino, colgando a su espalda iba una capa de color roja con adornos en dorado con botoncillos del mismo color dorado.
En el camino iba meditando su llegada al Palacio del Primado, pensaba en que había sido un gesto amabilísimo de parte de la Reina invitarle a la ceremonia de su coronación, el Legrat asistía en nombre de su familia que prestaría su vasallaje a la Familia Real y que estaría presta a ayudarle de las maneras que estuvieran a la mano. El criado sencillamente descansaba, pues serían momentos de larga espera, de mucho silencio, de mucho observar y de poco conversar, ya que no conocía nadie así con la que entablar conversación alguna.
Al llegar al Palacio del Primado el Legrat se quedó impresionado con la majestuosidad del lugar, sencillamente se bajó con total cautelay esperando ver cara conocida alguna, el guardia le preguntó quién arriba al lugar, a lo cual el Legrat dijo:
Arriba al Palacio del Primado Don Enrique Legrat Villanueva, de Tarragona, en representación de la Familia Legrat Villanueva, de Aragón y Cataluña. Me acompaña el Joven Juan de los Santos, Secretario personal
Acto seguido entrarían al Palacio del Primado, donde serían recibidos por una cantidad de invitados asombrante, en silencio entraron y tomaron un lugar cerca de las puertas que conducirian a la Catedral.
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on el traje de los domingos bien lavado y convenientemente ungido en perfumen y las arrugas estiradas porque no quedaran a la vista, ensilló a Balío y puso galope al Palacio del Primado. Desde lejos se apreciaban ya las entradas florales que conducían a las puertas desde cada uno de los caminos y cómo relucían ante la luz del sol las armaduras de los soldados que las guardaban. Era aquella, sin duda, la ceremonia más noble a la que había tenido ocasión de asistir, la coronación de un Rey, de quien sería, a la postre la cabeza visible de todos los valencianos.



n la calle, con gran boato paró el carro de su señora progenitora, rubia teñida que aguardó a que se abriesen las puertas. No pudo sino acercarse al carro, como deber sagrado de todo buen aristotélico, por ayudar a su madre.


