La,  hasta  el  momento,  Baronesa  de Sagunt,  llegó temprano  al Palau tras cabalgar casi toda la noche  al  lado  de  su  guardia  personal  y protegida por  su capa, de los rigores nocturnos de aquel diciembre valenciano. 
 Dejó  a  sus  guardias  con  los  caballos  y  ella  hizo  ingreso  en el Palacio,  recorriendo  los lujosos pasillos  hasta  llegar  a las puertas del  salón  del Trono.  No  era  su  primera  vez ,  pero  se  sintió  emocionada  por  conocer  lo  que  allí  se podría  encontrar.  
Se acomodó un poco el pelo y las ropas militares antes de hacer ingreso en la sala  Dón de ya  estaban  reunidos  los mas  Grandes  de Valencia.  (Además  de  Gulf  e  Hijar)
Eran, los presentes, viejos conocidos en la Corte. Después de ser anunciada por el Secretario saludó a unos y otros con  cortesía.
Ibelia  había tomado  posición  hierática en  la  sala,  metida  en  sus  pensamientos  después  de los  saludos  cordiales,   sintió  que  algo  muy  importante le  faltaba,  a  su  lado  no  estaba su esposo, lo  echó  de menos  profundamente,  pero  el  camino  elegido por  él  en ese  momento no  estaba  a su lado,   la  baronesa  se  sobrepuso  como  siempre ya  que  no era  una  mujer  dada    las  estridencias.
 Metida  en  sus pensamientos,  pronto  se  sintió  desplazada e  incluso  invisible;   mientras  unos  y  otros  hacían  su  ingreso,  tomó pequeños  sorbos de la  copa de vino  que le ofrecieron  a la  llegada, podía  ver como todos  hablaban  y  comentaban sobre   el  asunto  sobre  el  que,  su  majestad,  les  había  convocado. 
La  Dama  estaba  preocupada, hacía  días  que  los  rumores  y  comentarios  a  los  que  había  hecho  oídos  sordos, sobre  el estado  de  salud  de la  Reina, le  habían llegado,  como sumergiéndola en  un estado  de  desamparo. 
 -¿Qué sería  de ellos  si Rose  les  dejaba?  ¿Todo  se  desmoronaría  como  un castillo de naipes?  Sentía  que su  corazón  iba  mas  allá  de la lealtad  hacia  el  reino, cuando  sus  esfuerzos y sus  mayores  o menores  logros  habían  estado  siempre  al  servicio  de  aquella  mujer  que  hacía  ingreso  poderosa, por  encima  de  todo,  en la  sala  dejando  a  todos  callados  y  expectantes.  
 La  reina comenzó  su  discurso.
- Os llaman a algunos los grandes de Valencia.
 Cada uno de vosotros sabréis si ese apelativo que os dan, os lo merecéis. Por mi parte, reconozco la labor de cada uno de vosotros de manera incansable, cada uno en áreas distintas; Ibelia Jordan e Hijar de Peñalver en al área militar del Reino, Gulf de Ostemberg en el área administrativa del reino, tanto como de la capital y sus funciones en la capilla heraldica de san Gabriel, Nicolás Borgia en el área de la diplomacia y doña Mafis en el área económica. 
El resto de vosotros en diferentes temas y situaciones del reino donde se os ha necesitado.
 Mantened el corazón tranquilo y la mente fría, que cuanto habéis obrado está a la vista y nada de cuanto recibáis por ello es equívoco. 
Se la  veía  cansada,   aunque  su porte  majestuoso  no  había  sufrido  ni  un ápice,   a  pesar  de los  contratiempos  que la  vida  le  había  reservado.
En su discurso, la Reina,  reconocía  los  méritos  de  todos  y  cada uno  de los presentes.  y  el  reconocimiento  iba  a ser  premiado.
  Llamó  a Hijar a  su  presencia  y  el  gigante de  Ares del  Maestre   se inclinó  ante  su  majestad,  recibiendo  su título  de Conde.
La  siguiente  era  ella,  escuchó  su nombre de los  labios  de  la  monarca, miró  alrededor  echando  de  menos la  mirada  de  su  esposo Ysuran,  ella jamás hubiese  llegado  allí  sin  su amor y apoyo,  su incondicional  lealtad.  A pesar del  tiempo y de las  circunstancias.  Cualquier  honor que le  concediesen  era compartido. 
 Eso  sentía  en  ese  momento  la dama  que  una  vez  más,  se inclinó  ante  la  reina,  en señal  de vasallaje,  puso  su  rodilla  en  tierra y  levantó la  mirada    para  recibir  lo que  la  reina  hubiese  de  darle  ya fuese premio  o  castigo,   lo  acataría con la  misma  devoción.
-Majestad,  disponed.  Siempre  a  vuestro  servicio. Ibelia  emocionada  escuchó  a  la  Reina   que tomó el pergamino de la mano de su secretario y la  miró sonriente 
-Que sea conocido por todos que yo, Rose de Pern i Berasategui, Reina de Valencia por la gracia del Altísimo y su pueblo, entrego a vos, Doña Ibelia Jordan de Pellicer , el título de Marquesa sobre su feudo de Sagunt, concediéndole con ello la administración de tierras y villas Le  hizo entrega   del Documento  con la  ceremonia  requerida.
 Haced click  para  agrandar  imagen
 Haced click  para  agrandar  imagenSe  puso de pie;   la  reina  volvió  a  sonreirle  y le  dijo.  
-Que condene el altísimo a quién ose dudar de que merecéis esto.   La abrazó y luego besó en ambas mejillas.
Ibelia iba  pensando mientras la ceremonia  transcurría.
-¡El marquesado de Sagunt!      Engrandecía  su  Feudo, La Casa Pellicer   i Jordan,  la  herencia  de  sus  hijos, su  hogar.    Era un gran  honor, para la dama recibir aquel reconocimiento y así lo expresaban sus ojos. 
Recibió el abrazo de la monarca y con sendos besos en cada mejilla afirmó con rotundidad su plena aceptación que aquella responsabilidad conllevaba. 
-Juro que defenderé estas tierras llevando la prosperidad y justicia a todos los rincones de sus villas y poblaciones. ¡Por Valencia y por mi reina! Con estas  palabras  y  tras  una larga  ceremonia  en la  que  muchos  otros tuvieron el honor  de  ser  ennoblecidos,  la  nueva  Marquesa se  encontró en  sus  aposentos   muy sola,   sin nadie   con  quien  celebrar  su  alegría.