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Preparativos Boda. Mañana del 25 de Enero.

Brynhildr


- ...Queda la novia a merced de las Rubiá con todo lo que ello conlleva.

- Ea, amén - sentenció la rubia mientras tiraba del lienzo que cubría el cuerpo de la Bathory dejándola cual Venus saliendo del mar. Borla en mano, miraba a su alrededor buscando alguna polvera o algo susceptible de ser entafarrado en el cuerpo de la morena. La cantidad de frascos, potingues y cosas que tenía la dama la hacía sentirse como una desarrapada.

Tras encontrar los polvos de nácar, le pasó un peine a Crimea junto con la cosa esa pringosa que Lulu se echaba al pelo y olía que daban ganas de rechupetearlo, mientras le echaba a la rubia una mirada de "¿crees que si nos echamos esto en las greñas seremos capaces de meter un peine ahí dentro sin perderlo irremediablemente?"

Sacudía con brío la borla sobre la delicada piel de la novia, blanca y hermosa como el alabastro, cuando un olor familiar la hizo arrugar la nariz ¿Manola? pensó mientras olisqueaba el aire ¡Por Aristóteles, creo que estoy empezando a obsesionarme!

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Afonso_castro
La puerta estaba cuasi cerrada, al erudito le extrañó un poco pero no le dio importancia. Mientras abría la puerta se presentó a los guardias que normalmente están detrás de las puertas.

Mi nombre es Afonso Cas..... quedándose sin palabras al traspasar el umbral. Allí, delante suyo, había tres mujeres, dos de ellas vestidas sobando a una tercera desnuda completamente, el sueño de toda la vida del erudito. La nariz empezó a chorrearle a borbotones de sangre mientras la tercera pata empezaba a saludar por debajo de sus pantalones. Quisó remediar tal situación con unas palabras, pero su conciencia iba perdiéndose rápidamente, por lo que solo pudo decir unas letras antes de caer desmayado al suelo. P....e....r.....d....ó....n....e....nnnnn y al final de ese "n" se escuchó un tremendo ruido de un peso caído al suelo sin resistencia alguna.
Urania


La de Winter se había levantado esa mañana bien temprano, para poder atender toda la correspondencia que tenía atrasada. Tras la fiesta de ayer, sus invitados, cansados, aún dormían. Se sentó en el escritorio del dormitorio, con cautela, para no despertar a los que aún dormían con los ruidos. Ya desayunaría más tarde: después del atracón del Thorrablot, tampoco es que tuviera hambre. Una a una, fue abriendo cartas. Una petición de audiencia, una carta de presentación, una factura de Vladie. Las fue ordenando según el sello que debería utilizar para contestarlas.

Al final, cubierta por todas las demás, una invitación de boda (otra más, ¿pero qué pasaba últimamente?). Era de la dama Lulu Bathory, ¿no era ella la amiga de Khanigalbat?. Nunca la había visto, pero sabía de ella a través del Heraldo. Qué amable en invitarla. Lamentablemente, no podría viajar a Valencia: esta vez estaba encerrada en Castilla, ¡por ley!. A eso habían recurrido para que no se escapara, qué gente esta.

Citation:
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Estimada Dama Lulú Bathory, Heraldo Mayor de Valencia,

con alegría he recibido el anuncio de su próximo enlace con el caballero Javikeko Murino. Lamento no poder asistir a la ceremonia, mas otros asuntos me retienen en Castilla. Reciba con esta misiva mis mejores deseos para con los dos: ojalá los dioses les miren hoy con benevolencia, y la bendición de Aengus les acompañe el resto de sus vidas.

Espero que nuestros caminos se crucen algún día, sepan que en Valladolid y en Santillana tienen su casa, si sus creencias les permiten adentrarse en territorio pagano.

Sea la diosa con ustedes en este día de felicidad para ambos.

Urania de Winter
Marquesa de Santillana


Oyó un gruñido que provenía de entre las sábanas. Tanta precaución, y al final le había despertado. La de Winter dejó la carta con las que deberían ser despachadas ese día, y volvió a la cama. Aún era pronto.

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Javikeko


Tomo los calzones, mientras escuchaba a Leonor, una vez tapado el Duende y a buen recaudo, empezó a despertar, Keko lo noto y parece que el también se animo, pensaba en ese momento – ¡Pero por que voy a sentir vergüenza de Ginebra, si para mi es como mi hermana mayor, en teoría ella me ha visto crecer y enamorarme de la dama con la que hoy por fin me caso! – en ese momento su cara se lleno de felicidad, después de ponérselos tomo las medias.

Leonor le metía mas prisas, – Venga va Señor, que ahora le veo perdido, tenga los pantalones – y era verdad, por que empezó a pensar en Lulu Bathory, aquel día en el bosque con ese vestido verde, le agarro los pantalones y se los puso, - Esto va tomando forma, se le empieza a ver más guapo, Lulu quedara prendada al verte, tenga la camisa – le dijo Leonor con una sonrisa.

Al ver a su criada con esa sonrisa y escucharla decir eso el la respondió – Para mi que más prendado quedare yo, cuando la vea entrar por la puerta de la Capilla – sus ojos se empezaron a iluminar, se estaba dando cuenta que el día que era, seria el mas importante de toda su vida.

Después de colocarse la camisa le dijo a Leonor: - Diga a Ginebra que suba, quiero que termine de vestirme ella, quiero que sea la persona que desde ahora me acompañe, hasta el momento que me deje a solas con Lulu – la criada con una sonrisa fue a buscar a la Rubia, para así ella seguir arreglando el baño que había puesto perdido el Señor con el agua….
Lulu_bathory


Las Rubiá se estaban empleando a fondo para dejarla cual delicada figura decorativa de porcelana. Los nervios de la Bathory iban calmándose a medida que veía que no la hacían daño, ni la magullaban tal y como había augurado mentalmente, con el alma en vilo. El tratamiento de belleza estaba resultando el bálsamo de serenidad que necesitaba para no acabar estropeando todo con su excesiva euforia y hasta se permitió el lujo de cerrar los ojos y respirar profundamente, mientras aquellos dos pares de manos masajeaban su piel con los unguentos y potingues varios que decoraban la estancia privada de la novia.

Hasta que una frase inconclusa, entonada por una voz con claros signos de vejez precoz, del género "Machus Malolientis", atravesó la habitación, llegando a su delicado sentido auditivo. Lulu quedó con los ojos desorbitados, mirando al intruso, que no sólo se atrevía a no dejar de mirar sus encantos naturales sino que encima, había dado la orden de ponerse firme al solitario soldadito de su entrepierna.

Acompañando al grito que dejó escapar al verlo, iba un frasco de una de las tantas esencias aromáticas que atesoraba la Bathory. Dió de lleno en la cabeza del que pudo identificar como el Rector de la Universidad del reino de Valencia, nada más y nada menos, que el mismísimo Afonso Castro. Luego, no supo si por el golpe o la emoción de ver tantos encantos y curvas tan gratuitamente; el hombre cayó al suelo deletreando una especie de disculpa y con la nariz sangrando; y allí quedó, desmayado.


- ¡El rector me ha visto tal y como vine al mundo! - No salía de su asombro. - Bueno algo más crecidita pero... ¿Dónde está María? ¿Cómo le ha dejado pasar? - Preguntaba a las hermanas sin pretención de que le respondieran. - En fín, mirémoslo por el lado bueno, ahora cuando intente sancionarme en la universidad, le recordaré que estropeó mi ánimo el día de mi boda. - Soltó una carcajada nerviosa, la situación había logrado ponerla histérica de nuevo.
Brynhildr


- Mi nombre es Afonso Cas... - La voz no dejaba lugar a la duda y explicaba el olor vacuno. La rubia puso los ojos en blanco mientras suspiraba, últimamente no había forma de separar al rector de la examante de su esposo. Una sonrisa lasciva afloró a los labios de la pequeña señora de Bournes... iba a tener que emplearse a fondo para consolar a su pobrecito marido.

En esos pensamientos andaba entretenida, en lugar de dedicarse a cubrir los encantos de la Bathory, como si el ilustre rector fuese una Rubiá más, cuando el ruido sordo de un cuerpo que tomaba suelo tras desplomarse la sacó de su ensimismamiento.

Lentamente se acercó al yacente anciano y con suavidad dio con la punta de sus botas en sus costillas, buscando algún tipo de reacción - Oid, que no se mueve... y me da que nos lo hemos cargado, porque está empezando a notársele el rigor mortis entre las piernas - se agachó junto al cuerpo del erudito, dividida entre la preocupación y la curiosidad científica - ahhh ¡respira! ¡¡respira!! - exclamó aliviada al notar un débil movimiento en el pecho del hombre. Tomó uno de los tampones sanitarios de algodón de Lú y se lo encalomó nariz arriba para detener la hemorragia, mientras colocaba la cabeza del rector en su regazo murmurando algo acerca de comerle el alma si se le ocurría llenarle el vestido de sangre.

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--Maria_de_lourdes




Habían llamado a la puerta, era un mensajero con carta para Lulu. Al girarse para subir las escaleras se detuvó asustada. En el piso superior, justamente en la habitación de la novia, una dama había gritado y luego escuchó un golpe como de algo pesado que caía al suelo.

- ¡Ya me desgraciaron a la Bathory las energúmenas estas! - Corrió escaleras arriba. - ¡A ver! ¿Qué habéis hec...? - De una pieza quedó mirando la escena que se desplegaba ante sus ojos.

Por un lado, aquel hombre inconsciente en el suelo y por el otro las tres damas alborotadas, una de ellas, la protagonista del día, con todos sus encantos expuestos. La mirada de las Rubiá cuando entró en la estancia eran amenazadoras y no era para menos. ¿Cómo había logrado colarse aquel caballero sin que ella lo supiera?

- Mi dama, no le ví entrar os lo juro... había llegado un mensajero con esto. - Le entregó la carta a la novia más nerviosa que había visto en su vida. - Imagino que se colaría en ese momento por la puerta trasera. - Explicaba con rostro colorado. No había nada peor que sentirse en evidencia delante de las damas a quienes había mirado con cara de reproche hacía unos instantes. - ¿Qué hacemos con él?
Crimea


Tras el susto inicial de ver a aquel ser mirándolas con los ojos desencajados, la rubia pasó a morderse el labio inferior para no comenzar a carcajearse cuando lo vio caer al suelo como un pelele.

Los gritos de la Bathory la hicieron moverse rápidamente hasta la cama, donde descansaba la ropa interior de la novia, al tiempo que su hermana trataba de dilucidar si el anciano aún respiraba. Tiró la camisa encima de la novia, apurándose a encontrar el agujero por donde debía entrar la cabeza, y dando tirones de un lado y otro, sin saber bien si de lo que tiraba era tela, algún brazo, o la morena melena de Lulú.

- Poraristótelesbendito… - Decía apurándose, y lanzando de vez en cuando algún potingue de los que tenía mano al cuerpo del anciano, por la cosa de que no despertara de nuevo.

- … y me da que nos lo hemos cargado, porque está empezando a notársele el rigor mortis entre las piernas – La rubia se volvió a mirar al Rector, persignándose después y farfullando algo sobre la criatura sin nombre y unos cuantos demonios por orden alfabético. Sin poder casi aguantar la risa, dio un empujón a una anonadada Bathory hasta la cama, metiendo los calzones por sus piernas, pensando que nunca vio a una novia vestirse tan aprisa.

- Guapísima… - Le sonrió – Y sobre todo, tapadita, que parece que hoy tengamos jornada de puertas abiertas en esta alcoba… - Se volvió hasta donde su hermana se afanaba en cortar al hemorragia de la nariz del señor.

- Así que el Rector... - Dijo agachándose y olisqueando al tiempo, sin poder evitar un gesto de aversión - Huele igual que el castillo cuando fuimos a vivir allí... - Con dos dedos, así como con asquito, cogió la mano del erudito y con exagerados movimientos concluyó - Encantada de conoceros...

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Ginebra


Balanceándose estaba la rubia en el enorme sofá cuando Leonor, aún mirándola como si fuera una lagartona de tres al cuarto, la instó a subir a la alcoba del novio. Cuando pasó por su lado apunto estuvo de tropezar con un pié aparecido misteriosamente en su camino. Miró fijamente a Leonor, ambas se midieron en una suerte de duelo invisible. -"Esta vez... llame antes de entrar."- Murmuró la sirvienta.

Sin perder un segundo, pues el aburrimiento amenazaba con dejarla dormida en la quietud de la estancia, Ginebra acudió a la llamada de su joven amigo. No podía quitarse de la cabeza la imagen del susodicho en paños menores (más bien sin paños), pero era una mujer adulta, de mundo, curtida en la vida y que no se amedrentaba ante tales visiones.

Tapándose los ojos con una mano entró en la alcoba de Javikeko. -Keeeeeekooo, Ginebrita accediento al interior del recinto. Por favor, ¡abróchese los pantalones!- Dejó escapar una risita infantil algo estúpida. Estaba nerviosa, un poco, casi nada... abominablemente.

Cuando destapó, no sin temor, sus ojos, se quedó boquiabierta por la enorme... elegancia que envolvía a Keko. Estaba guapo a rabiar. Si bien nunca había pasado desapercibido entre las féminas, como bien sabía la rubia, en esta ocasión estaba arrebatador. Olvidándose de las finas y delicadas galas que lucía su amigo, no pudo evitar correr hacia él para achucharlo al modo Rubiá. Una vez besubabeado, le limpió, le recompuso el traje y mirándolo como rubia que mira un ábaco le preguntó:
-"Bueno... ¿y qué más te falta por ponerte?? ¡Vas a parecer una cebolla con tanta capa de tela!

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Todo por la Famigglia
Brynhildr


A ritmo vertiginoso vestía Crimea a la Bathory, podía intuirse la melodía que las acompañaba en su movimiento. La pequeña de las Rubiá seguía paseando la borla con gesto distraído por la cara del rector, mientras esquivaba los objetos contundentes que su adorada dorada lanzaba. Ya casi se le había olvidado que tenían un señor inconsciente entre manos, de tan hipnotizada que estaba por el ritmo frenético de su nas, que la soprendía con su capacidad para hacer varias cosas a la vez.

La elegancia de su nas estrechando, o más bien rozando, los dedillos del hombre la trajo de nuevo a la realidad. Con absoluta delicadeza deslizó la cabeza del viejo hacia el suelo y tomando la jofaina de agua helada que descansaba en la mesa, la vació de golpe sobre su cabeza, aunque con ello estropeara ese maquillaje tan distinguido que le había aplicado casi sin darse cuenta.

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Afonso_castro
El anciano comenzó a abrir los ojos con la fría agua en su rostro. Al terminar de abrir los ojos, vio en la habitación a otra dama. Extrañado, confuso, desubicado, dolorido y conmocionado volvió a mirar entorno a él hasta llegar nuevamente a la Bathory. Esta vez por desgracia para él estaba ya medio vestida y con una cara peor que la suya propia.

Donde estoy? es el cielo? o acaso estoy soñando? no, soñando no puede ser, los objetos no duelen tanto en un sueño, pensó. Volvió nuevamente a mirar para descifrar sus preguntas. En el cielo parece que tampoco, ahora las damas andan vestidas. Volvió a mirar de nuevo y siguió sin entender nada...

Señora Bathory, dijo con una mano en la cabeza mientras se incorporaba como podía. Si me hubiera avisado de que esta boda sería nudista me hubiera vestido para tal ocasión. Sin embargo nada me dijo. Es mas... se quedó de nuevo penativo. Que hace usted desnuda en la sala de los invitados?
Javikeko


-Keeeeeekooo, Ginebrita accediento al interior del recinto. Por favor, ¡abróchese los pantalones!- al ver a su querida amiga de esa guisa no pudo contener soltar una risilla, después la vio llegar como caballo desbocado y abriendo sus brazos la achucho también contra el.

Después de basubabeado y arreglarlo le dijo: -"Bueno... ¿y qué más te falta por ponerte?? ¡Vas a parecer una cebolla con tanta capa de tela!

De nuevo soltó una carcajada...
- Si una cebolla de oro y plata, jajá –
Después de la risa, se coloco la chaquetilla, abrocho los botones y dijo a su madrina
– Bueno, ayúdame a ponerme el fajin y después la capa- con un guiño de ojo prosiguió:
- Y solo faltaría, a ver si puede, hacerme un peinado para la ocasión - jijijiji

Después la miro y la dijo: - Quería también agradecerte, todo lo que estas haciendo por mí, te debo mucho desde aquel día que jovenzuelo, me empezaste a enseñar la vida y eres para mí, como esa hermana mayor que nunca he tenido- después con cara de felicidad, Javikeko se quedo quietecito para que Ginebra terminase de vestirle por completo.
--Tristan





Después de dejar la capilla en condiciones, Tristán llego a la calle del Alcornoque Nº 19 para recoger al Señor y a su Madrina para que no llegasen tarde a la ceremonia.

Bajo del carruaje, corriendo de un salto, casi se cae por las prisas – Jod… casi me mato – pensaba mientras entraba en la casa a toda velocidad.

Leonor le vio todo sofocado y se reía, mientras el la miraba y llegando al escalón - ¡PLOFFF!- Tropezó, su mujer se reía mucho mas, el la miraba ya mas serio: - No te rías, que no estoy para bromas – se levanto corriendo, subio las escaleras, llamo a la puerta y entro:

-Mi Señor, ya estoy aquí, espero no llegar tarde –
miro y vio que le quedaba poco – Uffffff – suspiro en ese instante.

- Bueno, espero abajo en el carruaje mientras terminan- cerro la puerta y bajo. Esta vez sin prisas, al ver a su esposa, se acerco y la susurro: - ¡Que, te pareció gracioso, pues veras cuando vuelva esta noche! – ahora se iba al carruaje el con una sonrisa picara. Leonor quedo perpleja pensando que la reparaba la noche.
Ginebra


Al escuchar las palabras de su amigo, la rubia se quedó al borde de las lágrimas. Cierto era que le tenía un inmenso cariño a ese morenazo desde que lo conociera, algo perdido pero siempre con una gran vitalidad. Un empuje, un temple y una tenacidad que bien le había servido en su vida para llegar al momento en el que estaba.

Parpadeó varias veces para evitar unas lagrimillas y se resistió a la tentación de vabusearlo de nuevo, ya que con tanta humedad, corría el riesgo de que su maquillaje quedara impreso en la impoluta camisa de Keko, haciendo creer a la gente que se trataba de la Sábana Santa y por ahí sí que no. No, no, no. Que un novio vaya vestido a su boda con una sábana era demasiado humillante.

-Ays Keko- consiguió balbucear la emocionada rubia. -Ya sabes que para mí eres esa ovejilla descarriada con quien compartía recetas de cocina de ultramar. Eres como mi hermanito, una persona a la que siempre he querido proteger de todo lo que me era posible. Soy inmensamente feliz por que me hayas elegido para estar hoy aquí, ayudándote antes de la más sagrada de las uniones.- Le tomó la mano y le sonrió con ternura. -Porque te quiero, te advierto, como me llames "hermana mayor" delante de alguien más ¡te ahorcaré con este fajín! ¡Me haces sentir como una vuejuna!

Inexplicablemente, Keko comenzó a reírse. Parecía no tomar en serio la amenaza de la Rubiá. A fin de cuentas, ella tampoco lo hacía. Cogió el fajín y lo ajustó alrededor de la cintura de Keko. Al acercarse a él pudo comprobar lo bien que olía. Sonrió cual hermana mayor que se siente orgullosa de la coquetería varonil de su hermano pequeño. Se giró deprisa, en busca de la capa, para que él no viera cómo de nuevo, la emoción se cebaba con la madrina.

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Todo por la Famigglia
Lulu_bathory


La Rubiá primigenia tomó la iniciativa y comenzó a enfundarla a toda prisa en la ropa interior. Aunque con movimientos algo bruscos para el gusto de la Bathory, en el fondo agradecía que lo que hacía la dama. Había llegado un momento en su estado de nerviosismo en el que llegó a pensar que seguía soñando, que aquello más que un sueño era un pesadilla y que terminaría caminando hacia el altar con el ramo de novias y las joyas pero completamente desnuda ante la atónita mirada de invitados, cura y novio.

María y Brynhildr seguían debatiendo qué hacer con el intruso erudito, hasta que la rubia, derramó todo el contenido de una jofaina sobre la cara del ya maltrecho cuarenton ajado.
Lo siguiente fue un monólogo por parte del susodicho, dónde se preguntaba y se respondía a sí mismo, con la mano en la cabeza; parecía que le dolía allí donde las esencias aromáticas de Lulu habían aterrizado.

La Bathory le observaba con cara seria, de espaldas a él, mirando su reflejo en el espejo. Mientras, Crimea tiraba de los cordones del corsé, con uno de sus delicados piés haciendo palanca en el trasero, ya tapado por las blancas y largas enaguas, de la novia. Entonces el rector articuló la mejor frase de toda su ininteligible arenga: "Que hace usted desnuda en la sala de los invitados?"

La morena abrió la boca con asombro, miró por un instante al resto de damas, para ver si habían entendido lo que ella y parecía que sí, tenían todas la misma expresión. Enarcó una ceja, no sabía si reirse, llorar o directamente hacer que María le pateara escaleras abajo; pero lo pensó mejor y desistió, al fín y al cabo, era el Rector y ella una de sus alumnas, las consecuencias podían ser peligrosas.


- ¿Salón de invitados? Eso está en Bétera y os encontráis ahora mismo invadiendo mi habitación de mi casa, en Segorbe. - Aguantó la risa y puso la mayor carga de reproche de la que fue capaz en su rostro. - Así que si no os importa, quiero terminar de vestirme sin ver a vuestro soldadito alegrándose de verme. - Espetó con la esperanza de que el hombre captara la vergonsoza indirecta y abandonara por fín la casa.
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