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[RP] Jardín de sombras.

Carrie.


Le escuchaba muy atenta y poco a poco dejó de comer para escucharle absolutamente embelesada.. los dioses.. un don.. Ella le había hablado... Pensó en un cielo estrellado y en cómo siempre lo había observado como un bello espéctaculo, pero jamás se había planteado que todo tuviese un porqué, un significado.... Estaba claro el porqué ella no había sido elegida para tal don pero Galbart sí.

Le miraba fijamente a los ojos, estaban brillantes, radiantes.. y él estaba exhultante. Apoyó la cabeza en sus manos a la vez que ponía los codos sobre la mesa.. Ella me lo ha concedido Carrie le creía firmemente, no tenía ningún tipo de duda... Morgana también le había hablado a ella, pero no directamente, con señales le indicó que debía estar junto a Galbart.. y desde entonces sentía que su vida estaba ligada a la suya, debían estar juntos... Así lo hizo cuando le cuidó y viajaron juntos hacia Valencia, cuando Galbart era su rehén... Sonrió al recordar todo aquello... Era curioso las vueltas que había dado su vida...

... pero antes debo hacer una cosa
Se irguió un poco y cruzó los brazos encima de la mesa a la vez que le observaba muy seria.. Hay que matar a cuatro hombres. No sé si te acordarás, pero me pusieron cadenas hace menos de un año, y además, fueron cuatro guardias los que nos apresaron Asíntió... ¿Como iba a olvidarlo? Claro que me acuerdo-le susurró.

Él terminaba de comer y ella seguía observándole callada sin hacer caso de la comida que aún estaba en su plato. Empezaba a contemplar la idea que Galbart fuera una especie de... elegido, un enviado de los dioses.. Recordó como una de las veces que se coló en su casa, rodilla en pie, le dijo que la protegería, que se sentía en deuda con ella y que su vida era de ella... Siguió dándole vueltas a la idea...en fin, no quiero que me quemen.. Podrías ayudarme, quién sabe.

Sí, tenía que ser eso... quizás su misión era la de estar a su lado para protegerle, los dioses insistían en que estuvieran juntos.. ella al principio no lo entendía... luego lo aceptó... y ahora.. no quería separarse del escocés.

Le miró, le cogió la mano y pensaba en cómo expresar todo lo que pasaba por su cabeza sin parecer excesivamente boba.

Amor... -le sonrió- No sólo podría ayudarte... sinó que deseo hacerlo.. en esto.. con todo... siempre... quiero que cuentes conmigo siempre para lo que sea, sea bueno o malo... mejor si es bueno claro-rió- pero sabes a qué me refiero. Los dioses quieren que estemos juntos, al principio me fastidió mucho y lo sabes, pero ahora mi vida no tendría sentido si no estuvieras en ella, conmigo... Aquellos cuatro nos metieron en la cárcel.. y si los dioses lo quieren así, pagarán por ello y por todo lo que los dioses juzguen justo... Si tienes que quemar en la hoguera lo haremos juntos... pero Ella seguro tiene otros planes mejores para ti.. sinó no te habría encomendado esta misión... y por supuestísimo estaré contigo siempre para lo que quieras.. Tu me dijiste una vez que me dabas tu vida... yo te dije que no podías hacerlo porque pertenecía a los dioses... me equivocaba... mi vida te pertenece y... -no soportaba ponerse sentimental así que intentó cortar rápido porque ya empezaba a divagar y a ponerse boba- y que vamos a cazar a esas cuatro ratas y a ajustar cuentas... lo llevan claro... Termino esto-señaló lo que quedaba de desayuno- y nos ponemos manos a la obra... no será difícil dar con los secuaces del Inquisidor
Galbart


Escuchó atentamente a Carrie y tras un momento de deliberación, concluyó:

Primero las manos me las pones a mi. Se levantó y fue hacia ella. Lo primero que hizo fue levantarla del sitio y besarla, después la arrastró al dormitorio de donde no saldrían hasta dentro de dos horas.

Si querían hacerlo, el escocés debía poner todo su ingenio y sus ganas y con la ayuda de Carrie, la cuál había conseguido llegar al más alto escalafón en la cadena de mando del ejército, cosa que demostraba que de tonta no tenía ni un pelo, además de ser noble del Reino de Valencia, sería todo más fácil. Lo primero era lo primero, debía de dejar de estar al servicio de Nicolás Borgia y parecía que sería fácil, la última vez que lo vio fue en la reunión para la designación de un nuevo Maestre de Camps, pero salió como salió y desde entonces no habían vuelto a hablar. No le importaba mucho, el hecho de no hablar con él y de no trabajar para él, pero el escocés había hecho un juramento y no podía romperlo como lo hacía un jarrón al caer al suelo. Aquello sería un grave insulto personal. No, debía ser Nicolás Borgia el que prescindiera de sus servicios, incluso después de aquello podrían llevarse bien, siempre y cuando todo fuera según lo planeado.

El escocés saltó de un brinco y buscó sus ropas, desperdigadas por la habitación. Se puso la ropa interior y después los pantalones. Daría con ellos y después memorizaría sus rutinas. Se puso las medias y las botas, ató primero la izquierda. Llegado el momento, caería uno de ellos. La bota derecha. Iría a hablar con el Borgia y con un poco de suerte, le pediría ayuda con aquel crimen. Se levantó, sacudió la camisa y se la puso. Le diría que sería el último trabajo que le hacía. Se acercó a la ventana y la abrió para cerrarla al instante. Se arrepintió de haberse puesto ropa interior, pero después pensó en las noches, aún frescas.

Carrie, volveré dentro de una semana. Le sonrió y se tiró sobre ella para darle un beso. Debía hacer acopio de unas cosas, y enterarse de ciertas actividades de un personaje que había llegado a sus oídos. Se incorporó de nuevo, y se abrochó el cinturón de la espada, envainó la misma, y se colgó una bolsa con escudos al otro lado junto con una daga. Dio un par de caricias a Cusíz y salió de casa.

Obviamente no volvería dentro de una semana, ya lo habían hablado alguna vez. Era una fórmula que ambos usaban cuando no querían que les molestaran durante un cierto tiempo o cuando iban a pasar poco tiempo en casa, tiempo que dedicaban en dormir y descansar, en su medida. Curiosamente, el de Caithness era el que más lo utilizaba.

Cuando caminaba hacia el palacio real, cambió de planes y fue a ver al personaje del que le había hablado. Contaban los marineros que sólo le compraban los peces para abrirlos en canal y examinarlos por dentro, que no los comía, pues siempre tenía gatos a la entrada de casa y era lo que les daba de comer. No dejaba de ser gracioso como los marineros especulaban con las personas. Era un pasatiempo como cualquier otro y no requería gastar dinero, como la bebida, las prostitutas o el juego, sino echarle imaginación. Le divertía escucharlos.

Fue alejándose del centro de la ciudad, las calles arregladas y los olores menos desagradables, dieron paso a inmundicia, pobreza y olores nauseabundos, aunque atenuados por el olor salino del agua de mar, no dejaban de ser fuertes. Preguntó a un par de lugareños por el señor Anastasio, todos le decían que se mantuviera alejado de aquel hombre, pero con un poco de persuasión, llámese amenaza, llámese soborno, le acaban dando unas indicaciones.

Al final llegó y llamó a la puerta. La sorpresa fue tremenda, pues al instante, Anastasio, abrió la puerta. Pero no fue la única sorpresa. Era un hombre corpulento, grande y casi tan alto como el de Caithnnes, tenía una gran cabeza en la que dominaba una gran calva a excepción de la melena que la caía hacia los lados y por detrás, muy descuidada por cierto. Tenía el ceño fruncido y el de Caith se vio obligado a decir algo para averiguar algo más de aquel hombre. Tiró de una generalidad.

Puedo conseguirte lo que necesitas. Se acababa de arrepentir de lo que había dicho. Pero aquel hombre no dejaba de ser una caja de sorpresas. Le sonrió mostrándole una dentadura desencajada.

Adelante.

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Galbart


La casa era, a parte de pequeña y húmeda, muy austera. El moho reinaba en una de las paredes y los muebles casi brillaban por su ausencia. Lo único destacable era el olor reinante, que de hecho, el escocés, lo conocía, pero no sabía identificarlo a qué. Aquel hombre cerró la puerta y se colocó delante de Galbart que se echó mano al costado izquierdo, donde tenía el puñal, tras escuchar como cerraba con llave la casa. Anastasio, o así suspuso que se llamaba aquel hombre, se colocó delante de él y sin previo aviso le pegó un puñetazo en el vientre. El golpe hizo que el escocés se doblara situación que aprovechó aquel hombre, que a pesar de sus pintas desaliñadas pegaba con fuerza, para rematarlo con un codazo en la espalda que acabó tumbando al de Caithness.

Así que tienes lo que necesito. Claro que lo tienes. Se acercó a una de las puertas cerradas, la abrió y se metió en ella mientras vociferaba cosas inentendibles para el escocés. Salió de allí con una maza. El escocés trató de levantarse. Maldito esbirro de la Iglesia, no puedes frenar el avance de la ciencia, ni tú, ni ninguno del clero.

Levantó la maza y la hundió con una fuerza tan brutal que al apartarse el escocés de un salto, el suelo que pisaba hacia un instante se astilló. Ese momento lo aprovechó el de Caith para tirarse contra Anastasio. Ambos rodaron por el suelo, uno desarmado y el otro con las armas envainadas. El escocés pudo dominar la situación y le propinó dos puñetazos en la cara a aquel hombre, después se apartó a un lado y se levantó, pero para su sorpresa, el greñudo fue mas rápido y le propinó un puñetazo en la cara que hizo retroceder al norteño. Anastasio, entonces corrió a por la maza y la blandió para terminar con el escocés, pero este desenvainó con rapidez. Se quedaron quietos unos instantes. Galbart estaba lleno de ira y una fuerza imparable se apoderó de él y casi sin emitir sonido alguno, se lanzó contra aquel desgraciado que puso la maza de tal modo que quedaba en horizontal, para defenderse. El escocés lanzaba un espadazo tras otro. De tanta fuerza que utilizó, tiró a aquel hombre al suelo, aun así, siguió golpeando con la espada al mazo y notaba como cada vez lo hacía con más fuerza. Hasta que el palo del mazo se rompió. Entonces le puso la espada en la garganta. Aquel hombre que temía por su vida era completamente distinto al que se había enfrentado momentos antes, parecía que al otro lado de la espada había otra persona distinta. Envainó la espada. Y retrocedió un par de pasos. Entonces lo levantó del suelo y sin previo aviso le estampó la cara contra la pared más cercana, fue entonces cuando dejó que su nariz sangrara mientras él investigaba el resto de la casa.

Cuando Anastasio volvió en sí, estaba en una sala, que él, probablemente, conocía muy bien, pero en aquellas condiciones, sangrando y atado a una silla, se sentía muy lejos de estar cómodo en lo que el llamaba su estudio o laboratorio. Al escocés le repugnaba el olor que allí había: sangre, orina, excrementos, algo que cocinó que no se sabe muy bien lo que es... También encontró dibujos, y uno le llamó la atención porque era un pez, ponía "Merluza" en una esquina, y se veía, lo que podía ser, el interior del pez. Al final, los rumores de los marineros eran ciertos.

Así que, eres científico. No sabía que pegabais tan duro. El acento extranjero captó la atención de aquel hombre. Por tu reacción diría que tienes algo que esconder. Iremos directos al grano. Sé lo que haces con los cadáveres de cualquier cosa que encuentras por ahí. Levantó unos papeles que tenía ante él. Hoy es tu día de suerte. Le sonrió. Te voy a ayudar.

Que te den, lacayo del clero. Sois todos maldita escoria. La religión no tiene lugar en este nuevo mundo. Muchos son los que ven insuficientes las teorías eclesiásticas. No te voy a... El escocés le interrumpió llevándose la daga a los labios. Lo blandió ante él y le dijo:

Morir quemado debe ser fatal y lo que es peor, proporcionar diversión a esa escoria. Primero sufrirás un intenso dolor en los pies, luego las piernas y después el resto del cuerpo. Te consumirás como lo hace un simple tablón de madera en el fuego. Gritarás y suplicarás clemencia. Dirás que no, pero, créeme, todos acaban suplicando clemencia y rogando por su vida. Peeeero, eso sólo pasará si estos dibujos acaban en manos equivocadas, y no queremos eso, ¿verdad? Movió los papeles delante de él. Anastasio le miró con odio y se mordió la lengua un par de veces para no contestarle de mala manera.

¿Qué tengo que hacer? Dijo como pudo.

Investigar amigo mio, investigar. Cuando llegue el momento te traeré a un amigo o un par de ellos. Sé que se te da bien esto de deshacerte de gente, así que, tu me ayudas, yo te ayudo. Cogió los papeles, los envolvió y se los metió dentro de la bota, bien apretados y seguros. Me los llevo como fianza. Hasta más ver.

Salió de aquel cuartucho y salió de casa, no sin antes llevarse una llave de aquella casa, que seguramente sería la única. Ahora iba a ir a lavarse un poco y limpiarse la sangre de la ropa.

El plan iba tomando forma. Los actores iban saliendo al escenario.

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Galbart


Había pasado casi un día fuera de casa. Anochecía y tenía mucho calor. Tuvo tiempo para pensar sobre el pobre desgraciado que dejó herido en su propia casa. Le sorprendió que le conociera, más aún un científico chalado de las afueras de Valencia. Pero claro, un hombre que se enteraba de tales asuntos y además dominaba la escritura (dibujos y anotaciones) y la lectura, por supuesto, como vio en aquel estudio o laboratorio o sala de abrir en canal a la gente. Fue algo desagradable, tardaría un par de días en olvidarse del hedor que emanaba aquella habitación. Pero dejando a un lado a este canalla, el escocés, después de "lamerse las heridas" y lavarse un poco, marchó hacia el palacio real. Allí ya le conocían y le dejaban andar con cierta libertad. Con paso firme se quedó a una distancia prudente del barracón de los guardias del Cardenal. Y nada más llegar dos de ellos charlaban alegremente en la puerta. Conforme el escocés se acercaba a ellos, sus rostros cambiaban a un estado de tensión palpable. Al escocés, entonces se le ocurrió una idea brillante. Entró en el barracón sin permiso y buscó con la mirada a los otros dos, jugaban a las cartas con otros tres hombres.

Tú y tú, les señaló, y vosotros dos de ahí fuera, entraron en la sala, relevad la guardia del señor Cardenal. Ellos se miraron extrañados. ¿A qué esperáis? Vamos, no le hagáis esperar, no me gustaría veros recibiendo una de sus charlas morales, ¡¡vamos!! A regañadientes se movieron, fue entonces cuando el escocés pidió nombres. Suficiente para averiguar su lugar de residencia mirando en los archivos, documentos a los que tenía acceso, por supuesto.

En lo que restaba de día, se dedicó a estudiar las calles en la que vivían aquellos hombres. Especuló sobre como podría hacerlo sin llamar la atención. Uno de ellos vivía cerca de donde Amalia, otros días vivían en la misma calle y otro cerca de la salida norte de la ciudad. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, tenía que pensarlo muy fríamente. Aún así, mientras pensaba en lo que podía hacer, fue hacia el cuartel militar de la capital para conseguir un mapa de la ciudad. Aún gozaba de los privilegios de la oficialidad, aunque sus días estaban contados, podría sacar cierto material de allí y aprovecharse de él, claro. No fue nada difícil hacerse con el mapa, sólo tuvo que pagar unas cuantas monedas por él. Los cartógrafos hacían un trabajo sensacional. Las plantas de los edificios, las calles y demás habían sido pintados con una gran dedicación y un esmero enorme, lástima que el ejército no tuviera una sección de cartógrafos y tuvieran que recurrir a los municipales. Decidió entonces, darse otra vuelta por las calles de Valencia antes de ir a casa.

Al llegar a casa el único que le recibió, a parte de la oscuridad, fue Cusíz, que con un par de caricias se volvió a su sitio. Prendió un fuego en la chimenea y se dedicó a prender todas las luces, necesarias, de casa. Cogió un candil y desenrolló en una mesa el mapa de Valencia y con pluma y tinta marcó las casas de sus futuras víctimas. Se sentó en una silla y se desabrochó los cordones de las botas, se acordó entonces de los dibujos del viejo. Los puso encima de la mesa y guardó la pluma y la tinta, bienes de lujo en aquellos días. Se desvistió y se puso ropa más holgada y cómoda para estar en casa. Justo en aquel momento Carrie entró en casa.

Cusíííz, ¡quitaaa! Le decía al perro. Él salió a recibirla con un beso. Ella también se puso cómoda, incluso parecía sorprendida de verlo en casa, más aun con el "vuelvo dentro de una semana" que le dijo por la mañana. Cuando salió de la habitación ya cómoda se acercó a Galbart que examinaba los dibujos con curiosidad. El escocés se miraba la mano y la comparaba con la del dibujo. Vio como Carrie se ponía a su lado y con sorpresa miró los dibujos. Después experimentó la misma curiosidad que Galbart y se miró la mano. Entonces el escocés de volvió hacia ella.

Con qué gentes me relaciono, ¿verdad?

Le dedicó una sonrisa mientras Carrie se dio cuenta de los estragos de la pelea.

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Carrie.


Era tarde y tenía hambre, notaba como su estómago se quejaba insistentemente. Estaba ya llegando a casa y oía a Cusíz. Pensaba en qué haría para cenar cuando abrió la puerta y se quedó sorprendida de ver a Galb en casa, no pensaba encontrarlo.

Cusíz saltaba y le lamía la cara sin parar buscando su atención. Galb le apartó y la besó. Ella respondió al beso feliz por la sorpresa. Hola amor, que bien que estés en casa, voy a cambiarme la ropa y vuelvo en un momento Casi tropezó al entrar en la habitación porque Cusíz no paraba de dar vueltas a su alrededor saltando encima suyo y cruzándosele en su camino.

Se quitó la ropa y se puso un camisón amplio, unos calcetines gordos que usaba para andar por casa, y fue a buscar a Galbart. Él parecía absorto mirando unos papeles que tenía encima de la mesa. Ella se acercó y entonces se dió cuenta de que eran unos dibujos de partes del cuerpo con unos detalles que la sorprendieron, ¿en serio eran así? Galbart observaba su mano y el dibujo y ella inconscientemente hizo lo mismo.

Con qué gentes me relaciono, ¿verdad?

Ella puso la mano junto a la suya... ¿Hmmmmm yo soy gentes? Le abrazó por la cintura y le besó, entonces oyó como él gemía casi imperceptiblemente. Fue entonces cuando se fijó en su rostro, le levantó un poco la camisa... ¿Amor estás bien? ¿Te duele mucho? Sabía que diría que no, que no era nada, realmente no sabía ni porqué preguntaba. A pesar de sus protestas le hizo sentar, poner la cabeza inclinada hacia atrás y cerrar los ojos. Ella desapareció un instante para ir a la cocina y coger algo.
Al oir como se acercaba ella Galbart abrió un ojo- no te voy a hacer nada, cierra los ojos, va Tal y como había visto hacer otras veces puso encima de las magulladuras del rostro un filete.
¿Pero qué?
Naaaaadaaaa estate quieto, solo un poco, va, hazme caso aunque solo sea por una vez Él iba a protestar de nueva pero ella puso su dedo encima de los labios de él. Shhhhhhht no protestes... y dime.... qué te ha pasado y de dónde han salido esos dibujos?.. ¿descubriste algo de los cuatro?
Galbart


Un maldito filete para curar la hinchazón... increíble. Si funcionaba pensaba comerse esa chuleta, no todos los días se comía chuleta adobada con cara de escocés. Solo con aquella idea y con el aspecto tendría estalló en carcajadas, contagiando también a la sexy escocesa que estaba con él.

Una vez se hubo tranquilizado pasó, le narró lo que le pasó ese intenso día.

Fui a casa de un hombre, simplemente por curiosidad, es más, seguía unos rumores, tenía una ligera idea de cómo nos podría ayudar si los rumores eran ciertos. Sorprendentemente me dejó pasar a su casa, muy austera por cierto. Total, que según entro en la casa, cierra la puerta y ¡PUM! -se pegó con un puño en la palma- me golpeó hasta que me dejó en el suelo. Después desapareció unos momentos y vino con una maza, diciéndome que era un lacayo del clero y bla bla. El caso es que conseguí darle la vuelta a la situación, conseguí doblegarlo. No llegó a pedir por su vida el muy... Pero me encargué de que no se olvidara de mi, -recordó el momento en el que estampaba la cara de aquel hombre contra la pared- vaya si lo hice. Lo dejé inconsciente y pude darme una vuelta por su casa. Por lo visto es un científico que se dedica a abrir cuerpos humanos y estudiarlos por dentro, no es nada malo, es más, creo que recoge cadáveres de vagabundos y demás. Así limpia las calles. Tiene unos aparatos bastante complejos, podría haberle enseñado el verdadero camino, pero... ¿qué sería de este mundo sin la pluralidad de ideas? Al final, cuando se despertó, la amenaza y el chantaje bastó para ponerlo de nuestro lado. De ahí los dibujos. -Hizo una pausa mientras Carrie le daba vuelta al filete.- Él se deshará de los cuerpos.

Se levantó de la silla y fue a buscar los cachivaches de cocina junto a Carrie. Le contó el chiste de la chuleta adobada con cara de escocés, ella no tuvo más remedio que echarse a reír y llamarle tonto. Cocinaron y mientras lo hacían, Galbart le contó el resto del día.

Luego me lavé y tal y después fui a averiguar el nombre de esos cuatro guardias. Me costó encontrar la forma, pero al final lo hice. Aunque creo que no fue la forma más... limpia de hacerlo porque se me ocurrió que podía ir en persona al barracón de la guardia de Nico y hacer que relevaran la guardia que ya estaba, así podría averiguar los nombres de esos cuatro. Tuve mucha suerte porque todos ellos estaban allí, en el barracón, cosas de los Dioses. Sea como fuere, me dieron sus nombres y fui al archivo de la guardia, al cual, por error de quién sea, tengo acceso. Grabé a fuego las direcciones de sus casas y las visité una a una. Se me ocurrió también que aprovechando mi posición en el ejército, podría conseguir un mapa fácilmente. Y así fue. -Señaló a la mesa donde estaba el mapa-. Nos ayudará bastante, he señalado las casas y un par de zonas estratégicas, además... Ven, ven, vamos a verlo. -Se acercaron al mapa.- Mira, círculos objetivos, cruces lugares estratégicos, aquí está donde vivía yo antes, en la posada de Amalia; aquí hay un burdel, - miró a Carrie de reojo-, aquí está la casa del científico y... poco más. Hay que planear bastantes cosas.

Se ocuparon de la comida y cenaron, Carrie, para cambiar de tema, le contó lo que había estado haciendo. Mientras ella hablaba, él se descubrió bebiendo agua, no era habitual en él. De los pocos lujos que se permitía, beber cerveza o vino, por la noche, era uno de ellos. No es que no bebiera agua, pero cenando era muy raro. Se perdió, entonces, en los labios de Carrie y atendió a lo que ella decía. Cenaron tranquilamente y las sobras, como siempre, para el perro. Dejaron platos y cubiertos fregados y recogidos y entonces sí, con una jarra de madera llenada de cerveza, aguada de más para su gusto, se sentó con Carrie y estudiaron el mapa.

Creo que lo que deberíamos hacer es seguirle durante un par de días, ver lo que hacen cuando están fuera de guardia y ver donde les podemos pillar o algo parecido. Memorizar cada cosa que hagan o algo así, después volveremos sobre el mapa y vemos lo que podemos hacer. Ah, que se me olvidó decírtelo antes, el burdel y la posada de Amalia quedan cerca de esta y de esta dos. El otro estará algo más complicado porque vive en una zona bastante buena de la ciudad para ser un simple guardia. Ya se nos ocurrirá algo, ¿verdad? Bueno, en principio, mañana vamos a dar un paseo por Valencia, -le sonrió- somos pareja, ¿no? Qué dirán si no nos ven juntos.- No pudo evitar reir.- Luego, si te parece bien, cogemos dos cada uno y les espiamos durante unos días, después arreglaremos los detalles y pasamos a la acción.- Titubeó unos instantes y después asintió, para acabar bebiéndose la mitad de la jarra. Todavía necesitaban algo, quizá algún otro cabeza de turco.

En su cabeza, todo estaba ordenándose. Era como un jardín al que le faltaba florecer. Pero cuando éste lo hiciera, no habría flores, sino sombras de lo que antaño fueron. El jardín de sombras que un día soñó iba tomando forma.

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Carrie.


-Sí, estoy de acuerdo. Antes de hacer nada debemos estar seguros y tenerlo todo bien planeado. El científico será una gran ayuda sin duda- No apartaba los ojos del mapa pasando de un punto a otro.. pensando en los hombres.. el burdel, la posada...- Me parece bien la idea de repartirnos el trabajo, tu te encargas de dos y yo de los otros dos... les seguimos, les espiamos, observamos su rutina, sus puntos fuertes y los débiles y cuando ya lo tengamos claro trazamos un plan de ataque y caza.

Desvió la mirada del mapa para mirarle y le sonrió. Estar planeando todo eso conjuntamente, trabajando en equipo, aún le hacía sentir más cerca de él y de los dioses. Por fin algo de acción y un objetivo. Eso de cuidarse sólo de las ovejas y el cultivo del maiz, además de los estudios, no estaba hecho para ella. No ahora que había probado la vida militar y la acción, lo echaba de menos, además tenía a los dioses de su parte y les empujaban a actuar.

-Galb, cariño. También debo entrenarme, he pasado muchos días sin hacer casi nada y no puede ser... ¿ Y quien mejor que tu para ayudarme a coger de nuevo la forma y aprender trucos de lucha que no sepa ya? ¿Te parece bien?
- Me parece perfecto, pero eso será ya mañana por lo pronto, ahora- la cogió en volandas para llevarla a la habitación- vamos a coger forma y te voy a enseñar trucos, pero de otro tipo, ¿ te parece bien?-dijo imitándola
-Sí me parece bien, muy bien-le dijo riéndose mientras se cogía de su cuello.

La noche pasó en un suspiro. Apenas salió el sol ambos se despertaron y se pusieron en pie, desayunaron rápido, se situaron de nuevo delante del mapa y acordaron un itinerario para aquel "inocente paseo" de pareja.

El día no acompañaba mucho para pasear, puesto que estaba muy nublado, a medida que pasaba el tiempo se iba poniendo todo más gris... Cogidos de la mano iban andando con aire distraido, hablando, riendo, unas veces buscando el contacto con el otro otras separándose entre bromas y risas... pero todo era pura apariencia. Cada paso, cada mirada tenía una intención, escuadriñaban cada detalle por pequeño que fuera analizándolo todo minuciosamente.

Llegaron a la plaza. Ahí estaban colgados los papeles que habían llamado días antes su atención, un grupo de personas los miraba y comentaban un tanto alterados, igual que días atrás. Un hombre se separó del grupo para situarse enmedio de la plaza, se puso encima de un cubo de madera vuelto del revés, y empezó a vociferar... pero ¿qué decía? Se soltó del brazo de Galbart para acercarse, cuando una mujer cogió a una joven que debía ser su hija, ya adentrándose en la adolescencia, para decirle escandalizada: No escuches a ese hombre.. - a la vez que le tapaba los oídos y se la llevaba de ahí casi a rastras. Esas proclamas reformistas son pura basuraaaaa- Chilló un hombre con una larga barba blanca, situado muy cerca de Carrie.
Fue en aquel instante cuando se le vino una idea a la mente. Le hizo una seña a Galbart para que la esperase donde estaban y se acercó hacia el supuesto reformista para escucharle con cara de estar interesada en sus palabras. Empezaron a caer unas cuantas gotas y la gente empezó a salir de la plaza corriendo. Carrie aprovechó el momento de confusión para preguntarle a aquel hombre sobre sus ideas, ¿era reformista? ¿Qué significaba ser reformista? ¿En qué creía? ¿Cuáles eran sus ideales?
El hombre parecía sentirse a gusto al tener por fin alguien que le escuchase y que estuviese interesado en sus ideas.
La lluvia empezó a hacerse ya demasiado persistente y acordó encontrarse con el hombre en otro momento para poder hablar con tranquilidad, quizás delante de una jarra de cerveza. El hombre, que dijo llamarse Juan se despidió cordialmente con una gran sonrisa, seguramente feliz de haber encontrado alguien que le hiciera caso.

Con unas cuantas zancadas Carrie volvió junto a Galbart. Los dos ya estaban empapados. Ella le besó bebiendo el agua de sus labios y le susurró he tenido una idea


--Juan.elreformado


La charla con la mujer pelirroja había sido muy fructífera. La misión que le habían ordenado desde los órganos de poder de la curia reformada, porque aunque predicaban que no debía haber jerarquía en la Iglesia, obviamente la había, era que plantara la semilla en, al menos, una persona y la curiosidad haría el resto. Pero él quería ser un referente dentro de la nueva Iglesia por eso no descansaría hasta plantar muchas de esas semillas. Ella, además, le había hecho ver las cosas más nítidas, le había dejado caer que el hombre que ve y consiente es tanto o más pecador que el que comete el pecado. Juan no pudo estar más de acuerdo con la pelirroja de ojos azules. Él mismo, llegó a la conclusión de que si podía corromper a alguno de los guardias aristotélicos que acompañaban al Cardenal sería un punto de inflexión. Era eso o en el caso más extremo, morir quemado como un mártir. En cualquiera de los dos casos sería un héroe.

Cogió su cajón de madera y volvió al mismo lugar del día anterior.

¡Hermanos! Traigo noticias. Y no son otras que la corrupción de los sistemas jerárquicos de la Iglesia Aristotélica. Pero no quiero centrar mi mensaje en ellos sino ¡¡en los que consienten sus pecados!! Sí, hermanos, los que, ven y callan y por lo tanto, consienten, son tanto o más pecadores que los propios pecadores. Ellos están tan corrompidos como sus amos. Y sí, hermanos - un pequeño grupo de había congregado a su alrededor - hablo de los organismos armados, o de los curas que asienten a vuestro problemas y - una piedra voló contra él. Fue entonces cuando gritó. - Tengo razón por eso me echáis con violencia. - Dicho aquello cogió el cajón y salió corriendo, feliz porque su mensaje, seguro, no iba a caer en saco roto.
Galbart


Cuando Carrie le contó que lo que pretendía con aquel desgraciado, le pareció un movimiento absolutamente brillante. Se había reunido y ella le había dejado caer unas cuantas ideas, pero realmente la escocesa, simplemente, quería utilizarlo para que transmitiera un mensaje determinado y le acusaran directamente a él, y por tanto a los reformados, de los crímenes que estaban a punto de cometerse.

Los dos días de rigor habían pasado conocía, más o menos la ruta que seguían para ir sus respectivos puestos. No había sido tarea fácil la de seguirles la pista pues en estas épocas las calles empiezan a llenarse de puestos comerciales, como consecuencia las calles son más difíciles de transitar, pero mucho más fácil la tarea de permaneces oculto. Pero sin duda alguna, la noche era la mejor oportunidad que tenía el escocés de deshacerse de aquellos guardias. La tarea con el primero iba a ocurrir aquella misma noche. Así se lo había hecho saber a Anastasio que esperaría en el lugar adecuado con una carretilla. El viejo loco le había pedido, a poder ser, que fuera algo limpio, para poder hacerle un estudio de no sé qué. Iba a comparar personas entrenadas y no entrenadas. Cosas que en absoluto interesaban al escocés y que escuchaba para que el científico se implicara más en el asunto. Si algo había aprendido el escocés era que mostrar interés por algo, o al menos aparentar interés, le daba ánimos a su interlocutor.

Cayó la noche en Valencia y el escocés persiguió a uno de ellos. Las calles se habían vaciado y el hombre volvía a casa, pero algo trastocó los planes del escocés y fue que se metió en una tasca en la que había alboroto. Maldijo al hombre. Se quedó fuera unos instantes y se le ocurrió una idea genial. Entró y le dijo a uno de los hombres que allí estaban bebiendo que el hombre que se sentaba en la esquina había hablado mal de él. Repitió la jugada un par de veces y la alegría pasó a ser una monumental pelea. Las jarras se rompían, otras se estampaban en alguien y mientras tanto, su víctima trataba de imponer orden, aunque sin éxito. Fue un puñetazo del escocés el que pilló por sorpresa a aquel hombre. Lo sacó de la tasca y le despertó zarandeándole.

Despierta hombre. ¿Estás bien? Te han dado un buen golpe. - El sonido de la pelea seguía dentro.- Vamos amigo, te acompaño hasta casa. - El hombre le agradeció la ayuda, el guardia sabía, además, quién era el escocés. Fueron hablando de la que se había armado en menos de un minuto dentro del bar, y es que del amor al odio sólo hay un paso le decía el guardia.

Llegaron al lugar que el escocés había planeado. Pararon, porque el escocés necesitaba atarse mejor la bota, pero era una distracción lo justo para levantarse de repente y empujarlo al callejón. El hombre cayó contra la dura calle empedrada.

Del amor al odio, sólo hay un paso. Del perdón al olvido dicen que también, pero yo, ni perdono ni olvido.- Desenvainó el puñal y tapando su boca con la mano libre, atravesó su garganta. La sangre salía caliente y antes de que dejara una mancha bastante considerable en el suelo, Anastasio apareció con la carretilla; subieron el cadáver y con un paño que traía el científico limpió la herida y el suelo. Le había dicho el escocés que si alguien le paraba, debía decirle que le llevaba a casa pues estaba borracho como una cuba. Aquello le gustó a Anastasio. No pudo evitar mirar al cielo y ver como una de las estrellas parecía haber brillado más de lo normal en un instante de tiempo.

Los Dioses me saludan, viejo.- Anastasio le miró con desprecio. Pero pronto se le pasó porque debían de irse de allí inmediatamente.

Al escocés le gustaba pensar que las ciudades eran como jardines, edificios que crecían y otros que se venían abajo, como cualquier flor. Pero luego en cada edificio había una historia, la historia de cada uno. Eso estaba en las entrañas de cada edificio, por eso pensaba que estos actuaban como una especie de sombra que no te dejaba ver la verdadera esencia de la ciudad. Combinando aquellos dos pensamientos, llegó a la conclusión de que una ciudad no era más que un jardín de sombras.

Anastasio se había marchado hacía rato, y él dejó de mirar al cielo para irse a algún otro lugar.

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Carrie.


Emepezaba a caer la tarde y allí estaba ella aún, jugando con Cusíz. Le tiraba piedras, él las iba a recoger y se las devolvía totalmente cubiertas de babas. Ella las cogía con la punta de los dedos intentando no pringarse mucho, la lanzaba lejos, y se secaba en los pantalones mientras él corría desesperadamente a por su trofeo. Volvió una vez más contento con la piedra en la boca y se la dejó caer al lado del pie para que se la volviese a tirar.

-Bueno Cusíz... guapo... cariñito... me tengo que ir ya, que me esperan...

El perro la miró con ojos tristes, parecía realmente que entendía a la perfección lo que le decía su dueña. Se puso de rodillas para acariciarle, le dió un abrazo y él se tiró encima suyo tirándola al suelo. De repente sus orejas se enderezaron y movió la cabeza con rapidez. Una pequeña serpiente llamó su atención y se fue corriendo veloz tras ella, cuando ya la tenía medio muerta seguramente vió un grupo de aves y se fue tras ellas.

Carrie observaba a lo lejos la divertida escena, se giró lentamente para entrar en casa a por sus cosas y fue entonces cuando se dió cuenta... ese hombre... Miró alrededor y no había nadie, ¿era él? Sí, sí, era él, seguro. El corazón le dió un vuelco, tenía que hacer algo rápido y.... sí... pero ¿qué? Lo primero en lo que reparó era en que parecía no ir armado, así que sin más actuó instintivamente, empezó a chillar y a pedir socorro con todas sus fuerzas. Miraba de reojo para asegurarse... no había nadie más por ahí.

-¡¡¡Socorro, socorrooo, mi hijo!! ayuda!!!

El hombre al verla tan desesperada corrió hacia ella y antes de que pudiese decir nada ella balbuceó:
-¡¡¡Mi hijo está dentro y hay una serpiente... enorme... ayúdeme!! ¡¡¡Ayúdeme, por favor!!!
Le cogió del brazo y tiró de él hacia la casa, le empujó dentro señalándole la cocina.
El hombre entró miró pero no vió nada raro.
-¿¿Señora dónde está?? ¿Y su hi...
Los ojos de Carrie recorrieron toda la cocina con rapidez, el hombre había visto que pasaba algo raro, así que cogió lo primero que tenía a mano: una sartén y le dió tan fuerte como pudo en la cabeza. El hombre se tambaleó pero encajó bien el golpe, se giró y le pegó un puñetazo en el estómago. Carrie cayó al suelo sentada y justo cuando él se iba a avalanzar sobre ella lanzando todo tipo de improperios, giró sobre sí misma para coger un cuchillo, ese había sido su plan inicial. El la cogió de un pie y la arrastró golpeándola contra un armario, Carrie se giró sobre sí misma y le lanzó una patada a la mandíbula. Eso hizo caer al hombre sentado sobre sus rodillas, dejándolo atontado por un instante. Le pegó otra patada en "sus partes nobles" y cuando el hombre se encorbó hacia adelante roto por el dolor ella le asestó otra patada en la cara que le dejó tumbado en el suelo, sin sentido.

Apoyando las manos en sus rodillas respiró para recobrar el aliento y sobreponerse a la situación. Con una mano sobre su estómago dolorido buscó algo con lo que atar al hombre. Tenía que hablar con Galbart para ver como matarle y cómo deshacerse del cadáver discretamente y siguiendo los planes iniciales. Habian quedado más tarde, así que tenía algo de tiempo.

Apartó todos los muebles de la estancia y le dejó bien atado y amordazado en una silla, en medio del salón. Se aseguró bien de que no pudiese liberarse, se cambió de ropa, se peinó y fue en busca de Galb.

Cuando llegó el escocés no estaba y tuvo que esperarle un rato. Ya era de noche y se impacientaba, pero justo entonces apareció de entre las sombras. Se saludaron discretamente, siempre pendientes de todo cuanto les rodeaba. Ella le susurró que debían ir a casa, que el segundo hombre había aparecido por casa de imprevisto y que había conseguido dejarle inconsciente y amordazado en casa.

-Vamos- dijo él escuetamente. La cogió de la mano y tiró de ella.

Fueron rápidos, pero sin correr demasiado para no levantar sospechas. Estaban justo delante de casa cuando se dieron cuenta de que algo había pasado.

-¿Pero qué?

Una parte del techo de la casa se había caído. ¡Dioses!
Galbart


Se le heló, aún más, la sangre. Lo primero que hizo fue pensar en el ruido que podría haber causado y después en el estado del prisionero. Carrie abrió rápidamente la puerta, que tropezó con las piedras que habían caído del tejado. La Luna observaba la escena, y los Dioses reían y disfrutaban, él los sentía, no le dijo anda de aquello a Carrie. Dejó aquel asunto y se apresuró a retirar piedras del centro de la instancia. Se veía el cuerpo sobresalir entre los escombros, ¿quién sabía si aun estaba vivo? Quitaron todo lo que les estorbaba, esa era la única orden que había dado el escocés. A veces había que sacar otras piedras primero. El problema no había sido el techo, sino la chimenea. Había sido la chimenea la que había caído y había tirado el resto del tejado. Quitaron la madera y el adobe y también parte del tejido natural que conformaba el tejado. Habría sido mucho peor vivir en pleno centro de Valencia puesto que las cubiertas eran de materiales más pesados, pero por otra parte, más agradables a la vista. Ellos vivían en la casa que Carrie compró, o alquiló o robó, nunca se lo había preguntado, tampoco le importaba mucho. Una vez llegaron al cuerpo, comprobaron que no tenía pulso. Decidieron ponerlo contra una esquina de la casa y pensar el siguiente movimiento.

Me parece que alguien se está divirtiendo a nuestra costa.- Dijo Galbart al observar a Carrie mirar las estrellas.

Tenemos que ocultarlo y decirle a tu amigo que venga a por él.

No, no podemos arriesgarnos a cubrir este trecho con este despojo.- Escupió al cadáver. - Además, podríamos echar el plan a perder... No. Creo que podríamos hacer otra cosa... y tiene que ser rápido.

¡Ah! ¡Ya sé! - Carrie se llevó las manos a la boca cuando el escocés le miró de manera agresiva y con el dedo índice en los labios. El de Caithness le indicó que hablará con un tono más bajo. - Nos lo llevamos a la playa y lo tiramos al mar.

El escocés asintió y consideró que era la idea más factible. Un lugar poco vigilado y además el mar, si los Dioses querían se lo llevaría. El de Caith asintió y en nada ya tenía el cadáver en el hombro. Antes de salir le ordenó a Carrie que fuera delante para que le indicara si veía a alguien. Así fue ella de calle en calle indicándole por donde ir. Las sombras, en aquellos instantes, eran sus mejores aliadas y el silencio su mejor compañero. Galbart llegó a pensar en un momento que aquello era casi religioso: la pelirroja le marcaba por donde ir y él paseaba un muerto por las calles, ¿a qué le recordaba eso? Aquello le hizo reír. Carrie le miró con severidad pero el escocés no podía parar de reír. Ella corrió hacia él y con el mismo impulso de la carrera la empujó hacia la calle por la que habían venido. El cadáver amortiguó la caída y la mano de Carrie amortiguaba las agonizantes carcajadas del escocés, que cesaron cuando vio pasar a dos hombres. La escocesa se levantó y le miró con gesto serio. Él prometió, con la mirada, no volver a pifiarla. El resto de la procesión transcurrió sin altercados y por fin llegaron a la playa, donde soltó el cuerpo sin vida de mala manera. Al escocés, entonces se le ocurrió una idea.

Sin pensárselo dos veces, desenvainó la espada y le perforó un costado. Carrie le miró raro. El escocés soltó la espada y metió las manos en el interior del cadáver y empezó a sacar cosas del interior. Contuvo las arcadas y corrió con lo que tenía en las manos hacia la orilla para tirarlo todo lejos de allí. Se lavó las manos y cubrió las pisadas pegando patadas a la arena. Cogió la espada y pasándola por la ropa de aquel pobre desgraciado, para limpiarla, se fueron de allí, tan invisibles como llegaron.

Fueron de camino a casa, caminando, tranquilamente. Era de noche cerrada aun así, la Luna daba la luz justa y necesaria para poder caminar por allí. Hablaron y decidieron no volver a casa sino ir a la posada de Amalia.

Con suerte, los Dioses se lo llevarán al fondo del mar.- Le dijo mientras Carrie le preguntaba que por qué se había reído antes.

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--Guardia.porturario


Estaba cansado de la misma rutina todos los días. Llegar al puerto, dar el relevo y portar las armas, pasear entre los marineros y después jugar a las cartas con algunos de ellos. Eso hasta que caía la noche. Mirar el negro mar, escuchar como se movía y pensar que había seres que vivían ahí dentro... había día que pensaba en ello, aunque no le gustaba porque le agobiaba, y cuando no era capaz de responder a unas preguntas, se refugiaba en la fe. El Aristotelismo le había dado esa sensación seguridad y las respuestas necesarias a preguntas que le incomodaban. Todo era voluntad de Dios.

Un chapoteo le sacó de sus ensoñaciones. Miró hacia el lugar del que provenían pero no vio nada y volvió a mirar a la oscuridad. Sin embargo una fuerza superior a él quiso que volviera a mirar e incluso que se acercara al sitio. Cogió un farolillo, aunque con la luz de la luna era suficiente, nunca estaba de más tener algo con lo que alumbrar de cerca. Fue entonces cuando vio un cuerpo en la playa. Pensando que vendría del mar, quizá de un posible naufragio, corrió hacia él. Al llegar al sitio, se tumbó a su lado y trató de escuchar si el corazón latía, pero no era así. Se levantó, maldijo y miró hacia el mar. Al darse la vuelta de nuevo, se dio cuenta de que había sangre en la arena, al inspeccionar la sangre y de donde venía no pudo evitar vomitar. Al recobrar la compostura, llegó a la conclusión de que había sido un asesinato cometido por el mismísimo demonio.

¡Por Dios! - Corrió hacia la parroquia más cercana.
Carrie.


Vaya cosas en qué pensar y en qué momento para echarse a reir- pensó la escocesa. Sólo de explicarlo el de Caithness volvía a reirse y ella tuvo que mirarle severamente para indicarle que debían pasar desapercibidos.

De pronto Carrie se paró y se puso frente a Galbart.

-Amor, pero... no podemos volver a casa, está medio derrumbada y no podemos estar ahí y menos pasar la noche... ¿qué...

-Vamos a la posada. Amalia nos dará una habitación tenga o no, seguro. A estas horas no podemos deambulear por ahí y será lo mejor.

Ella asintió y pusieron rumbo a la posada. Efectivamente llegaron y la dueña rápidamente les instaló, justamente en la misma habitación en la que ya se había hospedado Galbart con anterioridad, no sin antes abrazarles y decir cincuenta veces lo contenta que estaba por verles ahí de nuevo y lo bien que les veía y abrazarles otra vez.

-Como no traen nada ya pueden bajar para comer y beber algo antes de dormir.

No les dejó ni contestar, cerró la puerta y bajó rauda. Era cierto que no llevaban nada y no les iba a costar nada instalarse por el momento, y aunque no tenían hambre bajaron para contentar a la mujer.
La hija también estaba en el salón y se acercó con un par de cervezas. Las dos se sentaron con la pareja y estuvieron un rato hablando explicando cómo había caído el techo por sorpresa cuando llegaron a casa, a lo que ellas replicaron que había sido una suerte que no les pillase dentro, y también les contaron los recientes planes de boda.

Les costó un rato que las mujeres se dieran por satisfechas y les dejaran ir a la habitación, estaban exultantes con las buenas noticias, pero finalmente cedieron y ellos pudieron excusarse para subir a su habitación. Cuando entraron se sentaron en la cama y de repente lo oyeron.... las campanas de la iglesia. Se miraron en silencio escuchando con atención.... ¿sería que....? 3 campanadas... tocadas lentamente y eran las dos campanas las que sonaban... 3 veces más... ahora sólo una campana... 3 veces más las dos campanas. Tocaban a muerto. Lo mismo se repitió 3 veces... aquello indicaba que era un hombre el que había fallecido.

Ambos sabían qué quería decir aquello.... seguramente habían encontrado ya el cadáver, lo que podía trastocar los planes que habían hecho.

-No podemos esperar, mañana debemos hacerlo, no podemos arriesgarnos a que salga mal todo el plan. Cuanto antes mejor.

Estuvieron un rato hablando y ultimaron los detalles. Cuando ya lo tuvieron todo hablado y claro, se habían puesto de acuerdo rápidamente, como siempre, se tumbaron para descansar, el día que les esperaba sería largo y tenían que estar frescos. Se durmió en un momento de nada....

Llamaron a la puerta y se despertó de golpe. Entró Amalia con un buen desayuno:

-El señor Galbart, su prometido, nos dijo que le trájeramos el desayuno. Él comió algo abajo y se fué hace ya un rato, dijo que ya se verían más tarde.- Le sonrió con una cara cómplice

Carrie le dió las gracias y se dispuso a comer. Sonrió pensando en cómo la cuidaba Galbart y en lo servicial que era aquella mujer. De pronto su rostro se ensombreció.... tenía cosas que hacer y no podía perder el tiempo, debía concentrarse.
Galbart


Que recuerdos desayunar en la posada de Amalia, casi recordaba aquellos sabores como los del propio hogar y ni tan siquiera había pasado un año de su marcha de Escocia. Devoró el plato tan rápido como le fue posible. Habló con Amalia sobre la casa y le pidió que si sabía de alguien que vendiera alguna casa o que tuviera un buen terreno que se lo dijera sin esperar ni dos segundos. Tuvo la oportunidad de hablar con Estefanía y se dio cuente de que, hablando con madre e hija, no había perdido ni una pizca de frialdad, incluso el escocés reía con alguna de la historias que le contaba la dueña de la posada. Y pensaba aquello porque según hablaba con ellas, pensaba en lo vivido el día anterior. Cualquiera diría que se le había venido la casa abajo. Cualquiera diría que había matado la noche anterior. Así era él. Un frío cabronazo.

Cuando se hubo marchado de la posada, la temperatura era muy agradable, y además empezaba a clarear. Lo primero que hizo fue ir a la casa del científico, no sólo para ver cómo le iba sino porque debían adelantar el siguiente objetivo, en definitiva, cambiar el plan. Las calles estaban abarrotadas de silencio en la que destacaban los cuasi silenciosos pasos del escocés. No tenía muy claro cómo abordar a su siguiente presa. Tenía una ligera idea de cómo abordarlo, pero solo eran eso, ideas. Sin embargo su cabeza se puso a trabajar como nunca lo había hecho. Llegó incluso a quedarse quieto para concentrarse sólo en pensar. Los Dioses le habían otorgado el don de ver más allá de lo que ven los mortales, el de Caithness pensó entonces que estaba en el paso intermedio entre la mortalidad y la divinad y se lo creyó al momento, pues un plan se le vino a la cabeza. Pero para ello debía ser muy rápido. Corrió hacia su derruida casa a buscar los dibujos del loco Anastasio.

Cuando los encontró, que le llevó más de lo que esperaba, salió corriendo de allí hacia la casa de su siguiente sacrificio. Por el sol supo que no llegaría a tiempo y fue entonces, en plena carrera, cuando cambió su destino y fue hacia el Palacio Real, lugar de trabajo del hombre sin nombre. Ya no corría pero andaba con paso acelerado. Al llegar tuvo que parar unos instantes a respirar pero sin dejar de mirar a un lado y a otro a ver si lo veía. Se puso nervioso. No podía salirle mal el plan, menos a él, al elegido de los Dioses. Decidió caminar en dirección a la casa del guardia, no podía quedarse mucho tiempo en una zona quieto y mirando a todas partes, o podrían sospechar de él. Y le vio. Y se acercó a él. Estaban muy lejos de la casa de Anastasio y muy cerca del Palacio Real, esperaba que el plan funcionara.

Oye, necesito tu ayuda.- El hombre le miró con desconfianza, sabía quién era el escocés.- Mira, hay un lunático suelto por Valencia, tengo pruebas que así lo demuestran. Sé que con un guardia atenderá a razones y podremos entrar en su casa.- Le enseñó uno de los dibujos y estudió su reacción: primero fue sorpresa y después, cuando supo lo que era, fue de repugnancia y desaprobación.

Sí, sí, ¿sabes dónde está? Bien, voy a por el armamento y se lo comunico a mis.- El escocés le interrumpió. - Venga hombre te acompaño, vamos a por las armas y nos vamos rápido. Está justo en casa, llevo días siguiéndole. Sí, ya te lo cuento todo por el camino.- Lo que el escocés consiguió con aquello fue meterle prisa y pasar sin que informara al capitán. Sin embargo a medida que se acercaban al Palacio se dio cuenta de que si le veían con él, y luego desaparecía, le relacionarían directamente con el caso. Pensó rápido y le dijo que le esperaba allí fuera, no sin antes meterle prisas con un tono serio y elevando la voz, cuyo único objetivo era intentar amedrentarle. A la cuenta del número quinientos veinte y tres salió aquel hombre uniformado y armado. Le contó que se había cruzado con el comandante de la guardia y que le había dado permiso para ayudar a un ciudadano. El escocés asintió complacido y al tiempo que echaban a caminar.

Vas a ascender. Vas a llegar muy alto con lo de hoy.- Dijo en un tono un tanto sombrío. Lo amenizó con una sonrisa que, lejos de ser forzada, le salió con absoluta naturalidad y es que no pudo evitar contenerse con la comparación entre el ascenso de puestos y el ascenso al cielo aristotélico.- Pues verás, como te prometí antes, este hombre se dedica a coger cuerpos muertos y a abrirlos para ver lo que tienen, - vio como se santiguaba - y en fin, lejos de dar descanso eterno a los muertos, lo único que hace es mancillar los cuerpos. Una auténtica ofensa, ¿no crees?- Hizo una pausa para ver si respondía. Ante ausencia de tal prosiguió hablando.- Me di cuenta una noche que volvía a casa un hombre cogía el cadáver de un vagabundo y se lo llevaba a casa. Desde entonces le he seguido a todas partes.- Estaba convencido de que le había molestado el tono del comentario anterior. Iba a decirle algo, pero, ¿para qué? Llegaron al lugar en cuestión y acordaron que el escocés como iba vestido de civil llamaría a la puerta y en cuanto abriera el guardia se echaría encima.

Dos toques a la puerta y otro más tarde. El guardia no lo sabía pero era la seña. Anastasio tardó un poco más de lo habitual en abrir pero justo cuando lo hizo el guardia empujó con todas sus fuerza y tumbó al científico. Entraron los dos y Galbart cerró la puerta, fue entonces cuando desenvainó la espada y se la puso al científico en el cuello. El hedor era insoportable.

MALDITO TRAIDOR, PENSABA QUE ESTÁBAMOS EN ESTO HASTA EL FINAL.- Justo cuando acabó de decir aquello el guardía golpeó al escocés por la espalda haciéndole caer. Momento que aprovechó Anastasio para ponerse en pie y correr a por su maza. El guardia desenvainó la espada pero el Anastasio contaba con una agilidad con la que el hombre armado no contaba. Se deshizo del bloqueo y cogió la reparada maza. Los golpes y los gruñidos iban y venían, pero el Anastasio se descuidó y tropezó con el pie de Galbart y cayó al suelo golpeándose la cabeza. El guardia iba a por el escocés con la intención de matarlo pero éste reaccionó rápido y señaló hacia la puerta, mientras se recuperaba del golpe. En el tiempo en el que el escocés estuvo en el suelo, creyó escuchar una voz familiar.

En la habitación. Mira en la habitación.- El guardia le creyó y abrió la puerta, el espectáculo que vio fue grotesco. El cuerpo sin cabeza y sin pierna derecha de una persona, yacía encima de una mesa. Había sangre por el suelo y por la mesa, en otro escritorio había una vela, papel y útiles de escritura. El guardia creyó estar en el mismísimo infierno cuando escuchó ruido tras él, pero una arcada le recorrió todo el cuerpo y al tiempo que se giraba para ver lo que pasaba, se dobló para vomitar, oportunidad que no desaprovechó Galbart pues le soltó un espadazo en la cabeza cercenando parte de la misma. De allí salió una masa grisácea y sangre, que se unía, en el suelo, al vómito del hombre. Cerró los ojos y soltó la espada en el suelo, para después dar unos pasos hacia atrás y llevándose las manos a la cabeza, fue consciente de lo grotesco del infierno que era aquella casa: en la habitación "secreta" había un cuerpo mutilado, la cabeza en el suelo, órganos esparcidos por la estancia y para colmo, en la entrada de la habitación, había otro cadáver en el suelo al cual le faltaba una parte de la cabeza. Pero ahí no acababa todo, el olor del vómito, la sangre, el cerebro, la muerte... más el disfrute de Anastasio porque reía y además lo hacía con ganas... El escocés casi no pudo soportarlo y fue entonces cuando se se desvaneció de este mundo.

Tu pretenciosidad te ha llevado a esto.Hazte una idea de lo que te espera si fallas mortal. Lo de hoy, sólo ha sido lo que hay en las puertas del infierno.

Volvió en sí cuando Anastasio se acercaba a él, mazo en mano. El escocés le miró y él se detuvo.

Responde. Es la quinta vez que te lo pregunto, ¿por qué caspita estás aquí?- El escocés todavía conmocionado con todo lo vivido reaccionó de una manera inesperada para Anastasio. Se acercó a él y mirandole a los ojos le gritó:

Cierra la puñetera boca. ¿Cómo caspita eres capaz de reírte de esto? Y como vuelvas a hablarme así, te meto la maza por donde la espalda pierde su nombre. ¿Estamos?- Se separó de él recogió la espada y la limpió con la ropa del Anastasio que se había quedado quieto.- Limpia esta porquería.- Dijo y se marchó.

Llegó al bosque. Sucio y con sangre en los pantalones. Se tumbó a la sombra de los árboles. La imagen de hacía unas horas no se le iba de la cabeza. Tampoco las palabras que resonaron en su cabeza. Cayó en la cuenta que por la mañana se había creído el nexo entre la mortalidad y la divinidad y sería por eso por lo que le habían hablado, seguro. Se maldijo mil y una veces. Pidió entonces a los Dioses que le perdonaran aquellos pensamientos. Comprendió entonces que no se irían hasta que los cuatro hubieran caído. Esperaba que Carrie tuviera éxito con su plan, pues él iba a esperar en el lugar adecuado a la hora adecuada y esperaba que todo fuera tan cuadrado como lo habían planeado.

Quería olvidar el mismísimo infierno.

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Carrie.


Decidió no perder más tiempo, se vistió, se recogió el pelo para que quedase oculto cuando se pusiese la capucha, y con la capa doblada en el brazo abandonó la posada. En cuanto salió al exterior intentó buscar calles que no fueran transitadas y cuando nadie la veía se colocó la capa ocultando el cabello, sus ropas y casi todo el rostro. Andaba con cuidado para no hacer ruido y pasar desapercibida hasta que llegó al lugar.

Ya había inspeccionado días atrás la casa y sabía por dónde podía subir. Se aseguró de que no había nadie por los alrededores y en cuanto estuvo despejado echó una carrera y se encaramó por la pared hasta entrar por la ventana.

Entró y rápidamente fue a la puerta, escuchó atenta por si alguien entraba en la habitación.... pero no daba esa impresión. En la habitación de al lado se oía a una mujer gemir en un tono extremadamente alto y unos golpes fuertes y rítmicos Chistoooooos OOhhhh síii OOhhhh Chistossss. Parecían estar muy ocupados.

-Ehhhh tuuu acércate más!!!- oyó decir a alguien que parecía estar bastante borracho junto a unas risitas de dos o quizás tres jóvenes.
- ¡¡Y tu cuidado con mis chicas, o te vas a enterar!!!

Tengo que ir rápido-pensó Carrie- es difícil que ellos me oigan, pero si alguien viene tampoco lo oiré.

Vió una silla y la puso contra la puerta, si alguien quería entrar antes de poder hacerlo la alertaría y le daría el tiempo necesario para escapar corriendo por la ventana. Luego se dirigió a una cómoda y empezo a sacar sin miramientos todo lo que había. No se creía que ella pudiese vestirse con eso, pero... al final cogió un vestido rojo, un corsé negro que solo de mirarlo le quitaba la respiración y... no zapatos no, no quería renunciar a sus botas negras, tenía que ir cómoda y no se iba a poner esos zapatitos. ¿cómo podría correr o hacer nada si la cosa se pusiese fea? Descartó los zapatos y entonces vió una peluca, negra, de melena recta, como los egipcios antiguos. No había pensado en eso y le pareció perfecto para esconder su pelo rojo. También cogió un pintalabios rojo y... Oooops oyó como se acercaban unas voces. Dejó encima de la cómoda algo de dinero, lo que le pareció que compensaría la pérdida de todo aquello. Lo puso todo dentro del vestido, lo enrolló y lo metió dentro de una bolsa.

Unas risas junto a la puerta. Corrió hacia la ventana y miró hacia abajo, por suerte no había nadie. Se colgó del marco cuando oyó la puerta. Mierddddd... bajó un poco pero se dió cuenta de que no podía perder tiempo y que tenía que saltar.

Saltó apoyándose también en sus manos y ocultándolo todo bajo la capa, corrió. Le pareció oir a alguien gritar, seguramente desde la ventana por la que había saltado pero no miró atrás, se fué rápido por callejuelas y se dirigió directamente a la posada. Se bajó la capucha al entrar para saludar a Estefanía y fue a su habitación sin perder tiempo. Una vez dentro cerró la puerta y se sentó en la cama, sentía la adrenalina recorrer aún su cuerpo, entonces miró sus manos, tenía algunas heridas de la escalada y la caída. Se las limpió, descansó un poco, intentó relajarse y concienzarse de lo que tenía que hacer entonces. Más tarde se cambió de ropa, se puso frente al espejo, se colocó la peluca, se pintó los labios con carmín y se observó un rato, para acostumbrarse a su aspecto y al papel que tenía que desempeñar, hizo un gesto de disgusto.

-¡¡Dioses!! ¡¡que ropa más incómoda. Con aquel vestido escotado y el corsé dejaba muy poco a la imaginación y a la respiración también, pero tenía que parecer una mujer de la calle, era parte del plan.

Esperó a que oscureciese un poco para poder pasar desapercibida, escuchó atenta para no encontrarse a nadie hasta la salida, se tapó de nuevo con la capa y se quedó un rato en la escalera, esperando para escabullirse sin ser vista y en el momento justo.

En cuanto perdió de vista la Amalia corrió hacia la puerta y se dirigió cerca de la casa del tipo, no le veía... fue andando hasta el burdel. Se quedó en la esquina esperando a abordarlo en cuanto llegase. Tuvo que sacarse de encima a un par de pesados y les engañó prometiéndoles las mejores chicas unas casas más lejos de ahí. En cuanto se fueron llegaba él. Se quitó la capa y mostrando todos sus encantos se acercó a la puerta del local.
-¡¡Oye!!
-Ella se giró- Hola encanto, ¿quieres pasar un buen rato?- Se le revolvió el estómago en cuanto oyó lo que acababa de decir.
-Tu... tu eres nueva ¿no? Conozco a las chicas de aquí y... a ti no te había visto nunca- la repasó de arriba a abajo y dió una vuelta para observarla detenidamente.

Carrie se contoneó riendo y sacando pecho- Sí sí, llegué hace un par de días, tu... tampoco te había visto por aquí... pero podemos conocernos si tu quieres...
-Claro, claro, las chicas de Marie nunca decepcionan... y tu... parece que tampoco lo harás.
La cogió por el culo y ella esquivándole hizo que la siguiera hasta el callejón.- ¡¡eeeehhhh no seas tan impaciente!!- le dijo acompañándolo de una risita como las que les había oido a las chicas esa misma mañana, mientras rogaba a los dioses que Galbart estuviera ahí y todo terminase rápido.

Él la empujó bruscamente contra la pared y le quitó la peluca.
-Ajaaaaaa lo que yo creía. La putita escocesa ha terminado en un burdel- le tiró del pelo con violencia haciéndola caer al suelo. Aquelló descolocó a Carrie, no había previsto que pudiese reconocerla y que la situación se le volviese en contra.
-¡¡Venga!! ¡¡Levanta!!-la hizo levantarse cogiéndola por la ropa que se rasgó por ell tirón. Ahora vas a saber lo que es un hombre de verdad- le dijo mientras le levantaba la falda.- Te vas a enterar de lo que es bueno, ¡¡hereje abrazaárboles!!!
Ella le empujó fuerte zafándose de él.
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