Afficher le menu
Information and comments (0)
<<   <   1, 2, 3   >>

[RP] Jardín de sombras.

Galbart


No le había llevado ni cinco minutos llegar al burdel desde la muralla norte de la ciudad. Estaba dando un paseo y escuchando las conversaciones de la gente. También se había parado a dar limosna a un par de vagabundos. Algunos le paraban por la calle. Se había ganado una reputación entre las humildes gentes de Valencia, aquellas que muchas veces eran encarceladas con el motivo de mantener la belleza de la capital. Si quieres mantenerla bella, no llenes cárceles y llena casas pensaba el escocés cada vez que sacaba esa conclusión y si nadie le decía otra cosa era porque estaba en lo cierto, sin embargo en aquellos instantes debía concentrarse en derribar al último peón. Quería sacarse la grotesca imagen de su cabeza, quería quitarse de su cabeza el mismísimo infierno.

Llegó al callejón en cuestión, pero no vio a Carrie allí fuera, sea como fuere, se metió allí dentro y se ocultó entre las sombras. Pudo investigar un poco más el callejón, había varias puertas que daban, seguramente, a viviendas. La construcción de la ciudad de Valencia era rara, bueno, de todas las ciudades que había visitado puesto que en todas ellas había callejuelas sin ningún orden. A veces llegaba a ser caótico pero a la vez útil, como en aquella ocasión. Se ocultó contra una puerta esperando su oportunidad... y entonces escuchó y observó.

Ajaaaaaa lo que yo creía. La putita escocesa ha terminado en un burdel.- Aquello encendió al escocés. Pero se contuvo y esperó a que se desarrollaran los acontecimientos. Cuando la empujó contra el suelo, salió de su escondite y se acercó lentamente hacia el hombre.

¡¡Venga!! ¡¡Levanta!! Ahora vas a saber lo que es un hombre de verdad. Te vas a enterar de lo que es bueno, ¡¡¡hereje abrazaárboles!!! - Entonces ella le empujó y tropezó con él.

El hombre se quedó confuso porque pensó que podría ser una pared pero había sido un choque blando. Entonces se dio la vuelta y se encontró con un cuerpo y una sombra cortando parte del pecho y la cabeza. Se asustó un instante y dijo titubeante ante las dimensiones del de Caithness:

Eh venga, hermano, ¿no ves que tengo algo entre manos?- Entonces el de Caithness dio un paso hacia atrás y el puño derecho impactó en su cara derrumbándolo cerca de Carrie. El de Caithness se sacudió la mano, no recordaba haber dado tan fuerte en su vida. Arrastró aquel cuerpo hacia el callejón. Este intentaba levantarse mientras el escocés le decía:

Resulta que el putito escocés también está aquí. ¿Sorprendido? Levanta, vamos, quiero ver a ese hombre de verdad. - Justo cuando se levantaba el escocés le pateó el estómago haciéndole caer. La imagen de Carrie a punto de ser mancillada por otro hombre se le pasó por la cabeza, así como el insulto y el empujón que le dio. No pudo soportarlo y le pegó una patada en el estomago para que volviera a caer. Gruñó. Los ojos del escocés estaban llenos de ira. Le dio la vuelta en el suelo. Él abrió los ojos y volvió a gruñir al ver al escocés que le sonreía. Arremetió con el a puñetazos hasta que se dolió de las manos. El hombre resistía. No esperaba menos puesto que estaba entrenado para ello. Le cogió del cuello de la camisa y le levantó para ponerlo contra la pared. Miró a un lado y a otro y su mirada se cruzó con la de Carrie. Esa décima de segundo en la que se cruzaron sus miradas fue suficiente como para saber que ella quería verlo machacado y derrumbado. El escocés, entonces le clavó una daga en el bazo. El hombre abrió los ojos y soltó un:

Hijo de put...- No terminó, porque para entonces el escocés le estampó la cabeza, con todas su fuerzas, contra la pared. Lo repitió dos veces más y dejó que el cuerpo cayera al suelo y se desangrara. No se limpió la sangre que le había salpicado la cara. Sintió ganas de gritar, pero miró al cielo. Después bajó la mirada y escondió los dibujos de partes humanas debajo del cadáver. Ella le miraba con cierto respeto, como diciendo "tú no eres Galbart". Le indicó que se acercara con el dedo índice y le dio un fuerte abrazo al tiempo que se iban de allí. Debían ir a la posada y lavarse.

Una vez aseados y bien vestidos, el escocés le contó a Carrie lo que había vivido por la mañana, pero hizo especial hincapié en la visión que tuvo.

Carrie, por los Dioses te digo, que hoy he bajado a las entrañas del mismísimo infierno. Ha sido un espectáculo grotesco y asqueroso. Era como estar en las mismísimas puertas del infierno y estar con uno de sus cancerberos que se reía como si de una comedia se tratara. Era como si los mismísimos Dioses me advirtieran, pero no sé de qué.

La respuesta llegó cuando Amalia les servía de la cena. Amalia hablaba con Carrie sobre alguna cosa cuando el escocés captó que Amalia decía:

Ya ves hija, este hombre se cree invencible.- Las dos rieron, pero el de Caithness se dio cuenta de que había sido estúpido al considerarse el nexo entre Dioses y mortales, era un honor que aún distaba aunque, tiempo atrás, había iniciado el camino.

No soy invencible, soy un simple mortal.- El escocés, entonces sonrió de verdad, cosa que no había hecho en todo el día. Los Dioses le habían perdonando. No cometería el mismo error una segunda vez.

Había comprobado, de primera mano, lo que podía hacer provocar la ira de los Dioses.

_________________
--Juan.elreformado


... y esto ha sido así desde que esa panda de corruptos gobernantes están al mando de una institución tan importante como es el Ministerio de la Fe. Hermanos del mar, abrazad las doctrinas reformistas como si de un familiar cerca...

¡¡Asesino!! se oyó entre los presentes, Juan se vio obligado a interrumpir su discurso, alterado como estaba por tal injuria.

¿Quién ha sido el valiente que se atreve a acusar tan vilmente y de manera tan descarada a un pobre predicador de la nueva y verdadera Iglesia?

La gente del puerto que le escuchaba se alteró y empezaron a vocear. Unos contra el acusador, otros lo apoyaban, otros discutían por las palabras que acababa de pronunciar el escuchimizado orador. Juan sonreía al ver tal tumulto y pensó que podría convertirse en el pacificador de la situación.

Hermanos de Dios, escuchad mis palabras pues de ellas salen buenas nuevas. La muchedumbre empezó a golpearse, ignorando así al predicador. Éste se bajó de su cubo y justo un cuerpo impactó contra él haciendo caer al predicador. Entonces la marabunta parecía disolverse gritando, detrás de ellos corrían unos guardia y otro se había quedado al lado del reformado.

Así que eres tú el que ha alborotado a esta gente, ¿verdad? Vamos a hacerle una visita a los calabozos, ¡hereje! - Lo cogió por la ropa y le empujó en dirección a los calabozos. El reformado profería injurias contra aquel perro de la Iglesia tradicional.

Habla lo que quieras perro, sé lo que hiciste. No tengo pruebas claras, pero todo se arreglará, ¡asesino!

Juan se estremeció. Sonaba muy convincente, aun así, él no sabía a lo que se refería el guardia.
Carrie.


Se despertó abrazada al de Caithness, su pecho había sido la almohada perfecta. Abrió lentamente los ojos y observó al escocés. Dioses, que guapisimo es-pensó sonriendo. Cerró los ojos y volvió a reposar la cabeza sobre su pecho. Por un momento pasó por su mente la noche anterior, Galbart furioso, con unos ojos centelleantes, llenos de ira golpeado a ese.... asqueroso y repugnante y.... puaj que rato tan desagradable le hizo pasar aquel desgraciado. Nunca había visto a Galbart como ayer, asestando esos golpes con esa furia a la vez tan fría y controlada... le impresionó, aunque era consciente de que, cuando se lo proponía el escocés era letal.

Parecía que sus pensamientos habían despertado al escocés, ¿o quizás eran las voces de la calle? La miró y gruñó a modo de buenos días. Se desperezaron, se prodigaron besos y algun que otro mimo mientras se vestían, y bajaron a desayunar. Amalia siempre tan amable lo tenía todo preparado para el que parecía era su cliente favorito. Espero que hoy no tengas nada que decir sobre mi atuendo y no te rías como hiciste ayer- le dijo Carrie. Galbart respondió con una sonora risotada. Aquello le hizo pensar en que debía deshacerse de aquella ropa, que, por supuesto no pensaba volver a vestir jamás.

En cuanto terminaron, fueron a la calle, a ver qué se oía, que decía la gente sobre los asesinatos y desapariciones. Efectivamente, nada más poner un pie en la calle sólo había un tema de conversación general, la gente discutía airadamente, desconfiaban unos de otros. Era justo lo que querían.
- Que te digo que es él. ¡Reformistas! Son asesinos, sólo quieren destrozarlo todo. Son unos herejes. Sólo nos llevarán a la destrucción y el pecado.
Una pareja de mujeres susurraban, pero al acercase oyeron como hablaban de unos papeles, dibujos satánicos de cuerpos mutilados y que satanás en persona había llegado a la ciudad para sembrar el mal. Te digo que el diablo anda entre nosotros- dijo una de las mujeres santiguándose.

Justo antes de llegar a la plaza vieron unos guardas que llevaban a alguien a rastras, dos perros iban detrás ladrando y siguiendo las piernas de aquel hombre intentando morderle como si fueran un hueso que se les escapaba. El hombre no dejaba de proclamar su inocencia. Y al mirar hacia un lado vio a Carrie.
-Ella, ella sabe de lo que hablo, ella me dijo que debía decir la verdad al mundo. ¡¡Señora!! ¡¡¡Dígales que por no ser aristotélico y no aceptar las injusticias de los que mandan eso no me convierte en un asesino!!! Yo no soy el único, hay más gente que piensa como yo, no nos podrán acallar a todos. No podrán... no podrán... no... La voz se perdía entre el gentío, el hombre buscó a Carrie con la mirada buscando algún gesto, quizás que la gente se abalanzase sobre los guardias y le liberasen... pero Carrie al sentirse observada por los guardias cogió a Galbart de la mano y cambió de rumbo rápidamente para perderse entre la multitud.

Caminaron un rato intentando escapar del bullicio, llegaron hasta el bosque y allí se sentaron cerca del río. ¿Y bien? ¿qué piensas? te veo muy pensativo, amor. Parece que las cosas van como debían, ¿no?
Galbart


No sé qué decirte, la verdad... Ese puñetero reformado... - Lo cierto es que cuando habían visto el revuelo que había en torno al desgraciado aquel y cómo se había dirigido después a Carrie había mosqueado bastante al escocés. En primer lugar por hablarle a su querida, y en segundo lugar, porque aquel hombre podía irse de la lengua y relacionar a Carrie y por consiguiente a él mismo con los hechos.

Lanzó una piedrecita al mundo. Tenían que pensar el próximo paso y decidieron que lo mejor sería salir de Valencia, cabalgar y hablar lejos de aquella ciudad en la que todo el mundo parecía estar con mil oídos para enterarse del último rumor sobre las muertes. La verdad es que al escocés, aquella misma mañana le habían entrado ganas de gritar que él era el mismísimo demonio, sólo para ver la reacción de la gente, pero habría sido estúpido, ¿o no? Sin duda alguna quería gritarles, llamarles ignorantes e infieles, sus creencias se basaban en una amalgama de costumbres y tradiciones robadas al resto de religiones. Le causaba una impotencia enorme no poder decirle a la gente que estaba equivocada debido a que los dogmas aristotélicos estaban bien arraigados en la sociedad, cualquier cosa que saliera de aquellos esquemas preestablecidos por las Instituciones era visto como herejía.

Decidieron volver a la ciudad y coger a Beleno, el gran caballo negro del escocés. Subió primero Carrie y detrás de ella, se sentó Galbart. Cogió las riendas y salieron de la ciudad hacia el oeste, alejándose de la costa. El escocés iba señalando de vez en cuando partes del paisaje. Pero entonces ocurrió algo terrible. El olor del pelo de Carrie, y el bamboleo del caballo y el consiguiente roce con Carrie provocó en el escocés una de esas cosas que sólo le pasan a los hombres. Carrie al notarlo se echó a reír y le dijo mientras se giraba para darle un beso:

Espero que no sea por el caballo. - El escocés no pudo evitar y reír y para castigar a Carrie hizo que Beleno se encabritara y se pusiera a dos patas haciendo que Carrie se tuviera que agarrar al cuello del caballo echándose hacia adelante, una situación que para nada mejoraba su pequeño "accidente". Sin embargo, trató de pensar en otra cosa y le dio más ritmo al caballo, llegando así a una pequeña fortificación. Tenía una cuantas casas cerca del castillo y fincas enteras plantadas con trigo y maíz. Se escuchaba música.

¿Te los imaginas ahí? Bebiendo y comiendo como auténticos cerdos mientras nosotros estamos sin casa y lo que es peor aún, todo porque esos cerdos son aristotélicos. - Dijo el escocés con un tono despectivo. - Estaría bien que alguien les diera una lección. - Una idea recorrió la mente de Galbart y la pensó en voz alta. - Rendiré ese castillo a tu pies, Carrie.- Era una idea descabellada, pero como Carrie no dijo nada, el escocés creyó que la idea había calado en Carrie.

Y por qué no. Nos han tratado mal; nos han mentido; nos han utilizado; nos han intentado comprar; nos han hecho perder nuestro tiempo... ¿Por qué no íbamos a darles una lección?- Galbart sonrió y dio la vuelta en dirección a Valencia, a la posada de Amalia. No habían hablado de lo que iban a hacer, pero si que pensaba en él. Además, en ese paseo de algo más de treinta minutos, habían sacado una buena idea para su futura casa.

¿Y por qué no vivir en un castillo?

_________________
Galbart


La reunión que acababa de tener con el Cardenal había sido breve y el mensaje muy claro: encontrar al responsable de los actos criminales a cambio de su libertad y dejar de servir al Cardenal como guardia personal. Si bien es cierto que la paga era buena, sus creencias y hábitos le habían conducido por un camino en el que era muy difícil compaginar las dos vidas. No obstante sin el dinero podía vivir, estando con la conciencia intranquila no.

Salió del Palau dando grandes zancadas. Pensó en la reacción del señor Cardenal al hablarle del tema. El escocés pensaba que él mismo era sospechoso a sus ojos, pero, ¿cómo se las apañaría para acusarle? Quizá sólo pretendía ganar algo de tiempo para sacar alguna prueba en su contra... sólo los Dioses sabían. No obstante, el premio de su libertad era más que suficiente como para obedecer aquella última orden, además ya se había preparado el terreno para ello. Lo primero que iba a hacer era ir a los calabozos. Mientras, por el camino, el escocés pensaba en que se había conseguido labrar una muy buena reputación* e incluso había gente dispuesta a seguirle**, era algo casi impensable cuando vivía con los mercenarios en Inglaterra, ¿qué habrá sido de ellos?

Se presentó en la puerta del calabozo y entró a ver a uno de los prisioneros. Se trataba de uno de esos secesionistas que proclamaban una nueva y reformada Iglesia. A parte de ser una amalgama de mentiras, el escocés pensaba que aquellos hombres tenían ansias de poder y usaban a la gente para escudarse y defender sus intereses. Había tenido el "placer" de conocer a unos cuantos de aquellos en Roma. Entró en la celda de aquel desgraciado que rezaba mirando al ventanuco que había. El olor de la mierdda y la orina lo inundaba todo.

Sacerdote, he oído que estabas aquí encerrado por conspiración y asesinato, ¿es cierto?- Le dijo, al tiempo que Juan se daba la vuelta interrumpiendo su rezo.

Así es, estoy aquí por eso y por designo de Dios. Sé que me tiene guardado otro destino.- Contestó mientras miraba detenidamente al escocés. - De todas formas, tales acusaciones son falsas. Yo nunca he conspirado contra nadie, solamente he traído verdad y respuestas al corrupto Reino de Valencia.

¿La verdad y las respuestas son muerte para hombres de bien?- Interrumpió el escocés. - Porque seamos sinceros, ir predicando en contra de un sector muy determinado y que luego mueran un hombre y desaparezcan otros tres...

¡FALACIAS! Fue la chica del pelo rojo la que... - El escocés le pegó un puñetazo en la cara a aquel hombre. Se sacudió los nudillos al tiempo que el sacerdote se ponía de pie. ¿Quién te dijo qué?- Dijo. La chica del pelo rojo.- Contestó con la boca llena de sangre. Sin tiempo para reaccionar, el escocés volvió a golpearle en la cara. Estuvieron así un rato hasta que el sacerdote dejó de contestar con lo mismo.

Déjame que haga un resumen de lo que he aprendido hoy contigo.- Sonrió.- Traías la luz al Reino de Valencia porque... bueno, tus motivos tendrás. Como tu táctica no funcionaba, te centraste en un sector muy concreto. Buscabas provocar la ira de la guardia, ¿me equivoco? Bien. Y todo esto se te ocurrió a ti solo, ¿verdad?- Él asintió. El escocés desenvainó la espada y el sacerdote corrió a refugiarse en un rincón de la celda. - Espero no tener que usarla. No me obligues, ¿vale?- Envainó de nuevo y llamó a un guardia para que lo sacaran de la celda, le comentó que había hablado y le contó la historia para que la contratastara todas las veces que quisiera.

Sin embargo, no lo hizo sólo, él no ha matado a nadie. Lo ha hecho un cómplice.- Se despidió del guardia después de que este le dijera que hablara con el guardia de la tarde del puerto para que le contara como estaba el cuerpo que habían hallado en el puerto. El escocés lo sabía de sobra, pero debía aparentar estar llevando a cabo una investigación rigurosa.

Fue camino al puerto a seguir actuando.




*Puntos de reputación.
**Puntos de confianza.

_________________
Carrie.


Cosía con pequeñas puntadas tal y como le había enseñado la tejedora y sastre que le haría el vestido de novia. Estaba quedando bien la bandera. Galbart había hecho un diseño y ella había conseguido retales de color verde, negro y blanco. coser el árbol era lo más complicado pero ya lo tenía casi. Alejó la labor para ver como estaba quedando y se dió por complacida. Pocas veces había cosido, y cuando lo había hecho no le había preocupado mucho el hacerlo con mucho esmero, lo suficiente para hacer algun remiendo o disimular algun agujero nada más.

Dejó las cosas sobre la cama y miró por la ventana. El escocés le había dicho que era mejor que no se la viera mucho por el pueblo hasta que él se encargase de Juan, el reformado, sobretodo después de que intentase acusarla a ella de...

Daba vueltas a la habitación como un animal enjaulado, no tenía ganas de coser, no quería estar encerrada, estar ahí ,esperando, la carcomía. Se sentó en la cama y suspiró, escondió la cara entre sus manos y respiró lentamente intentando calmarse. ¿Qué debia estar haciendo el de Caithness? ¿Y Juan? ¿Y....? Se levantó de golpe. ¿Y Anastasio? Tuvo una corazonada y fue corriendo escaleras abajo. Paró en seco y volvío a subir renegando.

-¡¡Dita sea!!

Cogió la capa y corrió de nuevo escaleras abajo. Justo antes de salir se tapó bien el pelo y casi toda la cara con la capucha y corrió a casa de Anastasio. Cuando llegó intentó ver desde fuera si estaba, pero algunas ventanas estaban cerradas y otras tan sucias que era imposible ver nada. Llamó a la puerta y al picar con los nudillos se abrió. Entró lentamente, cuchillo en mano y mirando en todas direcciones. ¡¡Dioses!! susurró. El hedor era casi insoportable. Se tapó la nariz y siguió andando. Revisó las habitaciones una por una y no vió a nadie. Vió la sala que le había descrito Galbart y la cerró rápido con un fuerte portazo Sólo había sangre seca por todas partes, pero no había ningún cuerpo ni parte de ellos. Cuando iba a salir un ruido a sus espaldas la sobresaltó, giró sobre sus talones y de inmediato respiró aliviada: era un gato. Pero... ese gato.... llevaba... ¡¡Oh Dioses!! Era un dedo humano lo que llevaba en la boca el bicho. Se tapó la boca sintiendo que iba a vomitar. Cogió la espada y partió al gato en dos. Ahora ya no se andaba por las ramas...

Se despertó inquieta y sudando. ¿Qué significaba.... qué...? Vió a su lado la bandera a medio coser. Se levantó y miró por la ventana, era media tarde. Se sentía aturdida. De golpe vino a su mente el sueño que había tenido y.... Anastasio no estaba. Corrió hacia la puerta y antes de abrirla volvió atrás a por su capa, se tapó y corrió hacia la casa de Anastasio.

Estaba llegando cuando vió a alguien que salía de su casa, debía ser él, encajaba con la descripción que le había dado Galbart. Le siguió discretamente a lo lejos... iba cargado con un gran fardo a la espalda, estaba claro que huía, y eso perjudicaría los planes que habían hecho. ¿Qué debía hacer? ¿Seguirle sin que se diera cuenta? Asaltarle e intentar reducirle y esperar al de Caithness? No podía dejarle huir, así que le seguiría esperando el momento adecuado para reducirle. No iba a irse, no le dejaría.

El hombre parecía desconfíado, caminaba inseguro, y se giraba a cada momento, tenía miedo de alguien o de que le persiguiesen... Carrie le seguía por un camino cada vez más angosto, sinuoso, lleno de recovecos... De repente le perdió de vista en un recodo. Aquello no le gustó nada. Se paró y escuchó atenta. No tuvo tiempo de reacción, un golpe seco en la cabeza la dejó aturdida en el suelo. A duras penas pudo darse la vuelta y vió como una sombra se le acercaba. Buscó su cuchillo escondido entre sus ropas y esperó a que el hombre se acercase lo suficiente, mientras esperaba recuperar algo de lucidez, lo veía todo borroso, todo había tomado un aire como fantasmal. El hombre se puso junto a ella observándola, parecía como si la diseccionase con la mirada, ella esperó, esperó... y cuando lo tuvo al lado con un movimento rápido le hizo un corte en la pantorilla izquierda, de arriba abajo. Anastasio cayó de rodillas insultándola, le quitó el cuchillo y le rodeó el cuello con sus enormes manos apretándole más y más... Carrie le golpeó con todas sus fuerzas, intentó separarle, pero él era mucho más fuerte, se revolvía empujando, clavándole las uñas, le golpeaba una y otra vez, pero él aguantaba a la vez que apretaba con más fuerza y rabia.

Vió una luz intensa que abarcaba todo su campo de visión y sintió que las fuerzas la abandonaban. Súbitamente todo desapareció, todo era blanco, como si estuviera en medio de una nuve luminosa, no sentía dolor.. se sentía bien... se miró las manos estaban rojas, parecían arder sentía fuego en sus manos pero no sentía dolor alguno, al contrario...y de repente.... una terrible sacudida, le dolía todo, respiraba con dificultad tosiendo, sentía en su garganta la presión que habían ejercito en ella. Vió un bulto a su derecha, su visión volvía a ser borrosa. Intentó incorporarse pero no pudo, notó algo a su izquierda. Movió la cabeza y vió a Anastasio con la cara quemada, parecía.... intentó fijarse sí, tenía una expresión como aterrado, gemía por el dolor, no tenía todo el rostro quemado, parecía como si tuviera las marcas de unas... ¿manos? Debia estar soñando otra vez... la sombra se acercaba más y ella... sintió como se desvanecía. ¿Sería aquello la muerte?
Galbart


Después de "hablar" con el reformado, Galbart, paseó por las calles de Valencia, ajeno al mundo que le rodeaba pero con un objetivo: llegar a la casa de Anastasio. Debía acabar con aquello, su libertad estaba en juego. Aunque el escocés era libre de hacer lo que quisiera, hizo un juramento al actual Cardenal que le obligaba a servirle a cambio de salvar sus vidas. Lo que ahora se preguntaba el escocés era que si había hecho bien, quizá si se hubiera negado su destino hubiera cambiado para mejor o para peor, sólo los Dioses lo sabían. Miró al cielo. Un color naranja le ganaba la partida al azul que había dominado durante el día. La noche acechaba, una vez más, a las gentes de Valencia, y el escocés, aprovecharía esa situación para visitar a su "amigo" Anastasio. Era el elemento que le separaba de su libertad, pero a medida que se acercaba a su destino, el de Caithness pensó en la inteligencia del científico. Era sin duda un hombre notable en sus quehaceres, se le veía muy meticuloso a la hora de ponerse a hacer sus cosas y aquello representaba una verdadera amenaza, tanto para él como para ella. Lo que debía hacer, era buscar una forma de incriminarle y que además no pudiera hablar. La lengua.- Dijo en alto mientras seguía caminando. Claro, debía cortarle la lengua para que dejara de hablar, no sería la primera vez que cortaba una lengua. Primero debía dejarlo inconsciente y después proceder al corte. Luego llamaría a la guardia para que visitaran el lugar.

¡Devuélveme mis monedas, canalla! - Observó la escena. Dos hombres peleaban por una monedas. La pelea era brutal, puñetazos y patadas iban de un lado para otro. El escocés solía mediar en aquel tipo de asuntos, pero siguió de largo, ignorando a aquellos dos hombres. Al final de la noche, uno de ellos, seguramente, estaría agonizando.

Llegó al lugar en cuestión. Había oscurecido desde la última vez que miró al cielo. El naranja se desvanecía para dar paso a la noche. Antes de llamar a la puerta, la imagen de hacía unos días se le vino a la cabeza. Pegó dos veces en la puerta. Acababa de invocar a un ente maligno. Su corazón palpitaba cada vez más fuerte y su mano derecha estaba sobre la empuñadura de la espada. Pero no pasó nada. Volvió a llamar y volvió a quedar sin respuesta. La ausencia de Anastasio, a priori, no le planteaba un problema pero sí era una preocupación más. Decidió volver a la posada con Carrie y planear su próximo movimiento, que evidentemente sería buscar a Anastasio. Volvió por el mismo lugar. Quería saber como había transcurrido la pelea, pero no vio a nadie. Supuso que quedarían como enemigos y cada uno para su casa a lamerse las heridas. -Eso en Irlanda no pasaba. - pensó mientras se le dibuja una sonrisa en el rostro. Y era verdad, en Irlanda recordaba haber visto una pelea por dinero que llegó a las espadas e incluso la gente que apoyaba a uno o al otro se empezaban a pelear. Era un mundo completamente diferente. La posada no quedaba lejos y apuró el paso. Cuando llegaba avistó al joven que se encargaba de vigilar a Carrie. Había tomado aquella decisión porque la conocía bien y sabía que de salir iba a cometer algún error. Aunque quizá lo que quería era protegerla y tenerla controlada en cualquier momento, pues le había confiado su vida. Pero la cara del jóven parecía distinta a la de aquella mañana. ¿Cómo se llamaba? ¿Oleg?

Se... Señor Galbart, tengo que hablar con usted es importante.- El escocés se tensó y se temió lo peor. - Han, han secuestrado a su señora.- El escocés se encendió de rabia y Olegario se alejó un poco.

-¿Cómo caspita has permitido que la raptaran?- Quería darle un puñetazo allí mismo pero se contuvo y fue corriendo a la habitación de la posada. Era cierto, allí no estaba. Bajó inmediatamente a buscar al jóven. - Por lo menos sabrás dónde la han secuestrado, ¿no?- Le dijo mientras iba a por el caballo. Él asintió y añadió:

-Es más, señor, sé dónde están.- El escocés le miró incrédulo y le ordenó que subiera al caballo y que se agarrara fuerte. Espoleó a Beleno hacia una de las salidas de la ciudad.

-¿A dónde han ido chico? - La ira se convertía en más ira y en ganas de matar.

-Al norte, a un poblado cerca de Olocau, creo que se metieron en una casa porque no les vi salir del pueblo.- Conocía el lugar de uno de su trabajos para el entonces Inquisidor de Valencia. Espoleó al caballo y notó como el joven Olegor u Oleg, que más daba, se agarraba más fuerte. Sería un viaje de una media hora a caballo porque irían a buena velocidad. -¿Sabes cómo era el secuestrador? ¿Por qué diantres no hiciste nada? - Gritó el escocés. - Era un hombre alto, y delgado y con el pelo largo..- Hizo una pausa y susurró para sí mismo: - Me pudo el miedo.

Habían llegado al pueblo. Le había costado orientarse pero al final lo encontró. Lo primero que hizo al bajar del caballo fue atarlo a un poste de una de las haciendas y darle el puñal a Oleg. - Escúchame Oleg, vamos a ir casa por casa hasta encontrar a ese bastardo, ¿de acuerdo? ¿Sabes usarlo? Bien, agárralo con firmeza y si se acerca a ti espetalo con todas tus fuerzas hacia delante, ¿de acuerdo?- Se pusieron en marcha. Oleg era bastante alto para ser un joven de menos de dieciséis años. Su constitución delgada, por la falta de comida, ayudaba a aquella percepción. Lo primero que hicieron fue ir a la casa de Hernando. Justo cuando abrió la puerta el escocés irrumpió en la estancia y le dijo a Hernando que se callara. Le contó lo que pasaba.

Eso explicaría los gritos en la casa de Laureano.- No necesitaba oír más. Sacó a Hernando de casa y le ordenó que le enseñara dónde estaba la casa de Laureano. Además les contó que Laureano había estado muy intranquilo durante todo el día. Antes de llamar, Oleg le dijo que se inventara que había fuego. El escocés asintió a la buena idea que había tenido el joven.

¡¡Laureano!! ¡Un fuego! ¡Por tus muertos, échame una mano!- La puerta se abrió instantes después y el escocés cogió del cuello a aquel hombre y lo tiró contra el suelo y entró en la casa. Anastasio se abalanzó rápidamente contra él con su maza. El escocés le esquivó y le pateó fuera de la casa junto con Laureano. Ordenó a Oleg y a Hernando que liberaran a Carrie.

Tu cuerpo arderá.- Se lanzó contra él y le clavó la espada en la pierna que ya tenía mal herida. El grito de Anastasio despertó a los mismísimos muertos. -¡¡Dibújalo!! ¡Díbújalo miserable rata! - Un grito de dolor sonó a su espalda, Laureano con un cuchillo en la mano cayó de rodillas con el puñal que le había dado a Oleg en la espalda. El escocés destrinchó la pierna de Anastasio y con un rápido giro y pese a la visibilidad (una antorcha hecha por Hernando) separó la cabeza de Laureano del resto del cuerpo. Vio entonces a Carrie salir de la casa y apoyada en la puerta, pero cayó, seguramente de lo débil que estaba. Caminó hacia ella pero un fuerte peso le golpeó en la espalda. El aire se le escapó de los pulmones y cayó dandose la vuelta para ver lo que le había golpeado, no vio a nadie, pero pensó en que la maza de Anastasio había volado hacia él.

-Maldito criajo, ¡aparta!- Escuchó Galbart. -Tu madre es una put...- El aire volvía a llegar a sus pulmones. Se fijó en que Hernando estaba paralizado contemplando la escena. Los dos hombres, malherido se levantaron, pero Anastasio cayó otra vez. El escocés respiraba con dificultad. Se acercó a él espada en mano.

-Eres un maldito estúpido..- Con la punta de la espada en su garganta dijo: Morrigan, tu hijo te envía esta poderosa ofrenda.- Se abalanzó con todo su peso sobre su garganta y sacó la espada al instante para que se ahogara con su propia sangre. Se dio la vuelta y fue hacia Carrie que estaba, en el suelo. - Se acabó cariño. Se acabó. - Se tiró con ella en el suelo ante el inmóvil Olegario y Hernando con su antorcha.



Días más tarde, después del incidente, las pruebas presentadas por Galbart fueron suficientes como para condenar el alma de Anastasio así como el testimonio de Hernando. El escocés encontró más dibujos de los que había hecho Anastasio, las pintadas parecían recientes y así se lo hizo saber a las autoridades que consideraron que él había cometido los asesinatos para fines demoníacos y perturbar la paz de las gentes de Valencia. Declararon, así mismo, al reformado culpable de incitar al odio hacia las instituciones eclesiásticas, lo que le llevó al calabozo durante dos años. Finalmente, Nicolas Borgia, el Cardenal, liberó a Galbart de su juramento. Por fin era libre.

¿Sabes una cosa Carrie? Este lugar me parecía una inmensa maraña de sombras, una especia de jardín de sombras. Ahora, algo ha cambiado. Las sombras se han tornado claras y visibles, ahora parece un jardín de luces.- Rió y la besó, recordando todo lo que habían pasado desde que los Dioses le otorgaran aquel don a Galbart y pensó, aun en ese eterno beso, en lo que les quedaba por hacer.

Su historia juntos no había hecho más que comenzar.

_________________
See the RP information <<   <   1, 2, 3   >>
Copyright © JDWorks, Corbeaunoir & Elissa Ka | Update notes | Support us | 2008 - 2024
Special thanks to our amazing translators : Dunpeal (EN, PT), Eriti (IT), Azureus (FI)