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[RP] El Palacio-Fortaleza de Mequinenza

Goswintha


Como a una niña a la que estaban regañando, la de Rocabruna asintió ante las palabras del Marqués - Sí, más tarde.

Observó como Kossler cubría las heridas de Tadeita - Sí claro, yo me ocupo. - Dijo Goswintha - Pero no tardéis, por favor.

Cogió la mano de Tadeita, y le acarició los cabellos - Bueno, seguro que aquí tienen mejores galenos que en Italia, y no te dejarán un remiendo tan feo como aquella vez en italia, y sino, siempre podemos volver a Alejandría, a recoger conchas para hacer un emplaste y ponerlo en las cicatrices - Swini parloteaba sin parar - ¿Recuerdas el viaje a Alejandría? - preguntaba - Bueno quizás mejor no acordarse de todo, que entre los muertos que no lo estaban y la manceba, qué cruz de viaje.

Miraba en dirección al camino que había tomado el marqués, la espera se le estaba haciendo etenera - Qué pena no tener una botella de Abruzzo, no? Aunque seguramente tu esposo ya me la habría estampado en la cabeza ... no le culpo no ... ay Sorella, que creo que este me encierra en una mazmorra profunda ... tu no le dejes que me encierre ehh ... que ya sabes que no me gustan los lugares húmedos.

Acarició nuevamente la cabeza de Tadeita - ¿Sibi? Ya, ya se que la conoces, la conociste durante el viaje a Alejandría ... no, no me refería a ella ... Sorella, que esta panza que tengo no es de haberme metido un atracón ... hace meses que estoy embarazada, de hecho, pronto daré a luz, no me queda mucho - sonrió - Dicen que será una niña, pero ¿sabes? da igual, con que nazca sana y no nazca en una mazamorra. Arnauet está muy emocionado, hace tiempo que quería un hermano ... o hermana ... ay ... pronto vendrá a este mundo, y deberás estar aquí .... Quería preguntarte si te gustaría ser su madrina, de hecho hace tiempo que debería haberte contado lo del embarazo, pero entre unas cosas y otras, pocos son los que lo saben, no por nada, sino por pura prevención, ya sabes como se las gastan las brujas de Barcelona y ésas serían capaces de envenarme el agua con tal de que no trajera a un niño al mundo ...

Volvió a mirar el camino con la esperanza de ver a Kossler con el Galeno - Tade, no te duermas ... pronto vendrá tu esposo con el galeno, ya verás te pondrás bien - notaba como las lágrimas se quedaban al borde de sus ojos - Ay, Tade ... lo siento tanto. - Apretó la mano de su sorella - Ya verás, pronto estarás como nueva y podremos salir a pasear por los jardines, o ir al mercado, además aún tengo que enseñarte a tejer, si eso haremos en cuanto te repongas, te enseñaré a tejer, así podremos hacer ropa para tu futuro sobrino.

Siguió parloteando como si le hubieran dado cuerda, no quería parar, no quería que Tadeita se durmiera.

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Tadeita


Intentaba escuchar a su sorella, que hablaba sin parar, palabra tras palabra, no entendía por qué le hablaba ahora de todo aquello ahora... susuraba alejandría,... ay, se debía estar muriendo, estaba cerca su final... el altísimo la debía estar llamando hacia la luz, y por eso, su hermosa sorella la entretenía hasta que llegase el cura con los santos óleos... ¿mazmorra?... cuando de repente, escuchó algo de su boca... ¡embarazada?... abrió los ojos sorprendida y pestañeó a Swini... ¿estás embarazada? susurraba intentando alzar la voz... la tuna menestral... tosió y se agitó nerviosa... cada vez le quedaba más claro que aquella mañana habían sido víctimas del maligno... cómo demonios no me he dado cuenta de su embarazo......

Resoplaba, cansada, dolorida, con lágrimas en los ojos la miraba... le sonreía con una mueca de dolor... acarició su vientre, un sobrino... habrá que buscarle un pitiuso para él solito... decía con la voz entrecortada...

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Tadeita


Meses después...

Y pasaba el tiempo, y las heridas cerraban, las del cuerpo al menos... una más, no se nota ya casi... escribía en un pequeño libro de viajes. Las del alma, ya eran otro cantar.

Muchas cosas están cambiando, hasta la sorprendente elección real... continuaba escribiendo, dejó la plumilla al escuchar el entrechocar de espadas, cerró el libro y despacio se acercó a la ventana... Dragones en liza, nada nuevo bajo el sol.

Desde que había vuelto de Barcelona, parecía apática y muy distraída. Nada parecía atraer su interés.

El otoño había entrado de repente, los días cada vez eran más cortos, le asaltó la idea de bajar a Caspe, si iba a bajar al pueblo, debía darse prisa, antes del atardecer.

- Quizás una visita a San Valentín me irá bien... preparad las cosas por favor, saldremos ahora mismo. Avisad al general que volveré antes de que se ponga el sol.

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Kossler


Desde lo alto de las almenas de Mequinenza podía verse el discurrir del Ebro y todo el tráfico fluvial que provocaba. Era un río ancho, constantemente navegado por pequeñas embarcaciones, los llamados llauts, tipicos de la zona de Mequinenza y barcos mas grandes, inclusive barcos de guerra. El calado del río permitía a los barcos grandes remontar el rio si poseían la suficiente vela y si tenian la suerte de contar con viento a favor. En caso contrario, tenian que contentarse con quedar amarrados para no ser arrastrados por la corriente, a la espera que la situación fuera más favorable.

Kossler recordaba el primer trayecto que había hecho con un barco. No dentro de uno, sinó pilotándolo. Era obvio que se había podido ver que no era lo mismo remontar el ebro con una pequeña barcaza de rio que con una enorme carraca de dos mástiles, profundo calado y considerada eslora. La conducción de semejante mastodonte habia sido mucho mas compleja y dificultosa. Pese a que habían remontado el rio con rapidez, tuvo que estar varias horas al timón. maniobrando constantemente para evitar las zonas de menor profundidad.

Por fin llegaron, y dias despues, ya se preparaba otro trayecto, esta vez, de bajada.

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Tadeita


Y entre sus manos, un ramo de milenrama, de su amante esposo... y su pensamiento, dedicado él, donde estuviera en aquellas momentos... para tí también amado esposo.



Te me has escapado, felices fiestas al de detrás de Kossler, y ya que estamos, a los que leéis

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Tadeita


Agitados y convulsos días, aquellos primeros del año, era un ir y venir de soldados por todo el ducado...



Tras terminar con todas las trenzas del mundo, se enfundaba su capa de invierno más gruesa, sus guantes, e iba escuchando advertencias y consejos a su paso,

- no es buen momento, está toda la villa en armas, vuestro esposo ha tomado el palacio...


Detuvo su paso,


- ¿que mi esposo, qué? ¿por qué? le entregaron el comunicado del pronunciamiento...

- ave galadriela arcángel, ¿y el de Linares?,

- no se sabe, mi señora, pero son las fiestas y ya sabe usted las costumbres casposas como son...

- ¿han registrado los burdeles, las casas del pecado, la casa de julito, el depósito de algas? seguro que debe dormir una buena cogorza casposa... le miraba, escribidme en cuanto se solucione todo, no puedo posponer esta empresa porque se enzarzen los casposos por un quítame allá esas pajas... ¿está todo listo?



- ¿Y mi hija? necesito despedirme de ella... uno a uno iba despidiéndose de todos ellos, volveré pronto, cuidadme al marqués, no permitáis que vaya a ninguna guerra sin mi... y no dejéis que Igor se acerque al polvorín...



......


La montonera de baúles iba siendo cargada en uno de los carros usados para el transporte de armas pesadas, aquello era excesivo hasta para las mulas... la mirada del mayordomo a la condesa era clarificadora...

- No me miréis así, aún me dejo cosas, pero todos y cada uno de esos vestidos, los necesitaré... creedme.

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Tadeita


Cuán largo había sido aquel viaje... y no había ni llegado a pisar la nave que debía haberla llevado hasta el imperio otomano... en el momento más inesperado decidió volver a caspe.


Los caminos horrendos... cada vez está peor la Corona... le contaba a Urraca... llenos de ladrones... me he cruzado con varios ejércitos, gracias a dios marchaban lento y hemos podido avanzar sin problemas... se sentaba sobre la cama, mientras Urraca le ayudaba con las botas de viaje... me estoy haciendo mayor para estos viajes, y ni siquiera llegamos a zarpar, pero el viaje de vuelta ha sido agotador.... tirad de esta, señalaba su pierna izquierda.


Descalza y despojada de sus apreturas tobilleras caminaba por la habitación notando como la sangre circulaba por sus piernas de nuevo... ¿y mi marido? no lo he visto aún... no la dejaba irse sin el interrogatorio habitual... ¿cómo están las cosas en caspe?... ante aquella cuestión, Urraca se cosió la boca en un gesto y echó a correr con prisas... ya veo, genio y figura.


Estaba cansada, pero tenía que ver a su hija y a su esposo, la idea de acercarse al alambique le tentaba, para saludar a los amigos, pero estaban tan lejos... seguro que doña Clarisa se lo perdonaría aquella noche. Se sentó en la mullida cama del marqués y se recostó plácidamente en un enorme almohadón... sin darse cuenta se estaba cubriendo con unas mantas... y sin querer, esperando, se quedó dormida.

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Kossler


-La señora ha llegado. -Dijo Seberino, con las herramientas de podar en ristre.

El Mayordomo acababa de llegar caminando a la puerta de Palacio, grácil cómo de costumbre. Llevaba unos feos guantes de esparto, y sostenía lo que parecía una hoz en la mano derecha. Una especie de bolsa le cruzaba por el pecho, y dentro podían verse distintas herramientas, entre ellas, unas tijeras de podar. Enarcó las cejas, algo perplejo. Tenían un jardinero para ocuparse de los setos, abustros y árboles frutales. De pronto cayó en la cuenta. Era la época de poda de los rosales, y al viejo Seberino siempre le había gustado ocuparse de ellos. Un invierno, estando él enfermo, se había ocupado de adecentarlos el jardinero, pero no habían florecido de la misma manera. El Mayordomo tenía buena mano para las rosas.

Le miró de nuevo, mientras Seberino guardaba la hoz en el bolso y se quitaba los guantes de esparto, revelando, pese a la protección de éstos, algunos rascazos en las manos, muy superficiales algunos, y otros que manaban sangre con timidez.

-De acuerdo. -Dijo el Marqués levantando la cabeza, disipando las distracciones. -Gracias Seberino. Ten cuidado con los rosales.

Entró en el Palacio-Fortaleza de Mequinenza, dejando tras de sí al hombre, internándose por los pasillos de Palacio. Antes de buscar a la Condesa por las distintas salas del recinto tenia que ir a sus estancias, para coger su pipa.

Se dirigió hasta allí, y se encontró una grata sorpresa a su llegada. Tadeita yacía dormida en la cama. Las botas estaban desperdigadas por el suelo, una gruesa capa de viaje colgaba encima de una silla y más objetos variopintos estaban esparcidos por la habitación.

Se acercó sigiloso hasta la mesilla, abrió uno de los cajones y cogió la pipa y un poco de romero seco de dentro. Cargó la pipa con el romero y se acercó a una de las velas para prenderla. Cuando ardió y empezó a avivarse la llama, exhalando humo con cada calada se sentó en una silla frente a la cama, y esperó, disfrutando de la imagen de su esposa, inocentemente dormida, y del frescor del romero.

De pronto, abrió los ojos, todavía adormilada.

-Buenos días. -Dijo el Marqués con una voz algo rasposa por causa del humo. -¿Te parece bien dormirte sin antes venir a verme? -Preguntó con suavidad, antes de comenzar a mirar hacia los lados. -¿Y te parece bien ésto? La habitación está hecha unos zorros. -Dijo el caspolino, rompiendo a reír.

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Tadeita


Y allí estaba él, frente a ella, gruñendo por todo aquel desbarajuste que tenía a buen modo crear por donde su existencia se dejaba notar.... mmm buenos días... recordaba aquel olor tan especial a romero, que le indicaba siempre la presencia de Kossler... ¿me he dormido?, ha sido un viaje agotador...


Y despacio, se incorporó, sonriéndole, se envolvió en una de las mantas... y con los pies descalzos, pisó el frío suelo, estremeciéndose... hasta llegar a él sin mediar palabra....


... ni mirar a los zorros esparcidos por el suelo de aquella estancia...

Se limitó a abrazarle, - me alegra veros entero, me habéis tenido muy preocupada desde que escuché que habían atacado al impertérrito... le miraba de arriba a abajo y comprobaba que estaba entero... ¿estáis bien? sólo recibo malas y malas noticias de Caspe que no logro comprender... , le notaba cansado, mucho más envejecido que de costumbre, parecía haberse echado años encima.


Buscó entre sus cosas y le dio una nota, con un número en su esquina, 211,06, guardadla... no dijo nada más, tiró de una de las trenzas, para deshacer el peinado de viaje y con sus dedos iba deshaciendo el trenzado, sin dejar de mirarle.


A pesar de todo, le veía tranquilo, pero ella no lo estaba, tendría que contaros muchas cosas, que serán nimiedades con las vuestras de estos ajetreados días... pero, estoy tan cansada.... tiraba de él hacia la cama, dejando la pipa a buen recaudo, a pesar de las protestas... sentáos conmigo, dijo tomando posesión de nuevo de la mullida cama... y contadme todo lo que ha sucedido estos días, yo os contaré lo que vi por el camino de Aragón, pasé hasta miedo.

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Kossler


-Todo está bien. -Mintió.

Por un instante, encontró refugio en aquellos brazos, que le hicieron ver que no estaba solo, pese a lo que pareciera en un principio. Guardó la nota que su esposa le entregaba, suspirando de pesadez.

Fuera de aquellas cuatro paredes Kossler era el Longánimo, el hombre imperturbable y frío que nunca había sucumbido ante nada. El hombre que siendo Duque de Caspe había declarado la Guerra a Aragón y había trasladado el horror de la guerra de su ciudad natal, Caspe, a la capital de los enemigos. El que había tomado la ciudad, incendiando casas y matando a aquellos que encontrara en su camino. El que llamaban el Matayernos. Ahora el Usurpador.

Dentro de ellas, no era más que un hombre. Un hombre cuya vida no había sido fácil. Un hombre que nunca había podido descansar y que había tenido que luchar por ganarse un lugar en el mundo.

Y en aquellos momentos de intimidad, frente a su esposa, terminó por derrumbarse. Su dureza se hundió y el muro que le protegía se resquebrajó. Y lloró. Lloró cómo un niño. Cómo no lo había hecho desde hacía más de treinta años.

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Tadeita


Y lo que jamás imaginó, estaba ocurriendo en aquel mismo instante... su hombre de hierro era humano.

Sabía que las cosas no andaban bien, sus informadores la habían puesto al día de todo en cuanto llegó a Caspe, vio el barco cañoneado, el ayuntamiento empapelado de comunicados y contramunicados..., y el ambiente estaba muy enrarecido. La isla que representaba el ducado en medio de todo el infierno aragonés, ardía exactamente igual que cualquier otro reino.

Algo le decía que debía volver a Caspe, a su lado... ahora entendía porqué, pero no iba a preguntar más, él jamás le diría nada, se limitó a darle un cálido y largo abrazo, sin más palabras, intentaría trasmitirle todo el consuelo que él le permitiera en aquel momento, jamás su esposo había rendido la muralla de aquella manera ante ella, pero él tenía que comprender que jamás iba a estar solo.


Mucho tenía que conocer aún del hombre con el que se había casado, pero verle en aquel estado despertaba su lado más... dejó caer el pesado cortinaje del dosel de la cama buscando más intimidad aún, le besó, y con ayuda del dorso de su mano recogía y secaba sus lágrimas, y despacio le volvía a besar en la mejilla, en el cuello, en la frente... y volvió a mirarle a los ojos, a los ojos del humano... estáis ardiendo le susurró...

Llevó su mano a la frente de Kossler, amor mío, estáis ardiendo, tenéis fiebre, y le obligó a sentarse en la cama, no estáis bien, metéos en la cama, habrá que avisar a algún médico... la gripe de alejandría se está extendiendo por toda la Corona, es muy posible que hayáis enfermado

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Kossler


Encontró consuelo entre sus brazos. Con ellos, sus sollozos murieron tan rápido como nacieron. Sus ojos grisáceos recuperaron el brillo y sus arrugas se atenuaron. Se pasó el dorso de la mano por los ojos enrojecidos por los llantos. Fué entonces cuando sintió el calor.

-Tenéis razón... -Murmuró con un hilo de voz, tumbándose lentamente en el catre. -Con todo lo que pasa no... no me había percatado.

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Khanigalbat


No quería molestar, pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad de su corta estancia en el Ducado para visitar Mequineza y presentar sus respetos al Marqués y a su esposa, a los que no conocía más que de vista, de algunas de esas muchas celebraciones, coronaciones, bodas o bautizos en los que habían coincidido. Se decía que el marqués había envejecido mucho últimamente, sobre todo desde que se había casado, lo que no era de extrañar por las muchas obligaciones y penurias que soportaba a diario.

Le hicieron pasar a un amplio salón donde le hicieron esperar un rato ni demasiado largo ni demasiado corto, hasta que un sirviente se le acercó sin hacer ruido.

- ¿Quién pregunta por él?
- Hernando de Osuna, Maestro de Armas de la Corona de Castilla y León... y Señor de Osuna.

El lacayo carraspeó.

- El Señor Marqués se encuentra indispuesto, no sé si le recibirá.
- Lo comprendo, mala suerte. Será en otra ocasión, entonces. Dígale que he estado aquí para saludarle, tampoco podía quedarme mucho. Os lo agradezco.

Hizo un breve saludo, se caló el sombrero y se retiró hacia la salida.

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Kossler


Desde la ventana, pudo ver al hombre que estaba frente a las puertas de Palacio, ya dentro de la muralla interior. Descendió por la escalera con premura, con la mano apoyada en la pared. Había visto a los soldados acompañarlo adentro, y suponía que Seberino ya se había reunido con él, seguramente para decirle que su señor no estaba en condiciones de recibir invitados. Al terminar de descender, estornudó, y tuvo que sonarse antes de proseguir. Tenía un buen catarro.

Cruzó el pequeño pasillo que llevaba al recibidor de Palacio y abrió el portón que le daba acceso con pesadez.

-Esperad. -Dijo el Marqués, con voz ronca por el resfriado.

Seberino se acercó en silencio a su señor.

-Excelencia, es Her...

-Sé quién es. -El Marqués cortó con la mano al Mayordomo. -Nos hemos visto en otras ocasiones. -Dirigió luego la mirada al invitado. -Si tenéis a bien el acompañarme...

El Señor de Mequinenza abrió otra puerta, y cruzó otro pasillo, hasta llegar a una sala de tamaño medio con una mesa larga, repleta de sillas. Era la sala que habitualmente utilizaba en las comidas cuando no había muchos invitados. Era más intima y estaba más cerca de las cocinas.

-Tomad asiento. -Dijo el anfitrión, ofreciéndole una silla y sentándose en otra. -Para mí un poco de vino hervido, Seberino. El invitado os dirá que es lo que desea tomar.

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