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[RP] Jardín de sombras.

Galbart


El mes de Febrero entró soleado. Contemplaba a sus vecinos entrar en la iglesia. Lo solía hacer todos las semanas. Al principio las miradas de los feligreses reparaban en él, pero la costumbre hizo que el escocés, en ocasiones, era confundido con elementos del paisaje. Y estaba allí, más que nada, porque el olor del incienso que emanaba del interior, era un más agradable que el que se respiraba en muchas otra partes de la ciudad. También podía marcharse de allí y recluirse en las zonas menos pobladas. O irse al bosque. No. Él tenía obligaciones allí, en la ciudad. Además, no le llamaba la atención recluirse, solo, en el campo. El paisaje era diferente al que estaba acostumbrado, no había ese "no sé qué" que tanto le gustaba al escocés. Pero no era la primera vez que lo pensaba y tenía una respuesta que le servía: "La influencia del Dios aristotélico es demasiado fuerte aquí", se decía. No estaba cómodo y cualquiera que fuera un poco observador podía darse cuenta de ello. Los Dioses a los que él adoraba no parecían tener fuerza y cuando él los sentía, era siempre en forma de grandes temporales, oleaje intenso, fuertes vientos, lluvias torrenciales... Lo que sentía con aquellos estados climáticos era como estar en casa, no por el hecho de que el clima se pareciera sino porque había algo más, el "no sé qué" que, parecía, sólo lo sentía él.

Una vez tuvo el olor bien pegado en sus fosas nasales salió de allí. Se fue directo a la posada de Amalia, y aunque ya no viviera allí, seguía yendo a ofrecer su ayuda, siempre le obsequiaban con cerveza y vino por su ayuda y le bastaba. Aunque echaba de menos las bebidas más fuertes del norte amén de otras como el whisky o la sidra. Se decía a sí mismo que algún día saldría un barril con aquellas características. Y por eso mismo bebía un día sí y otro también. Pero de camino...

Usted, señor, ¿qué hace ahí? Le preguntó con su característico acento escocés, el cual, por cierto, no tenía intención de mejorar. No tenía nada en contra de aquel hombre, simplemente quería entablar una conversación y ver qué es lo que se contaba la gente que no iba a la iglesia.

El hombre, sorprendido, se señaló. ¿Yo? Sí, eh, bueno... Sí, sí, emm, soy una especie de mensajero, ¿sabe? Sí, no me mire así hombre, jeje, verá usted cree que solamente la gente adinerada manta cartas. Bueno en realidad es así, pero hay personas que tienen familias en otros lugares y yo me encargo de hacerles llegar el mensaje que sus parientes deseen.

Hmm, entonces tendrás buena memoria, eso, o escribes los mensajes. Y dime, ¿sueles tener mucho trabajo? Había dejado el trato de "usted" cuando supo que no era de clase alta.

Bueno, siempre hay algo. Un mercader que quiere que su familia sepa que llegó sano y salvo a su destino, o un chico que viene a la ciudad a estudiar y desea mandar saludos a sus familiares que se parten el lomo en el campo. Y todo sin gastar tinta ni papel. Y sí tengo buena memoria, no llevo nada escrito nunca. Otra cosa que debo decirle, interrumpió al escocés, soy muy barato. Le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.

Con una mueca de asco por ser una de la sonrisas más feas que había visto en su vida, le contestó. ¿Sabes idiomas? Podría serme útil, y podría pagarte bien, sí... ¿Estaría dispuesto a viajar al norte por mi? Casi al fin del mundo. ¿Qué me dices?

A la mañana siguiente, el hombre partió, galopando con una saca de monedas a un lado y una daga de un palmo de filo en el otro. El de Caithness le había dado un mes para entregar el mensaje, lo importante era que llegara la respuesta era lo de menos. En realidad si que le importaba, quería preguntarle por muchas cosas a regreso pero era secundario, o eso era lo que quería creer el norteño.

Ahora tenía cosas que hacer, y una de ellas era llevarle una flor a su querida Carrie.

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Galbart


El escocés, por consejo de muchos de los amigos que había hecho en Valencia, comenzó sus estudios. ¿De qué le servía estudiar para defender su vida? Se preguntó en primer lugar. El proceso para decidirse fue largo, y todo rondaba en torno a esta pregunta. Claro que un montón de libros no le salvarían de un asesino, o de un asalta caminos. Sin embargo, de muy joven, se encerraba en el salón de su padre en Wick y leía todo lo que podía. Y sólo lo que podía porque la luz del día era escasa, y las velas eran un bien muy preciado como para gastarlo en ocio, o eso le decía su madre, Cassandra Sinclair, la cual le hacía prometer que no gastaría más velas de las necesarias, añadía además que los comerciantes traían menos y tenían que esperar a los grandes barcos de Irlanda. Tiempo hacía que Wick perdió su esencia, si bien es cierto que la pesca era su principal medio para subsistir, los comerciantes viajaban con mucha menos frecuencia a las gélidas tierras del norte de Escocia, y cuando lo hacían los precios eran exageradamente caros, no así para los grandes nobles. Así fue como las clases humildes de la región de Caithness buscaron refugio en las tierras del sur en Glasgow e incluso en Galloway. El consejo de las Highlands le había quitado protagonismo a su señor padre que había sido fiel consejero durante más de quince años. Él se empeñaba en recuperar su lugar, cenas, banquetes, intentos de casamientos... Y tan empeñado estaba en ello, que dejó de prestarle atención a sus hijos, hasta tal punto que su primogénito le abochornó durante una cena con unos señores norteños. Pero aún con todas, el joven escocés cogía velas y se iba a leer. Luego se iba con su hermana Alice y le contaba cuentos e historias que había leído en los libros. Cuánto echaba de menos a Alice, la única persona de ahí que merece la pena, se dijo. Esperaba que llegara ya. Tenía que hacerlo, a estas alturas estaría llegando a Caith... eso, o estaría en los Dioses saben dónde, cielo, cualquiera de los tres, valhalla, los jardines elíseos de Platón... Y entonces una frase sonó en su cabeza:

Cuando queméis mi cuerpo hacedlo con mi espada, es lo único que me queda de la antigua Caith.

Fue lo que le dijo al inquisidor antes de que supiera de los planes que este tenía para él. La rabia se apoderó de él. Se rindió. Sí, aquel día se rindió sin presentar batalla. No era propio de él, antes morir luchando que morir como prisionero. Pero quizá los Dioses le salvaran aquel día, o tal vez fuera Dios. Sea como fuere, no le quemaron. Le juro servicio y sólo él podía deshacer ese juramento. Pensó el escocés en que había sido la mejor inversión de aquel ministro de la fe en toda su vida. No obstante, trabajar para la inquisición, tenía sus ventajas, cosa que aprovechaba el escocés a la mínima.

Sacudió la cabeza. Últimamente su cabeza daba muchas vueltas por su pasado, recuerdos que se extendían por su cabeza como sombras y la llenaban de contrastes emocionales muy fuertes. Entonces se dio cuenta de que se había metido en el jardín de una de las grandes casas valencianas. No reconocía el escudo de armas, si que lo había visto pero no sabía poner nombre. Aquel jardín era precioso, flores de distintos colores, las enredaderas subían por una de las paredes y llegaban casi hasta la ventana más alta. Un par de árboles al fondo y otros tantos dispersos hacia donde estaba él. Entonces lo que hasta el momento era bello e inspirador, se convirtió en un tétrico laberinto de sombras. Justo lo que le ocurría a él: recuerdos pasados que ahora se le agolpaban en la cabeza. Sus manos se empapaban cuando los momentos claves de su vida se volvían a su mente. Era una maraña que debía desenredar.

Levantó la mirada hacia la ventana y se cruzó con unos ojos. Mantuvieron la mirada durante un largo instante hasta que el escocés sonrió, se dio la vuelta y se marchó.

Un tétrico jardín de sombras... Taranis, tilg gam solus...*


*Taranis, arrojame luz

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Carrie.


Abrió los ojos y ahí estaba él, como cada día desde hacía un mes. Le besó suavemente para no despertarle y se quedó observándole recostada de lado y apoyando la cabeza en su mano. Dormía plácidamente y hasta casi parecía sonreir. Deslizó la yema de los dedos sobre su piel, resiguiendo el dibujo de sus pinturas. Se dió cuenta de que estaba sonriendo con cara de boba y aquello la hizo sonreir aún más. Galbart se había convertido en la persona más importante de su vida, su apoyo, cuando estaba nerviosa o exaltada unas pocas palabras suyas bastaban para calmarse y poner otra vez los pies en el suelo, podía relativizarlo todo y situarlo todo de nuevo en su sitio. Se acercó de nuevo para darle otro beso, esta vez en la mejilla. Ya no se imaginaba la vida sin el de Caithness.

Se dejó caer encima suyo, lentamente, y sus ojos se posaron en la flor que había encima de la mesilla. Su rostro se ensombreció un poco. Galbart a veces la sorprendía trayéndole una hoja, o una flor, normalmente una nueva, que aparecía al cambio del tiempo o la temperatura, como queriendo compartir las novedades con las que la naturaleza y los dioses nos obsequian. Pero aquella vez, la flor era la misma que la anterior. Eso, bueno, era un detalle quizás sin importancia, pero a Carrie le hizo despertar una sensación de extrañeza. Desde aquel día le observaba y, aunque no estaba muy segura, tenía la sensación de que algo pasaba por la cabeza del de Caithess. Tampoco es que fuera algo muy grave o muy evidente, muchas veces él parecía el de siempre, pero otras...

Instintivamente le abrazó más fuerte y suspiró. Ojalá solo fueran imaginaciones suyas y todo aquello no fuera más que una tontería suya, lo deseaba ansiosamente. Por encima de todo le preocupaba que él estuviera bien.

Cerró los ojos. Se sentía bien, muy bien junto al de Caithness. Le besó en el pecho y volvió a quedar sumida en un sueño profundo.
Galbart


El tiempo del final del invierno allí en Valencia era asqueroso. Cambios de tiempo repentinos: calor, frio; lluvia, sol; nubes, despejado. Y entre todo aquel bailar del clima, la luna gobernaba, cada noche, los cielos del mundo, y en especial aquella noche. Había estado hablando con Carrie. Estaba convencido de que ella se había dado cuenta de que le pasaba algo, pero no se lo decía, aunque tampoco era algo que esconder, simplemente estaba inquieto por lo que pudiera traer el mensajero, o por si no volvía y se quedaba sin noticias de su familia. No era tan terrible, había pasado los últimos quince años alejado de su hogar natal, ¿por qué estaba así? Se volvió a concentrar en la luna. Era hermosa, casi no se veía desde la ventana, pues el marco tapaba parte de ella, pero se las apañó para poder verla bien sin incomodar a Carrie, que dormí plácidamente a su lado. ¿Estarán los Dioses observándonos desde allí? ¿Será el lugar al que vaya una vez se acabe mi tiempo en este mundo? ¿Por qué es tan bella? Él, un mortal, divagaba en cuestiones que iban más allá de su entendimiento. Se levantó de la cama y se vistió. Carrie abrió lo ojos y murmuró algo.

Tengo que irme, tengo que ir al nemed. Oidhche mhath*. Se acercó le dio un beso en los labio y mientras se metía en su capa se marchó de casa.

El frió le abofeteo la cara pero siguió caminando con paso alegre. Al fondo se oían las olas y el sonido de los bichos. Cada vez que atravesaba una intersección, el viento ululaba con más intensidad. No tardó mucho en abandonar la ciudad, los guardias simplemente se dedicaron a mirarle mientras seguían al calor del fuego. Se internó en el bosque. Era un barrizal casi impracticable, además, los temporales del invierno habían hecho estragos y había árboles partidos por la mitad, multitud de ramas que se clavaban en la capa del escocés... Tras un largo rato de sortear obstáculos, llegó a su rincón sagrado. No sabía muy bien qué hacía allí, pero tenía la necesidad de alzar su canto al cielo estrellado. Recordaba haber visto a Maël rezar multitud de veces, él no sería menos, aunque no disponía de nada para ofrecer a la madre naturaleza, antes de alzar la voz, recordaba haber visto setas en un árbol no muy lejano, fue a por ellas y mientas se las tragaba alzó los brazo y los llamó. A todos.

Estaba agotado, los movimientos, la voz, la concentración... todo ello dio resultado pues los vientos trajeron el sonido de algo desconocido para él. Sin dudarlo corrió hacia el sonido, cosa imprudente pues el barro estaba demasiado mojado y casi se estampó contra el suelo. Su mente pasó del desconcierto y la incertidumbre al deseo de salir de allí. Cuando llegó al camino por el que había vuelto, se encontró con una oscuridad aterradora, ni tan siquiera la luz de la luna era capaz de dar luz a aquel lugar. La ciudad de Valencia desapareció por completo. Su corazón se aceleró. Dio un giro sobre sí mismo para comprobar que no se había desorientado. Miraba de un lado a otro, pero la luz no aparecía. Pese a todo sus movimientos se habían convertido en rápidos pero se desequilibraba con facilidad. ¿Un tambor? Sí, lo había escuchado y venía de allí, del norte. Corrió como nunca y se cayó como nunca. Pero no importaba, eran los tambores del banquete de Lug, el Dios supremo le llamaba. ¿Qué haces Galbart? ¿Qué..? susurró y miró para todas partes. No había nadie. Siguió caminando. Si avanzas más, morirás. Se detuvo en seco. Se dio la vuelta y sacó el puñal y acto seguido se abalanzó contra una sombra. Se revolcó por el suelo y apuñaló el suelo. Los tambores dejaron de sonar. ¿Por qué no vienes Galbart? El miedo invadió el cuerpo del escocés, estoy soñando... sí, estoy soñando se decía. Pero no se creía y se hizo un corte en la palma de la mano. Ahogó su grito mordiendo la capa. Muévete. Caminó en una dirección indeterminada. En algún momento del camino el puñal se le escapó de las manos. Y en ese momento la voz le habló. Le habló hasta que se durmió.

Despertaba a intervalos. Era de día. Y lo único que escuchaba era: sí, es él, el mismo.

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Galbart


Cuando por fin abrió los ojos, notó que el humo inundaba la habitación y rápidamente se levantó. Al dar un paso se tropezó con algo pero supo reaccionar a tiempo. La cabeza le daba vueltas y se sentía mal, pero tenía que salir de allí. Al llegar al marco de la puerta una mujer anciana le recibió desde el otro lado de la sala. Estaba sentada, tenía el pelo largo, gris y parecía no haberse peinado en mucho tiempo, y no era para menos, con el invierno que tenían, era mejor no mojarse mucho la cabeza. Pero allí estaba ella, sonriente, acariciando lo que fuera que tuviera en sus piernas. El escocés echó en falta su espada pero más aún el puñal que llevaba atado a su espalda. Sacudió la cabeza y dio un paso al frente. Fue entonces cuando vio por qué el humo entraba en aquella extraña habitación. Las ramas verdes no son buenas para el fuego, genios. pensó. Suspiró y miró de nuevo a la mujer e intentando disimular su acento, dijo:

Hola. ¿Quién sois? Whe... ¿Dónde estoy?

La mujer sonrió aún más y mostró una bella sonrisa. Esto sorprendió al de Caithness que se la imaginaba sin dientes y reacia a dar cualquier señal de comprensión hacia él. Sin embargo, no obtuvo respuesta y el escocés se dedicó a observar el entorno. La sala de aquella casa era pequeña. A su derecha se encontraba la chimenea, alejada varios palmos del muro de piedra, sin embargo no había tubo para la salida de aire, sino que simplemente, había pequeñas aberturas por el techo de la casa. Había un par de habitaciones, una de ellas era de la que procedía y la otra estaba situada en el lado opuesto, también a su derecha. En aquella gran sala había una mesa, una pila y cajas y barriles, presumiblemente, antiguos. Los seis ventanucos daban luz suficiente a la estancia. Era un lugar acogedor sin duda alguna, lástima que el escocés no supiera como había llegado hasta allí. Este último pensamiento hizo que intentara de nuevo entablar conversación con la mujer, antes de decir nada, echó algo en falta.

¿Usted sabe cómo he llegado hasta aquí? Preguntó. La verdad es que se iba encontrando mejor y esa sensación le devolvió parte de la confianza. La anciana, entonces, habló.

No creas que no me he hecho yo la misma pregunta. Respondió al instante. Su voz era clara y pausada. Varios segundos después, continuó. Si te refieres a cómo has entrado en una casa y dormido en una cama cuando estabas tirado ahí fuera... digamos que fuimos nosotros. Hizo una breve pausa. Sí, mi marido, mi hijo y yo estábamos... celebrando... sí, la noche era bella ayer. El escocés notó que evitaba hablar de lo que hacían. Da gracias que los perros ladraran, o esta noche podrías haber muerto congelado, je, je. Pero dime, hijo, ¿por qué comiste una de estas? Mientras formulaba la pregunta agarró, de la mesa que tenía al lado, un cuenco que contenía setas. ¿No sabes que son peligrosas?

¿Setas? ¿Desde cuándo comía él setas? Bueno cocinadas alguna vez las comió, pero dadas las circunstancias. Sí, se acordaba. Quería imitar a Maël, había ido al nemeton la noche anterior. ¿Qué le iba a decir a aquella señora?

Yo, bueno, había salido y... no me acuerdo. Tengo la sensación de que había un sonido lejano de... ¡tambor! Su cara cambió rápidamente, recordaba que había seguido aquel sonido por que Lug le llamaba. La anciana torció el gesto y alzó las cejas. Sí, un sonido de tambor. La mujer se tensó. Cualquiera que la hubiera visto podía haberlo adivinado. Las caricias pasaron de ser rápidas y suaves a lentas y pesadas. ¿Eráis vosotros? El gato maulló, y un hombre salió de la otra sala, llevaba la espada de Galbart en la mano, y aunque seguía envainada, queda filo suficiente como para atravesarle. El hombre se acercó lentamente sin decir nada. Tendría la edad de la mujer y estaba desnudo de cintura para arriba, su pelo, el que le quedaba, era cano y e iba de oreja a oreja sin pasar por arriba. No obstante lo que más llamó la atención del escocés fue lo que tenía en el brazo. El hombre se quedó quieto al lado del fuego.

Estábamos festejando la cuarta luna del año. Verás, nosotros somos agricultores, nos ganamos la vida con las cosechas y el ganado. Nosotros y un par de familias más. Seguimos un ciclo diferente al vuestro y cantamos y bailamos para que la cosecha salga buena y el ganado no enferme. Puede que lo consideres una superstición o puedes que nos consideres como unos herejes. Pero con los años y la experiencia hemos comprobado que de esta manera todo nos sale mejor, pero de esto no hablan en los libros sagrados... Nunca nos ayudó en nada, sin embargo, el legado de nuestros padres... Ella, entonces, se levantó y Galbart reconoció el puñal. Tragó saliva y se volvió a fijar en el brazo del hombre. ¿Nos guardas el secreto o...? Dejó de hablar al notar que el escocés miraba muy fijamente al brazo de su marido.

El de Caithness, aún con la mirada clavada en su brazo se levantó, lentamente, la manga de la camisa. El hombre no había dicho nada. El escocés pensó que sería para intimidar, pero su aspecto físico dejaba mucho que desear. No, lo que quería comprobar era... Se miró el brazo y entre muchas de sus pinturas ambos coincidían en dos. La estela cántabra y la espiral. El de Caithness tenía la boca entreabierta. El hombre miró a su mujer y volvió a mirar al escocés. Dio un par de pasos hacia él y le tendió lo que era suyo.

El de Caithness la cogió, pero la posó en la pared. Aún sorprendido y sin saber, todavía muy bien lo que pensar, les dijo: Tenéis que contarme vuestra historia.

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Galbart


Cuando se despidieron y Galbart salió de aquella casa, el sol brillaba en los cielos y desplazaba la oscuridad del invierno para el año siguiente. Estaba henchido de alegría, había encontrado a una pareja que le entendía, que tenían ciertas costumbres de dudosa aceptación para la Santa Inquisición (quien mejor que el de Caithness para saberlo). Pero sin duda alguna, volvió a creer. En ellos. En los auténticos y verdaderos divinos. Era una sensación que no había sentido nunca. Se sentía más invencible que nunca y estaba seguro de que la persona adecuada sentiría lo mismo. Fue entonces cuando marchó rumbo a Valencia.

Le llevó más de lo que creía. Si que se han alejado de las grandes ciudades, pensó. Saludó a los guardias, y fue a casa. Pero un altercado en uno de los puestos le obligó a detenerse. Dos hombres increpaban a un tendero por no haberle devuelto bien las vueltas.

¡Maldito estafador! Eres un miserable ladrón, ¡devuélvenos lo que nos debes! El escocés se acercaba e iba escuchando aquellas "amistosas" palabras que le dedicaba uno de los hombres al comerciante. El de Caithness, se abrió paso entre la multitud, o bien porque empujaba a aquellos miserables cotillas o bien le dejaban pasar sin más. Cuando llegó a la altura de ambos, hizo lo de siempre cuando se tenía que encargar de mediar en asuntos como aquel: miró a ambas partes y se echó la capa hacia atrás dejando visible la espada. Siempre funcionaba, la espada denotaba autoridad y más aún cuando la empuñaba un recio nórdico. Miró los productos que tenía sobre la lona y sonrió.

En nombre de monseñor Nicolás Borgia. Vaya, vaya, veo que tenemos un problema por aquí, ¿eh?. Dijo con un marcado acento el cual no tenía intención de esconder. Contadme. Los gritos volvieron a la boca de aquellos hombres, las amenazas los gestos, los intentos de agresión... Basta. La sonrisa se congeló en sus labios. Volvió a mirar a ambas partes.

¿Es verdad que has dado mal el cambio?

Jamás se me ocurriría tal cosa, señor. Ellos vinieron y compraron una hogaza de pan entre los dos. Ambos me dieron dos escudos y medio con lo que suman cinco que es a lo que suelo vender el pan. Uno de ellos le interrumpió.

Eso es mentira, te dimos tres monedas cada uno y las tres eran de uno. ¡No trates de engañarnos maldito adinerado! La tensión se palpaba en el ambiente, los murmullos de la gente iban cada vez a más. El escocés estaba deliberando.

He llegado a la conclusión de que ninguno de los dos miente y que ninguno de vosotros dice la verdad. Dejaremos que el azar juegue su papel. Sacó una moneda del bolsillo. Número, vosotros dos, blasón tú. Listos. Tiró la moneda al aire y la cogió. Miró el resultado y se la guardó. Cogió dos panes y le dio uno a cada uno de los hombres. Como vuelva a veros amenazar a alguien os prometo que os cortaré la garganta y me daré un baño con vuestra sangre, ¿entendido? Y tú. ¿Ya has hecho negocio? ¿Te aprovechabas de ellos? ¿Te crees que no te he pillado? Tú, señaló a la multitud, traed a la guardia. Eres un maldito estafador. Todo por no querer darles una misera moneda. Tú que ganas cientos de ellas al año. Te vas a pasar un tiempo en el calabozo. ¿Me has oído? Asintió mientras temblaba. Miedo. El escocés volvía a infundir miedo.

Cuando llegó la guardia, se presentó y dio un par de indicaciones sobre como actuar al respecto. La muchedumbre se disolvía poco a poco y el escocés desapareció de allí. Fue hacia casa tras el desagradable incidente. Cusíz le recibió moviendo el rabo. El escocés correspondió con unas caricias y miró a Carrie y al hombre que había junto a ella. Le conocía. Cusíz, ataca le susurró, pero el perro no hizo caso y buscó mas caricias. Se acercó a Carrie y le pegó un largo beso. Sonrió.

Tú. Vuelve por la tarde.

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Carrie.


Estaba preocupada porque Galbart no había pasado la noche en casa, no le había dicho nada, ni nadie la había avisado, en el ejército no sabían y él..
Bueno, preocupada no era la palabra, ya que sabía que el de Caithness sabia cuidarse muy bien solo, quizás mejor decir inquieta.

La mañana pasó rápida y bastante distraida entre sus obligaciones, había avisado a los soldados que si aparecía le avisasen de inmediato, pero nada. Decidió no perder la calma e irse a casa, cocinar algo, comer, quizás llegaría Galbart entonces... pero tampoco.

Casi no comió, jugaba distraída con la comida mientras Cúsiz le lamía la mano. Ella ni se daba cuenta, de tan absorta que estaba en sus pensamientos. Ni sabía el rato que llevaba así cuando oyó unos pasos fuera. El perro salió rápido y ella quedó decepcionada al ver que era un chico quien estaba en la entrada de casa. El chaval buscaba a Galbart y ella le dijo que no estaba en casa que llegaría más tarde. Evidentemente mentía porque no estaba segura de cuando podía llegar, pero le dijo lo primero que le pasó por la cabeza para acárselo de encima rápido.

Como el chico no quería dejar ningún recado e insistía en que tenía que hablar con él le dijo que ya se lo diría en cuanto le viera si le daba su nombre. Se dió cuenta de que la expresión de él cambiaba y se giró buscando el motivo. Ahí estaba él, Galbart volvía a casa.

Se acercó la besó y con un simple Tú. Vuelve por la tarde se deshizo del chaval, quien sin abrir la boca desapareció.

No preguntó. Su madre le había enseñado que es mejor no preguntar si no estás preparado para asumir la respuesta, y ella temía que tanto el hecho de no aparecer por casa como aquel muchacho tenían relación con.. la inquisición.

Entraron en casa y comieron, ahora sí ella comió algo por fin, aunque seguía sin mucho apetito, algunos temas le revolvían el estómago y su deber con el inquisidor, como ella le llamaba, era uno de ellos, el más importante seguramente.

¿Sabes? No estamos solos El escocés parecía algo más animado que últimamente y ella se quedó escuchando toda la peripecia de la noche anterior. Ella contestaba mecánicamente a sus explicaciones. Cuando hubo terminado ella sólo había entendido por encima la historia de la noche anterior... y sobre el chico nada, no le decía nada...

Deberías estar acostumbrada, Carrie se dijo a sí misma un tanto amargamente. A veces el de Caitness era reservado, misterioso, cada vez sentía que le contaba más cosas, que confiaba en ella... pero no siempre era así... Y aquella vez no se lo estaba contando todo y ella lo sabía. No obstante y una vez más calló
Galbart


Resulta que ayer por la noche tuve la necesidad de ir al bosque. La luna estaba más bella que nunca y las estrellas brillaban como el propio sol. Cuando llegué allí, quise estar en armonía con los divinos e hice lo mismo que hacía tu padre cuando quería estar en comunión con los Dioses, el mismo baile y las mismas palabras, pero también comí setas. Por lo visto tuve un viaje bastante, impresionante. Le enseñó el corte en la mano. Ayer mismo, por la noche, creí, en un momento, escuchar tambores. Pensaba que los Dioses se querían invitarme a sentarme a la mesa y comer con ellos. No fallé demasiado. Le dedicó una amplia sonrisa. Esta mañana me desperté en una casa ajena y me encontré con una pareja. Son como tú y como yo, no siguen el culto a Dios sino a los Dioses. Verás, me contaron su historia. Sus padres y sus abuelos, y los padres de estos antes que ellos, ya seguían estas tradiciones. Por lo visto existía un poblado lejos de aquí en el que vivían todos juntos. Pero cuestión del destino, todos ellos se vieron abocados al exilio ya que la guerra contra los del sur amenazaba sus tierras. Uno marcharon hacia el norte, otros hacia el oeste y otros tantos hacia el este. Valencia se les antojaba como un buen lugar, no me preguntes por qué, o tampoco lo entiendo. Aclaró viendo la reacción de Carrie. Los pueblos celtas se extendieron también por aquí, hubo un tiempo en el que fuimos grandes, Carrie. Oh Dioses, no sabes todo lo que significa esto. Que haya gente como tú y como yo hace que la influencia de los Dioses se extienda hasta aquí también. Yo no lo notaba, pero ayer se me abrieron los ojos. Puede que no hayamos venido aquí en vano, puede que tengamos que ayudar a esta gente. Su voz irradiaba confianza, optimismo e ilusión.

El de Caithness devoró la comida que había en su plato. No había dejado de hablar de aquella pareja.

Sí Carrie, me dijo que eran dos familias más las que seguían estos ritos, que en las fechas señaladas por el calendario lunar, ayer festejaban la entrada de la primavera, y ¡fíjate el sol que tenemos! Es increíble. Incluso en los momentos más difíciles nuestro pueblo sigue luchando. Se calló cuando notó que Carrie casi no había hablado. Era raro, sin embargo no la molestó con alguna pregunta. Ella no decía nada, el no iba a preguntar. No sabía como podía salir si le preguntaba y tenía miedo de que aquella pregunta desencadenara algo peor. No obstante, su sentido protector le obligó a preguntar.

¿Estás bien? ¿Te pasa algo? Ella negó con la cabeza. Él se encogió de hombros y asintió. Bueno, me voy a tumbar un poco. Ah, por la tarde va a venir el hombre que eché antes de aquí. Es un mensajero que envié a Escocia, si por un casual tu estuvieras despierta y yo dormido, o al revés, te despierto y me despiertas, creo... creo que será interesante escuchar noticias de nuestra tierra. Le sonrió y antes de desaparecer, le dijo: si quieres venir...

Estaban los dos tumbados. El de Caithness miraba al techo y pensaba, especulaba sobre lo que le podía decir aquel hombre, ¿serían buenas o malas noticias? Suspiraba de vez en cuando. Se obligaba a desviar sus pensamientos hacia otra parte, pero no había manera. El posible mensaje volvía a su cabeza. Y... sí. A la puerta llamaba aquel hombre y como si de un resorte se tratara, ambos, Carrie y Galbart se levantaron de la cama.

Bueno, mensajero, cuéntame, ¿qué nuevas traes de las islas? Estaban colocados como correspondía, dos sillas frente a una. Galbart y Carrie mirando a aquel hombre.

Bueno, he de decir que el viaje salió mejor de lo que esperaba y llegué en semana y media. Se viven tiempos de paz en Inglaterra. Por lo que me contaban los marineros, no hacía mucho habían hablado de un posible derrocamiento del rey, pero que no llegó a nada. Luego en Escocia las cosas... bueno, mucho frio, mucha lluvia, cosas que tu sabes, ¿no? Miró también a Carrie. En fin, fui a dónde me pediste, Sinclair Castle en Wick... ya podías haberme mandado más cerca. Paró de bromear después de ver la mirada de los escoceses. En fin, pedí una audiencia, pero no me la concedieron, ya que no tenia fluencia en el idioma, entonces se me ocurrió una idea y pedí un audiencia en tu nombre... ¡y me dejaron pasar! Sacó una carta de debajo de su manga y se la entregó a Galbart. Tenían varios caballeros en la corte que entendían mi idioma así que fue "fácil" comunicarnos. Les dije que les mandabas saludos. Pero antes de entregarles tu segundo mensaje, el señor del castillo me dijo que no conocían a ningún Galbart y dio por finalizada la entrevista. Sin embargo no me echaron de alli, me hicieron preso y estuve dos días en un calabozo. Al tercer día, me reuní con Alice Donan, fue su voluntad. Ella me dio esa carta. Al cuarto día me dejaron libre y me largué corriendo lo más rápido que pude sin haber entregado el otro mensaje. Después, hice como me pediste y cogí un barco en Whithorn. Llegué hace dos días al Reino de Valencia no he tenido tiempo de descansar.

Hacía tiempo que no le escuchaba, leía la carta de su hermana.

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Galbart


Carta de Alice Donan a Galbart Donan a écrit:
Querido Galbart,

Dios me ha enviado un pequeño regalo. Tú te reirás al leer esto, dirías que las cosas no ocurren por la voluntad de algo externo al mundo, y defenderías que no hay nada más que personas. Sin embargo, este mensajero que has enviado, de tierras muy lejanas, provocan en mi sentimientos encontrados. Por una parte alegría, porque estás vivo. Siempre recé por ti y siempre mantuve la esperanza de que estuvieras vivo a pesar de que padre se empeñaba en matarte. Por otro lado, me entristece pensar que estás tan lejos de nosotros, de tu familia... de tu hermana. Aún recuerdo como nos colábamos en la biblioteca de padre y gastábamos sus velas para leer libros. SIn embargo esos tiempos quedaron atrás y no supimos de ti hasta hace dos días. Y como supongo que tu enviado te habrá contado, Evan no fue muy amistoso con él. Pero Galbart, hermano, son tantas las cosas que han pasado... no te aburriré con temas político, porque como bien sabes, se me restringe el acceso a cierta información. Madre murió en un parto. Murió junto al que sería nuestro nuevo hermano. Aún se me nubla la vista cuando me acu(] de esto. No obstante, tenemos un nuevo miembro en la familia, se llama como tú, Galbart. Crece fuerte y parece que será marinero, pues está fascinado con el mar, se pasa horas mirándolo. En cuanto a mi, hermano mio, me casaré dentro de cuatro meses con el heredero de Lochaber. Se supone que nuestra alianza se afirmará con esta boda.

El papel es limitado y mi letra grande. Me alegra saber que Dios, en su infinita sabiduría, te ha mantenido con vida. Quizá, si esto llega, sea la última vez que leas noticias mías, espero que no. Pero por si acaso, te mando muchos abrazos.

Un beso, tu hermana
Alice Donan.


A mi regreso también pase por Whithorn, repitió el mensajero, y busqué a tu antiguo compañero, Arefin. Lo siento, me temo que murió en el mar, creo que viajaba a Irlanda. Lo siento.

El escocés sonreía. No te preocupes. Salió de la estancia y volvió con una bolsa cargada de monedas que le tiró a las manos. Has cumplido con tu deber y eso es lo que importa. El mensajero sin más dilación, se levantó de la silla se despidió. Estaré unos días por aquí, por si necesitas algo más. Sonreía al ver la cantidad de monedas que tenía en la mano. Antes de salir, le dejó otra carta encima de la mesa.

El escocés había escrito aquella carta en un momento de inspiración. Su único objetivo era el de hacer rabiar a su padre y si era posible, mantenerle unas cuantas noches en vela. Pero qué más daba, su propio nombre, dicho por la voz de aquel mensajero, infundía, aún, cierta rabia, tanto era así que Evan Donan, encarceló al mensajero, que por cierto no se había quejado por ello. Quizá temía un impago o algo por el estilo.

Le pasó la carta de su hermana a Carrie y fue a por la otra. La abrió y la leyó de nuevo.

Carta de Galbart Donan a Evan Donan a écrit:
A la atención de Evan Donan, señor de Wick y guardián de Caithness,

Hace quince años que espero respuesta por un duelo que le lancé. He esperado demasiado tiempo como para demorarme un minuto más. Espero una respuesta suya. De lo contrario, me veré obligado a utilizar los medios a mi disposición y someter la región de Caithness bajo la acció de mis hombres. En sus manos está evitar una inminente invasión.

Galbart Donan, verdadero heredero de Caithness.


El escocés se echó a reir. Rio con ganas. Carrie contagiada por el buen ánimo del escocés se le acercó y le cogió la otra carta. El de Caithness reía a carcajadas mientras se sentaba en la silla en la que estaba. Rio con más ganas cuando pensaba en ello y reía mucho más cuando pensaba en la cara de su padre al escuchar su nombre.

No hace falta amenaza, ese bastardo me teme, Carrie, me teme. Yo, que estoy a medio mundo de él.

Rio con mucha más fuerza.

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Carrie.


Ah, por la tarde va a venir el hombre que eché antes de aquí. Es un mensajero que envié a Escocia, si por un casual tu estuvieras despierta y yo dormido, o al revés, te despierto y me despiertas, creo... creo que será interesante escuchar noticias de nuestra tierra.

Notó como daba un respingo al oir eso. El chico... noticias de Escocia... Le siguió a la cama inconscientemente mientras en su cabeza saltaban las ideas de unas a otras.

¿Era escocés aquel chico? No se lo había parecido así de entrada. Repasó mentalmente todo cuanto recordaba de él. Nunca le había visto por ahí y en cambio el de Caithness le conocía y esperaba noticias suyas.. Bueno, eso no era raro, Galbart se movía entre gente que no era la misma que ella, su trabajo por el inquisidor le hacía conocer a mucha gente que ella ni sabía que existía. Maldito inquisidor- pensó Carrie mientras miraba al techo de la habitación tumbada junto a Galbart.

Le miró de reojo, él tampoco dormía. Sonrió al pensar en sus palabras y el entusiasmo que se desprendía de todo cuanto le había contado. Estaba exultante mientras hablaba de la pareja... No estamos solos Ahora sentía no haber estado totalmente atenta a todo cuanto le había contado el de Caithess, pero lo que sí estaba claro es que se le veía... contento.. incluso ilusionado.

¿Qué noticias les traerían de Escocia? Se acordó de su madre. De ella en la cocina riñéndola por robarle trocitos de comida mientras ella cocinaba. Cómo le explicaba qué condimentos iban con este alimento u otro.. y ella no le escuchaba, solo metía el dedo en la salsa para probarla y relamerse con lo buena que estaba bajo la sonrisa disimulada de su madre. Aquellos aún eran buenos tiempos... Suspiró...

Se le hizo larga la espera. ¿Irían a Escocia? Sabía que tarde o temprano volverían, Galbart tenía cosas pendientes ahí y ella... Ya no le quedaba nadie, no tenía familia y sus amigos, cuando se fue era una niña y quien sabe si ellos seguirían ahí, si estarían bien o mal.. si la reconocerían si la vieran... no creia ni que pensaran en ella ni la añorasen... Suspiró otra vez...Escocia... Echaba de menos su tierra, sí, no pensaba mucho en ello, pero sentía mucha nostalgía al pensar en su país y su infancia.

En cuanto oyó un ruido en la puerta, antes incluso de que llamaran a ella, saltó como un resorte de la cama, igual que Galbart.

Estaban los tres dentro de casa, se sentó y escuchó... leyó la carta de la hermana de Galbart... Volvíó a mirarla, leyendo entre lineas... se notaba la relación tan estrecha entre ellos dos, aquella complicidad que Galbart le había contado.. Alice... Como le hubiese gustado tener una hermana...
a ella también.

Leyó la segunda carta... Ese era Galbart... desafiante, implacable,altivo, fuerte y seguro de sí mismo. Le miró No hace falta amenaza, ese bastardo me teme, Carrie, me teme. Yo, que estoy a medio mundo de él. reía a carcajadas... La cuestión era ahora... ¿cuándo irían a Wick?
Galbart


Aquella noche se encontraba especialmente bien. Estaba de humor y no le había hecho falta beber, es más en todo el día no había probado ni un trago de cerveza o de vino. Las cosas no es que le fueran muy bien (su socio en la herrería le había comunicado que hacía mucho que no encendían la fragua entre otros muchos problemas), pero sonreía y le importaba muy poco la herrería en esos instantes. Se dijo a sí mismo que el dinero poco se podía comparar con, por ejemplo, la cara que seguramente puso su padre al ver al mensajero con noticias del verdadero y legitimo heredero de Caithness. Pero eso habían sido días atrás y aun así seguía riéndose cada vez que se acordaba.

Cuando se metieron en la cama, hablaron hasta que se quedaban dormidos. Era lo que solían hacer. Pero todo fue diferente aquella noche. El sueño lo pilló más pronto que nunca y soñó.

Estaba en un plano superior al de la Tierra, había luz. Mucha luz, tardó en acostumbrarse a tal cantidad, sus ojos casi no lo podían resistir pero cuando puedo... Oh Dioses... era capaz de apreciar el movimiento de las estrellas, los planetas y cometas, todo ello formaba un gran grupo que danzaban ante sus ojos, tenía una belleza sobrenatural, sin duda alguna los Dioses así habían diseñado el universo, lo consideró una bendición divina. Pero había algo más, era mucho más importante que la simple belleza, le hablaban, aquellos cuerpos le hablaban, había un mensaje detrás de todo aquello. Era capaz de entender lo que le querían decir las estrellas y los planetas y comprendió al fin, el por qué de los ciclos lunares y el por qué debían guiarse por ese ciclo, porque hasta entonces, Galbart, solamente se había limitado a aceptarlo como dogma. Pero ahora lo entendía. Su cabeza intentaba recopilar la máxima cantidad de información posible y... Oscuridad. Fogonazo.

Apareció en un bosque, no lo conocía. Empuñaba la espada y la tenía cruzada delante suya, también tenía el puño izquierdo levantado un poco por detrás del filo de la espada. Daba vueltas, buscaba algo. Se dio cuenta de que él no controlaba su propio cuerpo, quiso gritar, ¿qué le estaba pasando? Seguía dando vueltas y decidió tomar el control de la situación, se gritaba que estuviera quieto, que parara. Pero su cuerpo estaba fuera de sí: corría, daba vueltas, gruñía, ¿se había convertido en un animal? ¿Acaso no era aquel...? Entonces lo vio claro, si él no pensaba que se movía, su cuerpo dejaría de moverse. Se concentró lo más que pudo. Dejó que su mente se quedara en blanco, sus pensamientos fueron derivando hacia un torrente de nimiedades y al final... al final se detuvo. Lo había conseguido. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba cansado, el esfuerzo había sido tremendo. Ahora sí, sentía que era dueño de su cuerpo, lo había conseguido domar.

Muy bien, mortal. La voz le heló los huesos. Tenía un tono alto, claro y firme. Se dio la vuelta y la volvió a ver. Su belleza no era comparable a ningún otro ser de la Tierra. Pero aquello era peligroso, en ella había algo que le infundía miedo y eso se traducía en respeto. Mucho respeto. Has cumplido con mi voluntad. El don* otorgado ha de servirte para conocer a la gente de tu alrededor. Quiero que veas cómo es al que has jurado servir. Rompe tus cadenas y vuelve a honrarme, ¿o acaso has olvidado a quién debes lealtad, Kraka? Sonrió pero rápidamente volvió a la seriedad anterior. Mucho te has alejado de mi, Kraka, pero veo en ti que me volverás a hacer feliz. Levantó el puño izquierdo y le pegó un golpe en la cabeza. Se desvanecía y mientras lo hacía le dijo: Eran cuatro y cuatro deben caer. Ah, y no te separes de ella.

Abrió los ojos y se incorporó tan rápido como pudo, estaba empapado en sudor Carrie parecía llevar despierta más rato y le miró preocupada.



*10/04/1463 06:55 : ¡Increíble! ¡Ha recibido una revelación! (Astrología)

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Carrie.


Eran épocas de cambios. Desde que abandonó sus responsabilidades con el reino y la corona se sentía muy tranquila, tremendamente tranquila, casi se podía decir que demasiado. Pero tenía cosas de las que ocuparse aún y sobre todo tenía los estudios, a los que se dedicaba en cuerpo y alma cuando no tenía que supervisar los campos ni los animales.

Se estaba acostumbando a ese nuevo ritmo y se sentía bien. Como siempre las horas que pasaba con el de Caithness eran las mejores. Hablaron un rato hasta que Galbart cayó profundamente dormido. Ella suspiró y estuvo un rato mirándole y acariciándole hasta que también se durmió.

Se despertó sobresaltada. Un tremendo empujón la tiró al suelo y nerviosa se levantó de golpe para ver qué pasaba. Galbart se movía en la cama frenéticamente, gruñía, y se movía entero, brazos, piernas, todo el cuerpo, parecía poseído. Gritó su nombre una, dos tres veces, pero él parecía no oir. Saltó encima suyo y le aprisionó con su cuerpo, con fuerza intentando inmovilizarle, pero aun así no paraba, su fuerza no era comparable con la de ella. Continuó aferrada a él, hablándole suave al oido.. parecía no servir de nada pero al cabo de un poco paró de golpe. Ella se separó , le tomó la cara entre las manos y le llamó repetidamente, pero él no reaccionaba no se movía. Asustada buscó los latidos del corazón en su pecho... Parecía normal, respiraba con normalidad pero no reaccionaba.
Empezó a sentir pánico. ¿Qué le pasaba? Galbart!! Galbart!!! Cariño!! Galbart!!! Sentía como las lágrimas se agolpaban y empezaban a resbalar por sus mejillas... Dioses... ayudadme... ayudadle.... Galbart, amor ¿¿qué te pasa?? Galbart... Galb..

No fue inmediato pero por suerte el de Caithness parecía que se movía.. movió lentamente una mano, después brazo, el otro brazo. Ella se separó, se secó las lágrimas y le miró conteniendo la respiración... ¿Galbart? Movió la cabeza poco a poco y abrió los ojos.

Ella respiró aliviada. Le abrazó fuerte y le llenó de besos. Él parecía perplejo y la miraba sin entender el porqué de aquella reacción.
Amor, estás bien? Él asintió con gesto de cansancio¿Seguro, estás seguro que estás bien?
Él se quedó mirándola, sin decir nada, parecía desorientado
yo.. he tenido un sueño algo raro... y... Se paró unos segundos como rememorando lo que había soñado y abriendo mucho los ojos le dijo:
- Creo que... no... no ha sido un sueño... sus ojos iban de un lado a otro rebuscando entre sus recuerdos ¡¡los dioses me han hablado!!

Él le contó el sueño mientras ella le escuchaba atenta cogiéndole de la mano. Se tranquilizaba al oir su voz, parecía estar totalmente bien.. y los dioses le habían hablado.. aquello explicaba lo sucedido según su parecer. Fue a coger una camisa para que se quitase la que llevaba y se la cambiase por una limpia , y un vaso de agua para que bebiese un poco. Le convenció para que se quedasen tumbados hablando y descansar un poco más... quería convencerse de que estaba bien y no pasaba nada malo.
Galbart


Se volvió a tumbar en la cama, ignorando todo lo que estaba a su alrededor y pensó en lo que había visto, en lo que le había dicho. ¿A qué cuatro se refería? Esa pregunta era la clave para resolver el enigma que tenía delante. Era evidente que debía guardar alguna relación con el señor Nicolás Borgia, pero, ¿cuál? Los cuatro se podían referir a los actos oficiales a los que había asistido: guardia en Roma, guardia del trono en la coronación, escolta y guardia en la ceremonia de vasallaje. Sin embargo no tenía sentido, porque esos cuatro debían caer. El sueño volvía a caer sobre él cuando de repente sus ojos, antes de cerrarse por completo, miraron a través de la ventana. Las estrellas estaban más bellas que nunca, brillaban y se movían, pero el hecho más significativo fue que parecía entenderla. Y fue suficiente como para sacarle de la cama y caer en la cuenta de qué significaban aquellos cuatro.

La noche en la que Carrie se lo llevaba preso a Valencia, se cruzaron con cinco hombres: cuatro guardias y el señor inquisidor, actual cardenal. Fueron aquellos guardias los que pusieron en duda la valía en el campo de batalla. Ellos debían de ser los únicos a los que se refería con lo de "cuatro". Tenía que acabar con ellos, debía hacerlo. Cuanto antes mejor, y si podía ser hoy mismo mejor todavía.

Se levantó de la cama. Quiso calmarse. Estaba eufórico y a la vez lleno de ira y sed de sangre. Debía calmarse. Se dio la vuelta y se lanzó contra Carrie. Ella estaba casi dormida pero él la despertó con besos y caricias, intercambiaron un par de palabras entre besos y la noche se fue consumiendo.

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Carrie.


Se despertó con una sonrisa en los labios. Miró a su lado y Galbart no estaba, pero le llegaba un olor a tostadas recién hechas que instaba a levantarse de inmediato. Se sentó en la cama y puso los pies en el suelo mientras recordaba la noche anterior. Le había pegado un buen susto Galb, pero luego... dioses que noche, que energía la del escocés. Sonrió aún más y se levantó.

Fue hacia la cocina y él salió a su encuentro, se levantó de la mesa al verla. Estaba contento, eufórico parecía.
-Buenos días mi amor- le dijo ella dulcemente justo antes de besarle.- Que bien que hayas preparado el desayuno estoy hambrienta después de la noche que me diste ayer-le sonrió pícara- No te pregunto si estás bien, porque a la vista está que estás estupendamente. ¿Qué tal si me explicas algo más del sueño de ayer? Me diste un buen susto, ¿sabes? ¿Qué fue lo que te dijeron los dioses? ¿Algo bueno? Eso espero...

Se sentó a su lado, cogió una tostada y mientras le hincaba el diente le miraba atenta esperando que le explicase.
Galbart


Es complicada pero I'll do my best*.

En mi sueño hubo un momento en el que parecía que me ahogaba, pero pronto se me pasó y fui consciente de donde estaba. Fue el baile más bonito que he visto, y que seguramente veré, en toda mi vida. Planetas, estrellas y cometas. The Sun shined bright as it never was...**

Ella, después, me puso una prueba, una especie de examen para ver si era apto de tal don. Era un lugar que no conocía, era un bosque, o al menos eso es lo que me pareció en un primer momento, matorrales, árboles, un bosque, vaya. El caso es que yo no era dueño de mi propio cuerpo, notaba que me movía de un lado para otro y no era capaz de pararme. Estaba nervioso y sólo cuando fijaba la mirada en un punto mi cuerpo paraba, lo controlaba... y entonces...
Hizo una pausa para captar, aún más, la atención de Carrie. Ella me habló.

Le pegó un bocado a aquello que tenía delante.

Y lo vi todo. Vi lo que ven los Dioses. Vi las lineas que nos dibujan las estrellas, vi los mensajes que se ocultan tras ellas y vi como se debían de interpretar correctamente el ciclo lunar. Antes lo asumía sin más, era como una especie de dogma. Ahora, simplemente, sé por qué ocurre y sé por qué hay que seguirlo. Sólo hay que comprender el poder de atracción que tiene en algunos animales. Entonces y sólo entonces, podremos darnos cuenta de lo que verdaderamente significa la Luna. Las constelaciones, la alineación de los astros, todo, todo es obra y gracia de Ellos. Es algo maravilloso, Ella me lo ha concedido pero debo hacer antes una cosa.

Bebió de la jarra que tenía allí delante. Se recreó bebiendo. Tardó lo suyo y dejó que el agua llegara bien a todos los lugares de la boca antes de tragarla.

Hay que matar a cuatro hombres. Le espetó. No sé si te acordarás, pero me pusieron cadenas hace menos de un año, y además, fueron cuatro guardias los que nos apresaron. Le sonrió. Blanco y en botella.

Dejó que ella lo asimilara mientras él pensaba en lo próximo que tenía que decir, pero antes, se terminó el huevo, un poco tibio, pero muy bueno.

Aún no he desvelado la identidad de estos cuatro elementos, aunque no creo que sea difícil, debo ir con cuidado de no levantar muchas sospechas porque está claro que si alguien se acuerda de ando buscando a según que gente y resulta que después mueren... en fin, no quiero que me quemen. He de investigarlo. Podrías ayudarme, quién sabe.


*Lo haré lo mejor que pueda.
**El Sol brillaba como nunca.

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