En una finca, a las afueras de Zaragoza, de labranza, se hallaba la mujer alejada del mundo. Dentro de sus terrenos, una de las hectáreas era arrendada a una granadina, que se hacían compañía mutuamente. Kalahn, ya ni se acercaba a la plaza, guardaba sus calabazas para el invierno, al contrario de Fadia que ponía a la venta sus calabacines cada 10 días.
La melancolía de las ultimas semanas, la habían llevado a una tacita aceptación de los últimos acontecimientos. Estaba cansada de todo. Recordaba, en esas tardes de algazara, a sus nietas y nieto jugar en la plaza . Su nieta Wei en la taberna, disfrutando de la vida que se respiraba en cada rincón de la ciudad. Las noches donde antes de ir a dormir, en el hogar de la hostería, amigos y familia de jubilo hasta borrachos terminaban. Viajeros y bienvenidos a la ciudad eran recibidos entre el jolgorio de la taberna, fiestas en la calle y los hastíos domingos en el zoco...ahora silenciosa, muerta...apenas concurrida como antaño.
La campesina, tras un arduo día de trabajo, se fue a la casa de campo que habitaba para descansar. Un manojo de espinacas y ajo, llevaba en su mano izquierda para cenar esa noche mientras, en la derecha llevaba un palo con el que hizo los agujeros para la siembra de la nueva cosecha. Al entrar, dejo el sombrero de paja en un clavo cercano a la puerta principal. Al mirar en el buzón, se dio cuenta que estaba a rebosar...mirando los remitentes, los fue seleccionando para usarlos para prender fuego. Apenas dos o tres se salvaron de ese grato regalo, ya casi no le quedaba nada con lo que avivar el hogar. Una de ellas, tenía de remitente un apellido muy querido, De la Vega Casanova...pero su nombre era Lesca. Una de sus hijas, a la cual poco conocía de cuando vivía en Jaca, dada su época de trotamundos. Lo abrió muy despacio, rompiendo el sello y desatando el bramante que lo envolvía. Su fecha de envío era del 20 de octubre de 1459. Noto que dentro había un pergamino delicado y de alta calidad. Su contenido era una gran noticia, un bodorrio...
Entusiasmada, se le olvido durante unos segundos las circunstancias en las que vivían. Eso sin olvidar la proposición del señor a no abandonar la villa. No le quedaba otra, que rechazar la invitación...escribió a la Dama Leonor, avisándole de su negativa, tras rogarle que amadrine a su nieta por una temporada...pero sentía tanta pena...cada mañana, veía la celebración y se decía así misma, que tal vez, lo mejor era irse con Wei y Nami lejos un tiempo para que disfrutaran , pero sólo tenía contacto con Wei...Sabía, que quería viajar, conocer mundo y esa invitación era una buena excusa para ir a lugares lejanos y exóticos. Dada la actual coyuntura por la que padecía la mayoría de los miembros de la familia, decidió posponerlo hasta después de las elecciones de la alcaldía. Así pues, esperarían a que las cosas regresarán a su cauce y un barco con ruta directa al Reino de Valencia.
Al día siguiente, se acercó a la plaza y cerca de la iglesia, compró un pergamino, tinta, pluma y lacre de color verde para sellarla. Con el recogimiento del atardecer comenzó a escribir las primeras líneas de la mísiva. A continuación, acercó la barra de lacre al fuego y gota a gota se fue derritiendo la cera de abejas y resina de extracto de un árbol que daba ese color verdoso...sellando el sobre, para finalmente marcarlo con su sello, una hoja de roble que lo identificaba como suyo. El sobre, viajaría en el próximo barco, dirección Caspe. Ella esperaba llegar un par de días más tarde a esa villa con lago donde pensaba hacer transbordo y dirigirse a su destino, Castellón de la Plana*. Allí, tenía pensado pasar unas vacaciones largas junto a su nieta mayor y, una serie de amigos castellonenses de origen jacetano.
Los días fueron sucediéndose tan rápido como el aleteo de una mariposa, tantas cosas en tan poco tiempo, que en vez de días parecian años. Sin darse cuenta, ya era 4 de noviembre. Era el momento de darle la noticia a Fadia, aunque sabía que ella ya lo intuía.
Sus bienes materiales eran muy escasos. En cada rincón se escondía un recuerdo valioso. Las tardes que le visitaban sus nietos, las horas muertas haciendo cálculos para organizar la mejor forma de presentarse ante el asesor del gobernador, la eleccion de su taller...cosas que soño y nunca sabra si se haran realidad algun día. Ella quería todo eso cerca de sus seres queridos. Fue cerrando ventana por ventana, tapiando todos los posibles accesos a la casa de campo en la que vivía. En la habitación principal reunió todo lo que tenía de valor y podía llevarse: botellas de leche, carne, verdura, una escalera grande y una barca de Reddick. Planes, planes que se destruyeron...tantos meses ahorrando para comprar una botella de leche o un trozo de carne cada domingo...mientras se alimentaba con pan y agua para conseguir antes esos 500 escudos y ,comer tranquilamente tras tenerlos durante los siguientes días, para nada. Tenía comida para aguantar más de un mes sin pasar por el mercado. Ahora comía sus viveres mientras veía la despensa vaciarse día a día al igual que sus proyectos...
La senda de la casa de sus terrenos hasta la ciudad había un trecho muy largo cuesta arriba. En dos capazas de mimbre colocó cuidadosamente todos sus bienes y se dirigió a la hostería a despedirse de los amigos y familia. Sólo quedaba darle instrucciones a Fadia, no sin antes asegurarse de que comprendíera su decisión. Ella sabía que estaría en el mercado, por lo que hacía allí se dirigió. Fadia estaba comiendo sus deliciosos calabacines rellenos de bacalao junto a un joven. Kalahn depositó las capazas en el suelo, cansada de transportarlas durante tanto tiempo. La sonrisa con la que fue recibida, se le fue borrando lentamente a la averroista. Al parecer, ya sabía de que se trataba . La mujer desde hacía días instaba a que saliera de su hacienda acercandose al mercado y volver a ver a los vecinos en el mercado. Sin embargo, ese no era el motivo y Fadia lo supo antes de que se acercará al puesto donde se hallaba.
-Buenas tardes, Medi, ¿qué tal estas? - saludo al vecino que conocía muy bien de las tardes en la taberna-
veo que los calabacines rellenos con bacalao no se ton indiferentes - le guiña un ojo de complice para que sepa que a ella también le gustan-
¿Puedo hablar un momento contigo Fadia?
Alejándose un poco del puesto para no molestar a los viandante ni comerciantes, dejó las capazas detras del tenderete para no obstaculizar la calle, y tras un largo silencio, se decidió ha hablar.
-Fadia, sabes que eres como una hermana para mí y, - se da cuenta de que baja la cabeza, hace una pequeña pausa y continua-
necesito un tiempo, un paréntesis, es lo mejor. Preciso de unas largas vacaciones y sé que te ocuparás muy bien, por mí, en la administración de las propiedades que regento. Los terrenos estan a la venta. En el ayuntamiento ya puse las ofertas de ellos por 400 esc cada uno junto a las casas.- Fadia levanta la vista inquieta.-
No temas, no te dejaré desamparada. Hace meses pedí en el catastro una casa en las afueras de las dos murallas interiores. Podrás vivir todo el tiempo allí. Cada 10 días te iré enviando el dinero para contratar, las verduras ves guardándolas en el almacén.Dentro de unos meses regresaré.
La campesina, se le quebró la voz, no sabía como continuar, dado que ni ella sabía que sucedería más tarde. Sólo que viajaba, vendía los campos y...el resto estaba borroso, nublado..., su sino era impreciso. No podía decir nada, pues no sabría si eso se convertiría en mentira. Lo que si sabía era que tendría que volver a por los escudos, pero ¿con qué finalidad?..ni los hados sabrían la respuesta. Se despidió dándole las ultimas instrucciones y se fue alejándo para reunirse con su nieta, la cual esperaba su llegada.
En el embarcadero, no sólo estaba Wei, sino muchos familiares queridos a los cuales echaría de menos cada instante.