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[RP]Susurros en la noche

Carrie.


Estaba cansada. Se pasó el dorso de la mano por la frente para secarse el sudor. El tiempo que había pasado fuera de la ciudad había conseguido cambiar un tanto las cosas. Ahora se sentía tranquila por fin, esta vez confiaba en que todo saldría bien y no vivir en una constante inquietud.

El sol casi se había puesto y empezaba a hacer frío. Lejos de querer abrigarse cerró los ojos para sentir el frío en su rostro. Le gustaba sentir el frío y sobretodo el viento, aunque en ese momento no había ni la más ligera brisa , aquel frío le resultaba revigorizante, la hacía sentir viva, relajada y parte de la naturaleza.

Miró alrededor, oyendo de fondo los animales de su pequeña granja. El chico al que había dejado al cuidado de su casa había desaparecido, pero por suerte los animales sobrevivieron gracias a un vecino que se hizo cargo de ellos. Sonrió al pensar que aún había personas buenas en el mundo dispuestas a ayudar siempre, porque sí, sólo por sentirse bien con uno mismo. Ella, por suerte, se había topado con alguno; recordó a Daarjo quien la había ayudado tanto en Segorbe, pensó también en toda la gente que la había apoyado en Valencia y le había dado una oportunidad, para establecerse y progresar. Debía sentirse afortunada, los dioses estaban de su parte.

De pronto un sonido extraño la distrajo, giró la cabeza pero no vió nada, algún animal debe andar por ahí suelto-pensó Carrie. Suspiró y se puso en pie, sin ganas aún de entrar en casa para adecentarse un poco e ir a pasar un rato en la taberna. Se quedó ahí un buen rato, de pie, pensando en todo y en nada a la vez. Había algo que le rondaba por la cabeza pero inconscientemente intentaba ahuyentar ese pensamiento una y otra vez.

Finalmente se decidió a entrar en casa, se lavó un poco, se cambió de ropa, miró el cuenco de comida del perro vacío y salió fuera de casa. Como venía haciendo cada día desde que volvió miró por si veía al perro, pero nada, hoy tampoco le vió; levantó la cabeza para observar la luna y dedicarle un pensamiento a su madre. Todo sería tan distinto si la tuviese ahí con ella, la extrañaba tanto y ahora sobretodo hubiese querido preguntarle tantas cosas.. Sonrió a la luna y ahora sí, con paso ligero se dirigió bien abrigada hacia la taberna del pueblo.
Carrie.


Había pasado un rato agradable en la taberna, tras unos días de tranquilidad y poca gente se había llenado de viajeros que daban vida y un nuevo aire al día a día de la ciudad. Incluso había conocido un elfo, también viajantes, gente que se mudaba, parejas, familia, amigos, cada persona era una historia distinta, y la conversación un tanto banal que a menudo le resultaba tediosa en esa ocasión la agradeció por no tener que explicar mucho sobre ella. Había un cierto placer extraño en el disfrutar de una conversación con alguien que posiblemente jamás volverás a ver.
En cuanto se hubo despedido de todo el mundo emprendió el camino de vuelta.

Ya casi había llegado a casa cuando oyó un chasquido, se detuvo y vió unas ramas moverse pero no le dió la más mínima importancia, así que continuó su camino. Abrió la puerta, entró, se quitó la capa y se frotó los brazos intentando calmar esa sensación de frío de de golpe la había invadido.

Como no tenía sueño todavía decidió sentarse junto al fuego. Le gustaba pasar rato y rato observándolo, el constante movimiento de sus llamas la hipnotizaba, y después de haber estado charlando con vecinos y forasteros le apetecía disfrutar del silencio, la soledad y el refugio que le ofrecía su hogar.

Y ya no queda leña- Dijo en voz alta.

Salió fuera a por unos cuantos troncos que tenía cortados. Cargó todos los que pudo, los dejó dentro y repitió la operación un par de veces más. Dispuso una pila de ramitas y hojas y encendió el fuego. Se sentó enfrente suyo, tapándose con una manta y estirando las piernas, dejando los pies muy cerca del fuego.

Hmmmmmmmm suspiró disfrutando de la sensación del calor en su cuerpo. Se quedó casi medio dormida cuando de repente oyó que alguien llamaba a la puerta.
Galbart


Había sido un día duro, había viajado temprano hacia un pueblo al norte de Valencia y ahora regresaba, se dirigía a la posada en la que dormía. Por otra parte lo que había sucedido durante el día le había hecho reflexionar sobre el pasado. Y no existía su pasado sin Carrie Dingwall, la cual no había visto desde que los separaron aquel día que estuvieron apresados en el palacio inquisitorial. Lo que más le extrañaba es que no hubiera intentado buscarle para saber más de su padre. Le había dicho su nombre y esperaba que le hubiera hecho alguna pregunta más, pero no fue así. Era algo raro. O no. Había querido matarla y ella huía de él, posiblemente sería lo último que ella quisiera hacer, hablar con él. No obstante, él también había hecho lo posible para evitarla. Hasta aquella noche.

Amarró su caballo donde siempre y antes de subir a su habitación pidió una jarra de cerveza y una empanada de paloma que había preparado Amalia, la regente del local. Una vez hubo cenado le prometió a aquella agradable mujer que le pediría alguien que le trajeran leña para poder calentar la posada. Ella se lo agradeció con un beso en la mejilla y con la mejor de sus sonrisas. El escocés, una vez estuvo en la habitación (la misma en la que durmió su primera noche en Valencia), se quitó las botas y se sacudió la tierra de los pies. Hacía frío, pero era soportable. Aun así no correría el riesgo de enfermar y sufrir las sanguijuelas como ya le ocurriera con dos años. Y era curioso pues desde aquel entonces, no había enfermado por causa natural nunca más. Cuando hubo terminado se calzó las botas, se ató la espada a la cintura y bajó de nuevo. Le dijo a Amalia que llegaría tarde, ella asintió sin más. No era la primera vez que pasaba y seguramente no sería la última. Como si fuera rutina, cogió la llave de debajo del mostrador y se marchó. Era de noche cuando el frio de Valencia le envolvió. Pero no era eso lo que más le gustaba sino el agradable sonido del mar que uno apreciaba desde la seguridad de tierra firme. Si uno se paraba a escuchar, podía oir las olas, poderosas y temibles en su continuo vaivén. Un poder incontrolable sin duda alguna y aunque no fuera el que más le inquietaba, pues al fin y al cabo, él esperaba al verano para emprender viajes en barco, si que era el más aterrador, sonre todo si se había una tormenta de por medio, era un recuerdo que tendría que llevar con él toda su vida. Según contaban los viejos, el morir ahogado era la peor de las muertes. Esa y morir quemado. Sacudió la cabeza, se deshizo de esos pensamientos y siguió caminando.

Izquierda, recto, derecha, recto. Allí estaba. Estaba entrando en casa. Quiso correr y decirle algo pero la prudencia era una de sus virtudes y esperaría. Era algo que había aprendido con el paso del tiempo. Ser prudente, observar y después actuar. Una hora después, envuelto en la capa negra y con la capucha puesta, y después de ver como salía por leña, se decidió a actuar.

Llamó tres veces a la puerta. Esperó. Escuchó. Ella abrió la puerta y él tan rápido hubo abierto la puerta entró en casa y caminó hacia el fuego, a calentarse las manos. Seguramente su silueta sería imponente: envuelto en una capa negra con su corpulencia y altura y encima entrando en una casa ajena. Ignorando si ella decía algo, dijo:

Me parece muy mal que no hayas querido saber nada más de tu padre.


Y sonrió hacia el fuego mientras ella cerraba la puerta.
Carrie.


Se había quedado traspuesta y al levantarse para abrir la puerta casi tropezó un par de veces. En cuanto la abrió sólo fue capaz de pensar ¿pero qué? la puerta se abrió más, haciéndola moverse hacia un lado y una sombra pasó junto a ella como una exhalación hasta el fuego.

Por un momento pensó que quizás la muerte había decido visitarla. Parpadeó un par de veces y movió la cabeza para intentar despejarse y volver a la realidad. ¿Quien era aquel extraño? ¿Quien osaba entrar en su casa de esa manera y...? Acertó a decir un ¿Pero qué..? el resto de palabras murieron antes de ser pronunciadas al reconocer la voz de quien le decía: Me parece muy mal que no hayas querido saber nada más de tu padre.

Ahora sí, también reconoció su figura, era Galbart Donan.

Se quedó helada, clavada delante de la puerta observaba al escocés. ¿Cómo era posible que estuviese ahí delante suyo? Pero... pero si estaba en la cárcel, ¿Cómo habrá logrado salir? se preguntaba Carrie.

Se quedó callada sin responderle, observando y pensando, la espada no la tenía a mano, la había dejado en su habitación. Él llevaba la suya, la veía por debajo de la capa, estaba armado como era de suponer. En una confrontación cuerpo a cuerpo ella no tenía ninguna posibilidad, no tenía ni su cuchillo, estaba descalza. Un escalofrío recorrió su espalda, entraba mucho frío por la puerta abierta, pero no quería cerrarla, era la única salida.

A pesar de eso, el tono de las palabras parecía hasta... amigable y si hubiese querido hacerle algo lo habría podido hacer nada más entrar.

Sin dejar de mirar al de Caithness ajustó la puerta sin cerrarla del todo y se acercó lentamente.

- ¿Se puede saber qué haces aquí, en mi casa? ¿Te has escapado de la cárcel? ¿Qué es lo que quieres?

Tenía la intuición de que no quería hacerle daño, pero ¿qué narices hacía ahí? Desde que les cogieron presos el cuervo había desaparecido. No había tenido ningún sueño en que los Dioses la guiasen, ella pensaba que ya todo había terminado pero no.... ahí estaba él de nuevo.

-Contesta. ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres de mi?

El escocés se tomó su tiempo en contestar, parecía que quería escoger bien sus palabras. Mientras ella seguía escudriñando la habitación. Divisó el pincho largo que tenía para remover la leña y las brasas, era lo único. Moviéndose poco a poco intentando no llamar excesivamente la atención caminaba lentamente para poder cogerlo.

- He venido a verte

Entonces todo sucedió muy deprisa. Carrie vió como el de Caithness desenvainaba su espada, ella corrió a por el pincho y lo puso delante suyo, más que para atacarle con intención disuasoria, no podía compararse con una espada, pero las puntas estaban bien afiladas. Galbart con un hábil movimiento circular hizo desdender el pincho hasta el suelo, pero éste aún seguía en la mano de Carrie.

Ella miró atónita como el escocés la miraba con toda la tranquilidad del mundo, cogía la espada con las dos manos a la vez que hincaba la rodilla en el suelo y le decía:

-Vengo a redimir los actos del pasado

Carrie se quedó boquiabierta, no podía dar crédito a lo que veían sus ojos ni lo que acababa de oir. Galbart Donan, con la rodilla en el suelo y decía que quería ¿¿redimirse?? Se oyó el chasquido del pincho al caer al suelo. La situación la superaba, se quedó mirándole en silencio sin saber cómo reaccionar ni qué decirle. Aquello no podía estar pasando.
Galbart


Cuando tuvo las manos lo suficientemente calientes y lo suficientemente pensadas las palabras que iba a decir, se llevó, lentamente, la mano a la empuñadura de la espada y después de decirle "He venido a verte", la desenvainó con un rápido movimiento. Cuando se giró la reacción de Carrie Dingwall no le sorprendió, es más le pareció lo más normal del mundo, él estaba con una espada y tampoco es que hubiera dado muchas pistas de lo que iba a hacer, aunque con una espada en la mano y tras años de persecución se imaginaba lo que ella pensaba. Aun así no estaba por la labor de complicarse la vida, él había ido a hacer otra cosa. Entonces casi sin moverse del sitio y con un hábil movimiento de espada inmovilizó a la escocesa. A continuación lo que hizo dejó traspuesta a aquella mujer. Galbart Donan, que había perseguido a Carrie Dingwall durante los últimos cinco años, se arrodilló ante ella ofreciendo su espada.

Vengo a redimir los actos del pasado. Clavó sus ojos en los de ella. El dolor ha sido mi compañero durante mucho tiempo. La muerte de Maël fue un duro golpe para mi y supongo que para muchos otros, yo como aprendiz suyo, no iba a consentir que aquello quedara sin castigo. Juré ante los Dioses que acabaría con el último Dingwall vivo en el mundo. Pero dadas las circunstancias, veo que mi promesa se cumplió aquel mismo día. Soy el culpable de la muerte de tu madre; soy el culpable de que ahora estes aqui en tierras desconocidas, lejos de casa; soy el culpable de que hayas vivido en fuga durante tanto tiempo. Hizo una pausa, miró a su espada y luego la miró a ella, Mira Carrie, no sé como podría pagarte todo el daño que te he causado pero al menos, si algo aprendí de pequeño es que nunca es tarde para redimirse. Y que todo hombre, si no puede pagar de otra manera, que lo haga con su vida. Carrie, te ofrezco mi vida.

Ella dio unos pasos hacia atrás y fue hacia la puerta, que se había abierto a causa del frio. Galbart mantenía la postura, pero empezaba a cansarse. Cerró la puerta y caminó al lado opuesto de la habitación. Intentaba articular palabra pero no era capaz. El escocés estaba desconcertado, no era la reacción que esperaba, aun así se divertía viendo como Carrie iba y venía aunque su rostro no mostrara el más mínimo signo de diversión. Instantes después, ella se quedó quieta y le miró. Sir Donan, yo... bueno... no sé por dónde empezar, yo... Ella le hizo un gesto con la mano para que se levantara. El escocés, obediente, se levantó y apoyó en el suelo la punta de la espada, ella dió unos pasos y se colocó delante suyo a una distancia de un brazo y medio. Las cosas nunca son tan simples como parecen, fue por mi culpa que mi padre mató a ... Maël, mi madre... bueno, fue víctima de las fiebres y murió, pero culparos a vos de eso sería un tanto... infantil. Por otro lado, yo... no puedo aceptar vuestra vida, pertenece a los Dioses y ellos disponen nuestro futuro, ningún ser humano puede poseer a otro, por lo que... vuestro ofrecimiento es tan conmovedor como inesperado pero... los Dioses me llevaron hasta Valencia, y también a vos, todos somos obra y víctima de sus caprichos. No, no podeis ofrecerme vuestra vida, puesto que ni tan siquiera a vos os pertenece.

La reacción fue del todo inesperada. Sin embargo el escocés no se dio tiempo para asimilar sus palabras. Sea como fuere, Carrie, lo que importa es lo que uno siente y yo me siento culpable y eso no lo va a cambiar nadie. Los Dioses hace tiempo que me abandonaron. Era mentira, hacía poco había soñado con Morrigan, y le había hecho un encargo. Puedes estar tranquila, yo no volveré a hacerte daño nunca jamás. Los Dioses me condenen a morir en el mar si lo hago. Envainó la espada. Te guste o no no te voy a quitar el ojo de encima. Maël era más que un amigo para mi, era como un padre. Él me acogió cuando yo estaba solo; me hizo ver las cosas de otro manera; y por si fuera poco me inició en el camino del conocimiento. Era un buen hombre Carrie, de eso puedes estar segura. Mantenerte a salvo será mi manera de agradecerle a Maël todo lo que hizo por mi. En cuanto a lo que te hice a ti... algo se me ocurrirá. Caminó hacia la puerta. En el instante que abrió la puerta: Entonces, ¿me contarás cosas de... de mi padre?

Sí, pero no hoy.Sonrió, se puso la capucha y se marchó.
Carrie.


Se quedó de pie, en la puerta. Primero viendo como se alejaba Galbart, y luego, cuando le hubo perdido de vista continuó ahí un buen rato, quieta, pensando, ni tan siquiera sentía el frío que empezaba a calarle todo el cuerpo.

Pero, ¿había pasado realmente lo que había pasado? ¿Estaría soñando y despertaría? Galbart Donan dentro de su casa, espada en mano y no era para atravesarla con ella, sinó para entregarle... su... ¿vida...? Sí, sí, eso había dicho exactamente.

No podía dar crédito. El de Caithness decía sentirse culpable y querer compensarla, aquello era más... no más.. era mucho... no... era muuuucho más de lo que ella jamás de los jamases se hubiese atrevido a pensar o imaginar. No sólo la iba a dejar tranquila sinó que además decía que no le quitaría el ojo de encima y que vería la manera de compensarla..

Movió la cabeza y un escalofrío intenso recorrió su espalda. Entonces se dió cuenta de que estaba tiritando de frío. Cerró la puerta y se quedó apoyada en ella, mirando al tendido sin ver nada, demasiados sentimientos confrontados para asimilar en tan poco tiempo... además, si él estaba en la cárcel!!! ¿Se habría escapado? Desde que entraron en prisión los dos no había tenido ninguna noticia de él, aunque se había interesado por saber qué pasaría con Donan, pero nadie le decía nada, así que hasta le creyó muerto.

Dioses... Dioses.... Dioses.... Dioseeesssssss.... -se repetía a sí misma, sin saber exactamente porqué lo decía.

Volvió junto al fuego y se sentó delante, pero se levantó de nuevo para mirar por la ventana. Sabía que no le vería pero aún así lo hizo. Galbart Donan, quien iba a decir que... como podía ni imaginarme yo que... Dejó la frase en el aire.

Ni recordaba lo que ella le había contestado exactamente. Cerraba los ojos y le veía ahí rodilla en tierra... increible, sencillamente increíble -se repetía una y otra vez, y otra, y otra.. y otraaa.

No sabía ni como se le había ocurrido decirle que si le contaría cosas sobre Mäel y la imagen de él saliendo y diciendole hoy no le resonaba incansablemente dentro de su cabeza.

Resopló varias veces, intentando repasar mentalmente todo lo sucedido desde que vió a Galbart en la taberna de Valencia meses atrás y de repente le vino el recuerdo del cuervo a la memoria, su sueño, Morrigan le había dicho que debían permanecer juntos y.... ahí estaba él de nuevo.

Dioses caprichosos- musitó Carrie.

Intentó pensar en otras cosas, pero no había manera, no se podía quitar al de Caithness de la cabeza. Bueno, quizás no vuelva, quien sabe- se dijo finalmente. Aunque parecía muy convencido de lo que decía, pero... quien sabe, una cosa es la intención y otra muy distinta la realidad.

Suspiró y decidió irse a la cama para olvidarse y descansar un poco. Simplemente quería dejar de pensar.

Cuando estuvo ya lista se tumbó en la cama y le costó un buen rato dormirse, dió cincuenta mil vueltas hasta que finalmente el sueño la venció. Soñó con cuervos y sólo oía una y otra vez Kraka Kraka, Kraka... Kra...
Carrie.


Habían pasado unos días ya desde su encuentro con el escocés. La vida transcurría tranquila entre su trabajo, las noches en la taberna con los amigos y el de Caithness no daba señales de vida, Carrie estaba segura de que ya no volvería a verle. Pensándolo fríamente ¿qué sentido tenía todo aquello? Ninguno, que ahora Galbart quisiera ser su protector era de lo más descabellado.

Suspiró al terminar el último bocado de su cena, estaba demasiado cansada para bajar a la taberna aquella noche, los párpados le pesaban y necesitaba reponer fuerzas. Se levantó lentamente, recogió lo de la mesa y lo dejó todo recogido en la cocina. Ya lo lavaría la día siguiente decidió la Dingwall.

El fuego aún ardía con fuerza así que el calor se distribuía por la casa. Fue directa a la habitación, se metió dentro de la cama y no tardó en quedarse dormida.
Galbart


Se despertó a eso de las seis de la mañana. Había silencio y por la ventana sólo se veía oscuridad. Las noches eran cada vez más largas y cada vez más frías, aunque allí bajo las mantas, hechas con pieles de animales como vacas y ovejas, no se estaba mal, incluso podría decirse que era una de las mejores camas en las que había dormido. Quizá el hecho de que Amalia le cuidara tan bien provocara en él un sentimiento muy familiar. Se sentía como en casa. Pese al frio de la mañana, y aunque intentó quedarse dormido otra vez, se levantó y se quedó sentado en el borde de la cama durante unos instantes, planeando el día. No sabía por qué planeaba el día si cualquier llamada del Borgia podía estropearle el plan. Sin embargo lo hacía aunque nunca acaba haciendo lo que planeaba, era una rutina que había cogido al despertarse. Se arrascó la pierna, más concretamente en una cicatriz que tenía de hacía un par de meses. Picaba. No importaba, todo cambió aquel mismo día.

Se acercó a la ventana, quitó los postigos y respiró el aire fresco de la mañana. El salitre le inundó los pulmones. El aire del mar tení algo, algo que te abría las fosas nasales y hacía que respiraras mejor. Aquello era lo que necesitaba por las mañanas el escocés un revitalizante. Se puso los pantalones, las botas y una camiseta interior más la camisa verde. Se ató la espada a la cintura y salió a la fria mañana Valenciana. Hizo el mismo recorrido de días atrás y acabó plantado en el lugar de la otra vez. Pero esta vez no esperó más de tres minutos, esta vez tenía un recurso muy valioso: una llave. Se acercó a la puerta, abrió y cerró tras de si. Así de fácil. No supo muy bien qué hacer pero rapidamente se le ocurrió que podría intentar encender un fuego para hacer un desayuno. Si ella no lo quería él sí, tenía hambre y no tenía buen humor cuando tenía el estómago vacío. En veinte minutos prendió un buen fuego gracias a un pedernal y un cuchillo que allí había. Lo segundo sería... no, lo segundo sería buscar algo de comer. Encontró huevos y algo de pan, lo suficiente como para tirar aquella mañana, si necesitaba reponer existencias, ya se lo devolvería. Cascó los huevos y los dejó en el hogar, alejados del fuego mientras se hacían lentamente. Entonces buscó a Carrie. La vio durmiendo. Sonrió y se dio la vuelta. Pero antes de marcharse haría una cosa para que se despertara. Abrió la ventana para que entrara el frio. Cuando volvió para comprobar el estado de la comida se fijó en un par de papeles que tenía sobre la mesa. Aquella caligrafía le resultaba familiar. Cogió el papel y se sentó de manera que recibiera el calor del fuego, viera como se hacía la comida y como Carrie entraba en la habitación.

Leyó y reeleyó aquella carta. La dejó a un lado y qutó los huevos del fuego y los puso en plato, pero sin apartarlos demasiado del fuego. Volvió a leer la carta. Era, interesante. Alzó la vista.

Buenos días.
Carrie.


Se estaba taaaaan bien en la camina, entre las mantas. Dormía como un lirón, cuando de repente empezó a tener la sensación de frío. Metió la cabeza dentro de las mantas pero la sensación de frío persistía e hizo que se despertara de malhumor. Sacó la cabeza, abrío un ojo y se dió cuenta de que la ventana estaba abierta.

-Maldita sea!!! Renegó mientras se envolvía en la manta para levantarse y cerrarla.

Cuando volvia de puntillas y corriendo a la cama se dió cuenta de que.. hmmmmmm olfateó como si de un perro se tratara. ¿Qué estaba pasando? Aquel olor delicioso, sería el hambre que tenía quizás, provenía de cerca.. Entonces oyó un ruido sordo de dentro de su casa. Se le heló la sangre, había alguien más dentro de casa, las mantas cayeron al suelo y andando sigilosamente cogió su espada, poco a poco se dirigió hacia la entrada de casa y..

No, no podía ser. La madre que...-pensó Carrie.

Buenos días.

¿Cómo que buenos días? ¿Tu sabes el susto que me has dado? ¿Te parece normal entrar en casa de la gente prepararse un desayuno y...

Entonces calló de golpe al darse cuenta de que estaba vestida con la camisa de dormir que dejaba poco para la imaginación así que le echó una mirada furiosa y se fue corriendo a la habitación a vestirse.

En nada volvió ahí y le espetó sin más.

Pero ¿tu te crees que puedes entrar en mi casa cuando te parezca sin que nadie te haya invitado? Sólo me faltaba eso. ¿Qué pasa que no sabías donde caerte muerto ni dónde podrías robar un desayuno? Vamos hombre.. será posible...
Galbart


Apareció con una fima camisa y empezó a reñirle. Él no hizo caso. Bueno, escuchaba pero miraba hacia otras partes. Pero no lejos de ella ni cerca. Miraba a la silueta de sus pechos en la camisa, miraba su cadera, perfectamente definidad, miraba sus piernas, ligeramente tostadas por el sol del verano. Y le miraba a los ojos, azules como el cielo y el agua del mar y como contrastaba con su pelo, rojo como el fuego. Es preciosa se sorprendió pensando cuando salió de la habitación. Pero a su regreso siguió reprochandole haber entrado en casa.

Silencio. Dijo y señaló a los huevos y al pan que acababa de poner a tostar. Buenos días. He preparado algo para desayunar. Te invito a que te sientes conmigo. Le sonrió y le hizo un gesto para que se sentara a su lado. Ella titubeó, iba pero no, al final accedió y se sentó. Ella se fijó en que la carta de su madre estaba en su posesión. Él simplemente se dedicó a observarla. A ver como se movía agilmente por su casa, eso se lo había dejado claro. Ella no le quitaba la vista de encima. No le preocupaba ni le molestaba.

La verdad es que nunca se me ha dado bien cocinar. Hubo un tiempo en el que podía hacer algún que otro guiso e incluso jugar con las especias, cuando había... claro. Sin embargo, la gente puede pensar que guisar lo hace cualquiera, pero se equivocan. Sobre todo cuando les apuestas cien monedas a que no son capaces de guisar. Más de un saco de monedas me he llevado por esa apuesta. Le dedicó una sonrisa. Seguro que las historias de mercenarios no iban con ella. Convivimos durante casi diez años y nunca me fijé en ti hasta que Maël murió. Es extraño. Pero, en fin... Se levantó y sacó el pan del fuego. Partió un par de trozos con la mano y puso uno en cada plato. Le ofreció uno de los dos ¿Cómo fue tu viaje hasta aqui? ¿Y por qué aqui?
Carrie.


será posible...

Silencio.- Dijo él.

Pero... tendrá caradura, entra en mi casa y me hace callar y... Entonces reparó en que el desayuno era para dos.Buenos días. He preparado algo para desayunar. Te invito a que te sientes conmigo.

Se quedó descolocada, el escocés ignoraba sus regaños y además era amable, cortés, y además..¡¡ sonreía!!! ¡¡Sabía sonreir!!! Ciertamente lo dudaba ya que siempre le había visto con semblante extremadamente serio y duro, claro que las circunstancias eran otras y no daban pie a sonrisas claro...claro..

Le miró aún sin saber si sonreirle también. Aquello era muy raro, hacía apenas unos meses la quería matar y ahora... Miró alrededor intentando decidir qué hacer. Cogió la silla y se sentó frente a él, no quería perderle de vista. Estaba claro que no quería hacerle daño, había entrado en su casa y ella, dormida, ni se había enterado, pero..

Él tampoco le quitaba la mirada de encima, aunque a veces lo hacía disimuladamente. Empezó a explicarle algo pero ella no prestaba atención a sus palabras, le escuadriñaba el rostro detenidamente, sus manos como las movía al hablar, su voz relajada y cálida.. Le sonrió sin darse cuenta cuando él lo hizo al callar. No tenía ni idea de qué había dicho así que intento parecer interesada y ahora sí le escuchó atenta.

Convivimos durante casi diez años y nunca me fijé en ti hasta que Maël murió. Es extraño. Pero, en fin... Se llenó la boca mientras él se daba la vuelta para ir a coger el pan... Dioses que rico estaba, ni se acordaba de la última vez que alguien había cocinado para ella. Intentó engullir disimuladamente cuando él se acercó con el pan tostado y le miró sorprendida por las preguntas que le hacía.

Pues... -Bebió un poco para tragar antes de hablar- Mi madre no me dejaba salir mucho y menos a ver al druida. Eso no le gustaba a mi pa... bueno sí, el que siempre fue mi padre para mi, y para evitar discusiones mi madre me lo prohibió, aunque algunas veces me escondía y le seguía por el bosque para poder hablar con él y consultarle cosas, pero sin que nadie lo supiese. Yo sí te conocía y te veía muchas veces con él.

Pegó un mordisco y siguió- Y bueno, ahora supongo el porqué, claro está, y supongo que tu tambien te haces una idea.- dijo mirando la carta que hace un rato estaba en sus manos.

Y bueno..- Seguía engullendo para poder hablar.- Vinimos aquí porque mi madre decía que tenía familia, una prima lejana o algo así, pero no la encontramos, nos dijeron que había muerto. El viaje fue, largo, accidentado, improvisado y yo creo que fueron los dioses quienes me llevaron aquí. ¿Quien sinó?
Galbart


¿Quién sino? Pensó con burla. Apartó la mirada y se centró en el plato. El silencio reinaba en aquella habitación unicamente interrumpido por el crepitar de las llamas. No levantó la cabeza hasta que se acabó la última miga. Con el plato en su regazo le dedicó unos instantes a asimilar aquellas palabras. Prohibición de ver a Maël, al cual seguía llamando "el druida" como si de una piedra se tratara; incursiones secretas de las que no tenía constancia; una familiar en tierras del sur... Muchas e interesantes cosas. Carrie le podría tantas cosas... Pero ahora le tocaba hablar a él.

¿Recuerdas cómo era? Yo casi lo he olvidado. Me refiero al físico, claro. De los ojos azules si que me acuerdo, de la forma en la que te miraba... vaya que si me acuerdo. Tenía una forma de mirar que pareciera que miraba dentro de ti, como si te viera el alma.
Hizo una pausa y posó el plato. Era un buen hombre, yo siempre bromeaba con él y le decía que estaba loco. Él se reía y me decía: en la locura encuentro mis momentos de lucidez. Amaba la filosofía. Yo había leído los tratados aristotélicos, Metafísica, Física, Biología... Hizo un gesto circular una mano indicando un largo etcétera. Él me rebatía esos dogmas, los desmantelaba con una facilidad increible y además siempre te daba su punto de vista. Escuchaba, reflexionaba y replicaba. Criticaba todo lo que no le gustaba y más de una vez me llevé un varazo. Rió y cuando se paró con un deje de tristeza añadió. No he conocido a nadie como Maël. Dejó que el silencio se apoderara de la instancia, esta vez no hizo caso ni a las llamas. A veces, por las noches, le parecía escuchar mil y una voces, y siempre reconocía la suya. Se humedeció los labios y volvió a mirar a Carrie. Sin embargo hay una cosa que verdaderamente me aterraba de él: su poder. Si él decía que iba a llover, llovía. Si un árbol caía en mitad del bosque él lo sabía...

Se levantó de la silla. Y se calentó las manos al fuego. La miró a ella, como esperando alguna pregunta.
Carrie.


La conversación se le antojaba un poco forzada. Ella no había sido del todo sincera en su respuesta, o bueno, sí pero no había concretado mucho, a grandes rasgos ya era eso más o menos.

No dejaba de estudiar al de Caithness, cada gesto, cada mirada, su tono de voz al preguntarle al hablar de Maël. A veces parecía molesto, otras.. distante e inexpresivo. Ella no acababa de entender muy bien qué hacía ahí el escocés, pero le seguía el juego, tenía curiosidad por ver como evolucionaba todo aquello.

Le sorprendió que le preguntase directamente sobre Maël. Y justo cuando pensaba la respuesta le agradó oir lo que pensaba de su padre. Le hubiese gustado conocerle más, ¿cómo hubiese sido de padre? ¿cómo habría sido su vida junto a él? Un gesto triste ensombreció su rostro, ya nunca lo sabría.

Pues- le miró fugazmente para fijar la vista en el fuego, le era más fácil hablar sin mirarle. Lo que recuerdo era la tranquilidad que me transmitía, me gustaba andar junto a él por el bosque, ayudarle a coger hierbas y flores. Yo era una niña entonces- se sonrojó- Él me hablaba de los dioses, de que debemos amar y ser respetuosos con la naturaleza, con nuestro entorno, ser agradecidos, humildes...-sonrió melancólicamente al recordar sus paseos por el bosque cercano a su casa junto al druida.- me llevaba al nemeton y me decía que tenía que hablar con los dioses, que ellos nos escuchan y nos guían y deciden nuestro futuro. Que son caprichosos me decía una y otra vez

Entonces una imagen volvió a ella con fuerza, "debeis permanecer juntos" le habían dicho los dioses. Sintió como la invadía una extraña sensación difícil de describir, como si alguien le cogiera el corazón con las manos y lo estrujara. Cogió aire y suspiró lentamente para que él no lo advirtiera.

Se acercó al fuego, se puso al lado de Galbart poniendo las manos delante, cerca del fuego para calentarse, y sin mirarle le preguntó: ¿Entonces era un buen hombre, verdad?
Galbart


Empezaba a clarear, muy timidamente porque había nubes.

Ahora tenía a Carrie a su lado. Le sacaba un palmo. Tocó el mango de la espada, se ajustó el cinturón y carraspeó.

Sí, bueno... era muy buena persona, bueno, él me dio un hogar y me enseñó un montón de cosas. Es una lástima que no siga sus enseñanzas como me hubiera gustado. Pero volviendo a Maël y a cómo era, me temo que mi vida cambió mucho tras su muerte... No es fácil crecer en un sitio que no es tu casa, y ni cuando estás alejado de los tuyos, pero si te toca un Maël, has tenido una suerte increible.

Ignorando lo que ella decía, se giró hacia Carrie y le cogio las manos. No era la primera vez que la tocaba, pero si la primera vez que la besaba. Simplemente posó sus labios en el dorso de su mano, templada por la acción del fuego. Dio unos pasos hacia atrás y sonriendole hizo una pequeña reverencia.

Con el permiso de la gentildama... Le ensñó la llave de su casa y se la guardó en el bolsillo. Antes de que ella pudiera reaccionar, Abrígate. Va a llover.

Nubes de tormenta se acercaban del este, del mar. Sonrió y salió rapidamente en dirección norte, a la posada, a buscar su capa para salir de inmediato hacia el palacio de la inquisición. A cumplir con el juramento que había hecho.
Carrie.


-¿Qué es eso de que no seguir sus enseñanzas como te hubiera gustado?

No acertó a decir nada más. Él la cogía de las manos, estaban calientes, como las suyas, por el efecto del fuego y depositava en el dorso de un mano un beso, suave, cálido, respetuoso. Ella se quedó pasmada, le miraba quieta, fijamente, mientras él daba unos pasos hacia atrás y le hacía una reverncia.

Quiso decir algo pero no sabía el qué, las palabras no pasaban de su garganta. Con el permiso de la gentildama Una sonrisa divertida acompañó el gesto de enseñarle algo que tenía en su mano y guardó, era la llave de su casa!! Se giró para ver el lugar donde ella siempre dejaba la llave y.. no estaba. Al volverse hacia él, el de Caithess la interrumpió antes de abrir la boca. Abrígate. Va a llover.

Salió rápidamente y ella se quedó mirando de nuevo como desaparecía a lo lejos. Pero esa vez el sentimiento no era tanto de desconfianza como la otra vez sinó de.. confusión, pero... una leve sonrisa se dibujó en su cara.. se sentía.. contenta... debe ser el haber comido bien de buena mañana que me hace ver las cosas de forma más optimista-pensó. Sin embargo pasó todo el día alegre pensando en la manera cómo había empezado el día, en Mäel, y en el escocés.Y cómo no, se abrigó bien
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