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[RP]Susurros en la noche

Galbart


La cerveza estaba fresca. La hija de Amalia, Estefanía, servía a los presentes con celeridad y siempre con una sonrisa en la cara. Estaba en esa edad en la que las mujeres empezaban a desarrollarse fisicamente. Eso hacía que Amalia vigilara con mil ojos a los marineros y jornaleros que allí se encontraban, hasta que llegó el escocés a su posada. Él se había comprometido a quitarle de encima a los que tocaban a su hija. Aquello, unido a que de vez en cuando le traía leña y provisiones del mercado, hacía que el precio de su habitación bajara su precio de manera notable. Y tanto era así, tan bueno era el trato que le daba al de Caithness que decidió establecerse allí. Y ya iban dos meses. Al principio se refugiaba en un castillo en ruinas, que no era un castillo sino un fuerte. Después, por sus "negocios" en Valencia, frecuentaba las posadas de la capital con más asiduidad. Y finalmente, acabó allí. Era un buen sitio y al fin y al cabo el dinero no era problema. Así pues, entre amenaza a marineros borrachos y algún que otro encotronazo violento, pasaba las noches el escocés. No era una vida palaciega pero le gustaba y estaba agusto y eso era lo que de verdad importaba. Pero aquella noche era distinto. Recuerdos del pasado, personas, lugares, frases que le marcaron... todo le vino a la cabeza aquella noche.

Le dio un sorbo a la cerveza y siguió con la mirada a Estefanía, que ahora avivaba el fuego y echaba más ramitas que traia en un cesto. La pregunta que Carrie le había hecho esa mañana, "¿Qué es eso de que no seguir sus enseñanzas como te hubiera gustado?" le tenía preocupado. Bueno, más que preocupado, intranquilo. No había sabido responderle al momento aunque supiera de sobra la respuesta. "Si yo te contara...", se dijo. Un hombre salió de la posada entre gritos de sus compañeros. Su encuentro con su compatriota aquella misma mañana le habia servido para dejar que las palabras hicieran su labor en la cabeza de Carrie. Él esperaba con ganas que ella le fuera a buscar y le preguntara cosas, pero realmente el que que quería hablar era él, Galbart Donan. La pequeña charla de por la mañana le había servido para poder recordar muchos de aquellos momento que creía olvidados: las recogidas, las fiestas, los bailes, los casamientos, el episodio de Alison la panadera y el ramillete de menta... tantas cosas. Necesitaba contarlo. Necesitaba hablarlo con alguien y quién mejor que Carrie, así se acordaría de algo de su pasado y recordaría tiempos mejores, bueno, al menos él, Galbart, los consideraba mejores. Apuró la jarra de cerveza y llamó con el brazo a Estefanía que acudió rauda ante la llamada. Le pagó la cerveza y le ofreció un par de monedas más, Pero que no se entere tu madre, ¿vale? se sonrieron, y ella se llevó la jarra de cerveza. Se acercó al fuego, donde Amalia estaba sentada haciendo punto mientras charlaba con un grupo de hombres sobre la situación de la lonja de pescado y demás historias "Bien hecho Amalia, consigue proveedores", pensó mientras se le dibujaba una sonrisa en la cara. Se acuclilló a su lado y le susurró lo de siempre, Esta noche vendré tarde, me llevo una llave. Si no estoy por la mañana no te preocupes. Se levantó y a proposito dijo en un tono de voz normal pero perfectamente audible para el resto de los presentes, si alguien hace lo que no debe, apunta su nombre. Le guiñó un ojo, apretó el cinturón de la espada y se envolvió en la capa para bailar con el frio de la noche valenciana.

El camino fue el de siempre, pero esta vez no se detuvo en el punto de siempre, esta vez fue directamente a la puerta de su casa y la aporreó dos veces con el pie. Una ráfaga de aire llegó justo cuando ella abrio la puerta. La capa ondeaba hacia el oeste. Ella con un gesto le indicó que pasara y sin pensarlo dos veces, en dos pasos, se plantó delante del fuego. Se volvió y le sonrió. Se quitó el cinturón con la espada que dejó apoyada en la pared cerca del fuego y a mano por si ocurriera cualquier cosa. Había que prevenir siempre que fuera posible, si bien es cierto que ocultaba una daga en alguna parte de su vestimenta. Se desabrochó las hebillas de la capa y la dobló dejandola encima de una silla que acercaba al fuego. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, quitó la capa y se sentó. Cualquiera diría que aquella era su casa. Y seguramente Carrie le estaría mirando con cara de no entender nada. Pero lo ignoraba, o eso quería aparentar y parecía que le salía bien.

¿Qué te parece si hablamos?
Carrie.


No era muy tarde cuando llegó a casa, pero entonces ya oscurecía temprano y hacía bastante frío, así que no le apetecía dar más vueltas por el pueblo, la idea de cenar algo caliente cerca del fuego era muy tentadora, así que en cuanto pudo fue a casa.

Envuelta en la capa y soplándose las manos para mantenerlas calientes sacó la llave y entró en casa. Lo primero que hizo fue rápidamente encender el fuego. Se quedó ahí de pié calentándose las manos, sentía como el cuerpo recobraba la temperatura, se dió la vuelta para calentarse por detrás, quedando la parte delantera otra vez fría, y así varias veces hasta que se sintió mejor y la estancia empezaba a cobrar temperatura.

Tenía hambre así que hizo caso omiso de los papeles que había encima de la mesa y se dirigió a preparar la cena. Había conseguido unas zanahorias y unos tomates que parecían de lo más apetitosos, o quizás era el hambre que tenía, quien sabe. Puso una cazuela en el fuego con un poco de aceite y puso el conejo para que cogiera color antes de tirar las verduras.

Mientras se iba haciendo lentamente la comida fue a ponerse cómoda y cambiarse de ropa, dejó la manta cerca de la silla del fuego para después de comer quedarse un rato ahí observándolo, como le gustaba hacer cada noche antes de ir a dormir.

Poco a poco la cena se había ido haciendo y parecía ya estar a punto. cogió unos trapos para sujetar la fuente y dejarla sobre la mesa, desprendía un olorcillo.. hmmmmm lo preparó todo: plato, cubiertos, pan...y se dispuso a comer. Apenas había pegado dos o tres bocados cuando aporrearon la puerta, fue a abrir y allí estaba de nuevo él: Galbart Donan, al menos esta vez ha llamado a la puerta- pensó Carrie.

Y ahí estaba de nuevo, como Pedro por su casa, ella le observaba mientras él parsimoniosamente se quitaba la capa, la espada, se ponía delante del fuego para coger calor.. todo ignorándola, como si estuviera solo en la casa, era increible aquel hombre. Iba a abrir la boca cuando Galbart se le adelantó y le preguntó ¿Qué te parece si hablamos? Ella hizo lo mismo que él, le miró y sin decir nada desapareció. Volvió con un plato, cubiertos y un vaso, los dispuso en la mesa, puso cerveza en los dos vasos, se sentó y le indicó que se sentase.

Tu mismo sírvete como si estuvieras en tu casa- dijo ella con un deje irónico- Hablemos
Galbart


Ya he cenado, gracias.

Permaneció impasible al lado del fuego, pensando una manera de romper el silencio. Le costaba más de lo que creía pero por algún sitio tenía que empezar.

Cuando me desterraron de Caithness no tuve un destino predeterminado. Los primeros días compraba la comida a los mercaderes locales, pero cuando el dinero empezó a escasear me vi forzado al pillaje, al timo y a las peleas. Aunque esta última, de aquella no se me daban muy bien. Torció levemente los labios para dejarlos en una posición que si no era una sonrisa, se acercaba peligrosamente a serlo. No obstante, cuando no podía más, Maël me encontró robandole la comida, yo sin ganas de enfrentarme dejé todo lo que había cogido y me derrumbé delante suyo. Él, sin embargo, me dio agua y me ofreció comida. Le conté mi caso y decidió acogerme. Cuando empezamos a confiar el uno en el otro me contó quién era, qué es lo que hacía y por qué lo hacía. Te podrás reir y todo lo que quieras, pero él se definía a si mismo como un "incomprendido, atrapado en el mundo para hacer ver las cosas de otro modo" otras veces me decía que era el "enviado de los Dioses" y que su misión era recuperar el antiguo imperio celta, con la antigual Galia, mitad occidental de la peninsula ibérica... en fin, esos lugares. Hizo un gesto con la mano. Yo pensaba que estaba loco, pero como te dije el otro día, cualquier dogma que yo tuviera por mio propio, lo rebatía y lo derrumbaba con una facilidad pasmosa. Tenía una mente privilegiada y cada vez que pienso en ello, me digo a mi mismo que él era adelantado a nuestro tiempo. Y pasaron los meses, y los años y entonces un buen día me dijo, "Galbart, has demostrado grandes cosas, te voy a enseñar el verdadero camino del conocimiento". Hizo una larga pausa recordando aquel momento que sería su oportunidad para ser druida. Y en parte casi lo consigo. El verdadero camino del conocimiento pasaba por un montón de puntos y yo casi había empezado a comprender la mayor parte de sus enseñanzas. Pero todo se torció y una fatídica tarde, plof. Aristóteles se llevó al mejor hombre que existió en la fa de la Tierra. Puso cara de asco pero pronto volvió a recuperar la compostura. Esta mañana me preguntabas que por qué no seguí sus enseñanzas como me hubiera gustado. Bien, abandoné la reflexión, abandoné el culto a los Dioses, a excepción de la Diosa, con la única que me siento verdaderamente agusto. Abandoné el estudio y tomé la espada como compañera de viaje. No sé en qué creer ya.

Se recostó en la silla y miró a Carrie y después al suelo.

He abandonado a Maël, a los Dioses y a todo en lo que creía. Unicamente, en mis momentos de lucidez encuentro la paz espiritual, lástima que no ocurra muy a menudo.


Y dejó que el sonido de las llamas se metiera en su cabeza. A veces pensaba que escucharlo mucho tiempo haría que los malos recuerdos se borraran para siempre. Pero claro, solo a veces, en sus momentos de lucidez.
Carrie.


Carrie le escuchaba atenta mientras comía. Él había rechazado su invitación, como era de esperar, pero ella siguió como si nada, le escuchaba, eso sí. Tenía la sensación de que Galbart necesitaba hablar, desahogarse, eso quería decir que algo le carcomía por dentro... interesante, pensó. Definitivamente Galbart tenía principios como le demostró la otra vez cuando dijo que la vigilaría porque se sentía culpable por lo que le había hecho y tenía sentimientos, era evidente su apego por Maël. Y además también lo de...

- Pero... se chupó los dedos antes de proseguir- el otro día dijiste que los dioses te habían abandonado, hoy dices que abandonaste la reflexión, el culto a los dioses excepto a una diosa, pero.. eso de que los dioses te han abandonado suena a excusa, y tu seguro que lo sabes, además no has abandonado el culto por completo, sabes de la existencia de los dioses, de que nunca sabremos hacia dónde nos dirigen ni porque lo hacen, pero ellos están ahí, hablándonos, guiándonos.. Sólo hay que querer escucharlos, ellos nos hablan contínuamente...-hizo una pausa- tu lo sabes sin duda puesto que escuchas todavía a una diosa .

Se tomó un instante para observarle con detenimiento y analizar su reacción. Además si tanto querías y respetabas a Maël, como se desprende de todo lo que me has contado pero sobretodo con el tono con que lo cuentas cuando hablas de él, no me creo que obvies todo lo que él te enseñó, no me lo creo. Si realmente tanto te ayudó y tanto representó para ti, no olvidarás como si nada sus enseñanzas. Él te mostró el camino, tu debes ahora avanzar por él, sinó ¿qué sentido tendría el haber querido vengar su muerte y perseguir ese objetivo durante tantos años? Dices que Aistóteles te arrebató a Maël, ¿vas a dejar también que te arrebate tu vida y tus creencias?

En ese momento llamaron a la puerta. Era tarde ya para recibir visitas, aunque Galbart era la demostración palpable de que aquello no era del todo cierto, pero se le hizo raro. Vió de reojo como Galbart se acercaba a su espada y abrió.
Le entregaron una carta con el sello real. Entró en la casa y sin mirar a Galbart la abrió. Hizo una mueca, tenía que ir a rendir vasallaje a la nueva reina y la emplazaban a ir acompañada de su familia. ¿Qué familia? Si estaba sola. Suspiró y dejó la carta sobre un rincón de la mesa. Acercó una silla al fuego y se tapó con la manta mirando fijamente, como si estuviera a solas. Sin dejár de mirar las llamas le espetó: ¿Entonces, querías ser druida como... mi padre?
Galbart


No es que haya abandonado completamente el culto. Sigo creyendo. Lo que pasa es que siento que me han abandonado y por eso abandoné esas vías. Nos hablarán y nos guiarán, y todo lo que quieras, pero hay más cosas que los Dioses y eso sí que lo he comprendido bien. No todos nuestros actos deben girar en torno a ellos, en torno a complacerlos, vaya. Muchas veces, los Dioses nos envían señales que interpretamos de una manera determinada pero podemos equivocarnos. El lenguaje divino está plagado de secretos y yo lo sé mejor que nadie. Quizá esté iniciado en el camino del verdadero conocimiento, pero quién sabe, si como bien dices, el capricho divino me apartara de él. Maël simplemente era sensacional, y le guardo mucho aprecio, pero él está muerto y yo no y esto debería responder a tu pregunta: él no estaba preparado para defenderse, no tenía destreza alguna con las armas y eso fue lo peor, que no tuvo oportunidad, ese fue el motivo que me llevó a abandonar sus métodos, yo no soy capaz de concebir a alguien que no sea capaz de defenderse en caso de peligro y por ahí me estaba llevando Maël. Respondió con contundencia, había, incluso, elevado el tono de voz, pero los golpes del exteriror provocaron una reacción inmediata en el escocés. Miró a Carrie y después se inclinó hacia ella mientras Carrie iba hacia la puerta. Cuando entró vio que llevaba una carta, "menudas horas", se dijo. Dejó que leyera con calma mientras pensaba en cómo continuar hablando. Debía calmarse un poco, eso sí.

Oh sí, claro. Quería ser druida... bueno... quería ser como Maël y si eso implicaba ser druida, pues sí. Así se lo expresaba muchas veces. Él me dejaba constantemente impresionado, era capaz de prever temporales, capaz de curar la más fea herida, e incluso tenía tiempo para preparar toda clase de ungüentos y componer... la miró, canciones. Le dedicó una sonrisa a Carrie. Tenía una voz muy bonita, y no sé si te acordarás de las noches de recogida, tras el duro dia de trabajo, él cantaba para todos mientras el ambiente de fiesta inundaba el poblado. Buenos tiempos sin duda.

El poblado, tal y como lo recordaba, era muy grande. Tanto como para poder constituir un gobierno local, pero aun así, vivían alejados de las grandes ciudades de las Highlands, eso era beneficioso pues muchas veces los impuestos no se pagaban. Su situación geográfica era inmejorable, en una colina de muy poca pendiente, aunque desde su punto mas bajo al mas alto hubiera una altura de tres o cuatro personas. Desde allí se divisaban grandes extensiones de pastos y montañas, también era esencial mantener el rio limpio, al fin y al cabo allí se bañabana, de allí vevían ellos y los animales, aunque estos últimos más abajo, para que los habitantes del castro pudieran coger el agua más o menos limpia. Sonreía mientras recordaba aquello.
Carrie.


Ella escuchó con gesto grave todo lo que el de Caithness le decía, sentía ganas de cortarle para rebatirle todo lo que decía, pero le dejó terminar, tenía la sensación que le pasaba como a ella, había cosas sobre las que no podía hablar con nadie de Valencia, ellos eran los herejes, salvajes, bárbaros, pictos y no comprendían sus costumbres ni su forma de pensar. Hablar de los dioses y de como se sentía de abandonado le hacía elevar el tono de voz, algo pasaba dentro del escocés, algo que quizás él mismo debía asumir o resolver y quizás no sabía como hacerlo o no era el momento.

-Recuerdo esos tiempos- dijo con expresión melancólica- a veces pienso que me gustaría volver, pero, no me queda nada ahí, ni nadie... ¿qué más da estar en un sitio o otro ya?No quiso hurgar más en esos recuerdos e insconscientemente cambió de tema Mi madre sabía mucho de plantas y de ungüentos también, quien sabe si lo aprendieron juntos.. o si mi madre lo aprendió de él dijo en un suspiro

Giró la cabeza y le miró un instante- lo que has dicho antes, pues sí, parece razonable. No sabemos si interpretamos bien las señales de los dioses, aunque algunas son muy claras, me parece que tu dolor no te deja pensar con claridad. Quizás no estabas llamado a ser druida, quizás la muerte de Maël responda a alguna finalidad que desconocemos. Puede que su muerte no sea gratuita, eso no lo sabremos nunca. Puede que ese fuera el destino que los Dioses tenían preparado para él... puede... puede.. sólo podemos imaginar o especular, sólo los dioses saben... Puede que tu destino sea ser un guerrero o un mercenario o.. a saber.. Pareces enfadado con todo el mundo Galbart Donan, quizás cuando encuentres tu lugar todo sea más fácil, deberías hablar con los dioses... ellos no nos abandonan...
Galbart


Estaba cansado de oir que todo estaba prefijado y que estaban sometidos al destino marcado por los Dioses y bla bla. Si bien no lo ponía en duda, pues era de sobra conocido que las leyes de los hombres fueron, primeramente, creadas por los antiguos, aquellos a los que ahora adoran y rinden culto. Pero una cosa no quitaba la otra, estaba cansado de escuchar aquello o quizá de que el capricho del destino lo hubiera llevado hasta allí. Y además, ella, ahora lo utilizaba para intentar dar una explicación de la muerte de Maël. Obviaría mencionar aquello y lo pasaría como una mala pasada que le jugó su propio subconsciente debido a aquellas horas de la noche.

No sabía que decir y se quedó un rato en silencio. Cuantas veces le había salvado el mantenerse en silencio en momentos de tensión, en conversaciones con peligro de acabar a espadazos, en decisiones de grupo (si una salía mal, te llevabas la culpa)... El silencio era un buen aliado. Pero en otras ocasiones era mejor decir algo, incluso si era una estupidez.

Yo ya he encontrado mi lugar, mi señora. Mi lugar está en el mundo y a partir de ahí lo que hay que hacer es tomar decisiones. Unas te hacen bien y otras no, pero eso es ley de vida, afortunado sea el que todo le salga bien. Creo que tienes razón al decir que los Dioses no nos abandonan, pero, ¿por qué estás tan segura? Yo creo que como castigo si que pueden hacerlo. Fijate bien, siglos atrás las personas adoraban a los Dioses, pero la tendencia cambió, ¿por qué? ¿es también una estrategia divina? ¿existe de verdad un único Dios? Rapidamente rectificó. No, no existe un solo Dios y es tan simple como analizar uno de sus dogmas. Dios creó a su imagen y semejanza a los hombres. Eso es imposible, ciertamente. Pero, ¿por qué es imposible? Enseñanza de tu padre, Carrie: para que haya vida tiene que haber un macho y una hembra, así de simple. La vida no fue que un Dios hiciera, chasqueó los dedos, y ya está. Nosotros descendemos de los antiguos. Pero estoy divagando demasiado. Permaneció en silencio mirandose a las manos. Debería hacerte caso y seguir tu consejo.

Se pasó las manos por la cara y por el pelo echandoselo hacia atrás. En fin, ¿todo bien? ¿problemas en palacio? Le dedicó una sonrisa mientras se recostaba un poco más en la silla.
Carrie.


Bueno, por lo menos estamos de acuerdo en algo- pensó Carrie, quien intuía que aquella conversación, si no iba con cuidado, podía terminar mal. Ella era persona de fuertes convicciones gracias a su madre, quien le inculcó unos principios que ella siempre había asumido como propios e intentaba seguir siempre, si no fuera así las dos hubiesen sucumbido a la influencia de quien consideró su padre y se hubiesen convertido al aristotelismo. Qué distinta hubiese sido su vida si lo hubiesen hecho, pero no, ellas eran celtas y morirían celtas creyendo en los dioses, su pobre madre ya lo había cumplido, ella haría lo mismo.

El momento de silencio fue algo tenso, los dos estaban pensativos y no se decidían a decir nada más, finalmente él rompió el paréntesis.

En fin, ¿todo bien? ¿problemas en palacio?

-Emmmmm no, no. Es por lo de la ceremonia de vasallaje ante la reina Victoria, debo ir... acompañada de mi familia- añadió con tono un tanto amargo.- ¿Qué familia va a compañarme? Además todos mis amistades irán con sus respectivas familias, y bueno... no son familia tampoco.. no podrían acompañarme supongo... iré sola, claro. Es solo un trámite. Aunque quizás..Titubeaba... no se decidía a decirlo porque.. no, no, no sabía como se le ocurrían aquellas cosas tan descabelladas algunas veces.. ... no, nada- le sonrió. ¿Tienes sed?¿quieres una cerveza, agua?
Galbart


Enarcó una ceja con el "quizás". Ya sabía lo que iba a decir. Además se le notaba nerviosa y sus pómulos se coloreaban, aunque con el pelo rojo no se notaba mucho. Cuando acabó de hablar el escocés le dijo que sí al agua. Asi que, la reina Victoria. No la había visto todavía ante su pueblo. Había tratado con ella alguna vez e incluso le había preguntado alguna cosa, pero al escocés le interesaba verla ante su gente. Al regreso de Carrie, tragó el agua de una vez. Se levantó y habló.

Gracias por abrirme, una vez más, las puertas de tu casa, cogió la espada, espero no haberos molestado demasiado, hizo una pausa mientras se pasaba el cinturón por la espalda, ataba y ajustaba. Se giró y la miró fijamente a los ojos. Tiene los ojos más bonitos que jamás haya visto, se dijo. Mi señora, una gentildama del Reino de Valencia no debe asistir sola a una ceremonia a la queacudirán los más grandes señores del Reino. Iré con vos.

Era costumbre en el escocés, cambiar su manera de hablar cuando se trataban asuntos de cierta relevancia.
Carrie.


Se levantó cuando él lo hizo, parecía que la visita ya tocaba a su fin. En realidad era muy tarde, seguro que si alguien le veía salir de su casa a aquellas horas darían que hablar en el mercado o las tabernas, pero eso no era algo que le importase mucho, ya había tenido que desmentir algún que otro rumor totalmente infundado, así que... qué más daba uno más.

Mientras él se despedía y se arreglaba para salir ella le miraba algo distraída, cuando se giró y la miró fijamente a los ojos ella se quedó sorprendida sin saber muy bien porqué. Los ojos nunca mienten, si miras bien en ellos puedes ver lo que esconde una persona, miedo, odio, rencor, bondad... - eso es lo que le decía su madre. No sabía exactamente qué transmitían aquellos ojos pero extrañamente junto a él se sentía tranquila y.. segura.

Mi señora, una gentildama del Reino de Valencia no debe asistir sola a una ceremonia a la queacudirán los más grandes señores del Reino. Iré con vos.

Ella sonrió tímidamente, un tanto avergonzada porque sin decirlo él había intuído lo que no se había atrevido a preguntar. Quizás era poco protocolario, pero.. Galbart se estaba convirtiendo en algo parecido a un amigo, provenían del mismo sitio, ambos eran celtas, creían en los dioses, había cosas de las que sólo podía hablar con él o él podía entenderla mejor que otros... Tuvo la tentación de decirle que no pero.. sabía que no serviría de nada y realmente agradecía no tener que ir sola, así que le sonrió aceptando su propuesta.

Él asintió sin decir nada más, se dió la vuelta para coger su capa. Ella le abrió la puerta y se despidieron, él la besó en la mano y como era costumbre ella se quedó mirando como se alejaba y desaparecía en la oscuridad.
Carrie.


Hacía ya varios días que había recibido la citación para la ceremonia de vasallaje y ya había llegado el día.
Desde aquella noche Galbart Donan no había dado señales de vida, pero si de algo estaba segura la escocesa es que se las apañaba excelentemente y que estaba bien estuviera donde estuviera.

Era ya el día y se dispuso a arreglarse para la ocasión. Se dió un baño, se hizo unas trenzas para recoger la parte superior del cabello, ya no llevaba aquella trenza larga como la que lucía al llegar a Valencia, se abrochó el colgante de su madre y por último se puso el vestido que le hizo una sastre de la ciudad a toda prisa, aunque ella tenía la sospecha que quizás no era nuevo, pero.. qué más daba, la cuestión era que había conseguido una indumentaria elegante y sencilla para la ceremonia y le iba a la medida.

Justo cuando iba a por la capa llamaron a la puerta. ¿Será él? Fue rápidamente a abrir la puerta y ahí estaba, efectivamente era el de Caithness, tal como dijo no iba a dejar que fuera sola, aunque no sabía si la iba a recoger o se encontrarían más tarde, pero sí, había venido a buscarla.

Le sonrió y le dijo que esperase un instante, entró dentro, se puso la capa, los guantes y se abrigó bien antes de salir. Cerró la puerta y le dijo con voz débil Vamos, ya estoy lista Estaba un tanto nerviosa, aunque no era la primera vez que estaba en una celebración de ese tipo esta vez estaría junto a toda la nobleza de Valencia y además iba del brazo de... Le miró de reojo y mirando al frente le dijo- estais muy guapo Galbart, me gusta la capa que lleváis
Galbart


Y allí yacían los dos, bajo las mantas, después de una noche de intensa actividad. El primero en abrir los ojos fue Galbart Donan. Lo primero que hizo fue fijarse en el techo y acto seguido se levantó de la cama. Lo primero que hizo fue ponerse los pantalones, que, casualmente, los tenía muy a mano, así como botas y camisa. Buscó algo de agua para aclararse la cara y al instante la encontró. Se quería marchar, pero al llegar a la puerta una fuerza inhumana se lo impedía. Alguien o algo le decía que debía de cumplir el juramento que hizo unos cuantos años atrás. La respiración se le entrecortaba, pero aun así obedeció a aquella voz. Echó mano a la daga y caminó con paso decidido hacia la cama. Respiraba cada vez más fuerte y se tiro s0bre ella, la tenía entre sus piernas y tenía la daga en su cuello. Espera, dijo. Espera a que abra los ojos, volvió a susurrar. Espera a que vea el verdadero rostro de la muerte, espera que vea a mi hijo. Ella abrió los ojos, azules y llenos de vida... justo cuando hacía presión, cayó de la cama. Su corazón estaba a mil, la luz entraba por la ventana, pero aquella ventana era más familiar. También el techo de la habitación le sonaba más. Estaba en la posada de Amalia. Sí. Allí estaba. Se llevó las manos a la cara. Nunca se había sentido tan bien de despertar. Se levantó y se fue a vestir. Pero mientras se vestía se preguntó si no había sido una pesadilla de algo que había sucedido realmente. La noche anterior había bebido, como de costumbre, pero no sabía hasta que punto podía llegar. Maël le habló una vez de las pesadillas pero no le prestó mucha atención porque no se acordaba de nada aquello, aunque puede que fuera porque estaba en otras cosas, Sí, eso va a ser, se dijo.

Aquella mañana no siguió su rutina habitual, la había dejado de hacer desde el día que acompañó a Carrie a la ceremonia de vasallaje de la Reina Victoria. Pero no había tiempo para pensar en aquello. Salió y fue raudo a por su caballo. Montó y salió rápido hacia la casa de Carrie. No iba a galope pero si trotando, no quería llamar mucho la atención como siempre. Pero no era muy corriente ver a un hombre a galope por Valencia cuando el sol, aunque cubierto por el gris del cielo, se asomaba. Al llegar, para avisar de su llegada llamó dos veces. A la tercera cogió la llave y abrió la puerta. Aquello se parecía demasiado al sueño. Cerró la puerta tras de sí. Carrie, llamó. Al no obtener respuesta siguió rapidamente hacia la habitación. Pero allí no estaba. El mundo se le venía encima, ni tan siquiera pensó que podía haber salido a cualquier cosa, o que estuviera de viaje. Sin embargo al darse la vuelta la vio allí, mirandole, con la espada en la mano. El corazón se le detuvo instantaneamente. A mi también se me da bien asustar. Dijo ella sonriendo levemente. El escocés cerró los ojos, ella lo interpretaría, seguramente, como un sintoma de que le había asustado. Nada más lejos de la realidad, a parte de asustarlo, su corazón dejó de bombear a tanta velocidad y se calmó y lo único que pudo hacer fue ir y darle un abrazo que no le explicaría jamás.

No, simplemente pasaba a saludar y preguntarte si querías algo. Ella dudó unos segundos, y le dijo que si le traía madera que igual estaba bien. Él accedió al segundo. Abrió la puerta y salió al exterior, ella le acompañaba mientras hablaban de... ¿era un ballestero que apuntaba hacia él? Todo sucedió rápido. Galbart empujó a Carrie hacia dentro de casa y él se tiró al suelo de la casa también, cayendo sobre el lado de la espada que, como más tarde sabría, le había echo un corte no muy grave pero si largo. Al darse la vuelta vio la saeta clavada en la puerta. Se lavantó, miró y vio que galopaba hacia el oeste. Sin mediar palabra salió corriendo a por su caballo y salió tras aquel hombre o aquella mujer que había intentado matarle a él, o matar a Carrie y quién sabe si a los dos a la vez.

Tras un rato de galope, y sin perderle la pista, no se le ocurrió otra cosa que emitir un sonido gutural. No uno cualquiera, sino un graznido, como los cuervos. Krak.
Carrie.


Dormía plácidamente acurrucada entre las sábanas, hecha un ovillo y tapada hasta la nariz cuando oyó unos ladridos. ¿Sería su perro que había vuelto? Saltó de la cama con la camisa puesta y andó de puntillas dando saltos de lo frío que estaba el suelo, seguramente la leña se había consumido hacía horas. Abrió una ventana y entonces divisó a lo lejos un caballo que se dirigía a la casa, sonrió al ver que era Galbart. Tuvo una idea y se fue corriendo a por su espada, se escondió en la cocina y esperó.

Oyó como llamaba dos veces con los nudillos- caramba hoy llama y todo, que educación más exquisita-pensó la escocesa divertida. Se quedó muy quieta y desde el marco de la puerta le vió ir directo a su habitación. Ella salió sin hacer ruido, se puso bien la camisa, empuñó la espada y en pose de ataque treatrero esperó a que volviese y darle un susto.

Ahora oía como volvía hacia donde estaba ella, le aguardó impaciente, inmóvil y entonces apareció, le tenía delante, abrió los ojos y se quedó parado un instante observándola. -Muaahahaha. A mi también se me da bien asustar-dijo ella en tono victorioso.

Y entonces pasó algo inesperado, al menos para Carrie, él se abalanzó sobre ella y la abrazó muy fuerte, sentía su cuerpo pegado al suyo, nunca nadie la había abrazado así, con esa intensidad, la dejó sin aliento. Ella, un tanto descolocada dió un paso atrás y miró detenidamente al de Caithness en cuanto la soltó, seguía sorprendida.

No, simplemente pasaba a saludar y preguntarte si querías algo Eso sonaba claramente a excusa, pero Carrie estaba desconcertada, ¿qué le pasaba? No necesitaba nada, pero... parecía que había que dar una respuesta afirmativa.. hmmm leña , dijo titubeando Miró hacia el fuego Tengo que entrar leña a casa, me he quedado sin aquí dentro y hace frío, debería encenderlo mientras... ¿desayunamos? Era una velada invitación, para ver si averiguaba qué le pasaba al escocés y si quien sabe con suerte a lo mejor le preparaba algo de desayuno.

Él ni contestó, se dirigió a la puerta, la abrió y ella le siguió mientras se armaba de valor y le preguntaba: Oye he pensado que.... Se detuvo al notar el frió del exterior, pero continuó dando un par de pasos, siguiendole y alzando la voz esto... que...bueno... ya pronto se acerca el solst.

Entonces todo sucedió con mucha rapidez, notó como Galbart se ponía en guardia y miraba hacia un lado, ella hizo lo mismo y vió a alguien apuntando ¡hacia ellos!! Dobló las rodillas para coger impulso y moverse hacia atrás mientras gritaba ¡Galb! No pudo ni terminar de decir su nombre ya estaba encima suyo y sin poder ni pensar chocó contra el suelo. Ambos rodaron por él para levantarse, y el hombre misterioso galopaba como si le persiguiensen los dioses. ¿Qué había sido eso? ¿Quien era ese tipo y porqué había intentado matar.. a quien?? Estaba aturdida, salió fuera, ahora ya no sentía el frío, y sólo pudo ver a Galbart galopando .

Ella también corrió a vestirse rápidamente, con las prisas, se abrochó mal la camisa y casi volvió a caer de bruces mientras daba saltitos poníendose las botas a toda prisa. Le dolía una pierna del golpe, pero ahora no tenía tiempo para reparar en eso, cogería el caballo e iría a por los chicos del ejército, a dar una vuelta y preguntar. Alguien tenía que haber visto u oído algo, a ese lo iba a pillar. No iba a permitir que nadie la amenazase, ni a ella ni a los suyos, no, otra vez no. Arrancó la flecha de la puerta y se fue al galope
Carrie.


En el nombre de Morrigan...

Era la voz de Galbart. Corrió entre las ramas arañándose las manos, la cara, corría... corría hacía donde había oído su voz y luego un quejido. Galbart, Galbart susurraba mientras corría sin aliento. Oyó como un caballo se alejaba pero no veía a Galbart por ningún lado. De repente se giró, vislumbró a lo lejos una sombra y un cuervo que arrancó a volar. Sintió como el corazón se le encogía y caminó muy lentamente hacia... sí parecía que había alguien tendido en el suelo. Llegó donde estaba y le giró para ver quien era... Galbart yacía moribundo, apenas un hilo de vida le mantenía a su lado. Se tiró al suelo y le sostuvo entre sus brazos cogiendole fuerte, besándole en la frente hasta que al cabo de nada dió su último suspiro.

No, no, nooooooooo gritó mientras le apretaba contra su pecho.

Sintió un fuerte golpe y se despertó en el suelo, empapada en sudor. Miró a su alrededor. Sí, estaba en casa, todo había sido una pesadilla, pero parecía tan real. Se había golpeado el brazo y le dolía un poco así que se sentó en el borde de la cama e intentó calmarse. Ella sabía que había encontrado a Galbart en el nemeton, que había dado caza a aquel que había atentado contra ellos y que estaba bien***, pero... todavía sentía el corazón en un puño. Pero ¿qué? Sorprendida se secó unas lágrimas que se deslizaban por su rostro.

Se sentía desconcertada. Decidió vestirse e ir al nemeton, quería pensar y buscar la tranquilidad que le daba estar en el bosque. El día anterior habían estado a punto de matarla o de matar a Galbart, aún no sabía cual de los dos era su objetivo. Cuando encontró a Galbart impulsivamente le besó y.. bueno él también la había besado pero cogió el caballo y se fue sin más. No sabía muy bien porqué lo había hecho y pensó que él la había besado quizás tan solo para corresponderla.
Pero aquel sueño... Si pensaba en que algo malo le pudiese pasar sufría sí, pero.. se resistía a admitir que sintiese algo por él, bueno sí algo sí, pero ¿qué? Pensaba en el pasado y todo aquello parecía no tener ni pies ni cabeza.. Todo aquello era nuevo para ella.

Cogió la espada, montó a caballo y fue al nemeton, a hablar con los dioses.


*** hilo en el Nombre de morrigan http://foro.losreinos.com/viewtopic.php?t=2224213
Galbart


Servía al hombre que servía al, según la mayoría de los habitantes del planeta, único y verdadero Dios. Galbart era escéptico en cuanto a creer en la existencia de un único Dios. Creía al menos en dos y debían ser de sexo opuesto, pues como bien sabe hasta la gente de a pie, cada uno es hijo de su padre y de su madre y así hasta llegar a los primeros habitantes del mundo, hijos de los Dioses. Incluso las tradiciones que mucho consideraban aristotélicas, ya se venían celebrando desde tiempos inmemoriales. Todo se sustentaba en unos pilares tan frágiles que los "ministros de la fe" se desgañitaban en las iglesias, acusaban a gente inocente, por lo tanto mentían, y si había cosas que el escocés odiara entre ellas estaban las personas mentirosas. Era algo superior a él y si bien a él se le acusaba de mentir, todo eran falacias, el escocés nunca mentía... él no contaba las cosas. Así que, mirándolo con perspectiva, el de Caithness, era un personaje extraño, oscuro que dirían algunos, porque, ¿quién sabía algo de su pasado? ¿Quién se preocupaba de preguntarle sobre su familia? Sin embargo no lo parecía. De cara al público sabía comportarse, ya fuera con gente violenta o con personajes de la calle. Su forma de actuar, seguramente y eso esperaba, desataría envidias entre muchos de los caballeros de aquel reino sureño. Pero él no podía ser caballero.Perdió la oportunidad de serlo y de ser, además, señor de la antigua región de Caithness. ¿Por qué? Por el simple hecho de estar en contra de la ley hecha por hombres como él, por cierto. La verdadera razón fue que desafió a su padre a un combate a muerte por el señoría de Caithness. En la naturaleza así pasaba, los jóvenes desafiaban a los mayores para hacer valer su valía. Fue un acto imprudente, fruto de pasarse la prohibición de no beber alcohol durante cenas públicas con los súbditos de su señor padre. Joer, si hasta le hice un favor. Y así era. Según tenía entendido, su padre había endurecido su posición haciendo que sus leales súbditos le lamieran el culo cuando lo dijera. Sin embargo, el escocés se dio cuenta de algo y era que la bebida le había traído más problemas que alegrías. Sí, vale, en el momento te lo pasas bien, pero es cierto que tenía algo que volvía las personas como más... como decirlo... sí, imbéciles. Se centró en dos experiencias terribles, la primera la causa de su destierro y la segunda el sueño con Carrie. Tengo que moderar mi gusto por la bebida. Sí, debo hacerlo.

Y mientras divagaba por sus pensamientos, allí, tumbado, mirando las hojas mecerse con el viento, se dijo que aquel sería su nuevo objetivo a largo plazo. Su cabeza reposaba sobre sus manos y su pierna izquierda estaba encima de la pierna derecha. Su espada descansaba a su diestra y el caballo, Beleno, pastaba tranquilamente a unos cuantos pasos de distancia. Parecía extraño que tan solo veinticuatro horas antes, en aquel mismo lugar, el escocés ofreciera a su Diosa, a un joven valenciano. Aquel joven había golpeado a Amalia y Estefanía su hija, estaba conmocionada aquella tarde. Su primera reacción fue de rabia, pero luego se sosegó... y sí, otra vez aparecía el vino. Sí, sin duda alguna debía dejar de beber tanto. Aquel lugar le aclaraba las ideas, era un buen sitio para relajarse y pensar, muy buen sitio. Y aunque había alguien allí, que seguramente le miraba, no hizo el más mínimo gesto de levantarse. Estaba agusto, estaba cómodo y además, sabía quién era. ¿Quién si no? Carrie le estaría mirando y pensando alguna cosa rara. Entonces pensó en el beso. Evidentemente no reaccionó del mejor modo y menos con una mujer como Carrie... Dioses, podía haberla besado durante diez horas y seguir allí tan tranquilos, pero no, decidió salir corriendo, ¿por qué? ¿Acaso después de matar no tenía siempre contacto físico con mujeres? ¿Qué le había echado para atrás? Lo sabía y aquello parecía asustarle. Amor. ¿Acaso no era aquel el sentimiento del que tanto hablaban las canciones? ¿Acaso no era el sentimiento más puro de todo el mundo? Sí, lo era, y lo peor de todo es que el escocés no sabía por dónde empezar. Quiso empezar una conversación con ella, no se le ocurrió mejor idea que hablar de la historia de Escocia. Ah, cuanto echaba de menos la biblioteca de Caith... Sonrió.

Hubo un tiempo en el que en Escocia reinaba una familia demasiado noble. Esto les llevó a la ruina, y a que la mayor parte de sus miembros fueran pasados por la espada. Menos uno. El hijo bastardo del rey, ¿sabes qué pasó con él? Lo raptaron y se lo llevaron lejos de Escocia. Tuve tiempo para pensar y elaboré dos teorías, o murió, o no sabe qué puede ser un elemento clave para el desarrollo político de Escocia. ¿Pero sabes qué es lo más fascinante de todo? Sonrió aún más, Yo sé las respuestas a esas preguntas, ¿y sabes por qué? Ese caballo que ves ahí, Beleno, como el Dios, era el caballo de un escocés que vivía no muy lejos de aquí. El tipo que me lo vendió me contó esto porque había cartas dentro. Su sonrisa se desvaneció poco a poco mientras contaba aquello. Te recuerdo que somos extranjeros en tierras desconocidas, Carrie. Pero supongo que no has venido a escuchar mis divagaciones, adelante. Volvió a sonreir y volvió a nada en el mar de recuerdos, pensamientos y reflexiones.
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