Afficher le menu
Information and comments (0)
<<   1, 2, 3, 4   >   >>

Info:
Unfortunately no additional information has been added for this RP.

[RP-¡Abierto!] La Venganza

La_rata


¡Mi Señor! ¡Clemencia! ¡Os pido clemencia! – grité con amargura - ¡Mi esposa! ¡Ella no lo merece! ¡Mi Señor! ¡Por favor!

¡Callad! ¡Callad os he dicho! ¡Esa fulana ni siquiera merece vivir! – me contestó con contundencia poniéndose en pie – Pero salvará la vida si ambos me obedecéis.

¿Y si se entera vuestro Señor?
– pregunté dudoso y atemorizado. La muerte para todos sería lo más seguro en tal caso.

¡¡No se enterará!! – exclamó rojo de ira - ¡¡Me tomas por tonto!! Ese títere sin cabeza que es "mi Señor" no lo merece. Ese título debería ser mío…¡Y las tierras! Pero ¡no! Por culpa de esa… esa… - gruño – Ella… hizo cambiar de opinión a Yuste… Ese idiota ya era mío... ¿No crees que merece eso y mucho más?

La estancia estaba iluminada con unas pocas velas medio consumidas que daban a la sala un aspecto bastante lúgubre. Tenía miedo. La vida de mi esposa estaba amenazada si no cumplía sus órdenes, pero no era fácil, ni para mi, que habituaba a robar en mercados y caminos, que incluso había osado robar en la casa del Altísimo. Esto era mucho más complicado que ningún otro encargo que hubiera tenido antes.

Pero mi esposa… - repetí resignado. Ella nunca se veía inmiscuida en mis asuntos. Estaba siempre dedicada a su trabajo en el Palau.

Sentí un duro golpe en el estómago. Un soldado me había alcanzado con el mango de su espada por hablar. Me retorcí de dolor.

¡Tu esposa te ayudará si aprecia su repugnante vida!
– me espetó con crueldad - ¡Tú entrarás en esa casa con su ayuda y me traerás aquí las dos criaturas de ese infame! Yo me encargaré de ellos.

Tragué saliva. Aquel hombre era tan malvado como yo, pero además tenía poder y riqueza. Le envidiaba. Anhelaba estar en su lugar. Pero no era así. Estaba arrodillado a sus pies, suplicando por mi mujer y con una amarga tarea por delante.

¡Vete! Y no vuelvas con las manos vacías a menos que quieras perder el cuello y a tu mujer
- amenazó con lengua de serpiente.

Me puse en pie como pude y salí precipitadamente de la sala. Los soldados me acopañaron de cerca hasta la calle y al salir uno de ellos me golpeó de nuevo en el estómago.

¡Rata! ¡Vuelve pronto!
- gruño con una voz gutural.







¿Preparados para vivir una historia terrible? La diversión está asegurada.

¡RP cerrado! Los que no hayan sido invitados y tengan ganas de participar, pueden enviar un mp a este mismo pnj (--La_rata) con total naturalidad.

¡Buen juego!



Edito: A partir de ahora, RP abierto. ¡A divertirse!
--El_cerdo


El Cerdo observó como salía aquel deshecho humano precipitadamente de la sala e indicó con un gesto de cabeza a sus hombres que lo acompañaran a la salida, no fuera que sus rápidas manos tratasen de afanar algo que no le perteneciera.

Bien -pensó mientras asentía levemente con la cabeza- si hay alguien capaz de realizar semejante tarea es esta maldita rata y su furcia.

Comenzó a reir a carcajadas al imaginarse la cara de idiotas que se les quedaría a todos cuando la Rata cumpliera su cometido. La risa se apagó cuando un pinchazo de inseguridad recorrió la mente del Cerdo.

-¿Y si los pillan? -se dijo

-No, no lo harán y si lo hacen dos asquerosos pobres menos que andarán por las calles -se contestó

-Y si los cogen y... ¿Les hablan de ti? -se volvio a decir

-¡¡Que no los cogeran!! ¡No lo digas mas maldito gordo! ¡Además ese título debería ser mio por derecho! ¡¡Maldita sea!! Si los bastardos que engendro casi a diario son mas nobles que esa panda de desgraciados ¡Pagarán todos por esto! -se volvió contestar

Colérico el Cerdo rompió la jarra de cerveza que le traía uno de sus sirvientes en la cabeza de este y cuando cayó al suelo desorientado, lo molió a patadas.

Levantó ambos brazos en una pose teatral y gritó

-¡¡RATA!! Mas te vale cumplir con tu deber! ¡O allí en el fuego del infierno lunar me vengaré de ti!


La_rata


La tarde estaba cayendo y aún estaba lejos de casa. Caminaba cabizbajo por la senda del bosque. Los árboles se estremecían por el viento y dejaban a la vista a ratos un cielo nublado rojizo. El sol caía, más y más, y mi esposa estaría a punto de llegar a casa. Se preocuparía por mi ausencia, y tendría que explicarle todo esta misma noche.

Un grupo de viandantes venía por la misma senda. No quise cruzarme con ellos y me salí del camino para esconderme tras unos matorrales. Nadie debía relacionarme con El Cerdo, ni siquiera las alimañas de los bosques del Oeste.


La luz de casa se escapaba entre las contraventanas ya cerradas. Tenue y mortecina como siempre, pero sin duda mejor para esconder la pobreza de aquel hogar. Apenas había muebles, y sobre la mesa desvencijada nos esperaban unos platos de sopa aguada de col y un mendrugo de pan. Toqué brevemente la puerta y pasé. Mi esposa, con aspecto cansado y cara de preocupación corrió hacia mí. Me abofeteó sin pensarlo.

¡Tranquila mujer! ¡Yo también me alegro de verte!
– le espeté con mal humor- Maldita ramera…– murmuré –Y no traigo buenas noticias… Siéntate a comer esta bazofia. Con el estómago lleno se piensa mejor…

La sopa se me atragantó de los nervios en varias ocasiones. Escupí sin miedo al suelo, aunque me arrepentí. Debería contentar a aquella mujer. No sabía por donde empezaría, pero no le iba a gustar. Eso era seguro. Aún así, tendría que colaborar.

Mujer…
- comencé – Tuve que ir a ver a El puñetero Cerdo… - observé su cara. Siempre que me reunía con aquel hombre era para cumplir alguna desagradable misión con la que no se quería manchar las manos por un miserable pago. La última vez el robo de cuatro carneros jóvenes en tierras de Bétera por el que pasé una semana sin poderme sentar por culpa de una oveja con malas pulgas – Y esta vez es peor de lo que esperaba… Pero no puedo negarme… - tragué saliva y me limpié la boca con la manga – Tu vida está en juego.

Sabía que aquella frase, y tampoco me extrañaba, provocaría la ira de mi mujer. Me cubrí la cara con una mano y sentí en el reverso varios trozos de pan golpeándome. Cerré mis oídos hasta que sentí la calma de nuevo.

¡Colgará nuestras cabezas en su casa si no actuamos, así que escucha mujer! – pedí mientras roía un trozo del pan que alcancé del suelo – No será fácil… Debemos secuestrar a los nietos de la Reina, nada menos. A los hijos de Ederne y la nenaza, sí, los niños que cuidas.

Mi esposa trabajaba cada día en el Palau Borja como La Perra que era, por un sueldo miserable. Se encargaba del cuidado de las dos jóvenes criaturas de la casa, y realmente les adoraba. Solía hablarme con anhelo de lo que habían hecho aquel día. Nosotros nunca podríamos tener hijos… ¡Y no es que no lo intentáramos! Cada noche poseía a aquella mujer como si no hubiera un mañana. Pero… decían que mi mujer estaba maldita. Que la Criatura Sin Nombre le robaba cada hijo que concebía… Pobre desgraciada… La miré con pena y asco.


La_perra


Al fin había dejado el Palau de los Borja y había llegado a la pocilga que el bueno para nada de mi marido había establecido como hogar, el viaje era el mismo, un largo camino hasta el espeso bosque, el pensamiento el mismo cada día, la suerte de algunos y la desdicha de otros. Mientras en casa tendría que arreglármelas con unas patatas y una cebolla, en el Palau, las comidas abundantes se perdían.
No era que no aprovechara de alimentarme bien mientras realizaba mis labores como criada de aquel caserón, hasta la leche que le daban a los pequeños Borjas y que estos rechazaban de llenos, era bueno y alimenticio.

Mire a lo lejos y pude ver la cabaña, ¿ habría encendido la chimenea el inútil? , O ¿estaría como cada día, dormido con la boca entre abierta, y la baba colgando? , aun no entendía que le había visto al comienzo, lo cierto era que en algún momento de la vida, me había enamorado perdidamente de él, pero los años, las desgracias y sus “amistades” habían logrado abrirme los ojos y había descubierto que cada día, detestaba con mayor crudeza, tener que abandonar el Palau para llegar a la más miserable vida que una pueblerina podía tener.

Abrí la puerta, ya tenía en mi mente la imagen de El Rata durmiendo sobre las mantas, emitiendo guturales ronquidos y dejando una estela de baba hasta la almohada, mas tan solo al poner un pie dentro, y no sentir un solo ronquido me indicaron que el aludido no estaba.

Tss! Y este!? Seguro que anda en alguna mala taberna bebiéndose lo poco que quedo de la paga de ayer! - el fogón estaba apagado, así que deje sobre la mesa, un trozo de queso que “adquirí”, (si si adquirí, pues ahí estaba solito, mirándome, diciendo llévame, Perra, llévame) y que serviría para engañar a las tripas hasta que el alba saliera una vez mas y volviera a tener frente a mis ojos una buena comida.

Cuando la sopa estuvo casi lista, la puerta sonó levemente, ahí estaba el mendrugo este, y venia como si aquí nada pasara, mientras yo dejaba los pulmones sacándole los flatos a dos bebes. Estaba cansada de esa vida, de su falta de apoyo. Lo mire de arriba abajo, tsss! Ni siquiera venia ebrio! – me acerque y le salude con un bofeton- ¡Tranquila mujer! ¡Yo también me alegro de verte! – le mire una vez mas y me volví hacia el fogón que chisporroteaba- Maldita ramera…– le escuche murmurar – maldita rata del estero! - murmure yo
Y no traigo buenas noticias… Siéntate a comer esta bazofia. Con el estómago lleno se piensa mejor…

Lo mire con suspicacia y amargura en el rostro – milagro seria que de tu boca salieran buenas noticias, no he escuchado una buena noticia tuya en años, tsss! - tome el plato y serví el caldo – tss! No me digas, encontraste trabajo y por eso te quejas!
Me senté en el otro extremo de la llamada mesa, y sorbete la sopa. Te traje queso, si lo quieres te lo sirves que yo no soy tu empleada - escupió el piso y mire al suelo en la misma dirección – como si ayudaras a limpiar , maldito bastardo… - iba para discusión pero él no estaba enojado aun, sin embargo hablo - Mujer… - dijo mirándome – Tuve que ir a ver a El puñetero Cerdo… - se me desencajo el rostro y los ojos casi se me salieron de la cólera, ahora sí que eran malas noticias, otra vez ese puñetero Cerdo, ¿es que no lo iba a dejar nunca tranquilo? A ver cuando iba a ser el día en que ese maldito animal dejara de meterse en nuestras desgraciadas vidas – Y esta vez es peor de lo que esperaba… Pero no puedo negarme… - el hombre se limpio la boca y continuo mientras yo le miraba sin pestañear y la sopa se enfriaba en el plato – Tu vida está en juego - Este era más tonto de lo que yo pensaba
Tss! – dije mientras le lanzaba lo más duro sobre la mesa – te crees que me voy a creer que te importa un poco mi vida?, te crees que soy tan idiota para pensar que lo haces por mi? Tsss! Tssss! – enfurecida me levante de la mesa y casi di vuelta la mesa – hasta cuando rata, cuéntame, hasta cuando el cerdo se mete en nuestras vidas? Que puede querer ahora ese maldito? – me paseaba de un lado a otro, si ese hombre no hubiese aparecido en la vida del Rata, otro gallo nos cantaría ahora, y al menos nos podríamos mirar a la cara. Pero el Cerdo se había encargado de destruirnos para siempre, jamás se lo iba yo a perdonar, jamás.


¡Colgará nuestras cabezas en su casa si no actuamos, así que escucha mujer! – Aquellas palabras del Rata parecían más una plegaria que una advertencia– No será fácil… Debemos secuestrar a los nietos de la Reina, nada menos. A los hijos de Ederne y la nenaza, sí, los niños que cuidas.

¿Te has vuelto loco? – le espete lanzándole a la cabeza la cuchara sopera – dime que te has vuelto loco, maldito, ¿como te crees que yo voy a aceptar una cosa así?esa gente es buena conmigo y te mata el hambre día con día, si te piensas que yo voy a hacer eso, pues vete a decirle a tu Cerdo que no cuente conmigo y me voy a advertir a mis patrones, tsss! Tssss! - el hombre parecía por primera vez afligido – no sé cómo le haces para meterte en las patas de los caballos con tanta facilidad, Rata!

La_rata


¿Te has vuelto loco? –me gritó a la par que me lanzaba a la cabeza la cuchara sopera – dime que te has vuelto loco, maldito, ¿como te crees que yo voy a aceptar una cosa así? Esa gente es buena conmigo y te mata el hambre día con día, si te piensas que yo voy a hacer eso, pues vete a decirle a tu Cerdo que no cuente conmigo y me voy a advertir a mis patrones, tsss! Tssss! – dijo enfurecida – no sé cómo le haces para meterte en las patas de los caballos con tanta facilidad, Rata!

Sabia perfectamente que no iba a ser fácil, nada fácil, pero sin su ayuda, y más aún, si defendía a sus patrones, todo sería peor aún. No podía permitirlo, ni mucho menos. Era mi mujer, le gustase o no, y me obedecería como buena Perra.

Di un puñetazo en la mesa y me puse en pie con energía.

¡Ya esta bien, maldita bastarda! ¿No quieres que traiga dinero a casa? ¿Acaso no quieres una vida mejor? – le grité – Ese Cerdo me ha ofrecido muchos escudos, no seas cenutria. Lo que nunca te ha ofrecido esa basura de gente. ¡Siempre por ahí, con sus vestidos, sus joyas y sus finuras! ¡Y el pueblo muriendo de hambre! Merecen esto y mucho más. Son unos miserables hijos de la Criatura Sin Nombre. Mal rayo le parta a ese patrón tuyo al que tanto deseas, ramera...

Me acerqué más a ella y La Perra dio un paso atrás. Ya ni siquiera se fiaba de mi. Menuda mujer. Con un gesto de superioridad en la cara me miraba por encima del hombro, haciéndome caso omiso.

¡Tú! – le dije poniendo mi dedo índice sobre su pecho y empujándola hacia atrás - ¡Me obedecerás! ¿Me has oído, Perra? – pero parecía que seguía con su actitud. La puse sin dudarlo más la mano en el cuello y la empujé con fuerza hasta una gruesa columna de madera que sustentaba las habitaciones del piso superior – Harás lo que te ordene – la susurré al oído y apreté un poco más la mano en su cuello. Sentía su corazón en mi mano. Se aceleraba. Ahora realmente estaba asustada, y eso quería. No me iba a dejar tomar el pelo. Sentí el calor de la furia.

Pero ya era suficiente. La solté y la empujé de nuevo hacia la mesa. Ella se sentó sumisa y callada, como cada noche cundo yacíamos juntos.

Este es el plan – comencé – Mañana irás a trabajar como de costumbre y te quedarás hasta tarde… Yo me las apañaré para entrar en el Palau Borja después del anochecer, ya veré de qué forma, pero una vez dentro, estoy perdido. Me tienes que guiar o nos pillarán – la miré de nuevo y allí seguía, pálida – Venga, desembucha Perra…


La_perra


Sacarlo de quicio era tan fácil, su golpe en la mesa era el preámbulo a lo que podría pasar, los insultos llevarían a los golpes y estos a la muerte rápida, tantas veces provocándolo y jamás había logrado aquel deseo, ¿que mas podía desear luego de la vida maltrecha que día con día vivía?.

Abrí los ojos desmesuradamente cuando dio un paso hacia mi, el instinto y la supervivencia me hicieron dar un paso atrás, no confiaba en el, entonces, le mire desafiante, no le demostraría temor, no hasta provocarlo más, haría que esta vez no se arrepintiera.
Harás lo que te ordene -.su mano cubrió mi cuello y el apretó sin sutileza, el corazón se desboco y la respiración se entrecorto – un poco mas – pensé – pronto todo habría terminado.


Su mano se aflojo y sentí el jadeo en mi boca. Escupió su estúpido plan, consiente que nada podría hacer para evitar que el apareciera allí, era consciente que si no le ayudaba correría sangre, intente buscar soluciones ideas, pero nada servía, nada
Pero tendría todo el día para advertir a los patrones, ya buscaría alguna idea, escuche sin intención de hacerlo, recogí los trastos y espere a que despuntara el sol.

Durante todo el día siguiente, estuve silenciosa, observativa y atenta a los movimientos de todos en el Palau, pillar a los señores libres, o dispuestos a una charla era casi imposible, y ¿qué les iba a decir? ¿cómo les iba a contar?. ¿Qué dirían de mi?, - mil preguntas sin respuesta se fueron a mi mente – los señores seguramente me cortarían en pequeños pedazos que repartirían a las alimañas, o me colgarían de los pulgares hasta que desfalleciera sin poder defenderme, y el miserable del Rata cumpliría su misión aun sin mí, y quizás corriera sangre inocente, la cabeza me dio vueltas todo el día, no, no podía decir nada, lo único posible entonces, era ayudar al Rata, sacar a los pequeños y ocuparme que nada malo les pasara. Tampoco podía quedarme allí luego de aquel día, si no me relacionaban con los raptores, me azotarían por descuidarlos, o bien, por el simple hecho de descargar su furia y tristeza en alguna maltrecha espalda. No, no podría siquiera volver.

Huiría con ellos, al menos, estarían a mi cuidado, y bajo mi protección no se atreverían a ponerles un solo dedo encima.
La tarde llego y con disimulo prepare algunas ropas para los niños, al caer la noche, lance un bulto de ropajes envueltos por la ventana que cayeron sobre uno de los matorrales, la señora se despidió de sus hijos como cada noche al hacerlos dormir, sería la última vez que aquella mujer viera a sus hijos en mucho tiempo, y en verdad esperaba los volviera a ver.
Era hora de retirarme como cada día, si me quedaba más tiempo, sospecharían, deje algunas puertas sin aldaba y me entretuve un poco mas con la cocinera ayudándole con la limpieza de cacerolas y los cubiertos.

Me despedí de todos como cada dia y camine hacia mi hogar, quedándome escondida entre algunos árboles, pronto el Rata estaría ahí, aunque esperaba se hubiese dormido borracho como cada día, si no llegaba hasta el Palau estaría feliz de verle en casa borracho y quizás… quizás hasta me entregase a él, con gusto esta vez.
Mientras esperaba, los pensamientos se dirigieron hacia el cerdo, aquel miserable algún día pagaría sus fechorías, y yo sobreviviría para verlo morir, sería un juramento, quizás la condena sería peor para mí, pero le vería lanzar su último suspiro, y vería su cabeza rodar.

La_rata


Aquella noche había sido muy larga. La Perra estaba más enfadada que de costumbre conmigo y ni siquiera se me acercó en la cama, con las ganas que yo tenía de hacerla mía. Contuve mis instintos aunque de mala gana. Suficiente bronca habíamos tenido por hoy, ya tendríaocasión de ponerle la mano encima si aquel trabajo salía bien.


Justo al anochecer del día siguiente salí de la casa. Llevaba a la cintura una afilada espada y cuchillos varios, y sobre la espalda una saca con cuerdas, comida y algunos objetos más. Pero todo ello quedaba cubierto con un largo hábito oscuro que había robado al mediodía en las inmediaciones de la iglesia parroquial de un tendal. Aquello me daba la imagen de un anciano monje, encorvado y cheposo, que ningún peligro podría entrañar.
Tonto me llamaba mi mujer, mas a mi me había parecido una idea fantástica.

¡Eh! ¡Tú! ¡Perra! – la llamé cuando la encontré cerca del camino donde debía esperarme – Deja de mirarme, vieja bruja, y ven aquí ahora mismo – le espeté – Y ponte esto – ordené pasándole otro hábito idéntico al mío.


Como te escuche farfullar de nuevo… no llegas al Palau – la amenacé minutos después cuando caminábamos por el camino a paso lento.

Recordaba en mi cabeza repetidamente las indicaciones de la Perra de mi esposa. Había dicho con claridad “Tras la sexta casa al empezar el pueblo tuerce a la derecha dos veces, y la tercera casa a la izquierda, esa es”. No, no. Había dicho la cuarta. Sí, no cabía duda que era la cuarta. Pero… ¿a la izquierda o a la derecha? Bueno, se podría ver con facilidad. La más suntuosa y desproporcionada de entre el pueblo.

Continuamos nuestro camino y pronto nos adentramos en el poblado de Játiva. Íbamos en fila, yo por delante, y la Perra por detrás. De vez en cuando miraba a todas partes, incluso detrás, por si aquella ramera había salido corriendo. Las calles estaban ya completamente vacías.




¡Baja más la cabeza! – le ordené –¡Nos van a descubrir!

Creo que te has…

¡Calla de una vez! ¡Fulana! – la corté rápidamente – Estamos al llegar… y ¡no pareces un anciano monje! ¡Por la Criatura Sin Nombre!

Los dos comenzamos a caminar como si tuviésemos más dificultades hasta llegar a una puerta que me pareció era la correcta. No había soldados guardándola, lo cual me alegró. Toqué con los nudillos con fuerza. Aquel maldito noble daría cobijo sin dudarlo a dos monjes.

¿Quién anda ahí a estas horas de la noche? – preguntó una vieja anciana entre abriendo la puerta. Sólo se le veía la cara iluminada tenuemente por una vela. Parecía un espectro.

Somos dos pobres y ancianos monjes. Venimos desde tierras lejanas peregrinando hacia… hacia… hacia… Roma – mentí – y la noche se nos ha echado encima… Mi compañero cumple voto de silencio por sus pescados, y yo le acompaño.

La mujer abrió la puerta un poco más y nos miró de arriba abajo.

¡Más bien parecéis dos maleantes ocultos bajo sus capas! – gruñó suspicaz.

¿Quién, yo? No… yo soy un pobre viejo, no estoy para contactos criminales. Mis piernas están viejas y cansadas, mis oídos están nublados y mis ojos están temblorosos.

Esperaba que aquello hubiese sonado convincente, porque si seguíamos allí en la calle por mucho más tiempo algún vecino acabaría asomándose por la ventana para ver qué ocurría.

He dicho que no – contestó con contundencia.

No quedaba otra. Teníamos que entrar en aquella casa antes de que algún soldado saliese en busca de la que supuse era el ama de llaves.
Di un saltó y con el pie contuve la puerta que ya se cerraba. Empujé con el hombro la madera y sostuve a la anciana con la mano. La cogí por el cuello como había hecho la noche anterior con mi mujer y apreté sin consideración. La mujer se tambaleó enseguida y cayó al suelo. Había muerto, si no ahogada, su corazón no había soportado aquel susto.

Escuché como la Perra se apresuraba a cerrar la puerta. Esperé en silencio junto al cuerpo de la mujer.



La_perra


Y ahí estaba el imbécil de mi marido, dándoselas de monje. Si los hábitos quemaran a los impuros, El Rata se habría quemado ipso facto.
Le dejaría actuar, más que mal el ejecutante seria él, yo, solo me ocuparía que a esas nobles criaturas nada malos les pasara.

Le obedecí y me puse la túnica,¿ en serio era tan idiota para robarse a los niños por la puerta de entrada? , yo aun me lo temía- caminaba con la cabeza gacha como había ordenado que lo hiciera, no tenía miedo... aun, sino mas bien precaución, ahora no podía permitir que me matara o dejara mal herida, aquellas criaturas me iban a necesitar.
Cavilé durante todo el trayecto, hasta que toco frente a la puerta, apenas divise aquel lugar no necesite más luminosidad para darme cuenta que aquella no era la casa Borja.

Creo que te has… - intente decirle, pero las palabras del Rata fueron suficiente para enmudecer justo cuando la puerta se abría, una mujer de aspecto tosco y rostro arrugado asomaba a la puerta.

Somos dos pobres y ancianos monjes. -Dos pobres ancianos, ojala y hablara solo por él, yo aun estaba bastante buenorra y comestible, como para considerarme una anciana. - pensé
Venimos desde tierras lejanas peregrinando hacia… hacia… hacia… Roma – mintió descaradamente, si elevaba el rostro para pedir clemencia al cielo, seguramente la mujer comprendería que yo era una mujer y este un idiota mentiroso– y la noche se nos ha echado encima… Mi compañero cumple voto de silencio por sus pescados, y yo le acompaño. Pfffff, ¿en serio esta era la mejor apuesta del Cerdo? si , habían idiotas, y el Rata, además que mentía mal, se equivocaba de casa y además, me daba el voto de silencio a mí, cuando ya me estaba mordiendo la lengua para no gritarle lo estúpido y patético que era.

¡Más bien parecéis dos maleantes ocultos bajo sus capas! – ahhh y me metía a mi como maleante la vieja bruja! Ya se las vería conmigo la siguiente vez que le viera su vieja nariz arrugada.
¿Quién, yo? No… yo soy un pobre viejo, no estoy para contactos criminales. Mis piernas están viejas y cansadas, mis oídos están nublados y mis ojos están temblorosos- Ahí estaba el otro respondiendo, mitad verdad, mitad mentira, si que era verdad que era un pobre viejo, yo hubiese agregado, y maldito, y sobre sus contactos, habría dicho que eran deplorables y horribles, y no solo sus piernas estaban cansadas, sino también otras cosas con menos huesos y sus ojos no estaban temblorosos, sino, vidriosos producto del alcohol., pero claro, no podía decir nada, porque según el idiota que tenia por esposo, yo era un monje en voto de silencio, así que callé.
La vieja iba a cerrar la puerta y yo casi daba media vuelta, cuando el rata cometió la siguiente estupidez, todo paso con tal rapidez, que cuando volví la vista, la mujer yacía en el suelo, los ojos abiertos con el estupor y el miedo plasmados en ellos.

De un salto entre en la casa y cerré la puerta, los ojos casi se me salían de las orbitas y le di de golpes al imbécil de marido que JAH, o quien quiera que fuese, me había dado por esposo.
¿Te has vuelto loco, maldito?,¿ piensas ir matando ancianas por todas partes?, además,¿ te crees que la hija de la reina, va a vivir en una casita sin guardias, sin vigilancia, te crees que el Borja es un tarado como lo eres tú? – le lance tantas preguntas a la vez, que no me di cuenta que el rata se escondía entre sus brazos para que evitara destrozarle la cara.
Coge a la mujer y déjala sobre el sillón, bruto!, al menos que no se imaginen que un idiota con cara de rata la asusto y apretó hasta matarla. – le espete y mire por la ventana por si había alguien merodeando el lugar.
En silencio y con cuidado salimos de la casa.
Rumeando palabras el rata se movió rápido y en medio de la calle se me acerco lo suficiente para escucharle decir – dime donde están los críos, maldita Perra!!

La_rata


Sentí el frío tacto de la piel de la mujer. Estaba muerta sin duda, tiesa en medio de la entrada de aquella casa. Mi mujer me ametrallaba con preguntas y órdenes, no me dejaba pensar con claridad.

¿Estás segura que no es esta casa? – pregunté desconfiado.

Su mirada lo dijo todo. Cogí sin miramientos a la mujer por los brazos y la arrastré por la entrada hasta el salón más cercano. Busqué una butaca cualquiera y la senté como pude. Aquella era una casa de clase alta también, y aproveché para llevarme al bolsillo un par de cubiertos de plata que reposaban sobre la mesa y un pequeño candelabro que eché rápidamente en la saca.

¡Dime dónde están los críos, maldita Perra! – presioné a mi mujer con mal genio tras cerrar cuidadosamente la casa.

¡Estamos dos calles más abajo, idiota! – contestó ella de mala gana.

Nos pusimos una vez más en marcha, simulando aquella peregrinación y el paso cansado de unos anciano. La calle cogía poco a poco altura y al final podían verse los muros del castillo del Señor de Játiva, medio escondido entre los árboles del bosque. Pero a media calle encontré una casa de la que no me cabía duda, era la correcta. De mayor tamaño que las aledañas y dotada de la pomposidad de los nobles valencianos. Unos altos enrejados de hierro protegían los jardines, y un portón, la entrada principal, donde además, de pie como un muerto en vida, vigilaba un soldado con una lanza y un farol.

¡Puñetas! ¡Puñetas! ¡Puñetas! – dije por lo bajo. No era precisamente un hombre fácil de evitar. Confié de nuevo en mi táctica - Mi estimado caballero – comencé – Somos dos pobres monjes en peregrinación, sin cobijo ni pan que llevarnos a la boca. Pero nos han dicho de la bondad de vuestro Señor.

Nos observó impertérrito unos segundos, casi como si no nos hubiera visto. No se lo estaba creyendo. Comencé a ponerme nervioso.

Soy viejo – continué – mis piernas están nubladas, mi gaznate… cansado y mis ojos sedientos…

Levantó el farol poco a poco y nos lo acercó a la cara. Temí lo peor. La cara de mi mujer pronto sería desvelada. Llevé con lentitud mi mano al bolsillo del hábito y sentí la fina y afilada hoja de un cuchillo jamonero.

Pero qué… - comenzó el guardia.

Nos había descubierto. Se llevaba la mano a la cintura para sacar su espada, pero no le di cuartel. El forcejeo fue rápido. Saqué el cuchillo sin temor y se lo clavé a la altura del estómago. Sentí el calor de la sangre en mi mano, y el hombre dio un grito ahogado. Entonces supe lo que debía hacer. Tiré con fuerza hacia un costado para desgarrarle los órganos hasta sentir el peso del hombre sobre mi brazo.

La Perra permanecía quieta, asustada. Seguramente aquella noche había visto matar por primera vez. Y allí estaba de nuevo, ante un cadáver ensangrentado ante la puerta de la casa de sus patrones.


Ederne_bp


Aquella tarde, habíamos salido de paseo por el bosque, desde el medio día, hasta casi el atardecer, hacia días que no nos habíamos dado un poco de espacio para nosotros mismos, y aquel soleado día había sido el elegido y una sutil cabaña nos había cobijado, durante las horas de soledad.
Desbordados de pasión, y exhaustos, regresamos al Palau. Las obligaciones llevadas a cabo por la tarde, nos obligaron a cenar temprano, ambos subimos las escaleras, sonrientes para despedirnos como cada noche de los pequeños Borjas, quienes ya con un poco mas de 6 meses y protegidos en aquella fortaleza habían disfrutado de paseos por el jardín, y canciones que las dos doncellas se empeñaban en enseñar a los pequeños durante las horas de siesta, aquel había sido un buen día para disfrutar y recordar.

Cuando la noche cerrada dio termino al hermoso día que ambos habíamos compartido, nos refugiamos en nuestra habitación.
Quizás mañana podríamos llevar a los pequeños a visitar a su abuela a palacio, ¿qué opinas? – pregunte a Nicolás mientras me quitaba las botas de montar – no queda muy lejos de aquí y a ellos les hará bien ir conociendo el palacio, así como a mama le hará ilusión tener a sus pequeños nietos obedeciéndola, ¿no crees? – una sonrisa coqueta ofrecí a mi esposo antes de despojarme de todo vestigio de ropajes y ponerme el sensual camisón bordado.
La actividad del Palau se había relegado a las habitaciones hacia horas, las velas una a una se apagaron, quedando solo encendidas solo una que otra entre los pasillos.
Cansada como estaba, me dormí rápidamente, entrando en un estado de paz y tranquilidad que aquella noche nadie revertiría.

… o al menos eso pensaba…

Abrí los ojos abruptamente y me quede quieta, si aquello que había escuchado era algo, no era un sueño, quizás una pesadilla, aunque lo había sentido demasiado real, cuando el ruido se hizo silencio, moví a Nicolás para despertarle, sentí el corazón latir con fuerza, mi sangre bullía bajo la piel y un sudor helado me perlo la frente – Nicolás, creo que escuche algo allí afuera… Nicolás! - jadee un poco y me quede mirándolo, lo siguiente que sentí fueron sus brazos rodeándome, su ronquido se hizo más profundo y refunfuño entre sueños, una estela de baba recorrió la almohada hasta darme alcance en el pelo enmarañado, sentí su protección y balbuceo algunas palabras que no entendí muy bien, aun dormido, logró tranquilizarme y que mi corazón se apaciguara, aquello era lo que necesitaba

_________________

http://i46.tinypic.com/2igomxv.jpg

http://img513.imageshack.us/img513/1812/ederinfanta0000.jpg
La_rata


¡Tss! ¡No te quedes quita, Perra! ¡Nos van a pillar!- me apresuré a decir mientras habría cuidadosamente el portón de roble. El toro rojo de los Borja me observaba desde su posición – Corre, cógele por los brazos, hay que meterlo dentro, o cualquiera que pase por aquí podría verlo.

Los dos monjes de riguroso negro arrastramos al pesado hombre a través del vano de la puerta. Sólo una casi consumida vela alumbraba la estancia, lujosa y pervertida por el dinero.

Malditos nobles… con ese cuadro comíamos nosotros un año entero… - gruñí con un susurro.

El cadáver se balanceaba pesadamente en nuestras manos a través de la sala. Mi esposa iba en cabeza hacia algún lugar de la casa donde esconderlo. Miré arriba, una gran lámpara de araña bañada en oro nos observaba desde el techo con todas sus velas apagadas. Me llamó la atención, habría quedado estupenda en nuestro salón, sin la menor duda.

Pero mi distracción me costó cara. Tropecé con un pequeño mueble de ébano que me hizo trastabillar y casi caer. Me pisé el hábito y este me tiró del cuello ahogándome. Los pies del soldado se me patinaron, con tan mala suerte de hallarnos muy cerca de las escaleras. El cuerpo cayó como una pesada bola de cañón al suelo y rodó escaleras abajo hacia el sótano acompañado por un gran estruendo, dejando un reguero de sangre en su camino.

¡Puñetas! – juré tapándome la boca.

Miré a mi mujer, estaba una vez más muda como un muerto.

¡Ha sido tu culpa! – acusé - ¡Ibas demasiado a prisa! ¡Quieres que nos pillen, maldita bruja!


La_perra


Abrí los ojos atónita, no podía creerme lo que el imbécil del Rata acababa de hacer, mire al guardia tendido en el suelo, desangrándose, retuve el aliento, me caía bien ese hombre, en los últimos días, en cada salida desde el Palau, me acompañaba un pequeño trecho y me sonreía de modo amable, ahora yacía en el suelo, inerte - tsss y ni siquiera me acosté con el, tsss – pensé, me gustaba, debería haberlo hecho y su muerte ahora hubiese valido la pena. Las palabras del Rata me sacaron de mis cavilaciones.

Lo cogi en silencio como me indicaba el Rata y le mire, aun muerto y sangrando, era un tipo guapo – una lastima no haberte probado – una vez mas la estupidez del Rata me desconcentro.

¡Maldito pedazo de animal! – le susurre enfurecida – si querías que se enterase todo el mundo que venias a robarte a los crios, ¿porque no trajiste tambores e hiciste una fiesta? – el cuerpo termino de rodar hacia el sótano y suspire por lo que no pasaría ya.

¡Ha sido tu culpa! – Me dijo - ¡Ibas demasiado a prisa! ¡Quieres que nos pillen, maldita bruja! – le mire a los ojos con furia en ellos, ya sin miedo.

¿Culpa mía? – baje el tono pues cerca estaban las habitaciones de la cocinera y el mayordomo - culpa mía – repetí casi en el oído del Rata, estaba enfurecida y apreté los puños, para no caerle a golpes- si vuelves a matar, aunque sea a una mosca, pedazo de idiota, gritare tan fuerte que hasta la guardia Real vendrá a por ti – si mi aliento fuese veneno, El rata yacería muerto en ese momento junto al guardia – ahora si quieres salir con vida de aquí, será mejor que me sigas con cuidado – le mire antes de girarme para salir de ese lugar - y levántate ese estúpido hábito, no sea te la pises y caigas sobre tus propios cuchillos – me encamine sigilosamente por los pasillos que daban a la cocina y que llevaban a la trastienda, por donde transitaban los del servicio hacia las recamaras, apenas habían un par de antorchas que guiaban el camino, todo era silencio y calma en el Palau, todos dormían profundamente.

Subimos una escalera estrecha y llegamos al pasillo donde estaban las habitaciones. Para suerte del Rata, las primeras al lado de las escaleras eran las de los pequeños Borjas.

Me quite el hábito antes de entrar en la habitación – que haces, maldita bruja! – Espeto el Rata casi en un murmullo afirmándome el brazo – mire a todos lados y luego me quede mirando un segundo al estúpido que tenia por esposo – ¿quieres que al vernos, esas criaturas despierten a todo Dios? – me volvi hacia la puerta y agregue - se asustaran si no me reconocen.

Gire el pomo y ambos entramos…

Aleida


Hoy el día había sido una lucha para la pequeña Aleida. Primero tratando continuamente de llamar la atención de sus padres, que trabajaban mucho en el consejo y no tenían demasiado tiempo para sus berrinches. Si bien salían a pasear con los dos y por las noches jugaban, a ella no le alcanzaba. Constantemente tendrían que estar pendiente de ella. Era una princesita, y como tal tenia que ser consentida en todo lo que quisiera. Por lo tanto, si no podía con sus padres lo haría con sus nodrizas. Ellas... eran mejor.

Una en particular, era su favorita. Le consentía absolutamente todos sus caprichos, y tenia una voz muy dulce que la hacía dormir enseguida. No era como la de su madre, que era un canto de sirena escucharla... pero, no estaba nada mal. Digamos, que se había ganado un lugar en el corazón de esa pequeña bebe que lo tenia inmenso. Rebeca. Así, creyó escuchar que le decían. No entendía bien que era, pero siempre que se le llamaba así se daba vuelta. Ella le intentaba hablar y decirle, pero las palabras no salían y lo único posible que quedaba era un gimoteo inentendible. Rebeca, se reía y le acariciaba la cabeza.

Eso le encantaba. Intentar hablar y que salga mal, siempre funcionaba para llamar la atención de cualquiera.

Como decía, un día largo para esa bebé que en la noche dormía tan plácidamente que ni un murmullo escuchaba. Tan profundamente dormía que hasta me arriesgo a decir que Aleida, roncaba.

_________________
La_rata


¡Espera! – murmuré débilmente a la Perra cuando ya estaba adentrándose en la habitación.

Algo había llamado mi atención. Unos metros más adelante, tras una puerta entreabierta, podía verse con facilidad a pesar de la escasa luz un gran objeto brillante. Sin duda era oro aquello.

Me desentendí de mi esposa. Después no habría tiempo de echarle el guante si los malditos niños gritaban o lloraba. Era ahora o nunca.

Anduve por el pasillo cual gato y empujé aquella puerta lentamente. Chirrió con descaro, como era de esperar, pero mi paso no se detuvo. Un magnífico espejo de mano de oro puro reposaba sobre aquella cómoda. Lo cogí sin miramientos y me di media vuelta para salir.

Cuan grande fue mi sorpresa al ver en la oscuridad la silueta de dos personas detrás de mi. Yacían dormidas profundamente, menos mal. Me dispuse a salir de la habitación con sigilo cuando la perra apareció en el vano roja de ira y haciendo grandes aspavientos.

¡Pero que puñetas haces! ¡Los Señores!
– me susurró echa una furia señalando la cama.

Salimos los dos rápidamente, a poco de despertarles con tanto movimiento.

¡Tranquila mujer! ¡Casi nos pillan por tu culpa! – gruñí en el pasillo mientras escondía mi tesoro en la bolsa - ¡Vamos! ¡Pesada del Demonio!

Esta vez si entramos los dos en la habitación. Dos cunas no muy grandes pero muy ostentosas permanecían junto a la ventana, cobijando a las criaturas. La perra iba delante, lenta y silenciosamente. Se inclinó sobre la primera de las cunas y extendiendo los brazos sacó a una de las criaturas del Borja. Era pequeña, más de lo que imaginaba, vestido con un hortera pijama de nobles. Dormía placidamente el varón de la casa.

De padre desviao… hijo desviao… si es que se ve venir… - comenté jocoso.

La perra me devolvió una mirada de odio y enmudecí en el instante. ¡Qué mujer más falta de humor!

¡Adentro! ¡Hija de Belcebú! – le ordené abriendo un saco para que echara dentro al niño.


Nicolino


Había sido un día largo, y el Borja dormía plácidamente, sin ninguna preocupación. Hacía ya bastante tiempo que cerró los ojos, y se sumergió en aquel mundo de sueños, dónde la certeza de que todo era real, se mezclaba con lo imposible. A veces no era él, sino que era otro, y estaba seguro de ser quién en ese sueño era. Mas aquello duraba hasta que tomaba noción de que no era aquello sino un sueño, y desde ese momento, se apoderaba de la ficticia realidad para moldearla a su antojo, hasta que su conciencia era vencida nuevamente por la fantasía, hundiéndose en el vacío. Acto seguido despertaba, pero en este caso aquello no había sucedido. No aún, y aún podía disfrutar de un tiempo más de inconsciencia...

...tiempo que no sería muy largo. Su esposa despertaba abruptamente, y el percibía el sobresalto. Escuchó sus palabras, pero no entendió. Fuera como fuera, tenía un guardia, era imposible escalar los muros del Palau, y seguramente el ruido que se podría haber oído provendría de la calle, de algún borracho tambaleante (y de los iracundos, no los alegres ni tristes), que volvería a su casa después de una noche en la taberna municipal, tropezando cada dos pasos, pateando todo lo que se interpusiera en su camino, o algo similar. Y quizás el borracho no estuviera solo, sino que fueran varios, cantando alguna vieja canción marinera, alejandose del muelle...sin darse cuenta, volvía a dormirse mientras su pensamiento se sumergía en la nueva historia que creaba, y el profería un sonoro ronquido.

-…Nicolás!-fue lo que oyó que logró hacer que su cerebro se debatiera entre dos fuerzas nuevamente. La rodeó con sus brazos, como si se tratara de una almohada, intentando apaciguarla instintivamente.

-No...zzzzz...pa..ZzzzzZzz..saa nada...Mateu...se hubierrha enterado....ZzzzzZzzz...o el guh...àrdia...-balbuceó, de una forma que a él le parecía fluida, pero la verdad era que ni el mejor intérprete le hubiera entendido una sola palabra.

Escuchó un paso sobre una madera, y el chirrido de una puerta. Pero quizás no fuera más que un marinero borracho volviendo tarde de la taberna, pisando un tablón algo suelto del muelle...

Siquiera le dio tiempo de experimentar aquella sensación casi sobrenatural de que alguien, o más de un alguien, le observaba, lo que duraría unos instantes.

____________________________________________________________

Mas no todos dormían tan plácidamente en la casa. El mayordomo (quien también cohabitaba allí), chambelán de la casa, Mateu, atendiendo la llamada de la naturaleza, vio sus sueños interrumpidos y fue sacado de la cama por fuerzas que obligaban a cualquiera a abandonar la más placentera de todas las comodidades, siendo impulsado por su propia voluntad y costumbre, hacia el bacín. Sí, el mayordomo tenía bacín propio, y estaba orgulloso de ese lujo regio que se podía permitir. Cada vez que utilizaba, se lo recordaba, y se sentía satisfecho consigo mismo y con su suerte: había llegado lo más lejos que podría llegar en su vida, teniendo en cuenta sus humildes orígenes, que injustamente limitaban a muchos. Y él, administraba las cuestiones del hogar, y era partícipe de muchos de los asuntos de sus señores.

Bostezó, y se restregó los ojos. Vio una sombra pasar. Su habitación estaba enfrentada a la del matrimonio, cercana a la de los niños, y el siempre dejaba la puerta abierta. Una sombra alargada invadió su habitación, sombra deformada por la escasa luz que se filtraba a traves de la ventana, haciendo se proyectase extrañamente. Y no era solo una, sino dos. Pensó rápido, y no tenía más que el bacín a mano. Fueran ladrones, o lo que fueran, el estaba dispuesto a dar su vida por aquellos a quienes servía: el reflejo fue inmediato, y el bacín, lanzado con atlética velocidad y técnica se precipitó contra los invasores, y sin ver bien el resultado del lanzamiento, escuchó un estruendo metálico.


-¡Que la Criatura sin Nombre os lleve, ladrones!-vociferó, buscando algo más contundente que el bacín y la almohada para lanzarse a la carga. ¡El pesado candelabro sin duda serviría!.

_________________
See the RP information <<   1, 2, 3, 4   >   >>
Copyright © JDWorks, Corbeaunoir & Elissa Ka | Update notes | Support us | 2008 - 2024
Special thanks to our amazing translators : Dunpeal (EN, PT), Eriti (IT), Azureus (FI)