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[RP] Veneno en la piel

Lisena
Resuelta ya en su improvisado regreso, fue preguntando a cada capitán de todos los navíos del puerto cuál era Il Drakkar. Pero si ya, de por sí, las palabras se le agolpaban en la garganta, manejarse en tano se le hacía imposible y, con el rostro enrojecido y los ojos hinchados y enjuagados en lágrimas, intentaba parecer lo más normal posible o, al menos, que no la tomasen por el pito de un sereno.
Algo que le era realmente difícil pues el ver a una niña preguntando en un idioma incomprensible y una apariencia tan roñosa era la única atracción que habían tenido todos los marineros del puerto. Se abrió paso enfurruñada de nuevo, irritada por las carcajadas de los hombres con los que, por el momento, había hablado. Después fue de un lado a otro sin saber que hacer hasta que, por último, alguien tocó su hombro y por caridad le indicó qué debía hacer. Que Il Drakkar estaba intentando amarrar, que esperara un poco por ahí sentada.

Y así lo hizo, y sobre un tronco medio podrido por la sal, aguardó a su pasaje con regreso a casa.


Cómo ha podido... -se lamentaba, ahora que volvía a tener espacio para sí misma en aquella atolondrada cabeza- Yo... Yo... Creía que..., no es posible. No es posible que me haya vuelto a suceder. Ahora que yo estaba decidida a quedarme junto a él.

Suspiró lánguida y abiertamente, volviendo a ocultar el rostro entre las manos. Aún sentía aquella punzada, el destilar del desamor, la presión de un dolor muy grave en el pecho. Y el corazón, que con fuerza latía, lo sentía comprimido, subir y bajar en una algarabía de sollozos tan penetrantes que al más vil hubiera hecho doblegarse.
Ella, que sólo era una niña con cuerpo de mujer, había sufrido de hambre, de sed, de soledad, de miedo y penurias, pero de amor... ¡Ay, el amor! La sola palabra le era grande a ella.

Vio a lo lejos revolverse la gente, alguien insistía entre empujones para abrirse paso. Dos hombres levantaron la voz llamándole la atención, pero el tumulto se seguía apartando y no había ninguna pelea. No, no iba a ser Césare el que fuera a por ella. Distaba mucho de ser así. Dudaba incluso de si había significado algo para él, ¿por qué sino iban a haber compartido viaje y camino?
La gente continuaba aún revuelta, "¡Dadme paso!" se oía. Ella se levantó, cogió de nuevo las cosas con las que había cargado, y recibida por una sonrisa de la capitana Colombina, subió a la nave.

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Cesar
Sólo se oían los rápidos pasos del Mallister, ya que pese a no estar adoquinada la calle, el helor invernal había endurecido el suelo. Andaba rápido, lanzando vistazos a ambos lados continuamente. Se dedicaba a sortear a maleantes y todo tipo de hombres de mala raza, sin embargo, el gesto del italiano ahuyentaba a cualquiera que se le acercase con malas intenciones.
Con estas, llegó a los muelles, donde el alboroto imperaba. Los marineros, foráneos en su amplia mayoría, buscaban matar el tiempo con algo de vino barato, mientras, busconas se les acercaban, ofreciendo placer carnal a cambio de unas míseras monedas. Muchas de ellas, enfermas, sucias y mugrientas se enfrentaban con sibilinos gestos, miradas y palabras para llevarse el mejor pedazo. Buitres y carroña.

A su lado, había un grupo de lo que parecían capitanes, tres eran. Ligero de pies se acercó a ellos y les preguntó por una muchacha morena, de amplias caderas y andar orgulloso. Los interpelados señalaron a las fulanas y soltaron una carcajada. El Mallister se contuvo las ganas de asestar un golpe en la nariz al que había hecho el gesto… pero las prisas le espoleaba.

Se acercó a las meretrices, con una leve esperanza de que ellas se hubieran percatado de la presencia de Lisena, ya que no era común ver a una nueva compañera.
Unas breves señas bastaron, a aquellas horas cualquier manceba cuyo rostro no fuera familiar, era detectada nada más hacer acto de presencia. Sin embargo, sólo le dieron una dirección, ni un navío, ni un capitán.
Hacía frío, mucho, y las ropas de Césare eran inadecuadas, raídas y ennegrecidas por la suciedad y miseria pasadas. Inspiraba y exhalaba cada vez con mayor rapidez, buscando el bajel, preguntando, mientras su aliento cálido formaba una nube blanquecina que se desvanecía acto seguido.
Al cabo de un rato de preguntar, la vio, a ella, a Lisena. La de Toledo ascendía, con calma, una escalinata a bordo de un barco llamado “Il Drakkar”. Empezó a correr hacia ella. Enrojecido por las emociones iba apartando a borrachos y sobrios a la par que gritaba “¡Dadme paso!”. Fatigado por el esfuerzo y las escasas y malas comidas alcanzó los peldaños. Una vez a bordo, una mujer pelirroja le vetaba el paso. Quiso forcejear con ella para hacerla un lado y alcanzar a la Álvarez, pero no pudo.

Cayó al suelo, como un niño que se ve impotente, alejado de su más preciado juguete, aunque para Césare, aquello ya no era un juego. Reprimió una lágrima, que se escapó, reprimió el llanto, que lo desgarró en silencio, por dentro.


-¡LISENAAA! ¡LISENAAA!-nadie le hizo caso-¡LISENAAA!-Respiró varias veces, y calmándose, se puso en pie.-Lisena… no te vayas…

La pelirroja le asió fuerte por el brazo, invitándole a abandonar el barco. Todos se habían quedado en silencio, expectantes ante tan inusual escena. Y él, el Mallister, sabía que ella, la Álvarez, le había oído.
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Lisena
Aún no había reparado en quién gritaba su nombre, ni si quiera si la estaban aclamando allende la muchedumbre. Qué eterno se le había hecho el día... y aún más eternas se le hacían las escaleras en su embarque. Apenas había puesto un pie dentro del navío que ya le habían ayudado a acomodar el recargado petate, y dentro de aquel apogeo de desvanecimiento al que se vio sometida desde que viera al Mallister junto a la amancebada del Borgia, volvió a rememorar lo triste y afligida que se hallaba en aquel momento.
El ocaso marcaba próximo el fin del día y un ahogado sollozo distrajo su atención.

Por fin había oído que la llamaban.


Lisena... no te vayas... -le imploraba. Asombrada por la prontitud y lo natural de su reacción, mantuvo la boca entreabierta por un momento. El vaho de su aliento desfiguró durante unos instantes el aire.

Y su pecho se contrajo, rezongando de puro gozo.

Le miró incrédula. ¿Qué decir?, porque había comprobado que en ocasiones sobraban las palabras y, ante la impetuosidad de la capitana por que Césare abandonara el barco, reaccionó con un gesto, sutil y liviano. Se opuso, ¿pero qué más iba a hacer? Les abandonó a ambos, amenazando con que apenas les dejaría unos minutos (pues estaban por partir) y seguidamente se hizo el silencio dueño de la tragedia, así como la luz se hace cuando amanece. Expectante, muy lentamente.

Y de nuevo su corazón volvió a dar un brinco, ésta vez de melancolía.


No necesitas fingir, Mallister, he sido una carga para ti. Además te he visto con esa... tu amiga. -frunció el ceño en un acto desesperado por aparentar madurez, cubrirse de una fortaleza invisible que podría defenderla de otro golpe más. Porque otro más no, otro más no lo soportaría.- ¿Qué vienes a buscar? ¡No es a mí, no mientas! ¡No necesitas hacerme creer más! ¡Por Dios, Césare, me has tenido engañada! ¡YO debí haberte engañado a ti! Y ahora... ¡Ay, ...! -se llevó las manos al pelo, y cogida por mechones hizo intento de tirar de ellos. La cabeza le iba a explotar. Y cerró los ojos, porque si no los cerraba se le escapaba el alma por ellos.- El pasaje era para los dos.- instó de pronto- Tus cosas ya están embarcadas, al menos algunas. Y, si tu propósito aún es llegar a casa, ...

Débil, sin fuerza de voluntad. Así la había vuelto el Mallister. Su ausencia dolía más que su indiferencia, el abandono la desangraba mortificándola. Porque sus besos, ¡ay, esos agrios y a la vez dulces besos...! Se habían impregnado, como un veneno en la piel.
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Cesar
A medida que Lisena decía cada palabra daba un paso hacia él. Uno tras otro, hasta estar a no más de un metro. Una vez acabó todo se hizo el silencio. Atrás, una multitud expectante guardaba el desenlace.

La abrazó, estrechándola entre sus brazos, atrayéndola hacia su pecho. Al cabo de unos segundos relajó las tensas extremidades y la miró a los ojos. Él no había parado de repetir durante aquellos interminables segundos “No te vayas, Lisena, no te vayas” como si de un rosario se tratase. “No te vayas, Lisena, no te vayas” dijo por última vez. Y la besó. La besó largamente, deleitando el contacto con aquella mujer, que glorias y penas le había dado, a veces una de cal, y otras, de arena.

Infelices, ambos, tristes y condenados, presos de sus emociones, y amargados por heridos sentimientos. Se fundieron en un cálido abrazo. El Mallister intentaba controlar aquel corazón desgarrado, sanarlo de aquel susto, calmarlo de aquella sensación que por unas horas había sentido, calmarlo ante el miedo de la soledad.


-No finjo, miei fiore, no me es de menester.-mientras, acariciaba aquel azabache cabello, oscuro como la noche.- Vamos, que tu tierra nos espera.

Asiandola por el talle la besó una última vez, dando la espalda a cuanto curioso observara la escena, e ignorando cuantas emociones sintieran aquellas gentes marcharon hacia el lugar que les habían asignado. Efectivamente, todos los enseres salvados por la amancebada estaban allí, y los de ella. El lugar, pequeño, debía darles cabida a ambos, durante las pocas semanas del trayecto. Pero eso ahora poco importaba. Elisabetta atrás quedaba, junto al Borgia y las tierras tanas. Dando paso a una promesa. Y la inmediata, era el cuerpo de la de Toledo. La besaba, la acariciaba, la amaba mientras poco a poco, una camisa, un calzón, unas faldas y poco más iban cayendo, uno tras otro, sobre las tablas de madera.

Y como un año atrás, el viaje desde Italia hasta la península lo harían juntos. Y a él le agradaba. Y a ella, pues durante ese tiempo se amaron, y mucho, bien lo sabían aquellas gentes que con ellos viajaban, que en medio de la noche dos jóvenes ahogaban sus gritos entre caricias, susurros y palabras secretas. Además, por aquel entonces, poco sabían ellos de lo que el futuro les deparaba. No sabían nada, y felices fueron durante aquel tiempo de ingenuidad y desconocimiento, del bastardo que se gestaba en el vientre de su madre.


                            FIN

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Adelaine
O al menos podemos tantear el comienzo de una historia. Tantearlo de la misma forma que cuyos cuerpos lo hacen en la intimidad de la noche, en la hora donde los lobos aúllan y los zorros se ocultan. De quienes hablamos se habían perdido en Francia, para sucumbir en las peores desgracias, asaltados, sin ni un dinero ni comida encima, y la justicia al asecho. Dos completos desconocidos dónde solamente se conocían en los bajos instintos. El mar, con aquella basta profundidad donde miles de sueños se hundieron en el olvido, era su única escapatoria.

Adela se levanto del campamento, y su primera acción fue cubrir su torso desnudo con una fina tela que representaba un vulgar vestido. Merodeo por el lugar como un animal confundido, adolorido, mal descansado y primitivo. Su faceta salvaje se acentuó, al menos en su fachada parecía una autentica hija de la madre naturaleza. Y Asdrubal... él se las arreglaba a su modo de mantener aquel perfil burgués intacto a pesar que se haya tenido que rebajar hasta el más pobre campesino.

Trabajaban realizando tareas arduas por un salario poco remunerado, pero lo suficiente para ahorrar día tras día y vivir con el pan de la fecha anterior. El resto de sus energías no las gastaban para lo que el destino los había unido, sino para una urgencia: cómo salir de ese pozo al que cayeron juntos.
Volver a pie a las tierras hispanas sería peligroso, en un primer lugar con todo lo que padecieron lo más seguro es que jamás llegarían. Su única alternativa era el mar, y aquello a ni uno de los dos le hacía gracia alguna.

Dedicaban al menos un par de horas al día para pasear por el puerto, buscando con un burdo francés algún barco que los acercara a destino. Una semana tardaron hasta encontrar finalmente lo que buscaban...

Cómodos por poder hablar nuevamente en su lengua materna con un tercero, unas simples preguntas y un ¡embarquen! fueron suficientes para convencerlos. El capitán, renombrado marinero hispano, les hizo el favor que el pago sea efectuado llegando a Caspe, ciudad de destino y la última esperanza que tenían.

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Asdrubal1


Sus últimos días en la Corona de Francia fueron horribles, perseguidos como bestias, cazados como alimañas, huidos de la justicia como prófugos. La guardia francesa era implacable. Y por ello decidieron que era hora de dejar las tierras francesas;

-Gabachos de mierd... -La suspicaz mirada del francés que tenía delante le acalló, tenía que jugar al camaleón una vez más, serpiente era y si en muchos lugares le llamaban hipócrita era por algo- dit mon seigneur, il est un grand jour aujourd'hui

En lo que llevaban en aquellas tierras alejadas de la mano del Altísimo había logrado aprender cuatro palabras de aquel insidioso idioma. Odiaba a los franceses, odiaba Francia, odiaba su empalagoso idioma. El burdo capataz se dio por satisfecho por las palabras del de Caspe quien prosiguió con el hacha dando ávida cuenta del árbol.

Pues así pasaban los días desde que en el Condado de Rouerge les habían despojado de sus posesiones, trabajando para ganarse el pan del día y ahorrar para pagar el barco que les devolviera a la Corona de Aragón.

Al final lograron hallar quien les llevara a tierra conocida, el capitán James, que era de tierras hispánicas, tras conseguir que estuviera dispuesto a cobrar el embarque ya en Caspe, les puso en camino al Ducado de Caspe. Ya en el camarote el caspolino dijo con una media sonrisa;

-Por fin dejamos esas tierras malditas, quiera Aristóteles que nunca debamos volver a pisarlas.


decía mi señor, que hace un fantástico día hoy

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Adelaine
Y cual Ave Fenix, en aquel lugar su espíritu resurgió de las cenizas. Los tablones de madera marcaba sus suaves pasos que exploraban el modesto espacio, haciendo caso omiso a lo que decía Asdrubal. Tan sólo se limito a asentir, desenredando su pelo como podía con sus finos dedos. El repentino agotamiento que soportaban sobre sus hombros era incalculable. Al igual de incalculable, el deseo de seguir compartiendo el espacio junto a él.
Se dio cuenta a en su estadía en Francia que sólo era una propiedad más, pero se negaba aceptarlo. Ilusa, creía que Asdrubal era todo lo que buscaba en un hombre. No sabía el error que cometía. Y no lo sabrá hasta que sola se decepcione con la trampa que había caído.

Cogió una jarra y vertió el contenido de agua dulce en un cuenco. Hundió ambas manos en la fresca agua y se las refregó por la cara. Retrocedió unos pasos dejando libre para que Asdrubal igual se refrescara, y repitió la acción de Adela. Y entonces ella no lo pudo evitar. Ciega por el ardor en su corazón, volvió a repetir lo que en toda su vida sabía hacer. Contorneaba el vestido mostrando la sinuosa figura de su cintura y sus caderas, mientras con sus brazos acariciando el aire que los rodeaba lo atraía y lo alejaba de ella. Lo que en su tiempo había sido un espectáculo, ahora se volvía una herramienta para un lascivo encuentro.
Pronto él la volvió su objeto de deseo, su centro de atención y todo lo que necesitaba poseer en ese instante. En aquel modesto espacio la tomo para sí, sosteniéndola con firmeza. No una firmeza transmitiendo un "no me abandones", sino un "ahora, eres mía".

Y suya era.

La sangre les hervía por debajo de la piel mientras terminaban de desgarrar la poca tela de sus cuerpos. Sus ojos buscaban memorizarse cada sombra, cada luz y cada relieve. Las manos tanteaban los diferentes matices que podían dibujar las lineas de sus cuerpos, moldeándose uno al otro sobre el lecho. El cabello de ella se movía al vaivén de los movimientos en conjunto. Y sus labios se mantenían entre abiertos, hinchados y carnosos, emitiendo suaves sonidos que nacían desde el centro de su garganta y morían en los oídos del de la Barca. No tardo demasiado para que sucumbieran el uno al otro. Y siendo así, ella permaneció recostada aún con la respiración profunda. Asdrubal se incorporo sin antes grabar en su memoria nuevamente aquella mujer. Entregada, vulnerable, y su nuevo objeto.

Escasos minutos pasaron, hasta que un fino tono de voz femenino proveniente de la ilusa odalisca, quebró el ambiente.


-¿Cree en el amor, Asdrubal de la Barca?
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Asdrubal1


Levantó la vista y mantuvo el contacto visual con la rubia. Ay Adela, pensaba, me preguntas sobre ese sentimiento tan vacuo e hipócrita, el más pasional e inutil de todos ellos. Mediante el cual se quiebran alianzas y se forjan amistades, que la gente piensa que te da el derecho de poseer al otro por el mero hecho de ser amado. Solo con él parecen desaparecer los defectos del otro, y solo se miran las virtudes, empañando la realidad, tergiversándose las personalidades y disfrazándose las acciones, no hay forma más falsa de sentir. Y sin embargo si buscara el bien común, loable sería pero... ¿Acaso no es un acto que nada más busca la felicidad propia? Es un sentimiento parásito, que solo engulle, traga, pide, suplica, ruega y exige lealtad eterna, mas no da nada, no otorga nada, consume espacio y tiempo en una vorágine de devastación.¿para que? ¿qué clase de provecho puedes sacar de una relación así, más que una simple sensación falsa de estar complementando a la otra persona? Yo le profeso amor a una sola cosa, algo que me prodiga más bienestar y felicidad que todas esas patrañas sin gusto alguno, no es sino la Fortuna, mi don de dineros mi virtud de hacer negocios, no es sino regalo del Altísimo, quien me brindó la capacidad de aumentar mi patrimonio sin dificultad, burgués despectivamente me llaman, cínico e hipócrita me claman, y sin embargo, oh Christos cuan bien me siento, no he de apoyarme en nadie, no he de necesitar de nadie, mis relaciones con los demás son mediante tratos, sobre leal papel, escrito, sellado y firmado, tangible, palpable.

Ese sí que es un amor permanente y eterno, pues es hacia un objeto, un ideal que no pasa, ya sea el dinero o la lealtad, a quienes he entregado mi corazón, mi alma y empeño. Pero el amor hacía personas es un mero capricho adolescente, de caballeros vanos e ilusas damas. Plebeyos y nobles se llenan de historias, a las jovenzuelas, de caballeros galanes, y a los hombres que pueden ser esos caballeros para rescatar a su dama en apuros. Que ilusos, que hipócrita es el vulgo, no fue así, no es y no será. Y si alguien tiene la indecencia de afirmarlo, miente. Pues vive en el estrato más pobre y humillante del pensamiento humano, una realidad fantasiosa para colmar sus fantasías ilusiorias, se llenan de ese "amor" para seguir adelante, cual clavo ardiente se aferran, hasta tal punto llegan en su locura que creen que su vínculo les salvará de la muerte, que les hará eternos, y cuando uno de los dos muere, bien fuere de la mano de la Parca, de justa ancianidad o de una broma de la Fortuna a la que desdeñaron, al día siguiente, el viudo o viuda anda enterrando aquel amor que era para toda su vida pensando que en un futuro se reencontrarán. Y, aun habiéndose jurado amor eterno, prometido infinito recuerdo, al tercer día lo ves buscando a su otro amor. ¿Donde quedan las vacuas promesas? ¿Donde el triste recuerdo? ¿Si yo en el Paraíso Solar fuera consciente de los actos de mi antigua amada, pensaría que ese aque es hipócrita consigo mismo e hipocrita conmigo, pues no habíome jurado amor eterno en el lecho de la muerte? El amor es un ente caprichoso igual que la vida, y de los dos caprichos, me aferro mas al ultimo que el primero. Pues yo soy pródigo con esta vida, y no me he privado de placeres que el amor egoísta me hubiera privado, habíeme visto seguramente privado de riquezas y poderes con tal de satisfacer a una vanal dama. Y sin embargo ahora, soy dueño de mi destino.

Así pensaba, aquel burgués, quien aun en su estado de plebeyo se creía superior a los de su ralea y a los de los demás estamentos, orgulloso en sus palabras, arrogante en sus secretos pensamientos, habló con ese tono del que todo lo sabe, del amante adusto, más padre que escandalizado por la pregunta que le hace un niño inocente, que de amamantísimo compañero;

-Ay blonda, en Foix encontrada, te has dejado seducir por las pasiones de este mundo, el amor no existe, es una ilusión inventada por locos poetas y necios caballeros, seguido por suspirantes damas, no creas en ellos, no hay nada más que mueva este mundo que el interés y el dinero, no hay otra cosa que en este mundo mueva sus engranajes con tal armonía que las monedas de oro, el amor es un vanal reflejo de una justificación ingrata. Si sientes amor hacia mí recapacita, pues no es lo que yo te prodigo, y en tu interior, me amas porque en mí ves a baluarte seguro, como ave que volaba libre pero expuesta te refugiaste en árbol fecundo y de altas y poderosas ramas, no es amor lo que siente el pájaro para con el árbol, sino admiración e interés. Pues queda protegido de depredadores y en sus ramas se encuentran los gusanos de los cuales se alimentan. Eres bella muchacha, de magníficas virtudes y ágil mente, eso no te lo niego. No pretendo desilusionarte pero en ti veo una beta, cual beta de oro, que espera ser trabajada, hasta alguien que se alce como mi igual en intelecto, algunos dirán que es orgullo y arrogancia lo que sale por mis palabras. Puede que sea verdad y sin embargo, mucho provecho podré darte y pocos disgustos otorgarte, y me eres necesaria, no sabes cuanto.

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Adelaine
Aquellas palabras la habían calado a fondo. Las expresiones fueron variando, de niña incrédula ante el concepto, hasta la humillación de haberse visto expuesta ante sus sentimientos. Y dolor, dolor por la perdida de una ilusión que bien sabía, jamás sucedería.
Permaneció cabizbaja, silenciosa, incapaz de articular ni una refutación. Sorprendida consigo misma ante la aceptación y rendición de aquella filosofía de vida que, una vez pre-digerido el concepto, la había acompañado todo ese tiempo en la matriz de su subconsciente. Los movimientos de él rompieron la incomodidad del ambiente, volvió su tarea de vestirse sin siquiera inmutarse de su discurso, cómo sí realmente estaba hablando con el pensamiento. Pocos minutos después, Adela repitió la misma acción de él. Ambos se vistieron y subieron hasta el comedor.

La primera comida dentro del barco, Adela no la pudo retener en su sistema digestivo. El vaivén, capaz la calidad, o haberla engullido por el voraz hambre que le agarro, o todo, hicieron efecto en cadena y corrió cual liebre hasta la borda para devolver. Terminado, se soltó el cabello y se posó en la madera, mirando ante la infinita oscuridad que nacía con los últimos rayos de luz de los faroles. Permaneciendo ahí no la ayudaba al mareo, pero por una extraña razón sintió el deber de permanecer allí por tiempo indefinido.

Tiempo dónde iba recapacitando, y caía en la cruel realidad que le tocó vivir. Podía escapar de las garras de aquel monstruo avaricioso y volver a Huesca, pero al fin y al cabo, ¿qué esperanzas tenía ella en ese lugar? Si ella se hubiera quedado en Huesca, hoy en día sería una más del burdel, en cambio allí, era sólo una. Oyó a lo lejos las carcajadas de los demás pasajeros, al parecer se había montado una pseudo fiesta gracias al alcohol.

Giró, aún con un brazo sosteniéndose de la borda y el otro cayó peso muerto junto a su cuerpo. Había poca iluminación en la cubierta y espeso manto de bruma comenzaba a formarse. Se preguntó si, en el conjunto de las carcajadas, también se hallaba de la Barca...


Asdrubal se había retirado del comedor. El ambiente se estaba tornando más festivo de lo que él quería aguantar esa noche. También sentía malestar, pero malestar por saber que debajo de sus pies no había nada firme que lo sostenga. Claramente, el mar no era su lugar en el mundo. Añoraba los tiempos donde la rutina era su fiel compañera, dónde la única emoción recibida era ese negocio bien cerrado, o un cargamento llegando tarde a destino. Y sentía alivio que aquel calvario de a poco iba finalizando, ya casi saboreaba en su paladar el gusto de volver a su hogar. Sabor opacado por el guiso que cenaron.
Pero no sólo salió de aquel lugar por la incompatibilidad personalidad-ambiente, sino que también estaba inquieto por que Adela no había vuelto al comedor. Por un momento un atisbo de preocupación se vislumbro por su mente, se estaba convenciendo sobre haber sido duro con ella, pero aquel concepto aún era desconocido; para él, sólo hizo lo correcto y de la forma más real posible retratado en sus palabras. En todo caso, era culpa de ella en creer en ese mundo ideal y absurdo.
A lo lejos en la borda, empezando a ser envuelta por la bruma, la frágil figura de un cuerpo femenino lo miraba fijo, inexpresiva y hasta casi inalcanzable. Se detuvo, batallando contra su interior cómo reaccionar, sí dirigirse hacía ella, o esperar que ella se dirija hacía él. Lo que pronto comprendió, que él no debía ser quien ceda. Ella le pertenecia, y lo que había pasado antes era una simple muestra de la realidad que ahora ambos compartían, por que él la había comprado y era única y absoluta propiedad de él...


Por lógica pura se dio cuenta que las carcajadas no incluían a Asdrubal. Allí estaba él, imponente, observándola sin ni un descaro alguno o sentimiento. Como si nada le importara. Se miraban mutuamente hasta que, abrupto, él dio media vuelta y se dirigió, lo que supuso, hasta el camarote que compartían. Por unos minutos más permaneció allí, inerte. Y empezó a caminar, un paso a la vez, en una marcha lenta y casi lúgubre, por que sabía que si volvía a los brazos de él, sería para ser sólo su mercancía hasta el final de sus días.

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La travesía por mar concluyó a su fin. Nuevamente en tierras hispanas, puntualmente en Caspe, se adaptaron a la rutina de cada uno. Y su gente, excepcional, la acogieron a ella como una más del pueblo. A excepción, de una persona muy cercana quién compartía sangre de Asdrubal.
Semanas después de su llegada, Adela estaba esperando como todas las noches tal cual cómo se había acostumbrado. Aún había cierto recelo de aquel amor convertido en admiración, para así terminar en cenizas dentro de ella. Aquella noche, en la soledad absoluta, no fue precisamente el de la Barca quién ella esperaba quién la hizo suya contra su voluntad.







Aclaración en la cronología de los hechos
Es justo y necesario aclarar el orden de los acontecimientos. No pudimos seguir una línea cronológica donde cada post es "tiempo después" por falta de seso de los jugadores detrás de Asdrubal y Adela, que no pudimos seguir el hilo de la historia al ritmo de L(isena) y C(ésar).

Los eventos se hilan de la siguiente forma a partir de un punto de la historia para mantener coherencias del presente:
+ Cárcel Francesa: Punto de inicio de esta cronología geográfica
+ Asdrubal y Adela se dirigen hacía Caspe por mar. Llegado allí, inicio del Rp Jugando con la Fortuna.
+ Paralelo a los acontecimientos anteriores: Desarrollo de la historia de L y C. Viaje de Francia hasta Italia y estadía incluida.
+Punto final: C y L llegando a la península. // Asdrubal encuentra a Adela en Caspe (desenlace de "JcF")

Es decir, por más que nosotros hayamos sido los últimos en postear, no quiere decir que son acontecimientos del presente. (Me olvide aclararlo en mi primer post donde reanude la historia)

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