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[RP] El éxodo

Ibelia.jordan



La carreta en la que viajaba la dama no era un noble carruaje como su esbelto cuerpo acostumbraba a utilizar, aunque eso ella no lo sabía; pero como no olía demasiado mal, ni estaba muy sucio, se ve que se dedicaba las más ocasiones, al transporte de grano, alimentos o fardos de paja, la dama se sintió complacida, sobretodo por ver que se alejaba del peligro que suponía le acechaba en Zaragoza.

Salía de la ciudad con sus empedradas calles, como notaba por el traqueteo, hacia los caminos de tierra, muy transitados en aquellas fechas previas a la guerra civil.

Iba pensando en esto y aquello, poniendo en orden su maltrecha mente. Escondida en el acomodo que le habían preparado; dormitaba; extraños sueños y pensamientos sobre esto y mil cosas más, aparecian delante de sus ojos en aquel duermevela.

Sentía el abrazo cálido de un amante, al que no podía ver el rostro, pero la calidez se tornaba ahogo y los brazos tornaban en serpientes que con su humeda y fria piel rodeando su cuello, le impedían respirar.

Despertaba sudorosa volviendo a sentir el traqueteo del carruaje, escuchaba atentamente los ruidos y voces del exterior parecía que se formaban ejercitos dispuestos a la batalla. ¿Volvería a estar soñando? Se preguntaba; aun a riesgo de ser vista y descubierta decidió salir de su escondite y ver su curiosidad satisfecha.

Poco se vislumbrabadesde la pequeña ventana del carruaje, con el sol matinal que asomaba por su derecha cegando su vista, viajaban hacia el Norte; desde ese lugar se podía observar el camino que iba quedando atras, mientras se acercaban a la ciudad de Huesca.

Nada más atravesar la Puerta Sur comenzó a oirse el bullicio de la ciudad que despertaba a sus oficios y trabajos. Podía ver el rostro de caballeros , damas, sirvientes, soldados y campesinos que se cruzaban, cada uno a sus quehaceres.

Un vuelco dió el corazón de la dama al ver su rostro, sintió los profundos ojos grises del Hombre clavarse en ella. No podía haberla descubierto si nadie conocía su paradero, ¿que hacía él allí?

Sintió un millon de hormigas en su estómago y una sensación de vértigo inundó su cabeza. -Era él ¿Cómo podía estar allí? ¿que destino cruel la esperaba que no podia zafarse de aquellos que la perseguían por mucho que lo intentase?

Se acumulaban los pensamientos unos sobre otros en esa maraña que era su mente.
-Y . . . . ¿Esta sensación extraña? ¿Que significa? mi corazón desbocado, mi cuerpo temblando.
Solo habían sido unos segundos pero estaba segura de que no podía encontrarse con aquellos mercenarios y su Capitán, muchos problemas aventuraba preocupada.

Dio una voz al mercader para indicarle que parara, cogió sus cosas y saltó del carro, se despidió y el carruaje siguió a su destino.
Ibel desapareció por los callejones, lo más rápido que pudo. No sabía bien dónde dirigirse, después de deambular un buen rato y con miedo de volver a encontrar a los mercenarios, decidió seguir el camino, sin alojarse en posada alguna.

Antes pararía para comprar a lado de la Puerta Norte en la venta del Esculabolsas un caballo que no se ahogase al primer trote y un poco de queso y pan para no desfallecer.

Andaba aparejando el caballo después de un breve descanso, en un lugar un poco alejado, una zona boscosa en la que podría ocultarse de miradas indiscretas.
Esperaba que cayese el sol para poder salir con más discreción. Aunque todavía no tenía claro hacia dónde partir.

Escuchó como llegaba cada vez mas nítido, el sonido de unos caballos que se acercaban por el camino. Preparó sus armas por si acaso las necesitaba y se colocó en un discreto lugar de observación, esperaba que pasasen de largo, lo más probable que fuesen soldados de los ejércitos que andaban formándose en aquel tiempo.

No era la primera vez en el día que había repetido tal acción sin consecuencia alguna. Conforme se acercaban distinguió el estandarte de la Compañía Roja.

Su cuerpo se tensionó y su corazón aceleró el ritmo, el sabor de la inminente lucha ya estaba en su boca. Se iban acercando y era evidente que sabían donde buscarla.

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Ysuran


...Por todos los demonios, realmente parecía Ibel la mujer del carro, tendré que asegurarme antes de salir de Huesca, menuda situación de mala comedia viviriamos... Iba pensando Ysuran mientras merodeaba por la calle en la que había perdido el rastro y que ahora estaba llena de gente para sus compras en el mercado o para alistarse en los ejércitos.

Abandonó entonces la idea de investigar, con tanto ajetreo era imposible, así que optó por preguntar y para ello el mejor lugar era el mercado al final de la calle, allí iría el del carro a vender sus productos y alguién le conocería. Corrió por la calle esquivando a la gente, aunque alguna vez casi se lleva por delante a alguna maruja despistada o a alguno de los niños que se dedican a jugar y perseguir a la gente quizá para robarles su bolsa en un descuido.

En el mercado echó una ojeada pero no vio el carro que buscaba, pero como parecía que había llevado granos se acercó al puesto que mayor número de aquella mercancía tenía. Espero pacientemente que el tendero acabase con los clientes que tenía, no era su estilo exigir ni imponerse sobre los demás. Cuando el hombre estuvo libre se acercó a él y le inquirió sobre el carro, para su sorpresa había acertado de lleno, el tipo era un vendedor común y pronto supo donde se alojaba mientras estaba en la ciudad, dirección que era otro golpe de suerte porque era en la misma posada que se encontraba él.

Despidiose del tendero y se giró sobre si mismo para correr hacia la posada, justo en el momento que pilló a un grupo de ladronzuelos tratando de quitarle la bolsa, cosa que no podrían, porque el Pellicer la llevaba muy bien amarrada al cuerpo con cuero de buena calidad para las cuerdas y una navaja de tres al cuarto no podría cortarlo, al menos inmediatamente. Cuando los niños se vieron sorprendidos comenzaron a correr, pero Ysuran que no pretendía perder el tiempo, sencillamente se marchó sin perseguirlos.

Estando ya frente a la posada, dio la vuelta a local para mirar en el establo, efectivamente allí estaba el animal que tiraba del carro cuando él lo vio, así que feliz por el hallazgo entró al lugar. Se acercó a la barra y preguntó por el dueño del animal, con el pretexto de hacerle una propuesta económica por él. El taberneno no tuvo tiempo a responder cuando el hombre buscado apareció con los ojos llenos de alegría presentandose.

El Pellicer se lo llevó a una mesa alejada con una buena jarra de cerveza, para dar confianza a su acompañante, hablaron durante un rato sobre el animal por el que pedía 500 escudos, cosa que era una estafa y de eso Ysuran sabía porque en Sagunt habían vendido montontes de animales mucho mejores por la mitad del precio; pero como eso no era su cometido real no le importó escuchar los argumentos del hombre y cuando finalizó preguntó Ysuran:

- Digame, ¿Cuál es el último viaje que ha realizado?¿Cuanta carga a transportado?

El otro, pensando que ya casi tenía el asunto listo, y lleno de orgullo por la capacidad de su bestia, respondío felizmente. Le contó que venía de Zaragoza y que además de su gran carga de grano, había venido con una acompañante, pero que había dejado cerca de la puerta norte de la ciudad y no podría presentarsela. Con el dato el Pellicer terminó la charla bruscamente, hizo una oferta de 200 escudos por el animal que el otro rechazó rápidamente esperando una contraoferta pero Ysuran se levantó de la mesa y se despidió para ir corriendo a buscar a sus compañeros.

Todos se prepararon rápidamente y salieron a la calle, tomaron caballos y con el estandarte para abrir paso entre la gente se dirigieron al lugar indicado. Frente a la puerta norte, con menos bullicio que la sur, vieron un caballo casi preparado para un largo viaje y una venta donde preguntarían por si habían visto pasar a la pelirroja. Bajó Ysuran del caballo y dejó a los demás allí esperando, cuando sin previo aviso una hoja de espada salió cerca del caballo, amenazante, tanto que el Pellicer tuvo que dar varios pasos hacia atrás para evitar el tajo. Los demás intentaron desenfundar rápidamente pero al oir al capitán cesaron de inmediato...

- ¡Pelirroja!¡Que alegría! Te estabamos buscando.

Aunque la alegría le duró poco al ver que la mujer no bajaba la guardia, algo pasaba y bastante malo...habrían convencido a Ibel para que odiase a los suyos ¡Malditos secuestradores!....

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Ibelia.jordan



Ibelia desenvainó su espada, eran muchos para ella sola, eso lo sabía, tenía las de perder en la desigual batalla, pero lucharía hasta morir, defendiendo su honor.
Amenazó al que parecía el jefe que había descabalgado y se dirigía a ella de forma demasiado amable, extrañamente le atraía y un cruce de sensaciones se agolpaban en su interior al verlo.

-¡Alto ahí ! ¿quienes sois y que queréis de mi? Dijo retándolo.

Volvió a cruzar su mirada con el de los ojos grises y un fogonazo en su mente la desestabilizó, casi haciéndole perder el equilibrio, por un fuerte y punzante dolor en la cabeza.
Había visto al hombre con un niño en brazos, sintió que ese niño les unía en cierta forma. ¿estaba recordando o era una alucinación?

Se repuso controlando de nuevo la situación.
- ¡No conseguiréis vuestro propósito! Antes moriré que os salgáis con la vuestra. . . . ¿Porque me acecháis? Sabed que mi esposo es el Marques de Sagunto y os perseguirá por cielo y tierra hasta que muráis bajo horripilantes penas y sufrimientos. Gritó con firmeza su amenaza. Pero no se percataba de las miradas que los mercenarios se hacían entre si.

Otra vez apareció un recuerdo en su mente en un instante; era el salón del trono y el hombre vestía como un Guardia Real, le ofrecía su mano y avanzaban hacia la reina.

Volvió en sí después de un segundo vacilante, en el que parecía que ninguno de sus asaltantes se habían percatado de su debilidad.

-Es mi mente que me juega una mala pasada. Engañosos recuerdos que fruto del mal golpe, han puesto la cara de ese que me acecha, en el espíritu del buen hombre que seguro me espera. Debo ser racional y no guiarme por estos impulsos que me llevarán a la muerte o a la perdición.

Su espada cayó al suelo por efecto de su oponente que de un golpe en el antebrazo, sacó a la dama de su ensoñación, arrebatándole la ventaja que el arma le pudiera haber dado en el combate, la dejó con la rabia en los labios, dispuesta a matar o morir.

Al darse cuenta todo su cuerpo se convirtió en arma y cegada por la locura, abalanzándose contra el mercenario, solo deseaba hacerle daño.

Podía sentir la fuerza de sus brazos que la sujetaba con firmeza de forma rotunda aunque desde fuera parecía que lo hacía con cuidado de no hacerle daño. A Ibel le asemejaba que el hombre mostraba debilidad provocada por vaya a saber que oscuros propósitos peores que la muerte y que podría vencerlo.

El hombre hablaba pero la mujer no escuchaba, solo oía un susurrante "blablabla " que confundía en su imaginación.

-¡Jamás me tendréis, antes morir que deshonrar a a mi esposo! ¡Encomiendo mi Alma al Altísimo! Gritaba sin escuchar nada a su alrededor.

Lanzaba inútiles golpes que no lograban atravesar la pequeña distancia con la intensidad y fuerza necesaria para herir de gravedad a su oponente.
El abrazo fue poco a poco intensificando su violencia contenida. Aquel hombre no quería dañarla lo cual le hacía pensar en que deseaba otra cosa de ella.

Pronto intervendrían sus secuaces y si antes era capaz de recuperar su espada, se llevaría a alguno por delante.

Ahora su mente a la vez que su mano se acercaban a la caña de la bota con doble forro, dónde aguardaba, uno de sus puñales, la ocasión de prestarle buen servicio.



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Ysuran


El forcejeo no cesaba, Ysuran trataba de no hacer daño a Ibel quien parecía dispuesta a matarlo si le daba la oportunidad...¿A qué se debía aquello? ¿Se había vuelto loca la pelirroja?... El Pellicer dejó de luchar y se tiró hacia atrás sin dudarlo en cuanto vio a la pelirroja echar mano a su bota, como su marido que era sabía que allí no escondía dulces precisamente. En el impulso hacia atrás trastabilló y cayó al suelo dandose un fuerte golpe en las posaderas, si la pelirroja armada lo cogía así ya podía saludar a una nueva cicatriz por lo que antes de tratar levantarse si quiera gritó:

- ¡Detenedla!

Uno de los mercenarios se tiró sobre la mujer desde su caballo para reducirla, mientras el Pellicer se levantó del suelo, se limpió el polvo y acercandose a la mujer ahora reducida dijo:

- Pelirroja ¿Qué te pasa?¿Qué broma es esta? Soy yo, Ysuran.

La mujer respondió agitandose, tanto que de no estar bien sujeta hubiese emprendido nuevamente la pelea. El Pellicer no sabía que haría ahora, hasta que el que tenía sujeta a la mujer habló diciento:

- Capitán, tal vez haya perdido la memoria, aquí tiene una cicatriz en la cabeza, un fuerte golpe puede provocar pérdidas en la memoria a mi primo Gumersindo le pasó y le llevó varios años acordarse de todo.

El Pellicer se rascó la corta barbilla esperando así encontrar la solución, lo que decía el soldado podía ser cierto así que no tendría más remedio que hacerla entrar en razón pero como iban mal de tiempo tocaría jugar a convencerla de que la dejarían sana y salva en casa para que no fuese un problema durante el viaje. El capitán se acercó a la pelirroja, se arrodilló frente a ella y le dijo:

- Marquesa, puede estar tranquila, no vamos a hacerle daño alguno, nosotros vamos a llevarla a su casa, pero antes debe acompañarnos a un pequeño viaje por el sur francés. Mira aquí tengo la prueba de que conozco a su familia.

Sacó entonces la carta que le habían mandado de Sagunt y la mostró a la pelirroja. Casi sin darle tiempo a leerla la levantó del suelo y la desató diciendo:

- Ahora tome su caballo y acompañenos...no intente nada malo

Pero tan bien que la conocía, sabía que Ibel trataría de escapar en el menor descuido así que cuando esta se volvió para dirigirse a su caballo la señaló con el dedo y el mercenario que estaba en tierra junto a ellos la tomó por detrás y la hizo oler un brebaje que él realizaba y que tenía la cualidad de dormitar a la gente durante unas horas. La tomó de los brazos
del mercenario y dijo:

- Bien señores, marchemos hacia el norte, yo me encargaré de mantener a la marquesa tranquila y esperemos que recupere la memoria pronto.

Pronto lso hombres se prepararon en sus caballos, incluido Ysuran que llevaba a Ibelia delante de él, para evitar que se cayese y que luego cuando despertase tratase de escapar.

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Ibelia.jordan




Como adivinando sus intención el hombre se echó atrás dando orden a uno de los malencararados mercenarios que se abalanzó sobre ella, respondiendo al ataque sorprendida por el giro inesperado. -¡Cobarde! Pensó con cierta diversión al ver sentado a su enemigo.

Pero intentó no distraerse mucho ya que su atacante era fuerte y sabía como actuar. Ella se defendía como una fiera.
Cayeron a peso de plomo sobre el polvoriento suelo, por el propio peso del hombre que buscó con sus manos desarmarla y paralizarla.
La mano izquierda sujetó como un grillete, una de las muñecas de la mujer y luego retorció su brazo sin mucho daño.
Se notaba que era una maniobra que había repetido muchas veces. Con su propio cuerpo la empujó contra el suelo haciendo presión con sus piernas sobre ella, que había concentrado su esfuerzo en sacar el cuchillo de su escondite y literalmente estaba mordiendo el polvo.

La mano derecha del hombre recorría tanteando su pierna hasta la pantorrilla, donde, la mano de la dama obediente a sus intenciones, portaba el cuchillo extraído del doble forro de la bota.
Notó un crujiente dolor cuando aquella fuerte mano apretó la suya hasta hacerle soltar el arma.

Ese dolor en su mano, volvió a trasladar su mente a otro lugar y otro tiempo, como otro mundo que quizá hubiera existido o probablemente fuera inventado.
Lo vió, otra vez él, el Capitan de la compañía Roja, elegantemente vestido, con banda de gobernador, traje militar en un baile donde todos eran felices, girando y girando en sus brazos sus ojos la miraban amables.

Cuando se recobró, el Mercenario la tenía desarmada y fuertemente sujeta de brazos y piernas. El capitán se acercaba a ella mirándola con los mismos ojos que en su sueño. Ella devolvió la mirada con rabia sin disimulo. Mientras Ysuran hablaba se maldecía a si misma por ser tan vulnerable; pero no se permitiría mostrarse así, delante de él, ni un ápice, nunca ceder.

-No me engañaréis, os vale contra mi que no recuerdo nada de mi vida pero si algo siento en mi corazón es el respeto que profeso a mi esposo, me consta que es Noble, un marqués valenciano y es evidente que no sois vos.

Ya que en figura y porte se os ve la diferencia, sois plebeyo, vestís como tal, sois un mercenario al servicio de vete a saber que oscuros intereses.
Un enviado que la Criatura sin Nombre envia a tentarme y confundirme.
Dijo esto último sotovoce. Y continuó mediadora.

-Si en verdad no buscáis mi daño, ni mancillar mi honor, dejadme libre que yo sabré encontrar mi camino. Eso demostrará vuestras intenciones para con mi persona.

Vuestras palabras me sugieren falsedad y el Maligno ha puesto en mi pensamiento falsos recuerdos que os incluyen, no entiendo bien el porqué.

El hombre le mostraba una carta que ella apenas vio salvo aquel emblema que se había repetido desde que comenzó aquella pesadilla.

-Si acaso algo tuvimos que ver en el pasado, quizá fuere por una confusión de mis sentidos o alguna poción compuesta por falaces hechiceros.
Si osé mancillar el honor de mi esposo y el mío propio en vuestros brazos, me arrepiento de ello, tened por seguro que no se volverá a presentar tal situación.
Y que el Altísimo me perdone que él únicamente juzga nuestros actos con suprema sabiduría.


El hombre la desató en señal de buena voluntad. la dejaba montar en su caballo. -Pero...¿ a fin de qué ella iba a ir a Francia? nada se le había perdido allí y si era cierto que estaban al servicio del Marqués con más razón para devolverla a su esposo. Pensaba mientras se masajeaba las doloridas muñecas.

Sentía ya el cansancio de la pelea consigo misma y contra aquella situación, estaba confundida con el cuerpo y el alma doloridas. Miraba de reojo al Capitan, ¿Como podía encontrarle tan irresistible? Se odiaba por ello. Y decidió ser fuerte no permitirse siquiera la mirada y bajó la vista al suelo. Al tiempo que todo volvía a ser negro para ella, caía desmayada por efecto del narcótico.

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Ysuran


El camino prometía ser tranquilo, al menos mientras la "prisionera" siguiese dormida. Los mercenarios iban tranquilos entre chanzas y rememorando algunos de los trabajos que habían realizado antes de trabajar con Ysuran.

- ¿Recordáis aquella vez que trabajamos para una mujer que se decía ser una noble importante y con una familia enorme?¿o la de la noble que solo aparecía cuando veía a los vecinos?

Reían juntos los mercenarios, mientras Ysuran, que no conocía aquellas anécdotas iba cuidando de su esposa, feliz de tenerla entre sus brazos aunque fuese dormida. Ahora solo faltaba que recuperase la memoria y él la ayudaría en eso.

Tras horas de viaje, en el que apenas hicieron una parada para alimentarse se encontraron frente a la frontera de Aragón, unos pasos más adelante y estarían en Bearn, esa tierra francesa de la que tanto había oído hablar hacía poco en Valencia por una cruzada.

Y otro gran acontecimiento también tuvo lugar al mismo tiempo junto a aquella frontera, la pelirroja empezó a despertarse y cuando el Pellicer lo notó apretó más sus brazos alrededor de la mujer y le susurró:

- Bienvenida pelirroja, como te prometí estamos en Francia y luego te llevaremos a casa cuando acabemos unas cosas que debemos hacer por aqui. Por cierto, agárrate.

Ysuran dio un beso en la nuca, apretó el paso del caballo para entrar pronto a las tierras extranjeras que no había visitado antes, pero que conocía como la palma de su mano después de haber consultado mapas y planos. Sus hombres lo siguieron en la cabalgada, parecía que todos estaban deseando llegar al destino.

Viajaron alrededor de unas 20 leguas más para al fin encontrar la primera ciudad, allí se debían encontrar con el cliente, pero antes se alojarían en una posada y descansarían del viaje. La posada elegida fue una tranquila, cerca de la puerta por la que acababan de entrar a la ciudad.

Dejaron los caballos en el establo del hospedaje e Ysuran tomó a Ibel del brazo, que según él debía estar aún un poco soñolienta, y seguidos de los demás mercenarios entraron en la posada que a simple vista era parecida a las que ya conocía, salvo por el orden que reinaba en ellas a pesar de que había mucha gente dentro.

Ysuran fue junto a su esposa a sentarse mientras que los demás se dirigían a refrescar sus gaznates. El Pellicer dejó su espada sobre la mesa, se acomodó en el asiento y aprovechó que estaba a solas con la pelirroja para decirle en una de esas bromas que él tenía con ella en las que las trataba de marquesa, esperando así que ella recordarse algo:

- Marquesa, ¿Desea tomar algo? A mi me disculpará no bebo, solamente vino de Anjou y cuando la ocasión lo merece...Ah! y otra cosa, le han dicho que está realmente bella hoy.

Remató la frase acariciándole suavemente la mano que la mujer tenía en la mesa, quizás aquella caricia le trajese recuerdos.

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Ibelia.jordan



Sus ojos parpadearon un par de veces, se entreabrieron, volviendo a cerrarse por la acción del sol que la deslumbraba; su conciencia se despertaba lentamente para darse cuenta de que viajaba a lomos de un caballo. Extrañamente a lo que podía pensarse no estaba demasiado incómoda, sentada delante de Ysuran en la silla de su caballo apoyada sobre él.

Aunque le costó darse cuenta de su situación. Precisamente sus temores se confirmaban; sentía que el abrazo del Capitán no le desagradaba, es más, notaba que su cuerpo se acoplaba a la perfección al de aquel que la abrazaba.
Antes de acomodarse y seguir plácidamente en aquella postura; el sentido del deber cruzó su mente en forma de conciencia que le decía que aquello no estaba bien.

Intentó revolverse casi con pereza y el hombre intensificó la presión, de tal manera que la dama se estremeció con un ligero temblor de todos sus músculos, pensando en que aquello no llevaba buen camino cuando el hombre rozó su cuello con sus labios, mientras le susurraba.

-Bienvenida pelirroja, como te prometí estamos en Francia y luego te llevaremos a casa cuando acabemos unas cosas que debemos hacer por aqui. Por cierto, agárrate. 

-Definitivamente debo huir, esto no me lo puedo permitir. Haré como que me ha vencido para poder aprovechar el mejor momento. Pensaba la Marquesa con más temor por si misma que por lo que le pudiera hacer el Capitán.

Como temía y aunque su mente dijera otra cosa, y la memoria no volviese para aclararle las dudas, entre ellos había algo que la dama seguía negando, ya con obstinación delirante.
Intentó separar su cuerpo del del mercenario todo lo que le era posible sin caer del caballo.

-Ya os dije que ningún motivo tengo para estar en Francia; si le debéis fidelidad a mi Casa y en su nombre haceis este trabajo, sabed que mi esposo será conocedor de su trato hacia mi persona.
¡Haced lo que debáis! Y que todo acabe cuanto antes.
Dijo Ibelia aparentando rendirse.

Por un momento volvió a callar repentinamente su conciencia la abandonaba de nuevo para dejar paso a unas imágenes de otro tiempo que se apoderaban de su mente.
Pétalos de rosas caían sobre ella, era un momento especial, se sentía féliz, rostros amigos a su alrededor, compartían con ella ese momento, Estaban en una boda, la iglesia adornada con flores de azahar de olor penetrante; volvía a estar él presente.

Se despertó repentinamente cuando los caballos llegaban a la ciudad y al poco arribaron hasta el patio de una venta dónde fue ayudada a descabalgar por el Capitán que la condujo del brazo con mucha delicadeza, hasta la posada.

La dama se dejaba llevar sin oponer ninguna resistencia, ya no sabía que pensar ni que hacer, la amabilidad y el trato que le dispensaba el caballero la tenían confundida.
Se sentaron apartados del resto de mercenarios y ella se daba cuenta de como Ysuran observaba cada pequeño gesto. Ibel apartaba la mirada sin poder remediar sentirse turbada.
Decidió enfrentarse al hombre, cuando no pudo más, daba igual que fuera libre para escapar o ser presa de aquel para siempre. Ella quería saber la verdad.

-Marquesa, ¿Desea tomar algo? A mi me disculpará no bebo, solamente vino de Anjou y cuando la ocasión lo merece...Ah! y otra cosa, le han dicho que está realmente bella hoy.  El Capitán preguntó.

Al mismo tiempo su mano recibía una caricia del todo inesperada. La dama apartó su mano escondiéndola entre los pliegues de la falda como avergonzada de lo que acababa de ocurrir.
Se repuso y soltó de golpe la pregunta que tenía agazapada en su mente desde hacía rato, dispuesta a salir.

-¿Quien eres? Y ¿quien soy yo? Desde que nos vimos en el barco, vos me tratáis como si os perteneciera; por un lado me consta me teníais prisionera, pero por otro, mi confusión, mi memoria perdida, solo me trae recuerdos en los que aparece vuestro rostro y eso me lleva a pensar . . . Mi esposo el Marqués, si no sois vos. . . ¿Dónde está y porque os mandó a buscarme y no vino él mismo?
Aclaradme ¿que ocurre y porque estamos en Francia?

Había sido más de una pregunta pero la dama era un mar de confusión.
Antes de que el hombre contestase a sus preguntas, unas voces alertaron sus sentidos, sonaba a pelea. Dirigieron su mirada hacia donde las voces venían; el grupo de la Compañía Roja parecían discutir acaloradamente con unos viajeros.

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Ysuran


Ysuran escuchó atento a la pelirroja, sopesó la situación y decidió responderle con la verdad, quizás eso la ayudaría a recordar, pero al menos ya había aceptado ir a Francia con el grupo o eso parecía, asi que se dispuso a hablar:

- Ibel, sé que te parece una locura pero yo soy tu esposo pero no soy marqués, sólo tú eres la noble aunque todos insisten en cargarme a mi con lo de marqués consorte. Yo soy el capitán de esta compañia y vamos a Francia a hacer un trabajo sencillo.

El Pellicer miró a la mujer que sin duda su rostro mostraba que no creía ni una de sus palabras. Iba a volver a hablar para tratar de convencerla cuando se fijó en que se estaba armando jaleo en el lugar y lo peor de todo que sus hombres estaban en el ajo, no le convenía eso, pero viendo que estaban en inferioridad y que la pelea iba a pasar rápido a las armas decidió intervenir. Se levantó del asiento, tomó la espada que llevaba a la espalda y la pusi frente a Ibelia mientrás él cogía la que había mantenido en la mesa durante la conversación y dijo:

- Pelirroja, parece que la cosa se va a poner interesante y necesito tu ayuda, coge la espada y hagamos una de las cosas que mejor se nos da, aunque no te acuerdes.

Acto seguido, se retiró de la mesa con un poco de temor de que la espada que acababa de entregarle a la pelirroja acabase atravesandole la espada, pero confiaba en ella y en su sentido, así que no podía fallarle. Respiró aliviado al llegar junto a sus hombres, que se estaban haciendo fuertes tras una mesa mientras los otros lanzaban estocadas amenazantes, y no haber sido herido por la marquesa que permanecía en el asiento mirandolos.

Los camaradas al ver a Ysuran junto a ellos con el hierro desenfundado lo imitaron, la vista del capitán les había hecho comprender que quienes los acosaban no iban a detenerse en estocadas al aire y que la reyerta se les había ido de las manos. La cosa comenzaba y tenían las de perder por tres a uno...

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Ibelia.jordan



Ibelia olvidó las voces que venían de la mesa de al lado, por unos momentos y con atención escuchaba las palabras de Ysuran, una sensación de ahogo en su pecho, una angustia indefinida y su mente intentando poner las parcas palabras del hombre, en hechos vividos en otro lugar y otro tiempo, las lágrimas aparecían en sus ojos y tragó saliva como para reducir el efecto, su corazón acelerado turbaba su rostro; la dama enmudecía sin saber como contestar al mercenario.

-. . . "Soy tu esposo..." solo esto se repetía una y otra vez haciendo eco en su vapuleado cerebro. Sin casi darse cuenta el hombre sacó una espada y la puso en sus manos, incitándola a la lucha.
Por unos segundos pensó que si se trataba de una treta para conseguir hacerla cómplice de sus fechorías.

-No se si vuestra palabra es cierta, me pedís algo que no esta en mi mano daros; la confianza. . . . Es cosa que hay que ganarla y no me consta en lo que conozco de vuestra persona desde mi percance hasta la fecha, que os tenga obligación alguna.

No puedo dar crédito a mis sentidos confundidos, no tengo prueba alguna de la certeza de vuestras palabras.


Dudaba que el hombre la hubiese escuchado pues mientras hablaba había cruzado en tres zancadas la taberna y ya esgrimía su arma delante de aquellos rudos viajeros.

Quedó quieta e inmóvil contemplando como se desarrollaba la lucha. La desventaja de los de la Compañía Roja era evidente en número pero no así en habilidad y destreza con las armas.
Ibelia repasaba con sus manos la espada que le había entregado el caballero, era la espada arrebatada, la misma que cogió del barco, la espada parecía hecha a medida, calibrada para ella ¿Cuantas veces la habría esgrimido? ¿Cuantos enemigos habrían derramado su sangre por su causa?

Pensó en tomar la espada y salir por la puerta, ahora que sus captores estaban entretenidos, se iría lejos escaparía de ellos.
Pero en su mente las palabras de Ysuran repicaban como la campana de la catedral.

-¿Y si era cierto? ¿Si el Capitán era su esposo? ¿si se marchaba que podría ocurrir?
Cuando tenía un pie en el quicio de la puerta echó una mirada atrás.
Sintió que su estómago le daba un vuelco al ver la escena, de pronto, cayó como un velo la oscuridad de su mente y ante la situación de peligro volvió a la sala y puso su espada al lado de la de su caballero.



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Ysuran


La sorpresa lo dejó perplejo, no daba crédito a que su idea de darle una espada a la pelirroja hubiese servido para hacerla reaccionar y tenerla junto a él. No sabía si habría recobrado la memoria, pero eso era un avance.

Ahora todo el grupo estaba tras la mesa, apenas hizo falta hablar para levantarla entre todos y arremeter contra los revoltosos que cuando se vieron con el mueble encima no tardaron en dejar su armas y salir por patas, cualquiera diría que solo ver a Ibel les había echo notar lo peligroso de la situación para ellos. Los mercenarios soltaron la mesa y dieron vitores felices de haberse librado del enfrentamiento, solo mantenían el semblante la dama y el capitán que se volvió al grupo de hombres para recriminarles diciendo:

-¡Malditos incompetentes! ¿Cómo se os ocurre montar reyerta? Sabeis que estamos esperando a alguien importante aquí, que debemos pasar inadvertidos. Pues sepan señores, que solo por esto han perdido medio sueldo del que iban a ganar...Ahora quitaos de mi vista.

El Pellicer se volvió dandoles la espalda y puso su mano sobre la espalda de Ibelia a la que dedicó una sonrisa, mientras con la otra mano le indicaba que le acompañase. Cuando estuvieron apartados, nuevamente sentados preguntó tímidamente:

- Marquesa...¿Por qué nos habeís ayudado?¿Habeís recordado todo?

Y quedó a la espera de que la respuesta fuese afirmativa para volver a sentir la felicidad y la suerte en su mano. Todo ello sin quitar la vista de la puerta por donde pronto entraría el hombre que requería sus servicios, un inglés que se había asentado en el sur de Francia y que conocía a la compañía por una estancia que tuvo en tierras hispanas.

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Ibelia.jordan



Solo hicieron falta cuatro gritos y tres golpes de espada para reducir a los oponentes que salieron de la taberna tan deprisa que alguno dejó su honor por el camino.
-Mucho ruido y pocas nueces. ¿Cuantas veces he visto esa actitud de hombre mezquino? Recuerdo aquel Comendador que había arruinado Sagunt. La dama se perdía en esos pensamientos con la hoja en la mano todavía.
-Ahí mi esposo estaba de mi lado, los dos unidos en una misma causa Pero ahora.... ¿Como actuar a partir de este momento con el mercenario que al parecer es mi esposo? ¿Debo seguirle en su locura?

Aunque la memoria de los hechos seguía estando un poco confusa lo que si vió claro fue el vínculo con aquel hombre, algo más que un simple contrato lo que la llevaba a velar por él y estar a su lado.
Recordó que había renunciado a su nobleza, a acompañarla en el camino de responsabilidades y servicios al reino de Valencia. Recordó la discusión anterior al secuestro en el Marquesado de Sagunt.

Dejó de lado estos pensamientos que provocaban dolor y angustia, sentimientos que no se permitía a si misma mostrar. Ella era fuerte y como siempre superaría cualquier contratiempo. Se dejó conducir hasta la mesa del rincón por Ysuran que parecía satisfecho con la actuación de la dama.

En el momento que la miró, ella ya había escondido sus lágrimas y mostraba una sonrisa algo forzada pero que convencería al hombre que se mostraba jovial y con cierta ironía preguntó. - Marquesa... ¿Por qué nos habeís ayudado?¿Habeís recordado todo? 

-Si, he recordado algunas cosas. . . Quizá algunas que quisiera olvidar. . .
Pero bueno os debo una disculpa por mi comportamiento, si habéis sufrido por mi causa. Sabed que fue sin intención fruto de un mal golpe, creo. . . . Esa parte la tengo confusa.

Chasqueó un poco la lengua con cierto fastidio.
-¿Y ese vino que me ofrecisteis?
Con gusto os lo aceptaría. . . Tengo la boca seca como si hubiese comido un esparto.
¿Que poción ponzoñosa utilizasteis para privarme de mi voluntad?


El hombre sirvió en las copas el vino peleón que le trajo la moza de taberna.
-¡Que sea la última vez que me drogáis sin mi consentimiento! Exclamó la dama dando un largo trago que dejó la copa vacía.
-Me temo que en Castilla, Aragón o Valencia el vino de taberna siempre es el mismo brebaje, pero en Francia no es mucho mejor, ¡encima aguado! Se rió y volvió a beber del vaso que de nuevo el caballero llenaba.

-Bueno en cuanto a la ayuda. . . vos me lo pedisteis y nunca pude negaos nada . . . eso lo recordé de repente. Mi camino esta a vuestro lado aunque no sea el que más me guste ... porque este asunto de Francia no lo veo nada claro.

¿No irás a meterme en algún lío diplomático? Tengo una reputación que mantener.

La dama se expresó alegre con fingida ofensa pero sus ojos sonreían. Se sentía a gusto en aquel momento.

-Mi copa se vacía muy pronto, esposo. . . ¿Tú no bebes? ¿Qué miras tanto hacia la puerta?


La dama seguía la mirada de Ysuran que distraído ya de su conversación estaba pensando en otra cosa. Seguro que ahora venía cuando le contaba algún extraño y loco plan al que no podían renunciar.

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--Oliver.


Puntual, como era y debía ser él por pertenecer al Reino de Sussex en lo que se conocía tiempo ha como la Britania, llegó a la posada en la que había de reunirse con esa compañía hispana para solucionar algunos asuntos y acabar con el gabacho, Raúl de La Fère, que estaba destruyendo sus oportunidades en el pequeño mercado de textiles en el sur francés donde competían.

Oliver tenía claro que su competidor más directo estaba jugando sucio y empleaba esclavos para abaratar los costes además de otras irregularidades que la población no le habían creido por ser extranjero. Y que demonios, aunque no fuese cierto, el gremio no debía permitir esos precios desleales y como nadie hacía nada él lo haría.

Rackham, que así se apellidaba, cruzó la puerta de la taberna frente a la que había pensado y respirado tanto antes de entrar. El lugar parecía que acababa de vivir una guerra entre reformistas y aristotélicos por lo menos, había mesas tiradas, platos y picheles por todos lados que un sirviente se apuraba en recoger mientras que en las mesas sobrevivientes se veían pequeños grupos de hombres y mujeres, entre los que vislumbró a una pareja que le llamó especialmente la atención, sobre todo porque el hombre lo miraba con curiosidad. Sin duda, con él tendría que hablar.

Se acercó a la mesa de la pareja esquivando los obstaculos del camino y sentó junto a ellos sin decir una palabra, hubo un silencio y luego habló:

- ¿Capitán Pellicer?


El hombre asintió con la cabeza y presentó a su acompañante. Oliver les explicó brevemente el caso, les dio las señas del gabacho y les indicó el lugar donde se encontraba el taller que debían encargase de destruir y si era posible que obtuviesen pruebas de su trata de esclavos, pero aquello era secundario.

Terminada la charla, se acordó que todo se haría a la noche siguiente y viendo que se hacía tarde y que todo estaba ya resuelto, Oliver Rackham se despidió de los mercenarios con un apretón de manos, en las cuales dejó la mitad del pago del trabajo que debían realizar; la otra mitad se entregaría realizado el trabajo que en teoría no era demasiado complicado.

Marchó entonces feliz a casa, dejandolos a todos en la posada, por fin podría obtener benificios de aquella herencia familiar acumulada durante casi 200 años desde que su antepasado pasó por el Reino de Sevilla y obtuvo grandes beneificios en la iglesia.
Ysuran


Observó Ysuran retirarse al cliente, para ser extranjero de dos tierras había hablado muy claramente el idioma. Cuando ya estaba fuera del local, el Pellicer se volvió hacia su esposa, le dedicó una sonrisa y dijo:

- Pelirroja, ¿Qué te parece la idea? No parece algo muy complicado, mañana temprano podemos ir a ver el taller del francés. Debemos conocer como es el local, que entradas tiene el lugar, donde está el despacho para tomar pruebas del supuesto esclavimso y como hacer para acabar rápido.

El Pellicer, mientras Ibel le daba alguna idea, de esas tan buenas que tenía y por las que la consideraba una sabia, llamó al dueño de la posada para pedir algo de cenar. Los planes irían mejor con la barriga llena y mucho mejor al día siguiente cuando hubiesen descansado.

La pareja cenó con Ysuran preguntando a su esposa por los días que habían estado separados, tenía mucha curiosidad por saber como había llegado hasta la ciudad y su aventura desde que la perdió en el barco. Aunque por algún motivo la pelirroja estaba algo callada.

Pasada la cena se fueron a descansar, el día se presentaba duro por todas las investigaciones que debían hacer sin llamar mucho la atención.

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Ibelia.jordan



La dama dirigió su mirada hacia la puerta y vio aparecer al extranjero, aunque en Francia ellos también lo eran, la apariencia y la vestimenta de los del Bearn no distaba mucho de la de sus vecinos montañeses del otro lado del Pirineo, no así la del tal Racklam que vestía ricas telas adamascadas en un tono azul brillante rematado por bordados dorados, así mismo complementaba su atuendo un sombrero con pluma a juego y una capa grana corta de buen paño.

El hombre se veía joven con ligero acento inglés pero hablaba un castellano como si fuera de la misma Valladolid.
Esbelto y elegante en sus ademanes no dejaba de mirar a la dama mientras hablaba con el Capitán casi de forma provocadora como si se hubieran conocido en algún momento pasado.

Cosa que la Marquesa no hubiese olvidado ya que personaje semejante, un ridículo bufón, como pensaba que era el tal Olivier, para su gusto, hubiera sido difícil de olvidar.

Mientras aquel explicaba la misión al Capitán, ella se sintió desplazada. No entendía porque su esposo hacía aquello, ¿que le podía mover a trabajar al servicio de otros y no a si mismo? ¿por dinero ? ¿Aventura? ¿Autodestrucción? Aquella Compañía no podía traer nada bueno y . . . yo. . . ¿qué pinto aquí?
Para escuchar esto hubiera preferido no recuperar la memoria.


Disimulando su contrariedad y pidiendo otra botella de vino, esperaba que este fuera algo mejor; decidió retirarse pronto casi sin cenar. Sin poder responder a las preguntas de Ysuran que parecía entusiasmado por la nueva aventura en la que la Dama no se veía con ánimo de participar, pero tampoco se atrevía a enfrentarse con su esposo para quitarle la idea.

Solicitaron habitaciones en la posada y se llevó lo que quedaba de la botella de vino a su alcoba, tenía que idear un Plan de contra ataque para frustrar los planes de la Compañía y que su esposo no se lo tuviera en cuenta.

Muchas vueltas dio esa noche a la idea hasta que el sueño llegó para poner algo de orden a su caótico pensamiento.

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Ysuran


Estaba bien entrada la madrugada cuando Ysuran se despertó, aunque habían tomado habitaciones separadas para dar descanso a Ibel que tantas aventuras había vivido desmemoriada el Pellicer la echaba mucho de menos, sentirla cerca era reconfortante para su agitada alma que aún se preguntaba si realmente había hecho lo correcto al renunciar a todo por unos ideales, quizás demasiado puros e integros en una época en que los héroes ya no vivían y solo importaba el dinero, todo controlado por rufianes corruptos que vendían la salvación por una buena comisión.

Tomó pues la decisión, se puso sus calzones y la camisa. Acto seguido tomó la lucerna de la mesilla de pino, que estaba junto a la cama, y salió al oscuro pasillo de la primera planta de aquella posada. La habitación de su esposa estaba pegada a la suya por lo que no tendría que andar demasiado para llegar. Frente a la puerta dio un par de golpes con los nudillos sobre la puerta pero no obtuvo respuesta, así que agarró el pomo y lo hizo girar para abrir y encontrarse con el interior del cuarto frente a él.

La dama dormía en su cama, aunque no parecía cómoda y en la mesa, cerca de ella una botella de vino era fiel testigo de que la mujer había tardado aquella noche en dormirse. Ysuran dio un par de pasos, procurando hacer ruido y despertar a la dama desde lejos, ya la conocía y si la despertaba de cerca podria acabar con el cuello emanando sangre sin previo aviso. Como no conseguía que no despertase, se acercó y dio un par de golpes a la mujer en el hombro, esta reaccionó como se esperaba, Ysuran se retiró un poco le dedicó una sonrisa y dijo:

- Te he echado de menos...

Al día siguiente los tenues rayos de sol matutinos entraron en la habitación regando de luz la cama donde dormían Pellicer y esposa. Ysuran se incorporó frotandose los ojos para ahuyentar al cansancio y dio un beso a la pelirroja para que hiciese lo mismo, era hora de prepararse para ver el famoso taller que tenían que "intervenir".

Preparados y desayunados, salieron del hospedaje para dar una vuelta por la ciudad, haciendose pasar por viajeros y curiosos con ganas de comprar iban acercandose a distintos lugares importantes, obradores, hornos, talleres, pañerías, etc. hasta que finalmente se encontraron frente al taller que tenían encargado arreglar. Se dieron un paseo a su alrededor, a simple vista no era más que un edificio no muy grande con un par de puertas, una delante para visitar la tienda y otra trasera por donde accedían los materiales y los trabajadores. Tenía pocas ventanas y parecía tener dos plantas, cosa que quedó desmentida al pasar al interior con la intención de comprar paños y ver que se trataba de un edificio de un planta a doble altura.

El dueño fue quien los atendió, puediendo ver que se podía tratar de poderosos clientes ya que se habían interesado en prendas bastante caras, aceptó con gusto enseñales el taller, todo era poco para agasajar a potenciales clientes. El lugar constaba de varias mesas de gran envergadura donde trabajaban varios grupos de mujeres, la mayoría de otras tierras sin duda, había también un par de telares en el fondo junto a unos grandes barreños donde preparaban los tintes. Pudieron ver una puerta que determinaron sería la que habían visto anteriormente por fuera y otra más que no sabían donde daba acceso y la cual se negó el propietario a enseñar, calificando esa zona de privada. Por lo que Ysuran pensaba debería ser el despacho donde estaría la información de esos turbios negocios de los que hablaba Oliver.

Finalizada la visita y con algunas cosas nuevas, se marcharon para ver al resto del grupo y debatir el plan a seguir. No parecía muy complicado, el lugar no tenía vigilancia privada, sería fácil irrumpir coger los documentos y destrozar todos los instrumentos, amén de que si podían arrasarían el edificio, pero esa más complicado y peligroso porque llamarían la atención, además Ysuran notaba que su esposa había tenido el ceño fruncido casi todo el día, el Pellicer sabía que la idea no le atraía, deberían hablar cuando todo finalizase para volver a remar ambos en la misma dirección.

En la posada se reunió el grupo e Ysuran explicó lo que había visto y como harían todo, diciendo así:

- Señores esta noche será, nunca hemos tenido un pago más fácil que este, la vigilancia es casi nula, las puertas son fáciles de tumbar y los instrumentos y herramientas de madera no serán dificiles de destrozar, lo complicado será arrasar el edificio, es una buena construcción y al ser tan alto el fuego no se exiende rápidamente, pero eso te lo encargo a ti Barrachina, espero que lo hagas bien, todos conocemos tu gusto por el cálido elemento.

Todos rieron y se marcharon a prepararse.

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