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[RP] El éxodo

Ysuran


¡Jaque mate! Volvía a ganarse a él mismo en aquél juego de ajedrez contra si mismo mientras la noche pasaba sin que pudiese dormir, había descansado tanto que no tenía ya sueño así. La puerta sonó justo cuando había dispuesto nuevamente las figuras, si había sonado a esa hora la visita debía ser muy importante así q se levantó con dificultad y tratando de mantener el equilibrio fue hasta la cama y de ahi a la puerta, el bastó estaba demasiado lejos para cogerlo en ese momento.

Abrió lentamente para ver a su visitante y una leve sonrisa no pudo ocultarse en su rostro, la pelirroja venía preciosa en la noche, se apartó a un lado como pudo y sin apenas hablar la hizo pasar aprovechando para vislumbrar su figura tan esbelta como siempre, no le extrañaba que tuviese pretendientes...

-Bueno...¿Qué te trae por aquí a estas horas? Dijo Ysuran a su esposa que estaba allí plantada, tal vez esperando que Ysuran tomase la iniciativa donde las palabras sobraban y faltaban actos que empezaría, con cierta timidez a pesar del tiempo, en el beso que había antes terminado demasiado pronto...

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Ibelia.jordan



Ya iba a volver decepcionada a sus aposentos pensando que su esposo dormía de nuevo, cuando escuchó leves pasos al otro lado de la puerta; su corazón comenzó a latir apresuradamente, la puerta se abrió lentamente.
Como si fuese la primera vez que lo viera, enmudeció nerviosa y vacilante, balbuceando una respuesta que tardaba en salir de sus labios; ingresó en la habitación conducida por Ysuran que se mostraba sorprendido por la visita nocturna. -Bueno...¿Qué te trae por aquí a estas horas?  Le preguntaba a la dama.

-No podía dormir.... veo que tu tampoco duermes. . . . me preocupaba que estuvieras bien . . . . solo es eso. Le dijo sin atreverse a dar el primer paso.

-Me preguntaba. . . si querrías que te acompañara. Proseguía mientras se acercaba a la mesa donde estaba dispuesto el tablero de ajedrez.
-Siempre dijiste que me enseñarías a jugar. Si te parece bien, podemos empezar ahora. Pensó que sería una buena escusa para estar juntos un poco más.

Se dio la vuelta y contuvieron sus miradas unos instantes que a la dama le hicieron recordar unos versos olvidados "Haz que vea de nuevo la mirada que obró en mí como el sol obra en el nieve, . . ." Se sintió conmovida y quiso acercarse, pero una vez más luchó y venció a sus impulsos sin dejarse llevar.

Dejó la vela que llevaba en la mano sobre la repisa de la chimenea y volvió hasta donde el hombre se encontraba.
-¿Necesitas que te ayude en algo?
No quiso incomodarle porque sabía que su esposo era orgulloso y le gustaba llevar la iniciativa.
Pero extendió su mano hacia él, rozó su mejilla suavemente, se entretuvo en sus labios un momento y le dijo. -Yo si necesito algo, . . . sería feliz con un abrazo.
Se quedó allí plantada ante Ysuran, parecía que volvía atrás en el tiempo.

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Ysuran


Ysuran se sintió como desplazado a otro lugar, aquellas caricias le traían recuerdos, buenos recuerdos y le daban tranquilidad y esperanza, notaba en ellas ese apoyo que siempre tuvo en todos los planes desde comprar un barco hasta conquistar el mundo, daba igual lo que fuese con ella todo era posible. El Pellicer dio el abrazo que la mujer pedía acompañado de un beso para luego decirle, justo frente a su rostro:

- Estoy bien...aunque demasiado descansado.

Acto seguido la tomó de la mano y la acompañó, con alguna dificultad para andar pues aún sentía las piernas como dormidas, hasta la mesa donde estaba el ajedrez y la invitó a tomar asiento situando luego él frente a ella.

- Este juego en realidad es fácil, lo dificil es manejar las estrategias para ganar y su objetivo es encerrar al "rey" sin que pueda moverse sin defensa posible. Con vino se entenderá mejor- Dijo señalando la figura que representaba al rey y sirviendole una copa de vino de Anjou que había hecho traer en cuanto había recobrado parte de su caracter.

- Esta es la "dama o reina" es la figura más valiosa, se mueve para todos lados y tantas casillas como quiera. Vamos es la que tira del carro como en toda casa noble. Esta de aquí es.... Y siguió explicandole cada figura y sus movimientos, intercalando la actividad didactica con sonrisas, caricias, charlas y coqueteos que hizo que la mañana los sorprendiera frente a aquel tablero, testigo inerte de toda la íntima velada que sirvió para relajar a la pareja y retomar la confianza que en un principio parecía haberse esfumado durante la cena anterior.

- Marquesa parece que el día nos ha encontrado ¿Cuál es el plan para hoy? Yo voto por cerrar las cortinas y remolonear, el feudo no se caerá un día sin su dueña.

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Ibelia.jordan




El día les había sorprendido con aquel interesante juego que Ibelia había ido comprendiendo poco a poco. Y aceptó la propuesta de su esposo de buen grado a pesar de la infinidad de cosas que le quedaban por hacer, se había prometido a si misma estar pendiente del Pellicer
Cuidarle y complacerle en todo lo que en su mano estuviera, y no fuera a causarle daño, por lo menos hasta el día de su partida prevista en una semana.

-Muy bien "remoloneas" . . . . Dijo divertida por aquella palabra que le resultaba chocante sin tener muy claro su significado. -. . . . todo lo que quieras; ya te cierro las cortinas; yo mientras iré a vestirme y mandaré que nos traigan el desayuno, estas muy desmejorado. . . vas a comer aunque deba ponerlo yo en tu boca.
Se le veía más contenta que en los últimos tiempos. Y después de cerrar los cortinajes de las ventanas, amortiguando los rayos del sol que pugnaban por colarse por cualquier rendija, acompañó al marqués al lecho aceptando la mano que este le brindaba.

Esperó un momento que Ysuran se metiera en la cama y apoyando su rodilla sobre el mullido colchón a la vez que lo arropaba puso un beso sobre su frente. Mientras se demoraba en un abrazo suave y cariñoso sobre las sábanas, procurando no hacerle daño, respiró su aroma que le evocó un pasado reciente y volvió a besarle, esta vez en los labios. Le costaba separarse pero lo hizo sin más, casi repentinamente, como acordándose de algo importante.

-Vuelvo en seguida, . . . . y tu descansa quiero verte fuerte y repuesto pronto, como el día que me sacaste en brazos de casa ¿recuerdas? Parece que haga una eternidad de aquello.
Le dijo sonriendo nostálgica.

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Ysuran


Ysuran sonrió a su esposa mientras salía del cuarto, desayunar sería una gran idea y mejor aún, mientras la mujer se encargaba de supervisar esa tarea él podría saber que ocurre en Montpellier, se negaba a creer en la existencia de un pretendiente, y si existía debía saber de quien se trataba para que recibiera sus "agradecimientos" cuanto antes.

Rodó en la cama hasta el lado más cercano a la puerta, se quitó la sabana de encima y con más facilidad de la que esperaba a pesar de no haber dormido la noche anterior, salió de la cama y fue hacia la puerta, la cual abrió y alzando un poco la voz dijo:

- ¡Abelardo! Ven aquí ¡Ya! Lo que supuso que el mayordomo estuviese allí al momento como si hubiera dormido a la vuelta de la esquina, cosa que también parecía por su aspecto algo descuidado, pero en ese momento el Pellicer no se fijaba en eso, tenia una misión que encomendarle...

- Abelardo, ve al despacho marquesal, busca la carta de la que me hablaste anoche y copiala, incluidos los puntos...y sobre todó, haz una buena recreación del sello ¡Corre! Terminó dandole un golpe en el hombro para lanzarlo hacia su objetivo.

Mientras el lacayo se dirigía lo más rápido a realizar la tarea, chocando en el camino con un par de armaduras que guardaban inmóviles el pasillo...tanto tiempo y seguía sin cambiar...pensó Ysuran mientras regesaba al cuarto y buscaba algo que ponerse, quería recibir el desayuno con mejor aspecto que unos calzones, hasta que no retomase su dieta de carne consideraba que había perdido algo de su físico anterior. Tomó su ropa y pasó su mano sobre su cabeza para aplastar un poco el pelo. Y ahora que ya estaba listo, bajó para buscar el desayuno, además de mostrarse un poco desviaría la atención de los pasillos donde Abelardo estaba realizando su tarea investigadora.

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Ibelia.jordan



Ibelia con aparente tranquilidad, había dejado a su esposo en sus aposentos con la excusa de avisar a los criados para que les preparasen el desayuno, cosa que harían de todos modos, estuviera ella o no. Pero quería agasajar al enfermo y que se sintiera cuidado y restablecido lo antes posible.

Corrió el trecho envuelta en la capa que había usado la noche pasada bajo la cual asomaba el camisón de dormir, era evidente que no había pasado la noche en su cama y al cruzarse con alguno de los guardias pudo notar ciertas sonrisas en sus rostros.
Hizo como si nada viera, no era momento de hacer que se cuadraran en aquella situación tan poco castrense, nunca había dejado verse sin la apropiada vestimenta para cada momento y aquella excepcional ocasión, la hacía perder la seguridad que siempre mostraba.

Por ello antes de nada quería pasar por sus habitaciones al otro lado del pasillo para vestirse con decoro y ocuparse de algunos menesteres que dejó pendientes la noche anterior. Sus asuntos pendientes, no podían esperar ni un día más. Debía dar respuesta a la carta del Duque de Montagnan.

Entró a la estancia y se dirigió al vestidor contiguo a la alcoba. Abrió y atravesó las puertas decoradas con tablas inspiradas en los manuscritos del Roman de la Rose.
Era un pequeño habitáculo en el que la dama guardaba sus vestidos y joyas, ya fuera en baúles, estantes, arcones o cofrecillos, algunos de los más preciados vestidos en gabanes que imitaban sus formas femeninas y se adaptaban como un guante a aquellos maniquíes.

Quiso mostrarse femenina y hermosa aquel día para deleite de su esposo y eligió un vestido que realzase su belleza sin ser ostentoso ni recargado. La sencillez siempre había sido apreciada por el Pellicer y esperaba que siguiera conservando sus gustos, sobretodo en lo que a ella le atañía.

Se encontraba en la tesitura de escoger entre varios tocados que cumplían con aquella premisa, cuando oyó un estrepitoso ruido metálico proveniente del pasillo.
No hubiera dado importancia al asunto si no hubiese sido seguido del ruido de la puerta de su habitación al abrirse sin mucho cuidado.

Miró a través del resquicio que dejaban las puertas entornadas, con sigilo, pues nadie entraba a sus aposentos sin ser convocado y mucho menos sin llamar a la puerta.
Se sorprendió al ver allí al patoso mayordomo de su esposo que seguramente habría errado en la ubicación de algún lugar de la casa y eso que llevaba años a su servicio.
Cuando iba a salir a echarle con cuatro gritos que al hombre habitualmente, le resbalaban como agua de lluvia, lo vio dirigirse con paso seguro hacia su escritorio, en sus manos sospechosa pluma y culpable papel.

Ibelia comprendió quien lo había enviado y con que intenciones.
Se quedó paralizada y dolida pensando -Mi esposo no confía en mi, yo que no me separé de su lado en toda su enfermedad. Ha mandado a su fiel criado a hurgar entre mis cosas. ¿Con que finalidad? ¿Que hago, le sorprendo? Quizá sea mejor dejar y ver que tanto interés tiene en saber de mi y no se atreve a preguntar.
Ibelia bastante molesta por la situación decidió . -Voy a salir y sorprenderle en su espionaje, nadie me deja dentro de un armario así como así.

-¡Abelardo! ¿Se puede saber que haces? Gritó mientras se dirigía hacia él. -Gracias al Altísimo no tengo cerca mi espada porque ya serías hombre muerto.
Ya puedes dar una explicación que me satisfaga si no quieres verte en la calle con un cepo en el cuello.


La mujer lo miraba severa aunque sabía que el fiel criado de Ysuran era capaz de dejarse arrancar la piel por su señor.

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Abelardo.



ABELARDO

Ya casi lo había conseguido, solo tenía que ir al cajón y copiar la carta, había tenido que evitar muchos guardias para llegar ahí, no porque no le fuesen a dejar pasar, sino porque luego le dirían a la marquesa y el pobre tendría que responder preguntas cosa que no era bueno haciendo, le sudaban las manos, tartamudeaba y a veces incluso se desmayaba.

Fue tocar el cajón y un escalofrío recorrio su espalda, tras él apareció la marquesa, tan dura como el esposo...si ya lo dice el refrán...quien duerme en el mismo colchón... Los gritos calaron a Abelardo hasta el fondo de su cuerpo dejandolo paralizado, no saía aún si de la vergüenza o del miedo, pero la situación requería respuesta, y las daría. Primero pensó en mentir, pero no podía esa mujer siempre le había protegido así que estaba en deuda con ella y por lo tanto deció contarle todo.

- Ilustre...su esposo...me pidió que tomase nota de algunos documentos de su despacho, él quiere saber de las cuentas, supongo que será para ayudar, sobre todo está interesado en los escritos de Montpellier, creo que quiere ayudar en todo lo posible ahora que él está...en plena forma. Dijo corriendo como si se hubiese aprendido la respuesta de memoria, esperando con ello contentar a la mujer y poder salir de allí sin más que un golpecito.

- Creo señora, que le preocupa con quien hace usted negocios porque ha recalcado la importancia de transcribirle el sello de la carta para conocer a su remitente. Añadió tras ver que la de Sagunt no decía palabra ni para bueno ni para malo, por lo que él estab allí sin saber si podía o no copiar la carta.
Ibelia.jordan



La de Sagunt confirmaba sus sopechas sobre el interés de su esposo en espiarla, mas desconocía los motivos que lo empujaban a comportarse de aquella forma nada más despertar y tomar conciencia de su estado.
Ibelia sabía perdonar y soportaba sus manías hasta el límite y aquella nueva faceta la tenía desconcertada.
Pero dejó de lado todo eso porque se había prometido a si misma ser la esposa perfecta aquellos días que faltaban para su partida y así decidió, nada enturbiaría su reencuentro, por mucho que la Fortuna se empeñara en castigarle privándola de la ansiada felicidad.

Con voz firme se dirigió al criado paralizado que delante de ella balbuceaba sin mucha precisión en sus explicaciones.

-¡Calla de una vez y olvitate de que te he pillado con las manos en la masa!.
Sal de Aquí de inmediato y ya resolveré estas cuestiones con tu señor. ¡Que sea la última vez que te veo en mis habitaciones sin que hayas sido llamado!

La marquesa iba calmando su ánimo mientras en su cabeza se fraguaba un plan y con tono más amable le iba diciendo al criado las cosas de las que debería encargarse.

-Ahora avisa a cocina que nos preparen el desayuno y que nos lo sirvan las nuevas criadas, esas jóvenes y agradables muchachas alegrarán al marqués,. . . En la galería Este, es la mas luminosa y cálida, que decoren una mesa con flores y fruta fresca, nos traigan vino especiado, huevos, carnes y fiambres; uvas, pan y queso.
Que pongan todo lo que al señor le ha gustado siempre. Deberá reponerse lo antes posible aunque por lo que veo, para ciertas cuestiones, está bastante mejorado.


Antes de ver salir a Abelardo por la puerta, pensó que tenía una carta comercial del Duque en el archivo y abriendo uno de los cajones la sacó y cambió con disimulo fuera de la vista del criado, por la que se disponía a copiar el mayordomo.

-¡Eh Abelardo! No te olvides de la encomienda de tu señor llévatela y copias lo que gustes; me la traes cuando acabes. Dijo al extenderle la carta.

Se sonrió para sí, esperaba que todo quedara conforme con aquel gesto. Ella no se enfrentaría a su esposo, en el estado en que se encontraba no deseaba darle ningún disgusto.

-Ahora vuela a preparar lo que te dije quiero que el Señor esté cómodo y tranquilo que sean satisfechos todos sus deseos y órdenes. Sean las que fueren.
Luego me darás cuenta de todo.


Dejó marchar al criado pensando que con que cumpliera la mitad de las órdenes dadas estaría contenta.
Terminó de arreglarse y salió de la estancia al encuentro de Ysuran.

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Ysuran


Ysuran esperaba en el salón donde él pensaba que iría la marquesa para desayunar, pero en su lugar apareció Abelardo con cara de espanto que en una carrera se puso junto a él. Por el gesto se veía que no habría cumplido su mandato, aún así decidió escucharle.

- A ver dime...¿Qué ha sucedido? Dijo Ysuran sin ocultar el cierto fastidio que le daba escuchar excusas.

Abelardo rebuscó en su bolsillo y respondió al Pellicer todo lo que Ibelia le había indicado que debía decir: - Señor, aquí tiene la carta que me pidió, también decirle que el desayuno será servido en la galería del Este no aquí, y le esperan allí.

Tomó la carta de manos de Abelardo, quizás había cambiado en todo este tiempo y ya no era tan inútil, lo que fue una sorpresa. Después le indicó que se retirase y él marchó a donde le habían indicado, por el camino leyó la carta, solo era un acuerdo comercial, no decía nada de pretendientes, Abelardo debió verla mal la primera vez.

En la galería se encontró un ostentoso desayuno, sin duda la comida era algo que no faltaba en Sagunt, hasta el servicio parecía muy bien alimentado. Se acercó a la marquesa que ya estaba allí sentada esperandolo, tomó asiento junto a ella y dijo:

- Veo que va muy bien en Sagunt, aunque... Miró a la chica que le ponía delante un plato de huevos y cuando se retiró volvió a hablar - Creo que el nuevo servicio va a distraer mucho a Abelardo que ya de por sí anda bastante distraido. Sonrió a Ibel y tomó un poco del desayuno.

Miro hacia fuera, observó el día que hacía y dijo: - Te parece si vamos a ver el Utopía, me puse malo justo cuando lo construyeron y solo he visto los planos. Quiero ver esos cañones de los que tanto hablabamos.

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Ibelia.jordan



Ibelia sonrió ante el comentario de su esposo, se había fijado en las jóvenes criadas a las que poco antes les diera instrucciones sobre su vestimenta que hiciera resaltar sus encantos naturales. Las chicas además eran inteligentes y discretas cualidades poco habituales en el servicio pero apreciadas por el marqués.

-Estarán a tu disposición, esposo, si te complacen y relevaremos de las tareas de tu cuidado personal a Abelardo, ya que al parecer se ocupa de trabajos de más responsabilidad en la casa. Pueden distraerte con lecturas, música y charla. Lo que necesites. Contestó la dama sonriendo al Pellicer.

Ibelia pensaba en la idea de ir al muelle aquella mañana, no era conveniente para sus planes, los preparativos de su viaje en el Bebita I habían comenzado y disimular la actividad en el puerto sería harto dificultoso sin tiempo para dar aviso. Así que tuvo que improvisar una respuesta convincente.

-Creo que todavía debes fortalecer esos músculos, antes de cabalgar. . . . aun estás muy débil; sería prematuro que salieras del castillo ahora, no vayas a recaer.
Podemos dar un paseo por los jardines si deseas moverte y puedo ser tu apoyo si dejas ese bastón.
Pero primero de todo está la comida
No pienso ir a ninguna parte hasta que no te comas lo que tienes delante.

Le sirvió una copa de vino especiado dio un sorbo primero y luego se la ofreció.

-Nada me gustaría más que verte repuesto y me alegra que te intereses por nuestros negocios y el barco está ahí esperando que lo hagas a la mar. Tiempo hay de disfrutar de aquello. Gocemos hoy de la compañía mutua, hace tanto que no hablamos y que no estamos juntos a solas.
Dijo bajando su mirada, pensando en los abrazos que se habían perdido y los besos que no se habían dado.

Se puso en pie, se mostró ante su esposo para decir con coquetería. -Como podrás ver no voy apropiadamente vestida para ir al puerto. Podemos ir mañana a buena hora y pasar el día fuera. Diré que preparen un carruaje y así no te cansarás tanto en el trayecto. ¿Que te parece la idea?

Se acercó a Ysuran sentado en su butaca, poniéndose a su espalda, colocó los brazos alrededor de sus hombros inclinándose levemente se puso a la altura de su oído y le susurró. -Te eché mucho de menos, hoy te quiero para mi.

La dama muy al contrario de su costumbre había desplegado todas las armas y estrategias con las que contaba, en su escaso repertorio de mujer fatal, con tal distraer a su consorte, y sabiendo que quizá se arrepintiera.

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Ysuran


Ysuran conversaba con su esposa de manera animada, allá donde hubiese estado él, sin duda sentía que echaba de menos hablar con ella, debatir cada cosa e imaginar juntos mil planes que entretenian más en su desarrollo que en su ejecución.

El Pellicer comía a petición de la marquesa, sin duda estaba dispuesta a hacerlo mejorar a golpe de remo, cosa que a Ysuran le parecía divertido. Mientras entre bocado iba escuchando planes y respondiendo a todos ellos...

- Prefiero mantener a Abelardo y dejar a las sirvientas para el cuidado de la casa y agasajo de invitados, una vez que te acostumbras a la ineptitud del mayordomo es divertida. Dijo Ysuran ante la idea de tener a tanta mujer cerca que no le dejase concentrarse, cosa que le hubiese venido bien para darse cuenta de cierto tono en las palabras de la ilustre sobre las tareas del mayordomo, que en ese momento, sin embargo, pasó desapercibido para Ysuran que digería la idea de que no saldría ese día del Castillo.

- ¡Está bien! Hoy iremos por el jardín siempre que tu sea mi apoyo y más adelante visitaremos el puerto...espero que eso no retrase tu dura jornada al frente de Sagunt por los negocios que requieran tu presencia. Dijo convencido por la idea de recuperar el tiempo con su esposa que coquetamente se había situado tras él, rodeandole entre sus brazos. El juicio de Ysuran estaba varios palmos más abajo de su cabeza al sentir la voz susurrante de Ibelia diciendo -Te eché mucho de menos, hoy te quiero para mi. Sin duda la carga de tanto tiempo sin sentirse el uno al otro hacía mella en el caballero que se dejaba a hacer a voluntad de la pelirroja...

Las ganas de rodearla en sus brazos, y acariciar su cuerpo como el altisimo la trajo al mundo bajo la constante vigilancia de la tenue luz de un solo candil se agolparon en Ysuran que tomó el brazo de su cara esposa, ayudandola a dar la vuelta y sentarla sobre él, olvidando si algo le doliese por aquél esfuerzo. Sonrió a la dama y la besó con la fuerza de mil hombres luchando por escalar el muro que los separaba de su triunfo. Sin duda se había dejado llevar, poco importaban ya negocios, barcos, jardines, o comidas; para todo habría tiempo.

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Ibelia.jordan



Ibel sintió en lo más profundo de su corazón el ansiado deshielo y como un torrente en primavera, se volcó impetuosa en el beso apasionado de su esposo. Todo su cuerpo tembló fundiéndose en un abrazo sin final. Se amaron como furtivos en su último día de gozo.

El resto de la jornada, pasaron reencontrándose el uno al otro, Ibelia olvidó sus viajes, compromisos y negocios, Ysuran parecía recobrarse con los besos y caricias de su amada.
La dama cuando no ponía sus labios sobre los del caballero, ponía fruta o cualquier otro de los manjares que tenían servidos, con el fin de que el hombre no perdiera su apenas mejorada salud y recobrara el vigor ansiado.
Cuando la luna anunciaba el final del día, volvían de su paseo por los jardines.

Así transcurrieron las horas y los días de aquella semana en la que la marquesa simultaneaba los cuidados a su esposo con los preparativos de aquel viaje a Montpellier; ya no estaba segura si privar a Ysuran de su conocimiento.

Las dudas comenzaron a surgir cuando su esposo parecía ya repuesto en cuerpo y alma. No había pues excusa convincente, para no hablarle del viaje.
Por otro lado el no haberlo hecho ya en su momento complicaba sus explicaciones, pues parecería que había algo que ocultar.

Tarde o temprano él iba a enterarse, así que aquella maravillosa semana tocaba a su fin.
En uno de sus paseos al atardecer por los jardines del Castillo tomó la mano de Ysuran y se paró frente a él.
-Esposo, debemos hablar de un asunto. . . . importante. . . . Ahora ya estás mejor pero es prematuro que te pongas de viaje. . . yo te llevaría pero. . . Comenzó titubeando.
-Tengo que partir mañana con el Bebita. Soltó como un jarro de agua helada.
-Es un viaje de negocios, (y algo más) Añadió su pensamiento. -Nos esperan en Montpellier. Me acompañará Aliena y espero que a mi vuelta te encuentres en plena forma para poder hacer un viaje en el Utopía.

Esperaba la reacción de su esposo aunque por su cara pareciera haber visto algún fantasma.

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Ysuran


Ysuran había disfrutado aquella semana como hacía tiempo que no podía, la grata compañía que había tenido de su esposa sin duda tenía mucho que ver en su recuperación que al tercer día le permitió dejar el bastón olvidado en el armario. No se estaba preocupando de nada, sólo de disfrutar con Ibelia, algo raro en el Pellicer que siempre gustaba saber de todo para intentar sacar beneficio para su casa.

Pero la semana tocaba a su fin, y sin saberlo también aquella idílica situación, en un paseo por los jardines su esposa le informó de un viaje a Montpellier que debía realizar y al que no dejaba la acompañase...

- Pero Ibel, ya me encuentro bien, hasta he vuelto a engordar, creo q incluso podría montar a caballo, así que me gustaría acompañarte a tu destino junto a Aliena.

Parecía que cualquier súplica era rechazada, y cambiada por una promesa de hacer otro viaje más adelante, como al niño que prometen otro juguete nuevo para que no llore por el que se ha roto. Aquello no gustaba a Ysuran, pero sabía que discutir sería totalmente inútil, ella era la marquesa y por lo tanto mandaba, además se le había ocurrido que si al dia siguiente estaba él en el barco antes que ella, la mujer sentiría lastima y le dejaría ir, sino ya improvisaría algo.

- Está bien, pero volved pronto, será muy aburrido estar aquí solo con Abelardo.

Dicho esto continuó su paseo hablando vanalidades o poco de política, donde las noticias eran alarmistas para el Reino, los más exaltados rumoreaban sobre una guerra civil en ciernes.

Llegó la noche y fueron a descansar, apenas Ysuran durmió, planeando como salir de la habitación sin que su esposa notase su ausencia, no era famosa por tener un sueño profundo y notaría muy rápido que él abandonaba el lecho a no ser que...¡claro! aquello funcionaría, tomó una almohada de esas que adornaban la cama cuando nadie descansaba en ellas y la puso en su lugar con sumo cuidado esperando que fuese suficiente para no activar ningún mecanismo donde una piedra rodante le siguiese o algo (entiendase despertar a su esposa).

Ya fuera de la cama tomó algo de ropa y se la puso casi sin mirar, para escabullirse de la habitación y culminar su plan de ir al puerto. Se acercó a las caballerizas y tomó rocín portugués oscuro que le trajo de vuelta del monasterio donde estuvo recluido un tiempo. Lo montó y cabalgó tan rápido como le permitía su cuerpo, esperaba llegar temprano al puerto.

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Ibelia.jordan



No le tocó discutir mucho a la dama y eso le resultaba extraño, Ysuran pareció conforme en quedarse en Sagunt hasta su vuelta. Los equipajes ya estaban cargados y el barco zarparía temprano a la mañana siguiente.

Durmieron juntos esa noche aunque el inquieto sueño de su esposo apenas la dejó descansar unas horas. Estando en el mejor de su sueño cuando sus manos buscaban el calor de su amado un escalofrío recorrió su espalda y la despertó.
Sintió como la cálida presencia de su abrazo se desvanecía al tiempo que algo blando y mullido sustituía el peso y calor humano que irradiaba el Pellicer.

Haciendo como que dormía no podía ver lo que su esposo hacía pero le oía moverse por la habitación como un furtivo ladrón. Entre la intriga y la preocupación la dama no se movió hasta que la puerta se cerró tras él.

Ibelia se levantó y encendió una de las lámparas de aceite que tenía más cercana viendo que el hombre se había vestido con sus ropas de viaje y que faltaban algunas prendas de abrigo.

Pensó - No creo que me haya abandonado, esto es otra cosa, se ve que recupera todas sus facetas incluida la tenacidad de hacer siempre lo que se propone.
Con una media sonrisa en los labios divertida por el gesto de su caballero y sabiendo que nunca le podía negar ningún deseo. Se preparó para el viaje.

En poco tiempo con todo listo, la marquesa, su hija Aliena y la guardia recorrían a caballo la distancia hasta el muelle donde amarraban al Bebita, donde esperaba encontrar a Ysuran.

Una primera mirada la inquietó pues su esposo no se veía por ningún lado.
-¿Si no está aquí donde ha ido? ¿Y si me voy sin despedirme? Sentiría mucho no poder decirle hasta pronto con un beso.
Pensó consternada.


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Ysuran


Esperaba sentado en la oficina del puerto, el viaje lo había cansado en extremo, una vez más su esposa tenía razón, no era recomendable para él aún montar a caballo a pesar de como se sintiese. No obstante lo había hecho y ahora se encontraba allí, dejado caer en el sillón frente al jefe de puerto, vislumbrando como amanecía poco a poco mientras esperaba que llegase la marquesa y su hija para iniciar la travesía hacia Montpellier.

Finalmente los cascos de los equinos resonaron en el puerto, habían llegado más pronto incluso de lo que se esperaba. Como era costumbre uno de los oficiales del Bebita irrumpió en la oficina para tramitar con el jefe de puerto toda la documentación necesaria para poder iniciar la expedición que se pretendía. Fue entonces cuando el Pellicer se levantó de su asiento, saludó gentilmente a los empleados de Sagunt y salió directo al puerto, era el momento de encontrarse con Ibelia y conseguir que le dejase viajar, más bien le valdría pensar algo convincente...

El olor a sal le inundó tan solo abrir la puerta principal, algunos pequeños puestos ya se apilaban junto a las paredes de las casas del puerto, había cambiado mucho aquello desde que Sagunt les pertenecía, había crecido y los mercados aumentaban sin descanso, incluso riñas por lugares de preferencia en los mercados habían llegado al castillo en varias ocasiones. Siguió pues Ysuran con paso firme hacia el Bebita, regodeandose de como funcionaba todo, aquello serviría de excusa para el viaje, su esposa no se negaría a enseñarle como dirigir un feudo.

La pasarela se encontraba extendida entre el navío y los muelles, el paso le fue sencillo, muchos lo conocían y más aún conocían de cuan enfermo había estado por lo que solo se atrevían a cuchichear a su paso sin impedirle subir a bordo. Justo al final se encontró a Ibelia y su hija, estaban ambas mirando por la borda buscando sin duda algo o a alguien. Ysuran se colocó detrás y dijo:

- Me temo que es a mi a quien buscáis mi señora. E hizo una reverencia ante la Jordan con una sonrisa dedicada tanto a ella como a Aliena que tanto había crecido. - Sea pues vuestra búsqueda finalizada y otorgarme la petición que vengo a haceros, me gustaría acompañaos a Montpellier, es mi promesa que no daré problemas ni queja alguna hallareis en mi ánimo que respuesto ansía ver el mar junto a su familia y aprender de vos la dirección y gestión que haceis de estos lugares. Pidió Ysuran a Ibelia, con la mirada en el suelo y con lenguaje poco usual en él, sólo usado ante reyes, con ello esperaba divertir a la dama y que su sonrisa se transformarse en alegría de verlo y le permitiese viajar...

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