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[RP] El éxodo

Ibelia.jordan




Quedaron quietos, callados, ateridos por el frío y la indefensión, abstraídos como en un trance, con la mente suspendida en un vacío de frustración; hasta que el sonido de los caballos alejándose, le volvió a la realidad.

Ibelia tomó consciencia poco a poco de su cuerpo, sus miembros doloridos y sus heridas abiertas, su estado mental parecido al físico; herido su orgullo y abiertas las heridas de su alma, lamentando no haber podido controlar la situación, sentía ira contra si misma. -¿Será esto un castigo Divino? Nuestras acciones no han sido bendecidas por el Altísimo y nos manda su penitencia. Pensaba fustigandose con su amor propio.

Miró tristemente a su esposo que no respondía a ningún estímulo; pareciera que se hubiese ido al paraiso solar, pero aun respiraba y eso era buena señal, la mujer intentó hablarle.

-¡Esposo despierta! ¡Vuelve en ti Ysuran! Gritaba suplicante mientras agitaba el cuerpo inerte. Poco a poco notaba como el frío se iba apoderando de los miembros del hombre, tenía que hacer algo ya porque si no habían muerto por los golpes lo harían por las bajas temperaturas.

Miró en derredor por si quedaba algo del campamento que pudiese ser utilizado. Se quitó su capa y la puso sobre su esposo que yacía en el helado suelo con sumo cui dado, arropándolo con su propio cuerpo hasta que su temperatura pasó de gélida a fría. Se incorporó. Y dijo

-No te preocupes que saldremos de esta, ahora mismo vuelvo. No puedo quedarme quieta tengo que producir mi propio calor. Te prometo que lo conseguiremos.

Comenzó a recorrer palmo a palmo cada piedra y cada matojo a su alrededor en busca de lo que les pudiera servir. Ella había sobrevivido siempre a las adversidades y en aquella ocasión no estaba dispuesta a renunciar


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Ibelia.jordan



Podía sentir el ulular del gélido viento moviendo las ramas de los árboles que circundaban aquel claro, las nubes oscuras que amenazaban ventisca se cernían sobre ellos en los albores de un nuevo día; quizá el último de sus vidas.
Desechó aquellos oscuros pensamientos que paralizaban su cuerpo y su alma para seguir en la búsqueda de cualquier cosa útil que pudiera servirles para el cobijo. Era la máxima prioridad conseguir un resguardo y un fuego que les calentara un poco hasta que su esposo despertase.

Los cueros y pieles que habían utilizado unas horas antes, aunque chamuscados , ennegrecidos y con algún que otro agujero, estaban esparcidos por el suelo. Algunos troncos por aquí y por allá, alguna de las ramas usadas como alimento a la hoguera aparecieron ante su vista.

-¡Gracias al Altísimo! nuestras espadas en sus vainas, ¿Están aquí! Permanecen intactas bajo la tienda destrozada. Dijo en voz alta, elevando la voz, por si su esposo lo oía, poder animarlo a salir de su inconsciencia.
Las recuperó quitando las cenizas de sus ropas y la tierra que había caido sobre ellas. El mastil principal que había resistido al envite de aquellos malditos que seguro les habían dado ya por muertos y alguno de los rectos troncos que soportaban las telas, no habían sido quemados del todo. Posiblemente los pudiera volver a utilizar.

Recogió mas leña, palos y cortó con su espada matorrales que les aislaran del frío suelo, Fue reuniendo, en torno a hombre yaciente, todo lo que en su imaginación pudo ver que podría servirles.
- Mira Ysuran, todo lo que he podido recuperar. Se dirigía a su esposo que no daba señales de vida. - Ahora encenderé fuego con esta piedra de silex intentaré hacer la chispa. Y con las pieles y los matorrales recontruiré nuestro refugio . Aun así estaríamos mejor en un lugar bajo techo, en cuanto pueda exploraré por si hubiera alguna cueva o refugio que nos protegiera un poco mejor .

Mientras trabajaba en darle forma a la idea notaba como sus manos heladas se paralizaban y debía parar; se las frotó mil veces y las acercaba a sus labios echándo su aliento sobre ellas.
Fue preparando el improvisado refugio que envolvía al caballero. No podía trasladarlo y le arregló como bien pudo un lecho más cálido. Cuando consiguió después de varios intentos, golpeando la piedra con su espada, encender una debil fogata ya el sol llegaba a su cenit y ligeros rayos se colaban entre las nubes dando un poco de esperanza a la dama.

-¿Que te parece esposo? Le iba diciendo a Ysuran con alegría. -Todavía no se me olvidaron los tiempos en el bosque. Si os hubierais casado con una dama de alta alcurnia, nacida entre algodones, no se si saldrías de ésta.
Tocó la frente del hombre que parecía haber recuperado algo de calor conforme el fuego iba tomando más fuerza. Le acercó un viejo pellejo que había llenado con agua, parecía que lo hubieran tirado por inservible, pero el que lo hubiera hecho no sabía el buen servicio que le proporcionaría a la pareja. Así fue pasando la tarde, cuidando del bienestar del enfermo intentando hacer porque despertara. Recorriendo los alrededores buscando leña o un lugar mejor dónde protegerse de las inclemencias del tiempo. Al no encontrar un lugar mejor, dio por acabada su jornada.

Se tumbó junto al hombre, cuando el sol se escondía, para darse calor y notó como su estómago rugía, demandando algo más que agua. No tenían nada que comer. Debería pensar en cazar algún conejo o pescar algo en el río porque en esta época no hay ni frutos ni bayas que recolectar quizá alguna raíz pero esperaba no quedarse allí eternamente. que pronto Ysuran despertara y pudieran moverse hacia algún lugar habitado o que algún viajero caritativo les socorriese.
Rezó al Altísimo para que la noche no les sorprendiera con peligro alguno.

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Ibelia.jordan



Fue la noche mas larga de su vida; apenas durmió, alertada por cada sonido, pendiente de mantener el fuego encendido, preocupada por su esposo que seguía respirando, pero su alma parecía encontrarse más en el Paraíso Solar que en el mundo de Ibel.

Por fortuna los peligros de la noche en el bosque no llegaron hasta ellos y el amanecer llegó oscuro y nevoso, apenas parecía que el sol hubiera salido salvo que se dejaba ver entre las grisáceas nubes que cubrían el cielo. La niebla espesa y húmeda flotaba a su alrededor del que solo llegaba a vislumbrar unos pasos.

Así iba a ser más complicado ir por ayuda y volver sin perderse en el bosque entre la niebla.
Cada vez entendía más el por qué no les habían matado; les dejaban en la tortura de morir de frío y hambre, abandonados a su suerte.


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Anne_marie


Entre la espesa niebla y la nieve, el paisaje solo era un destellante campo blanco. Aun así, avanzaba tapando su rostro con un cuello de lana para protegerse del frio, mientras estiraba de las mulas.
Conocía aquél camino como la palma de su mano, así que a pesar de no ver nada sabía por dónde debía continuar.
Habituaba cruzar el Pirineo Francés para llevar productos hacia Aragón y volver cargada con otros productos de intercambio o con sacos de escudos. Aquél camino era poco transitado y con el temporal de invierno, no padecía por los asaltadores.

Pero el olor a humo captó su atención. Paró en seco, fijándose en la dirección del viento y desenfundó la daga de bajo su grueso manto, mientras se dirigía a dónde provenía el olor. Si eran asaltantes no quería que le pillara de imprevisto y prefería sorprenderlos a ellos.

A los pocos pasos empezó a vislumbrar una débil fogata, que hacia esfuerzos por mantenerse encendida y seguidamente empezó a ver una campaña que parecía hecha con pieles. Se detuvo. Y al poco vio una encogida figura entre la tienda y la fogata.

Qui êtes-vous? – Exclamó sacando la daga y apuntando a la mujer.
Ibelia.jordan



Ibelia rezaba, ya no esperaba otra cosa más que el Altísimo la llevara al lugar donde su esposo parecía que se encontraba. Sin aliento casi, pero con el rostro serio y sereno que la dama acariciaba dándole calor.

Toda la esperanza del día anterior se había tornado desesperación con el alba y sentía que no debía desfallecer y seguir luchando por sus vidas, pero a cada instante le parecía más dura su carga.

-Querido esposo, Ysuran, despierta y salgamos de aquí.
Se entretenía en una ficticia conversación a la que solo su imaginación respondía.
-No te preocupes que yo te ayudo a caminar, podremos poco a poco salir hasta el camino y seguro encontramos el pueblo en unas horas.

Un crujir de ramas a su espalda alertó sus entrenados sentidos. Podría ser un animal o quizá algún caminante, ¿irá con malas intenciones o no? Se preguntaba mientras su mano buscaba la espada bajo la capa. -Si eres animal me servirás de comida y si no lucharé hasta la muerte.

Antes de ponerse en pie con su espada y comenzar una pelea, una daga se interpuso entre su rostro y la mujer que la portaba. No parecía otra ladrona, aunque si lo fuera poco le quedaba ya salvo la vida, y no le importaba perderla.

Antes de blandir su arma contra aquella que le preguntaba quien era, la miró a los ojos, al ponerse en pie y mostrar su arma ambas quedaron quietas unos instantes.

- ¿Quien eres tú? Preguntó a su vez.

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Ysuran


Frío, era lo único que sentía, había sufrido golpes peores y heridas más graves que aquella pero sin embargo allí estaba, tirado en el suelo sin poder levantarse, sintiendo el frió de la nieve que le penetraba el cuerpo y le llegaba al alma que intentaba huir de la carne que la aprisionaba en una exhalación, la cual nunca llegaba, que se retrasaba, que la dejaba allí amarrada a su carnal cárcel que antes fuere su casa.

Mientras Ysuran, solo podía contemplar aquella pelea interna sin poder hacer nada, él sólo quería volver, quería levantarse abrazar a su esposa y salir de aquel bosque, pero era imposible, su esfuerzo inútil, hasta que en su interior volviese el orden que se había roto como un gota del rocio al caer del arbol en una mañana soleada de otoño. ¿Qué hacer?¿Cómo responder?¿Cómo ayudar si solo podía observar? Fuera de sí solo veía la melena de fuego de su cara y amada esposa moverse de un lado a otro, tratanto de despertarlo de con resultados claramente nulos y previsibles.

Ysuran se esforzó por moverse pero no pudo, ni siquiera pudo despegar los labios ensangrentados y tras eso, cayó en el fondo de si mismo, para observar aquella alma partida que buscaba con ansia huir, que ya no quería obedecer al hombre ¿Acaso el Altisimo lo había abandonado y reclamaba su alma como pago por la vida que había tenido? Se decía Ysuran mientras miraba aquella terrorifica escena sin poder hacer nada ahi al igual que fuera.

Pasó el tiempo y voces fuera le hicieron observar, alguien se había acercado a la pareja y ayudaban a la pelirroja a moverlo, a él, a Ysuran Pellicer, que habia cabalgado siempre, corrido, navegado sin ayuda, que había sido barón y heraldo, y ahora quedaba relegado a un peso muerto que otros debían acarrear. Sin embargo no le quedaba otra que dejarse hacer como si de un esposo en formol se tratase hasta que consiguiera hacer él algo más que observar sin ni siquiera mover los ojos. Sin duda todo estaba en aquél alma que sentia rota y arreglar aquello podía ser cosa de mucho tiempo.

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Ibelia.jordan



Ibelia contuvo su respiración y miró en profundidad a su oponente sintió rendirse ya no podía seguir haciéndose la indestructible y se desmoronaba ante una desconocida que la tenía a su merced.

Las dos mujeres frente a frente como si de un espejo se tratara, leyeron en sus ojos la verdad de cada una; poco a poco en un eterno momento bajaban sus espadas y casi sin mediar palabra estaban cargando a Ysuran en el carromato de la viajera en un lecho lo más cómodo que pudo hacerle con lo que a mano se encontraba.

La valenciana tomó las pocas cosas aprovechables del improvisado campamento y acompañó a la mujer hasta el carruaje donde se puso a su lado. No sin antes cubrir a su esposo con una manta, darle un poco de vino especiado y algo de caldo, proporcionado por la piadosa mujer que les ayudaba. Con un cálido beso lo dejó al calor de las pieles, esperando que volviera el color a su amarillento rostro.

La marquesa tomó también un sorbo de vino, comió un pedazo de pan y queso, luego, un poco más tranquila se dirigió a su salvadora.

-Gracias Dama, soy Ibelia Jordan Marquesa de Sagunt. Le estaré eternamente agradecida esto que hace por mi esposo y mi persona es algo impagable. Aunque soy generosa y en cuanto pueda volver a recuperar mis pertenencias, tened por seguro que seréis recompensada. ¿Con quien he tenido el gusto de coincidir en el camino? Viajáis sola y parece no importaos el peligro.


Ibel se tapó también con su capa mientras la francesa reanudaba el camino rumbo a Aragón

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Ysuran




Tiempo hace desde que todo lo ocurrido en el norte quedó atrás, la aventura de la Compañía Roja se tildó en fracaso y la vuelta lejos de mejorar la perspectiva, supuso un ataque para el matrimonio del que Ysuran no salió bien parado y por el que acabó en cama en un estado de incosciencia que supuso una carga para su esposa que tuvo que compaginar varios trabajos en gobiernos e instituciones de Valencia y Aragón con la desdicha de cuidar del rubio. Pero todo ciclo tiene un fin...

Septiembre de 1463.

En la alcoba de la marquesa, estancia que se habia tornado un tanto lúgubre desde que su esposo cayó en su estado vegetal, donde antes entraba luz natural ahora había cortinas oscuras, donde había floresy jarrones solo quedaban platos y palanganas de agua para el marido, donde había vida y alegría solo habitaba el silencio y la tristeza. Y justo en el centro Ysuran, metido en la cama, bajo una maraña de sabanas que le daban aspecto de momia, atuendo al que acompañaba su mirada perdida sobre el tocador de la pelirroja.

Como cada día, desde aquella desdichosa rutina, Ibelia se había marchado dejando allí a Ysuran que como siempre no hizo ni un gesto al sentir el beso de despedida, después le quedaban varias horas solo hasta que viniesen a encargarse de su aseo. Aunque ese fue diferente, el silencio fue roto justo cuando entraba Abelardo para preparar lo necesario, una tos hizo acto de presencia seguida de un pequeño hilo de voz... Ib...Ibel...

Abelardo del susto tiró el balde con agua, cayó al suelo y tratando de agarrarse arrancó las cortinas que acabaron sobre él, pero dejaron entrar una luz cegadora en el cuarto que hizo que los guardias entrasen raudos preocupados, para encontrar la escena entre absurda y sorpresiva.

- Ib...Ibel... Volvió a repetir Ysuran girando la cabeza y dirigiendo su mirada después de mucho tiempo. Fue rápidamente atendido por una de las sirvientas mientras otra levantaba a Abelardo y pellizcandole le decía.

- Ve a buscar a la marquesa ¡Inmediatamente! Los demás fuera

Todos obedecieron y solo quedaron en el cuarto el Pellicer siendo cuidado a la espera de que apareciera la pelirroja, ya era hora de moverse, mucho había descansado.

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Ibelia.jordan



Despertares y recaídas, había aprendido a vivir en un ¡Ay! carente de emoción. De nuevo su esposo volvía de aquel lugar remoto en el que se perdía su alma.
El aviso de un criado a las puertas de la parte noble del Castillo, lo que antes consideraba su hogar, volvió a conmoverla por mucho que no deseara mostrarse vulnerable.

Llegaba de su ronda diaria con la Guardia de Sagunt; recorrían el feudo de norte a sur y de Este a oeste con el pretexto de mantener el orden y la paz en aquel fértil territorio.

La marquesa encontraba en aquellas cabalgadas la verdadera esencia de cuidar su tierra Valenciana en nombre de la Reina, sentir a sus gentes y vasallos cercanos y olvidarse de las preocupaciones de un hogar roto.

-Avisad a mi esposo, si está despierto, que iré a verle en cuanto me asee y me vista adecuadamente. No ocurrirá como la última vez. Le dijo a la criada. -No, mejor no le digáis que he llegado aun. Vio como la mujer la miraba sin entender. -Debo ocuparme de asuntos importantes. Aseguraos de que el marqués sigue bien; no le sirváis la cena, traedla a mis habitaciones.

La mujer acostumbrada a las excentricidades de su señora no comprendía aquella crueldad hacia el padre de sus hijos por parte de la marquesa, por piedad aristotélica debería atender su lecho aun más sabiendo que los periodos de lucidez del hombre, eran tan escasos.

Ibelia quería darse tiempo, tomar con calma el encuentro, no precipitarse en planear ni ilusionarse en vano. Era como si un cambio en sus hábitos y costumbres pudiera hacerla más vulnerable y bajara sus defensas; todo en su vida se removía de nuevo.

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Ysuran


La criada entró en el cuarto donde estaba Ysuran, allí encontró a Abelardo que curiosamente estaba pegado a la cama de su señor que parecía mucho más respuesto, con todo lo que le había gritado nadie comprendía esa devocion. Abelardo se giró al sentirla entrar, esperando ver a la marquesa tras ella y al esto no suceder la inquirió con la mirada a lo que ella respondió:

- Mi señor Ysuran...La marquesa está ahora mismo en extremo ocupada, sus asuntos la apartaran hasta la cena que inclusive ha pedido sea llevada a su aposento donde espera podais reuniros con ella.

La cara de espanto de Abelardo era un poema...¿Cómo la marquesa rehusa ver a su esposo enfermo cuando cada día lo ha pasado a su lado?... Sin embargo al volver la vista a Ysuran se lo encontró sonriente que interrumpió sus pensamientos diciendo:

- Gracias...Abelardo, ayúdame a vestirme y dadme el bastón, habrá que ir a buscar a la marquesa para la cena.

Abelardo frunció el ceño, sin duda aún deliraba si pensaba moverse después de tanto tiempo en la cama y así se lo hizo saber: - No me parece adecuado que vos os movais, estais débil y debeis descansar. Y entrecruzó sus brazos como negativa ante la petición del enfermo.

- ¡Habrase visto tamaa insolencia en su ser tan pequeño! Bramó el Pellicer al muchacho mientras le tiraba la copa de metal donde antes había bebido agua...- Muevete ahora mismo y ayudame, ya he descansado demasiado y no me voy a volver a quedar aquí para recaer en ese sueño infernal que no me deja vivir.

Abelardo asintió, sin duda ni la cama había hecho mella en el caracter de aquél hombre y era mejor no oponerse a los deseos que formulaba así que se puso manos a la obra y buscó la camisa, la blanca iría perfecta para la ocasión, junto a los calzones negros y su jubón oscuro de piel.

Costó bastante ayudarle a vestirse, aunque no tenía ya heridas en el cuerpo, tanto tiempo sin moverse había limitado mucho los movimientos del Pellicer a simples golpes débiles que sólo el tiempo ayudaría a mejorar. Tras vestirse Ysuran fue ayudado para salir de la cama y colocarse las botas altas que mucho le habían acompañado. Acto seguido se puso de pie apoyandose en el bastón rudimentario con mango de madera recubierto de piel de toro.

Dio pocos pasos con dificultad que fue subsanada por el apoyo que recibió del hombro de Abelardo quien raudamente se había puesto a su izquierda. Dio un par de vueltas por la habitación bajo la atenta mirada de los presentes y cuando se sintió capaz de ir solo y con la practica necesaria, con una señal indicó que era el momento de ir en busca de la marquesa.

Anduvo el pasillo apoyandose en su bastón con Abelardo a escasos dos pasos tras él hasta que llegaron a las puertas donde la pelirroja había pedido que le mandasen la cena.

¡Toc toc!


Llamó a la puerta y esperó, irónicamente estaba nervioso como si fuese la primera vez que fuese a ver a aquella mujer que era su esposa desde hace tantos años...

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Ibelia.jordan




Ibelia alisó su vestido y se dirigió hacia la puerta para abrirla, no esperaba encontrar al otro lado a Ysuran. Sorprendida lo miró de arriba a abajo sin entender que hacía allí. Luego le sonrió.

Parecía el de siempre, aunque se apoyaba en un ligero bastón y estaba débil y desmejorado, pero su porte, sus ropas y el brillo de su mirada era reconocible para la dama.
¿Sería cierto que le habían devuelto a su esposo del infierno en el que tantos días había estado postergado? No quería ilusionarse y reprimía su felicidad. La amargura hacía que cada día se cerrarse más a los sentimientos y emociones.

Su primera intención fue la de lanzarse a sus brazos, pero se vio inmovilizada, observando al hombre sin saber que hacer, algo la paralizaba y su mente se bloqueaba. Levemente puso un beso en su mejilla casi sin rozarlo por miedo a romper una vez más su salud.
Bajó la mirada pues no quería cruzarse con la del caballero que la rendiría al instante.

-Ysuran, querido, me alegro mucho de que te encuentres mejor, ¿que haces esperando en la puerta? Pasa y siéntate conmigo. Te iba a llevar la cena yo misma, en un momento. Dijo cortés y distante
-Veo que estás en pie, no gastes tus fuerzas y descansa. Ya habrá tiempo para paseos. Prosiguió no muy convencida.

Se dio la vuelta sin acercarse a su esposo, pues no podía verlo apoyado en aquel bastón, notó sus pasos lentos tras ella, acercándose a la mesa donde estaba preparada una cena ligera para los dos.

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Ysuran


Ysuran notó la delicadeza del beso que le dio su esposa, que reflejaba el miedo a hacerle daño o quizás la confianza perdida tras tanto tiempo sin verse cara a cara. De todas formas hizo como si no prestase atención al gesto y la siguió al interior donde le había invitado para cenar, curiosamente con pocas dificultades, se iba haciendo a llevar una muleta como apoyo.

Llegó tras su esposa a la mesa donde tenía preparada la cena, tomó asiento frente a ella y tomó algo de vino preparado y dijo:

- Bueno Ibel, parece que ya estoy aquí y esta vez no pienso quedarme en la cama para que me vuelva a quedar dormido como otras veces...¿sabes? tengo miedo de que eso pase.

Arrancó un trozo de pan y lo comió para atragantar esa tristeza que intentaba salir, no se mostraría tan débil, nunca lo había hecho y no sería la primera vez aquella por muy rara que haya sido la situació durante los últimos meses. Acto seguido volvió a mirar a su esposa y dijo:

- Y...¿Qué tal? Veo que has llevado esto perfectamente, no me necesitas para nada. Sonrió entonces y continuó poniendo su mano sobre la de Ibel - ¿Y qué gran proyecto llevas a cabo ahora? Debes ser ya la mujer más importante del Reino.

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Ibelia.jordan



Le rompía el corazón ver enfermo a su esposo, ser consciente de que su cuerpo no respondía como antes; su vitalidad mermada, su atractivo maltrecho.
Mientras estaba en estado vegetal, había imaginado que le devolvía la palabra, que sus conversaciones eran largas y sus consejos satisfactorios. Incluso fantaseaba con su aspecto y los gestos y caricias que tenía para ella.
Pero ahora de golpe, se daba cuenta que aquello era ficticio y que la realidad llamaba a su puerta.
-¿Que ocurriría si no se amaban, si ya nada era como antes? Se preguntó mientras avanzaba aquellos pasos hacia su escritorio con la cara oculta a la mirada del esposo. -No debe notar nada. Se dijo. Que no afloren las dudas a mi semblante. Es mi obligación estar a su lado cuidarle en sus horas bajas. Lo demás no es importante. Pensaba

Tenía sobre su escritorio la carta que había recibido desde Montpelier, se acercó con rapidez para doblarla y meterla en uno de los cajones, antes de sentarse a la mesa frente al marqués.

Sonrió gentilmente ante las palabras de Ysuran, asintiendo, dando conformidad a su deseo de recuperar las fuerzas, para después expresar con voz suave y pausada aquello que se repetía cada día desde hacía tiempo.
-Mi primera obligación es cuidar de vos, así lo expresé ante Dios y los hombres en nuestro enlace y aunque ha pasado mucho tiempo desde aquel día, si algo tengo presente son mis deberes y mi compromiso, que yo sepa no me habéis eximido de mis votos. Así será hasta el fin de mis días, aunque vuestra existencia se limitara y no pudiera recuperaros, debería cumplir con la palabra dada.

Notó cierta inquietud, en el caballero que tomando un pedazo de pan, lo metía en su boca, y volvía a mostrar su gesto serio, quizá tenso por un instante.
Tomó un sorbo de vino, pero no podía con la comida, un nudo en su estómago que intentaba deshacer con el rojo lícor, enmudecía sus palabras.

Al momento Ysuran le decía como para romper el incómodo silencio -Y...¿Qué tal? Veo que has llevado esto perfectamente, no me necesitas para nada. 
Aquellas palabras le dolieron en lo más profundo, nadie más que ella sabía lo mucho que le había echado de menos y tanto que lo había necesitado pero se había acostumbrado a base de rezos, penitencias, rutinas y ocupaciones.
La marquesa seguía en silencio bebíó un largo trago y llenó su copa de nuevo
Ysuran volvió a mirar al tiempo que sonreía puso su mano sobre la de ella. --¿Y qué gran proyecto llevas a cabo ahora? Debes ser ya la mujer más importante del Reino.

Aquel gesto deberia haberla conmovido pero luchó una vez más con fuerza pàra no mostrar sentimiento alguno. Los recuerdos se agolpaban en su mente de tiempos felices, de risas y proyectos que había decidido hace tiempo desterrar de su pensamiento.
Retiró su mano de manera distraída evitando de nuevo el contacto para responder con tono cordial, como trataba en sus negocios.

-Bueno, esposo querrás tener noticias de nuestros proyectos comunes, en tu ausencia he intentado mantener activas las bodegas. Ya es tiempo de cosechar las vides podemos recorrer las tierras de Sagunt en cuanto te encuentres más recuperado y supervisar las tareas de la elaboración del vino.
Este es el del año pasado.
Bebió hasta apurar su copa y siguió su charla animada por el alcohol.

-Los barcos se mantienen en plena actividad aunque el Utopía sigue amarrado en el puerto tal como lo dejaste. Se realiza el mantenimiento y el pago de los impuestos , más fui incapaz de sacarlo a la mar. Era tu ilusión y siempre he tenido la esperanza en que la cumplirías algún día. Espero que así sea, si es deseo del Altísimo.

Apartó su plato sin haber probado bocado, acercó la jarra de vino y la apuró en la copa vacía.
Cuando vio que su esposo acababa su comida, se levantó para ayudarle.
-No quiero cansarte más, seguro que desearás retirarte pronto. Seguiremos la charla mañana si te encuentras mejor. Llamaré a Abelardo para que te acompañe a tus aposentos.

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Ysuran


Ysuran esuchó cada palabra de su esposa como si la localización de un tesoro le diese, todo era importante, recordar algunos de esos proyectos le habían llenado de alegría y a su vez algo de tristeza, como el hecho de que el Utopía siguiese sin conocer el mar después de todo lo que habían trabajado para tenerlo.

Asintió ante la idea de visitar los viñedos, por él irían en ese mismo instante, pero no era posible, la pelirroja se negaba en rotundo a causarle cualquier agitación, quizás tenía tanto miedo como él de que sucediera algo otra vez. Finalmente tras a charla, que a Ysuran se le antojó corta y más para una pareja que tanto hacía que no tenían uno cerca del otro, la marquesa invitó al Pellicer a irse a descansar.

- Bueno, creo que he descansado bastante, pero si vos insistis me marcharé y mañana si no os place podemos acercarnos al puerto, me gustaría ver a Utopía. Dijo levantandose de la mesa fijandose en la pila de documentos en los que la marquesa había estado mirando justo cuando él entró y de la cual había quitado uno de su vista.

Se acercó a la puerta, para salir junto a Abelardo, pero antes dio un par de pasos hacia la marquesa, puso su mano sobre las mejillas de esta y con una sonrisa dijo:

- Ilustre, espero con ansia el día de mañana para volver a ver vuestros rojos cabellos Entonces tiró de ella hacia sí para darle un beso, mucho hacía del último y quería dormir con a seguridad de que su alma querría volver al día siguiente para estar junto a ella.

Finalmente se marchó y por el camino preguntó a Abelardo: - Dime Abelardo, donde tiene negocios la marquesa actualmente

El lacayo siempre tan despistado, pero cotilla como él sólo respondió sin dudar: - Actualmente gracias a la vid está teniendo negocios por varios reinos, incluso Francia, tanto es así que ha sido invitada a una feria en la ciudad de Montpellier que se desarrollará en estos días próximos. Ysuran asintió a cada palabra de su joven mayordomo, parecía que esa duda oscura que le había surgido no eran más que negocios fuera del Reino.

- Pero señor...en la carta que recibió también se habla de un compromiso y un pretendiente para Sagunt. añadió el muchacho para romper la tranquilidad que se había formado hace escasos momentos y que hizo saltar a Ysuran.

- ¿Y cómo sabes eso?¿Sabes al menos que día será dicha feria? Preguntas que atropellaron a Abelardo que solo pudo excusarse en que había visto la carta sin querer pero no completa por lo que no sabía fecha. Habría pues que enterarse, y sobre todo, habría que ir personalmente a Montpellier a tratar con cierto pretendiente...

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Ibelia.jordan



Ibelia quedó sola de nuevo en sus aposentos y volvió al escritorio, pero no fue capaz de concluir aquellas cartas que debía responder, su mente estaba ocupada únicamente por aquel breve momento compartido con el padre de sus hijos.

Tan a su pesar vio marchar a su caballero aquella noche, tras un tímido beso que despertó en ella deseos dormidos y olvidados por tanto tiempo, que no pudo descansar; deshizo la cama dando vueltas a un lado y otro; hacía tiempo que se había obligado a no echar de menos el contacto físico, los abrazos sentidos, el calor del otro respirando al compás.

Se levantó del lecho cuando la luna había recorrido ya más de la mitad de su camino y se arropó con el manto de seda que tenía sobre la cama, unos ligeros escarpines cubrían sus pies protegiéndolos de la fría losa.
No podía dormir, solo podía pensar en lo que deseaba abrazar a su esposo y lo frío y distante que había sido su encuentro.

Con la tenue luz del candil encendida, se sentó en el escritorio y sacó la carta que había escondido en el cajón.
Volvió a leer aquellas líneas una vez más, No sabía que hacer, que contestar que decirle a aquel hombre al que habían conocido en una de las recepciones de la embajada y se había mostrado tan atento y tan interesado en cuidar de su familia. Además de los buenos negocios que le había proporcionado en aquella región del sur de Francia.

-El viaje a Montpellier es ineludible, hay asuntos que no se solucionan por carta. Debería partir en unos días. Se dijo mientras volvía a guardar el pergamino. Y se servía una copa de vino degustándola con placer mientras fluían sus pensamientos.

Primero de todo hablaría con Aliena, decidió aclarando sus ideas; ahora que su esposo parecía estar despierto, era mejor no someterle a ningun disgusto o preocupación. Pondría todo su empeño en que su retorno fuera lo más placentero posible. Aquella semana se iba a esmerar en ser la perfecta esposa.
Mientras distraía al convaleciente Pellicer, prepararía el viaje en secreto con la complicidad de su hija.

Terminó el vino, miró la cama vacía con disgusto y un pensamiento cruzó su mente, al momento se sintió más animada, con una sonrisa pícara en el rostro, que hacía tiempo no expresaba y un cosquilleo en su estómago, tomó una vela encendida y salió al pasillo. Todavía no se habían levantado los criados y los guardias dormitaban en el rellano de la escalera.

Recorrió la distancia hasta las habitaciones de su esposo, ante su puerta no supo que hacer, comenzó a pensar en alguna excusa que justificase su presencia pero descartaba la idea por absurda, fue a abrir pero quizá era demasiado atrevida al colarse sin más. Llamaría a su puerta si estaba dormido no lo molestaría y volvería a su habitación.

Después de aquellos momentos de indecisión que le parecieron eternos, tocó la puerta suavemente.

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