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[RP] El éxodo

Ysuran




Enero de 1462...

La idea llevaba tiempo recorriendo la mente del Pellicer, cada día se veía más factible y necesaria, pero quizás el miedo al cambio o pensar en su familia le hacía recapacitar la idea y quedarse allí, en Valencia, conviviendo con su desidia, eso si cada vez más apartado de la Corte y su vida. En esto estaba pensando cuando Ibelia llegó y tras una discusión, ya fuese por ira o por otro motivo, se decidió a dar el paso, tomó a su esposa en brazos y la sacó del castillo sin prestar atención a sus quejas.

En Sagunt no había nadie en ese momento, al menos no nadie que pudiese detenerle y con la ayuda de Matthieu se dirigió al puerto para tomar el barco, parecía como si todo estuviese realmente preparado, en el barco había suministros para un par de semanas y la tripulación estaba dispuesta para salir.

Ysuran llevó a su mujer al camarote principal para dejarla allí mientras él daba las ordenes para desamarrar y comenzar la travesía, que aún no había pensado, pero lo principal era dejar atrás aquella tierra, antes de que se diese cuenta alguien de que se quedaban sin senescal. Frente al timón, junto al contramaestre decidieron dirigirse Ebro arriba, tal vez en Caspe, puerto franco, podrían aprovisionarse para más tiempo.

Al volver al camarote para hablar con Ibel se la encontró sentada junto al escritorio con Aliena y Leaford, al parecer los soldados habían decidido traerlos también. Ysuran chasqueó la lengua y dijo:

- Bueno, preparadles el camarote de al lado y encargaros de que están cómodos. Ahora marchaos, tengo que hablar con la marquesa, habrá que fijar su rescate.

Miró a la pelirroja dedicandole una sonrisa y se sentó frente a ella, esperando que dijese algo.

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Ibelia.jordan



El sol de la mañana se filtraba a través de la vidriera que representaba el Blasón familiar del ventanal que presidía el Camarote del Capitán en el Bebita I .

La marquesa se quedó embelesada mirando las imágenes del águila y el león de su emblema que se reflejaban sobre el austero mueble apoyado en la pared frente a la ventana.
Aquello era lo poco que habían modificado de la decoración en aquel barco, desde que su esposo lo adquiriera por un afortunado golpe del destino.

Contemplaba los familiares símbolos de su Casa y en su imaginación bailaban una dulce danza motivada por el suave vaivén de las aguas calmas del puerto de Sagunto.

No estaba triste pero tampoco feliz, se sentía vacía y se habia dejado llevar por el Pellicer hasta aquel punto, para saber hasta donde pòdía llegar el hombre en su locura.

Sacarla del castillo a la fuerza - ¡Qué idea más extraña! Parecía que lo tuviera planeado de antemano, ella se había dejado llevar, sin resistirse sin oponerse, después de aquella discusión, se había quebrado algo en su interior, quizá ya estuviese quebrado desde que había leido el anuncio en aquel tablón, aquella decisión, la renuncia de su esposo, le había dolido más de lo que quería reconocer.

¿Que querria ahora, aquel hombre por el que hubiera dado la vida? Se preguntaba una y otra vez, ¿pretendía alejarla de su vida, del reino al que servía, de sus obligaciones, de su rutina? No sabía que pensar, hasta cierto punto casi se lo agradecía, pero no le parecía el momento oportuno, justo en su reciente nombramiento como marquesa, justo ahora que su amada Reina les había dejado para siempre.

Y ¿que hacían allí sus hijos? ¿Serían cómplices del padre en aquella empresa? todos escoltados por aquellos soldados mercenarios por los que se hacía acompañar el, hasta hace poco, Barón de Sagunt.
Secuestrados por su propio esposo, ¡que sin razón! Decididamente, ha perdido el juicio, podríamos bien pasar nuestra historia, por una de esas novelas de caballerías tan de moda.

Lejos de estar indignada y furiosa, inexplicablemente dejó que Ysuran hiciera y deshiciera sin intervenir siquiera en dar su opinión, conocía el brillo emprendedor en la mirada de su esposo, una nueva idea fraguaba en su mente, su determinación obstinada, hacía tiempo que no le había visto de aquel modo, le traía recuerdos de la juventud y los años felices compartidos a su lado.

El hombre se sentó frente a ella esperando unas palabras de Ibel. Ella no tenía respuesta solo incógnitas.

-Bueno ya estamos aquí. . . .ahora... ¿ qué me tenéis preparado? Preguntaba Ibel cuando quedaron a solas.
-Supongo que esto será una broma, nos daremos un paseito en el barco por la costa y me dejarás volver a mis obligaciones. Tengo muchos asuntos pendientes, y ahora en el feudo la tarea es mayor, ya sabeís.

Ysuran la miraba sonriente, la dama desconcertada no sabía muy bien que hacer.

-Y . . . ¿. . . que es eso de pedir rescate? ¿Quien va a pàgar por mí? Más de uno se alegrará de quitarme de en medio.
Dijo con tono burlón. -¿No serás tú uno de esos?
Levantó el rostro y clavó sus ojos en los del hombre.

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Ysuran


El Pellicer quedó a solas con Ibelia, mientras la escuchaba dio un vistazo a su alrededor parando su mirada sobre la ánfora donde estaba el vino para evitar que se ramase con los vaivenes del barco. Se levantó y se dirigió hacia ella diciendo:

-¿Donde están mis modales? Permiteme servirte un poco de vino...

Clavó la punta de su puñal en la cera que hacía de tapón para evitar que el líquido se ramase y acercó las jarras para rellenarlas, acto seguido volvió a extender la cera sobre el agujero frotando fuertemente para sellarlo nuevamente. Acto seguido volvió junto a su esposa, dejó una jarra en la mesa a su lado y con la mano le indicó que bebiese mientras él hacía lo propio. Después de dar un trago tomó la silla en la que había estado sentado, le dio la vuelta poniendo el respaldo frente a Ibel y se sentó en ella apoyandose sobre este para comenzar a hablar:

- Bueno...por donde empezar...no volverás a casa, de momento...esto no es un paseo por la costa, es un secuestro y ahora nos dirigimos a un puerto lejos de la sombra valenciana. Y como todo buen secuestro requiere un rescate, pero claro tu familia no lo pagará, tu marido es el secuestrador...así que habrá que pedirlo al Reino, pero el problema radica en cuánto pedir. He estado hablando con los demás y sólo están de acuerdo en que vales mucho, alguno incluso ha insinuado que te rodeemos nos plantemos en la capital, te hagamos Reina y les des tierras a todos. Así que vengo a preguntarte ¿Cuánto crees qué debemos pedir marquesa?

Ysuran miró detenidamente a la mujer, estaba tan radiante como siempre, los años no pasaban por ella, no era como otras mujeres que a pesar de creerse divas eternamente jovenes tenían los años marcados por todos sitios. Aunque su mirada estaba...distraida, no sabría decir si triste, sorprendida o agradecida del secuestro, lo que estaba claro que si ella no hubiese querido no se la habría podido llevar, no sería la primera vez que le zurraba en pelea cuerpo a cuerpo, para algo era senescal.

Tras el breve estudio que hizo a la pelirroja dijo:

- En realidad, yo soy partidario de no soltarte porque me viene bien alguién como tú en un trabajito que me han encargado en el sur de Francia...Piénsalo y me dices.

Después se levantó y se dirigió a la ventana que daba luz al camarote, con las manos atrás se quedó mirando al exterior, esperando que ella hablase.

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Ibelia.jordan



Ibel seguía las acciones de Ysuran, su ir y venir por la estancia de un lado a otro; mientras hablaba se sentó delante de ella como si tuviese ya estudiados los movimientos que darían énfasis a sus palabras.

La dama bebió del vino que le ofreció su secuestrador, en parte sorprendida de las respuestas y explicaciones obtenidas y en parte algo agitada y una pizca enfadada, pues nunca le había gustado que dispusieran de ella al margen de su voluntad, aunque fuese su propio esposo.
Su cabeza daba vueltas a aquellas peregrínas ideas que parecían fluir de la mente del Pellicer como si todo fuese sencillo y solo con quererlo se anularan voluntades, vencían ejercitos o se derribaban muros y castillos.

Ibelia respondió algo enojada a su esposo.

-Esposo mio, no quisiera faltar a mi deber de buena esposa con esto que os digo. Sabéis que mi voluntad es firme y mi lealtad al Reino inquebrantable . Nunca haría cosa alguna que pudiera poner en peligro mi amada tierra.
¿Ser yo reina? ¡Por Aristóteles bendito!

Mi origen humilde pesa como un lastre y olvidáis que no conocí quienes fueron mis padres y fui criada por campesinos aragoneses. Me falta abolengo y cuna, no he sido amamantada por regios pechos y sobretodo ya la Corona tiene dueña y bastantes pretendientes, no seré yo una más en ir a desmembrar Valencia tirando de sus brazos y piernas, destrozando lo mucho o poco de bueno que hubiera.
Todas esas cosas me duelen demasiado.

Ahora decís que me apartáis de mis responsabilidades, acataré vuestra voluntad pero dejadme al menos dar aviso de mi marcha y que todo quede en buenas manos.
Luego, llevadme donde queráis pero sabed que lo hacéis sin mi deseo.


La marquesa bebió un largo trago de vino y sacó del escritorio los útiles para escribir, así como su sello y la cera para lacrar las misivas que se disponía a emitir. Viendo que Ysuran la dejaba hacer escribió varias cartas destinadas a la regente y a los mandos del ejercito presentando su dimisión como Senescal y a su secretario personal, dando diferentes instrucciones para que el feudo no quedase abandonado en su ausencia.

Al terminar miró a su esposo y con resignación le dijo.
-Ya podéis disponer de mi. . . . en cuerpo y alma.

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Ysuran


La sonrisa se dibujó en el rostro del Pellicer, parecía grabada a fuego, ahora podría disponer de Ibel sin un reino por medio, volvería a ser como antes, aventuras en el horizonte. Giró sobre si mismo y se dirigió a la dama, mirando por encima de su cabeza echó un vistazo a los documentos, le dio un beso en la nuca y los cogió antes de que ella pensase en arrepentirse. Salió del camarote al pasillo para buscar a quien hacerle el pedido...

- Tú, ven, toma estos documento y envialos de inmediato, asegurate de usar nuestras mejores palomas para el trabajo. Dijo a uno de los marineros que asintió rápidamente y se marchó nuevamente al cuarto, se sentó en la silla junto a Ibel le dio un tierno beso en los labios y le susurro:

-Bienvenida camarada, sabía que podría contar contigo, así que atiende.

Sacó un mapa de uno de los cajones del escritorio y lo desenrrolló para dejarlo a la vista de la pelirroja, acto seguido señalo un lugar y dijo:

- Este el puerto al que vamos, aquí nos aprovisionaremos y recogeremos el encargo que debemos realizar y que te iré contando a su debido tiempo, pero tranquila, no es algo ilegal...está relacionado con nobles como tú, quizás eso te sirva en un futuro.

Ysuran se aseguró que Ibel lo había comprendido, cosa lógica, ella era una mujer de mente despierta y no se le escapaba nada, aunque no desbordara entusiasmo por los recientes acontecimientos. El Pellicer la tomó de la mano, puso su mirada más tierna y le dijo:

- Siento el modo de haberte traido, pero no sabía si hubieras aceptado seguirme y ya sabes, que tú y yo siempre hemos sido un equipo, no podría hacer nada sin ti...

Volvió a besarla, se levantó de la silla y tiró de ella para ponerla de pie junto a él, acto seguido la empujó suavemente contra el catre para después colocarse junto a ella justo en el momento en que el barco dio un fuerte zarandeo seguido de un ruido espantoso, rápidamente la puerta se abrió de par en par y tras ella un marinero apareció gritando:

¡Capitán!¡Nos atacan!

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Ibelia.jordan



El Capitán parecía impaciente mientras la dama escribía con cuidado y parsimonia aquellas cartas a las que estampó su rúbrica y selló, bajo la atenta mirada de su esposo, las misivas que la liberaban, según Ysuran, de sus pesadas cargas.
Ella no estaba tan segura de aquello, en realidad lo que estaba firmando era lanzarse una vez más a la aventura y la incertidumbre de no saber en que lugar reposaría su cuerpo esa noche, dónde se dirigirán sus pasos al día siguiente.

Acompañar a Ysuran una vez más en sus locos desafíos, enfrentarse a peligros inciertos e incluso la muerte.
Ibel sintió un alivio cuando acabó y fue sorprendida por su esposo con un beso que marcaba el triunfo del caballero que al momento ya había cruzado en dos zancadas la distancia que les separaba de la puerta para hacer que enviasen los mensajes.

Cuando regresó en su rostro había un semblante de plena satisfacción que decía que esa batalla había sido ganada, había vencido a la mujer guerrera en buena lid.

La marquesa sin decir nada más, vencida pero feliz, dejó que su caballero la llevara de la mano hasta el lecho, todavía sus labios estaban unidos cuando un estruendo conmovió la embarcación y todo lo que en ella había.

Saltaron de inmediato a la voz del grumete que avisaba del peligro inminente.
Ibelia exclamó con cierto fastidio
-¡¿Ya empiezan las aventuras? ! Podían haber esperado un poquito más.

Se miraron cómplices un instante y corrieron a tomar las armas saliendo al puente en un instante. un barco de oscura bandera se había acercado por estribor a pocos nudos de distancia. Les atacaban, lanzaban sus cañones nubes de humo y alguna de las balas les estaban alcanzando.
Ya todos los marineros estaban en los puestos de combate y cada uno sabía que lugar le correspondía y cual era su función en aquellos casos.

La dama se dirigió al timón y el caballero a los cañones, cuando otro golpe sacudió la nave destrozando el palo de mesana; las órdenes se cruzaban y la confusión era terrible.

Los restos del madero y el velamen caían sobre la cubierta alcanzando a Ibelia que no le dio tiempo a apartarse. La dama cayó sobre las tablas y su pensamiento se fundió a negro de repente.

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Ysuran


Ysuran enarcó una ceja, podrían haber esperado un ratito más en atacar, resignado y mirando a su esposa ambos supieron que tocaba, salieron lo más rápido que pudieron y se dirigieron cada uno a su trabajo. Ibel al timón y él a lo cañones,estudiando en la Universidad había aprendido algunas tácticas que le eran bastante útiles.

Frente a los cañones recibieron una gran descarga que afectó al barco, nada que no pudieran reparar luego, pero más golpes como esos podrían ocasionar graves daños o llevarlos a pique, así que tras un par de gritos consiguió responder a los cañonazos del enemigo. El combate fue duro, algunos cañones recibieron impactos pero finalmente consiguieron poner en retirada al que los había atacado, por desgracia no podían seguirlo el barco no estaba en condiciones de emprender una persecución.

Contento, entusiasmado y sucio fue corriendo hasta el timón, quería celebrar con Ibel y ver que estaba bien, cuando llegó se encontró a Matthieu junto a la dama inconsciente, no habían querido moverla hasta que no acabase la batalla. Ysuran la tomó en brazos para llevarla de nuevo al camarote donde podría descansar y atenderla el marinero que hacía las veces de cirujano pero antes de irse dijo al contramaestre:

- Dirigete a Zaragoza, no está lejos y allí hay un buen médico que nos ayudará, quizás también podamos reparar, los daños han sido mayores de lo que esperabamos...al menos los otros se han ido peor que nosotros.

Después continuó su tarea de llevar a la marquesa al camarote, bajó del timón a la cubierta, de ahí tomó las escaleras y descendió al interior de la nave llegando al camarote principal. Dejó a la mujer en la cama y detrás de él llegaron Matthieu y el cirujano. El Pellicer les dejó hacer y dijo, tratando de quitar hierro al asunto:

- Matthieu cuida de la prisionera que esté bien, yo voy a evaluar daños y ver cuanto falta para llegar a Zaragoza, no debemos estar muy lejos.

Acto seguido se marchó preocupado por la salud de la mujer, esperando poder ayudarla pronto, pero no podía quedarse junto a ella, se notaría su preocupación demasiado...

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Ibelia.jordan



La mujer desorientada por completo, yacía sobre el camastro del camarote principal del Bebita I; un vendaje en su cabeza cubría una profunda herida en el lado derecho de su frente.

-¿Qué me ocurre? Dónde estoy? No puedo ni moverme. No recuerdo nada. Pensaba torpemente.

Despertando de su desmayo, comenzó a mover de forma imperceptible para sus guardianes, los dedos de una mano y de los pies, luego una pierna muy despacio, mover los párpados le causaba mucho dolor y sus sienes martilleaban su cabeza como si cien tambores golpearan el cerebro de la dama herida.

Siendo consciente poco a poco de cada parte de su cuerpo, sentía un profundo dolor en el lado izquierdo de su cabeza, pero todavía no podía dar orden a su mano para que se acercara al foco, no respondían sus miembros, mucho menos pensar en cualquier otro movimiento.

El ligero sabor metálico de la sangre en su boca, familiar por otra parte, le ponía un único pensamiento en su dañado cerebro, conocía aquellas sensaciones, no sabía porque, ni recordaba que había ocurrido, pero tenía la seguridad de lo que era, el sabor de la batalla cuando has caído herido.
- Tengo la sensación de haber luchado, de estar en batalla y que no es la primera vez, me habrán herido , Así que. . . ¿soy soldado'? Reflexionaba cada vez más consciente.

La dama llevaba un rato fuera del mundo onírico dónde la violencia y la huida lo invadían todo, al despertar a la realidad se dio cuenta que no sabía quien era ni lo que estaba haciendo en aquel jergón rodeada de aquellos soldados que custodiaban su lecho.

Su mente se estremeció al escuchar a dos hombres hablar, las voces le resultaron conocidas pero no recordaba quienes eran.

-Matthieu cuida de la prisionera que esté bien, yo voy a evaluar daños y ver cuanto falta para llegar a Zaragoza, no debemos estar muy lejos. 

En realidad no recordaba quien era ella misma, ni quien le había dejado en aquel estado comatoso pero las palabras que escuchaba le hicieron ver claro lo que estaba pasando.

Intentó abrir los ojos para ver quienes eran sus captores pero tan solo consiguió entreabrirlos y ver de soslayo dos hombres armados y sucios como si acabasen de enfrentarse a una batalla.
El hombre que parecía el capitán dejó al otro de guardia al lado de la puerta.

-Debo intentar salir de aquí no se que quieren de mi pero no pasaré por torturas ni capturas. Lo malo que no se quien soy no recuerdo mi nombre ni mi origen.
Quizá alguien me busque en algún lugar.


La dama siguió guardando sus fuerzas, aparentemente inconsciente para ver si podía averiguar algo más y pensando en una oportunidad para salir de allí antes de que aquellos soldados pidieran rescate a su familia o alguna cosa peor que se les pudiese ocurrir.



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--Matthieu.



MATTHIEU

El barco vibró, ese imperceptible toque significaba solamente una cosa, el barco estaba frenando quizás habian llegado al destino. Matthieu intentó ver por la ventana pero la vidriera tan ricamente decorada solo servía para dejar entrar luz pero no para ver el paisaje así que si quería saber tendría que salir a cubierta.

Tomó la firme decisión de salir, la mujer estaba en la cama, vendada e inconsciente y así seguiría un tiempo o eso decía el cirujano...el mercenario abandonó la estancia, dejando sola a la esposa del capitán y subió a cubierta, como pensaba estaba cerca de una ciudad pero no sabía cual así que avanzó hasta llegar al marinero más cercano que estaba al otro lado de la zona.

- ¿Dónde estamos? Preguntó de forma tajante, no le gustaba la charla y menos porque tenía que volver pronto al camarote. Cuando lo supo se dirigió de vuelta al camarote pero antes de llegar unos cuantos hombres le pidieron ayuda para retirar algunos restos del ataque y olvidandose de su tarea, algo extraño en él, se puso hombro a hombro con los demás levantando los trozos de la mesana que habían caído tras un cañonazo en el ataque y que eran perligrosos para el desarrollo normal del barco porque podían causar accidentes.

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Ibelia.jordan



La dama herida no estaba segura de los daños que aquellos rufianes le habían causado ni que intenciones guardaban para ella, pasaba el rato disimulando un desmayo en aquella cama que para ser de una prisionera no parecía ser demasiado incómoda; pero por mucho que se esforzaba no conseguía acordarse ni de su propio nombre y eso le provocaba una incertidumbre extraordinaria.

No paraba de dar vueltas a su cabeza sobre su actual estado, mientras escuchaba los ruidos que le llegaban de cubierta, sonidos del trajín de ir y venir de los marineros lo cotidiano en un día navegando. Ella ya lo conocía, le resultaba familiar, así que pensó.

-Quizá formo parte de la tripulación de un barco, creo que algo se de marinería. . . hasta creo que he podido ser Capitán.. . . Y estos malvados son unos piratas que abordaron mi embarcación y luego me secuestraron, me llevan presa. Para pedir rescate.

Se puso en aquella piel inventada, imaginando la situación, sentía que algo importante no encajaba en aquella historia pero no podía saber que era.
- ¿Y mi nombre? No tengo pista alguna de cual puede ser. . . Igual Margarita o puede que Isabel.

La Marquesa herida sentía impotencia y rabia ante aquella situación que le parecia como si hubiese llegado a un callejón sin salida, hasta que vio su oportunidad.
Su carcelero salió del Camarote alertado del suave sonido que la dama interpretó como la entrada a las aguas de algún puerto. Ella vio entonces su oportunidad.

Lo primero que hizo fue intentar mover sus miembros comprobando que solo estaban entumecidos y no paralizados como en su pensamiento disperso llegó a sospechar.

-Parece que estoy de una pieza salvo esta herida de la frente y mi pérdida de memoria.. . .
Que no es poca cosa. ¡Tengo que salir de aquí!


Se puso en pie comprobando que sus piernas la soportaban sin problema alguno y sus brazos eran fuertes habituados al ejercicio y el esfuerzo físico, se sintió cómoda aunque el dolor en su cabeza era muy fuerte.

Quiso mirarse en el espejo que apoyado sobre una de las paredes al lado del ropero, le devolvió una mirada curiosa y tenaz.
Le gustó la imagen de si misma proyectada en el bruñido acero, pero vio que sus ropas quizá llamasen la atención; parecían de fino paño dignas de una marquesa.

-Debo darme prisa, este armario me proporcionará lo que necesito; un buen disfraz que me permita camuflarme entre los marineros y salir de aquí sin ser vista.

Con la cautela propia del que se sabe haciendo algo prohibido, pero con la premura del que sabe que le va en ello la vida; sacó de aquel armario lo necesario para pasar desapercibida.

Era extraño pero sus captores no habían tenido ningún cuidado a la hora de alejar las armas a su alcance, pensó en esto unos segundos, alegrándose de su suerte.

Allí también encontró, unas botas con doble fondo de piel en la caña alta, que escondían sendos puñales cortos que se le hacían a la mano sin problema alguno, parecía que todo le venia a medida, cuando las encajó sobre pantalón oscuro y camisa roja, luego la capa oscura cubriendo su cabeza, se sintió bastante cómoda.

Sería su manera de intentar salir de allí lo mas oculta posible y tomando la espada que sobre el arcón de madera de Peral a los pies de la cama, parecía que la estaba esperando, se sintió además segura.

Todo le venía como un guante. Pudiera ser que alguna de las mujeres de la tripulación encajara con sus medidas, aunque parecía extrañamente que también encajaba con sus gustos. Aunque en ese momento la Dama no se diese cuenta de eso.

Ya estaba lista y nadie la había interrumpido; tomó aire y salió del camarote al angosto pasillo, escondiéndose con mucho cuidado, segura de que se alejaría en pocas horas de aquellos mercenarios y luego encontraría su identidad perdida.

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Ysuran


Ya había solucionado todo para poder amarrar, le había costado bastante y tan sólo había conseguido que lo dejasen estar un par de horas, parece que tenían el puerto abarrotado y no tenían sitio. Lo dejaban solo para que pudiese buscar un médico para la pelirroja.

Con esta solución o amago de ella, puso rumbo al camarote para ver como estaba la mujer, al llegar encontró la puerta entreabierta, algo extraño se supone que debían cerrar para que nadie molestase. Al entrar observó que no había nadie allí ni siquiera la enferma...¿se había levantado y había pedido ir a algún sitio?...Salió de la habitación para buscar a Matthieu y a Ibel. al primero lo encontró rápidamente, parecía volver agitado y le preguntó preocupado:

- Matthieu...¿Dónde estabas? ¿Y la pelirroja?¿La habeís perdido?

La cara del mercenario respondió por él, se veia que no sabía nada de la desaparición de su esposa, esta idea se reforzó con la expresión dubitativa que hizo gritar a Ysuran:

- ¡Pues no te quedes ahí quieto!¡Encuentra a la mujer y traela de vuelta!¡Usa tantos hombres necesites!...Ella estaba herida, puede ser peligroso para su salud y nuestros intereses.

Lo último que observó el Pellicer de Matthieu fue su asentimiento y como lo dejaba atrás para empezar la búsqueda, mientras Ysuran decidió dar una vuelta por los camarotes y el comedor, quizás estuviese ella por allí buscándole.

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Ibelia.jordan





La dama salió del camarote con cierto pesar por haber abandonado allí aquel elegante vestido, pues era lo único que la ligaba a su desconocido origen, esa anterior vida que había olvidado.
En contrapartida se llevó un saco de Escudos que había encontrado casualmente en un doble fondo del armario, parecía que la suerte estaba a su favor.
Sintió que a partir del momento en el que sus pies tomaran tierra, iba a ser difícil retomar su trayectoria, a no ser que obtuviera alguna pista o recuperase la memoria.

El pasillo estaba desierto, puertas de otras estancias se distribuían a un lado y otro; decidió acercarse hacia las escaleras que subían a cubierta pero al momento escuchó como alguien bajaba y entró en el primer camarote del que encontró la puerta abierta.

Se coló en el interior, no había nadie que la pudiera descubrir, quedó escondida con la puerta entreabierta, y fue testigo mudo de las maniobras de los supuestos mercenarios.
El Capitán había descubierto su huida. A partir de ese momento debía hacerse invisible, salir de aquel barco sin ser vista iba a ser muy difícil; pensó la dama preocupada pero dispuesta a escapar cuanto antes.

Aquel hombre le resultaba familiar, ahora que lo veía de más cerca sin el aturdimiento de su desmayo. Sintió el impulso de acercarse descubrirse, abandonarse a su suerte, pero algo en su interior reprimía ese impulso y la empujaba a una huida hacia adelante.

-Pase lo que pase, no pienso entregarme, antes muerta que entregada a una vida de cautiverio. No se si tengo familia o alguien que me espere en ninguna parte. Mi vida poco vale ahora. Solo quiero alejarme y sentir la libertad bajo mis pies.

En cuanto se vio el pasillo despejado de soldados o marineros, con el sigilo y la rapidez de que fue capaz subió las escaleras que le llevaban hasta la cubierta. No pudo dejar de mirar la bandera y sentirse contrariada, en lugar de ver la oscura calavera, los colores y símbolos de su estandarte, le resultaron muy conocidos, pero no sabia que significaba aquello.
Rabiosa y desesperada por esa circunstancia, solo pensaba en huir.

El barco ya estaba amarrado en el puerto fluvial, aquella ciudad le resultaba conocida, podía ver desde donde se encontraba la Lonja cercana al puerto y las Torres de las Catedrales, quizá fuese aquella su ciudad de origen, pensó la dama.

Con cuidado de no ser vista, agachada, casi a rastras por las tablas, escondiéndose entre los aparejos, llegó hasta la pasarela de desembarque, una pequeña distancia la separaba del puerto.

Encomendándose al Altísimo, pensando que nada podía ser peor que sentirse cautiva por aquellos hombres; recorrió aquel tramo con toda la velocidad que sus piernas le permitieron.

Cuando se encontró en tierra firme dijo.
-¡Por fin libre! Ahora debo encontrarme a mi misma.
Desapareció por las calles estrechas que rodeaban la catedral.

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Ysuran


- ¡No aparece! ¿Esa es vuestra respuesta? Todo el barco registrado y no aparece...¿Sabeís si alguien ha bajado? Vamos no ha podido irse, estaba insconciente y malherida.

El Pellicer pateó la puerta del camarote, esa incompetecia no la esperaba, ¿Habrían raptado a la pelirroja delante de marineros y soldados?, pero ahora tenía que descubrirlo él mismo, como se dice, si quieres algo bien hecho hazlo tú. Salió del interior del barco, cruzó la cubierta y se dirigió al puente que le daba acceso al puerto pero allí se encontró con uno de los empleados del puerto que le impedía el acceso...

- ¡Pero que demonios...!Poraristotelesbendito quitate de enmedio tengo que pasar.

El oficial del puerto negó con la cabeza y dijo:

- Según tengo entendido señor, solo estaban aquí para buscar un médico, ya han contratado a uno y deben partir ya, el puerto necesita el lugar.

El enfado de Ysuran aumento hasta hacerse visible en su rostro, esto era demasiado, todo eran palos a la rueda, su mujer posiblemente en peligro y ese patán por medio, las ganas de darle un puñetazo que lo mandara al agua no le faltaban pero trató de serenarse, no le convenía tener lios en el puerto con tantos barcos a su alrededor. Volvió sobre sus pasos y se dirigió a su hombre de confianza.

- Matthieu, baja al puerto y busca a tú a mi esposa, yo trataré de amarrar en Caspe y venir en unos días a pie. Esperame todos los días a la nona junto a la puerta de la taberna municipal. Llegaré tan pronto como pueda, espero que para entonces hayas encontrado a Ibel.

El mercenario asintió, volvió al interior del barco para luego regresar con un petate. Rechazó el dinero que Ysuran le ofrecía, se sentía culpable de la pérdida de la mujer y él se encargaría de mantenerse y bajó siguiendo al oficial del puerto, que tan cerca había estado de hace compañía a los peces, para acto seguido adentrarse en la ciudad. Mientras Ysuran dio orden de desmontar la pasarela e iniciar el desamarre para ir a Caspe aunque su pensamiento quedaba en Zaragoza, recorriendo las calles, buscando a su esposa.

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Ibelia.jordan



Un nuevo día despertaba en la capital del Reino de Aragón, la dama entreabrió los ojos con la pereza de quién ha descansado poco, miró a su alrededor, una sencilla habitación de cualquier posada, una mesa de madera impersonal con una austera silla de madera con el asiento de anea, una estantería vacía y el camastro demasiado blando que la envolvía; ni pobre ni rico, parecía limpio y las sábanas de algodón no eran demasiado irritantes al roce con su cuerpo; unas mantas de dudosa trayectoria la habían protegido de la fría noche de aquel mes de Enero.

Se sintió remilgada en sus gustos actuales, pero también en lo oscuro de sus no-recuerdos sabía que en peores circunstancias se había visto.

-¡Que extraño! No recuerdo quien soy pero si en el año que estamos; es Enero del año mil cuatrocientos sesenta y dos. ¡Maldito golpe! Es absurdo. Exclamó y tocó su cabeza; un gesto de dolor se dibujó en su semblante.
-Tengo que ver que es lo que recuerdo, encontraré alguna cosa que me haga regresar.
Tengo la sensación de que no estoy sola en este mundo, alguien me tiene que estar buscando.
¿Alguien me quiere? ¿Como no tengo su rostro en mi memoria?
Continuó con su desesperado monólogo.

Casi lloraba de impotencia y rabia pero se contuvo, se dio cuenta que siempre se contenía, era algo de su yo, de ese al que quería volver.

Se levantó y se echó la capa por encima, la fina camisa con la que había dormido, no le quitaba mucho el frío de la mañana, pero la prenda de lana le hizo entrar en calor poco a poco; ayudada por el vino que a modo de medicina, se recetó el día anterior, sin necesidad de galeno alguno. Le ayudaba a calmar el dolor y calentaba un poco su frío interior.

Rebuscó en el petate la botella de vino, el queso, las uvas y el pan para tomar un poco a modo de desayuno, pero tenía poca hambre. Y en seguida lo apartó a un lado.

Sacó el papel, la tinta y la pluma que tambien había comprado, se había dado cuenta de que sabía leer y escribir, pensó que quizá escribiendo algo pudiera venirle los recuerdos a la memoria . . quizá su nombre.

Intentó recordar mas allá de su último día, volvió a frustrarse, creía recordar un sueño recurrente la noche anterior pero no podía articularlo en un pensamiento lógico.

Eran imágenes inconexas y sensaciones entremezcladas. Algunos rostros de los que no recordaba sus nombres se mezclaban con otros a los que no tenía constancia de haberlo sabido nunca.
Su mente era un caos, dificil de ordenar, más cuando lo intentaba los dolores volvían a su cabeza constantes y martilleantes.

El recuerdo de alguno de esos sueños parecía esclarecerse entre la maraña de pensamientos o ¿quizá fuese algo vivido?

Veía a su captor,. . . se encontraban en un lugar indefinido, allí junto a ella, mirándose en un espejo, era una elegante habitación; pero no era una amenaza, al contrario, se sentía segura y tranquila, la dama se acercaba y él la abrazaba. Cuando sus rostros parecían tocarse, el capitán desaparecía y en su lugar un abismo negro como el pozo mas profundo, aparecía ante ella, que caía irremediablemente en su interior, sentía esa caída y antes de estrellarse contra el suelo, despertaba.

Sintió miedo ante aquel recuerdo o sueño, no entendía que hacía allí aquel al que temía y del que había escapado. Muchas cosas no encajaban, pero debía reconstruir su historia. Intentó poner algo por escrito que le ayudase a organizar sus pensamientos.

La dama escribió:

-Mi nombre. . . . . .
-Mi familia. . . . . . .
-¿Qué hacía en ese barco?
-¿Que barco es el que me trajo hasta aquí?
-¿Quienes eran mis captores y que querían de mi ?
(.......)



Ya sabia por donde empezar, iría al puerto e intentaría averiguar que barco era aquel, debía hacerlo con cautela pues no quería ser descubierta.

Salió de la posada embutida en su capa y se dirigió al puerto, los mil ruidos de la calle, carros con sus cocheros, los vendedores voceando sus productos, campesinos y gentío variopinto que llegaban a la ciudad atraídos por el mercado, llenaban los espacios públicos y ella se confundía con los viandantes igualando su paso, sin levantar sospechas.

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Ysuran


No se centraba al timón del barco, no sabía donde estaba Ibel y estaba preocupado, deseando que Matthieu la encontrara y sacudirse aquella preocupación de encima.

Tras varias horas se divisaba el puerto de Caspe, aunque el Pellicer no se habría percatado sino fuese por el contramaestre que se lo indicó, acompañandolo de malas noticias...

- Capitán, estam0s cerca de la ciudad franca de Caspe pero...no podremos amarrar, su puerto parece tan saturado como el de Zaragoza, enviaremos a alguién para que se informe.

Ysuran asintió, no tenía ganas de dedicarse a esa labor tan rutinaria y dejó en manos de sus subordinados las operaciones necesarias...desde el timón pudo ver como maniobraban para reducir la velocidad del navío, como se descargaba el bote que iría con los legados que irían al puerto para informarse de la situación y demás trabajos.

Pasó un rato hasta que volvió el bote, su viaje había sido corto y tranquilo, el agua del Ebro no daba muchos problemas salvo cuando había prisa por remontarlo. Los marineros se presentaron ante Ysuran con la cabeza baja y confirmaron las sospechas, no podrían amarrar. El Pellicer recibió la noticia asqueado, ahora tocaba reunirse con sus oficiales y decidir el nuevo rumbo...

La comitiva marchó hasta el despacho del Capitán bajo la zona del timón, todos tomaron asiento alrededor de la mesa. Una vez acomodados comenzaron las sugerencias y las quejas. Todos estaban de acuerdo en que escasearían los bienes y debían dar amarre en alguna ciudad cercana. Tras un rato de conclave el nombre de la ciudad salió del encargado de los cañones; el mejor sitio sería Tarragona. Era un puerto que solía estar vacío y por una cuota de amarre no habría problemas.

Salieron todos para dirigirse a sus puestos, pusieron a los marineros a trabajar e iniciaron el camino bajando el Ebro...

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